106 - 'Líbido'
11:15 de la mañana, bastante tarde a mi parecer, pero para la increíble follada que me dieron la noche anterior, consideraba un milagro el hecho de querer levantarme de la cama tan de pronto.
Desperté al notar la ausencia de mi esposo en la cama junto a mí (cama que estaba hecha un verdadero desastre), cosa que me hizo sentarme en la misma para ver a los lados, sin poder encontrar todavía al señor Dawson, cosa que me hizo chasquear la lengua y levantarme de la cama para ir al baño, sintiendo aquella presión en mis caderas y piernas que me hacía sonreír con malicia.
Al pararme frente al espejo del baño, ví mi cuerpo lleno de marcas que había dejado mi esposo, mi bromita de querer ponerlo celoso hizo que se desquitara con mi piel, mordiéndome y marcándome como suyo, en cada rincón de mi anatomía, hasta en mi espalda había chupones, me era fácil recordar en qué momento hizo tales marcas, aunque algunas sí no me quedaban del todo claras, como una que tenía en el muslo y en el vientre.
Asee mi cuerpo, me puse una camiseta de Robert junto con un short corto y salí de la habitación para ver si lograba dar con él, pero por más que avancé, no lo encontré en ningún lado.
Al llegar a la cocina de aquella enorme casa, ví a las personas que cuidaban de la misma, cocinando y preparando café; sonreí con nerviosismo al verles, era algo abrumador tener que darle la cara a las personas a quien no dejabas dormir con tus quejidos nocturnos, o al menos para mí era así.
— Hola — saludé mientras me acercaba a la isla de la cocina, ellos me sonreían tranquilamente, mi dialecto y el suyo era muy diferente, y aunque yo escuchaba mucha música en español, a la hora de hablarlo no me sentía en tanta confianza como para empezar una conversación sin sentirme que era un imbécil.
La señora me preguntó algo que no terminé de entender, por lo que tragué en seco tratando de pensar en qué decir.
— Emm, y-yo... uh, ¿comida? — dije mientras sonreía dudoso, afortunadamente ella asintió a mis palabras, algo que me hizo sentir aliviado — Ah, sí por favor.
— Buenos días — escuché de repente una galante voz que se paraba detrás de mí y me abrazaba desde atrás, repartiendo besos por mis hombros — Creí que dormirías hasta tarde.
— Me hiciste falta — murmuré volteando a verle — ¿Dónde estabas?
— Perdona, atendía una llamada de trabajo — explicó mientras jalaba una silla y se sentaba a mi lado.
— ¿En tu luna de miel? — dije de mala gana, él sonrió de lado para voltear hacía los caseros, creí que tendría el mismo problema que yo, pero sorprendentemente, él no tuvo problema alguno en expresarse.
— 'Deme un café, por favor' — habló con una fluidez y finura que me hizo verle con asombro absoluto, "¿desde cuando este maldito infeliz habla español?" pensé de golpe, mientras él volteaba a verme con curiosidad — ¿Ocurre algo, cariño?
— ¡¿Desde cuándo hablas español?!
— ¿Algún día dije que no lo hablaba?
— ¡Pero no me dijiste que lo hacías!
— Tú asumiste que no lo hablaba, eso es distinto — dijo mientras recibía el café que le daba la señora, pronunciando un "gracias" cálido y muy sensual (a mis ojos) que me hizo querer besarlo, pero también me dio ganas de matarlo.
-
— Soy pésimo en esto — dije mientras tomaba una ficha y la movía por el tablero sin saber exactamente lo que estaba haciendo — ¿Jaque?
Robert rió con cinismo al oírme decir eso, tomando una ficha para "comerse" la que yo acababa de jugar.
— Estamos jugando 'damas', Ty; no ajedrez; y descuida, este juego es más fácil de lo que piensas.
— Damas, ajedrez, barajas, lo que sea, soy malísimo para estos juegos — dije mientras movía otra ficha, disfrutando de la suave brisa que corría en aquel jardín de la casa, jardín que estaba pegado a una de las salas de la casa, por lo que, podías estar cerca del jardín, y dentro de la casa, con solo abrir una puerta corrediza y sentarte en el piso, exactamente lo que Robert y yo hicimos.
— Debes aprender a confiar más en ti mismo, cariño — dijo mientras comía otra de mis fichas, haciéndome gruñir con molestia.
— Y, ¿quién te llamaba del trabajo? — dije con algo de recelo.
— ¿Preguntas si hablaba con Arthur Greene? — admitió mientras movía una ficha suya.
— No creo que haga falta excusarme — respondí algo a la defensiva, él rió por debajo para verme a los ojos pícaramente.
— Descuida, no fue él, era Dustin.
— Oh, ¿y qué quería?
— Nada muy importante, solo dijo que todo marchaba perfectamente, que los planes de la nueva idea publicitaria van muy bien, y que tu hermana te manda muchos saludos.
— Me alegro — sonreí de lado mientras movía otra ficha, maldiciendo al ver que Robert me la quitó nuevamente — ¡Oh vamos!
— Vaya, qué talento tienes para dejarme comerte, Ty — dijo juguetonamente mientras arqueaba una ceja.
Chasquee la lengua para apartar el tablero e irme hacía él para acurrucarme en sus brazos.
— Ya me cansó ese juego — dije de mala gana, haciendo a Robert reír mientras me tomaba de las caderas y me besaba suavemente.
— No me gusta que te rindas tan fácil.
— No soy tan talentoso como tú.
— El talento no tiene nada que ver, ¿crees que yo tengo talento para los negocios? no Ty; solo es el resultado de arduo trabajo de mi parte, nada más.
— Sí, trata de decirlo sin sonar condescendiente — murmuré de mala gana, él rió para tomarme las mejillas y apretarlas con fuerza.
— Hay tanto de Teddy en ti, que me abruma en ocasiones — escuchar eso me hizo sentir apenado, pero él rápidamente me besó los labios y me sonrió con ternura — Puedes mejorar, lo sabes muy bien.
— Pero— traté de quejarme, pero los labios ajenos me lo impidieron en seco.
— Shh, no quiero oírte quejándote — dijo mientras apoyaba sus manos contra mis glúteos, cosa que me hizo sonreír tímidamente.
— Espera — dije apartándome de aquellos besos un momento — ¿Y-Y si ellos nos ven? — dije mientras señalaba hacía las personas que cuidaban la casa, quienes rondaban de vez en cuando por ahí.
— Están de compras, tenemos al menos una hora sin que nos interrumpan — murmuró mientras me hacía sentarme de espaldas, para empezar a bajarme el short y la ropa interior — Y aunque estén aquí, ¿crees que van a entender tus hermosos gemidos americanos?
— Cállate — dije entre risas, gozando de los besos que me daba Robert mientras sus manos exploraban mi cuerpo sin más.
-
— ¡Ah, ah, a-ahí! ¡a-ay sí! — gemía suavemente mientras él alzaba una de mis piernas y me apretaba la otra para impedir que me moviera libremente.
— Mira, ya estás mojándote — murmuró en mi oído, mientras me tomaba la barbilla y me obligaba a ver cómo mi propio líquido preseminal salía de mi cuerpo — Es lindo ver cómo te mojas tan rápido.
— Tú también estás mojado — dije entre jadeos lascivos — P-Pero no se vé.
— ¿Y eso porqué será, eh? — preguntó mientras aceleraba de golpe su vaivén, haciéndome chillar con fuerza, aprovechando que estábamos solos en casa.
— ¡Ah, c-cariño! ¡me-me duele!
— Déjame ponerte cómodo — susurró mientras me tomaba de los hombros para recostarnos en el suelo (teniéndome aún encima suyo) y así empezar un vaivén más brusco, que me hizo jadear con desespero.
— ¡Ah! ¿p-podemos ir a la-¡ah! a la playa?
— Claro — respondió besándome el cuello, mientras una de sus manos empezaba a masturbarme, haciéndome gemir con fuerza.
— ¡Ah, R-Robert, n-no!
— ¿Sabes? cuando volvamos a casa estarás afónico.
— ¡Ah, ah! ¡ahh! — jadee mientras me abría más de piernas, gozando de cada una de las embestidas que me daba mi esposo — ¡Robert, por favor para!
— Shh, no, tu cuerpo me pide más, ¿y quién soy yo para negarme, eh?
Mi sangre se heló de golpe al oír el ruido de una puerta abrirse de repente, y algunos pasos rondando cerca de nosotros. Robert rápidamente me puso boca abajo y nos ocultó cerca de un sofá grande que había en aquella sala, me hizo una seña para que no hiciera ruido, mientras él alzaba la cabeza para ver quién había llegado.
Empecé a temblar como nunca a causa del pánico y la incomodidad, jadeando suavemente por lo excitado que estaba todavía, y al sentir unos besos en mi nuca, me quedó claro que no era el único que seguía caliente.
— ¡Mgh! — me quejé al sentir cómo me cubría la boca con una de sus manos, empezando un vaivén lento que me hizo estremecerme.
— Shh, están cerca, terminemos rápido y vámonos ya — susurró mientras se hundía más en mi cuerpo, cosa que nos hizo gruñir a ambos de igual forma.
Mordí con fuerza uno de los dedos de Robert, mientras él mordía mi hombro y seguía con aquel vaivén, me enloquecía sentir que en cualquier momento nos podían encontrar, era una sensación sofocante, pero más sofocante era que me excitara tanto.
— ¡Mgh! — chillé al sentir cómo empezaba a venirme, poniendo los ojos en blanco al sentir que Robert empezaba a venirse de igual forma, jadeando mi nombre mientras azotaba mis caderas con algo de fuerza.
— Madre santa — susurró mientras pasaba sus manos por mis glúteos — Creo que ahora sí nos van a echar de aquí.
— ¡Quita! — susurré de forma brusca mientras apartaba a Robert de mí, cosa que le hizo reír con cinismo, mientras yo me levantaba para buscar mi ropa.
— Jej, valió la pena — susurró mientras se arreglaba el pantalón, su cabello estaba muy desordenado, ese aire descuidado y salvaje lo hacía ver tan sexy que me daban ganas de chupársela, pero obviamente no se lo diría en un momento como ese.
— ¡¿Lo habría valido igual si nos hubieran visto?! — renegué entre susurros mientras me subía el boxer, al mismo tiempo que Robert me observaba coquetamente.
— Sí — respondió con firmeza, sin una sola gota de vergüenza o de inseguridad, tal y como era tan habitual en él, mientras yo solo podía pensar "maldición, este sujeto me trastorna".
-
Luego de aquel momento bochornoso, ambos fuimos a la playa a caminar un rato y darnos un baño, yo seguía receloso sobre el hecho de meterme al agua, pero como siempre, Robert logró persuadirme para hacerlo.
— ¿Lo ves? no era tan difícil — dijo mientras me daba un helado y caminaba a mi lado por la arena, había muchas personas en la playa ese día, cosa que me sorprendía bastante, sobre todo por ser día de semana.
— Tú eres un sirenito, yo no — renegué mientras tomaba mi helado y le daba una lamida, que hizo que el señor Dawson me mirara pícaramente.
— Eres bueno con la lengua — le dediqué una expresión de odio en cuando él dijo eso, expresión que le hizo carcajear suavemente — Y también es fácil hacerte enojar.
— Y tú eres un idiota — dije de mala gana, haciéndole reír mientras caminábamos hacía la carpa en la que estábamos, para sentarnos sobre unas mantas y ver las olas chocar con la arena, y a las personas correr sin más.
Miraba tranquilamente a la cantidad de personas a nuestro alrededor, hasta que me llamó la atención la delgada silueta de una jóven de enormes y notoriamente operados pechos, y de trasero igual de inyectado que sus pechos, y lo peor era, que el bikini que estaba usando no dejaba nada a la imaginación.
— ¡Auch! — me quejé al sentir cómo alguien me pellizcaba de repente, y al voltear, ví la silueta cínica de mi esposo, quien me sonreía mientras daba una lamida a su postre.
— Me pones celoso ¿sabes?
— S-Solo la veía, e-es que su... s-su cuerpo es más silicona que otra cosa — renegué, mientras Robert me detallaba cínicamente.
— Ty, cariño, ¿seguro que no te gustan las mujeres?
— ¡Jaj! ¿seguro que el sol sale de día? — dije de manera ácida e incrédula, logrando que Robert me observara curioso — S-Solo veía lo mal trabajadas que están sus operaciones, nada más, no me imaginaba su vagina ni nada por el estilo.
— Mh, eres tan irritable; solo te hice una pregunta, no debes ponerte a la defensiva.
— Es que... — tomé aire pensando qué decir — S-Sé que a veces las miro como si me gustaran, pero no te miento ¿sí? las chicas no me... n-no, nunca ha sido así.
— ¿Alguna vez intentaste salir con una?
— No, b-bueno, en el jardín de niños había una que me obsequiaba flores, pero siempre que la veía yo salía corriendo, me incomodaba estar cerca de ella.
— Eso es normal cuando se es pequeño — murmuró mientras se me acercaba un poco más para verme con atención — ¿A qué edad empezaron a gustarte los hombres?
Un gran rubor inundó de golpe mis mejillas al recordar la época en la que quedó claro para mí lo que sería mi futuro, lo abrumador que fue, lo vergonzoso que se sintió, y lo liberador que fue aceptarlo finalmente.
— ... Tenía doce, si mal no recuerdo — admití alzando sutilmente los hombros.
— ¿Y qué te hizo darte cuenta?
— Era muy obvio, las mujeres no me gustaban, no le veía sentido a los pechos, se me hacían aburridos, y un día encontré una revista de Teddy, llena de hombres desnudos, ese definitivamente fue mi punto de quiebre.
— Wow, ¿osea que Teddy fue quien te sacó del clóset?
— En cierto modo — admití dando una lamida al helado — Pero según ella, siempre supo que yo era gay, solo que lo confirmó un día que me encontró viendo esas revistas.
— ¿Te vió? ¿y qué hizo?
— Gritó, y mucho — admití sonriendo cínicamente — Ya cuando se calmó me dijo que me amaba y me apoyaba, y me dijo que siempre debía tener cuidado de con quién me metía, porque los hombres solo querían sexo y nada más, ¡y heme aquí, casado con el tipo que creí que solo me quería coger!
Robert rió de lado al oírme decir eso, para tomar mis mejillas y apretarlas con fuerza.
— Empiezo a creer que el que quería sexo y ya era otro.
— ¡¿Bromeas?! — clamé apartándome de su agarre — De no ser porque tú me llevaste a tu hotel, quién sabe cuánto habríamos tardado en tener sexo, si hubieras esperado por mí, obviamente.
— Mh, es una buena pregunta — dijo mientras inclinaba la cabeza y me observaba con detenimiento — ¿Cuál fue tu punto de quiebre?
— ¿D-De qué hablas?
— El momento en que sentiste que no aguantabas las ganas de querer coger conmigo — tragué en seco en cuanto él me preguntó eso, empezando a sentir un calor en mi entrepierna que me hizo suspirar con molestia.
— ... No lo sé — murmuré mirando hacía otro lado — Porque hacer el amor contigo me enloqueció, hiciste que mis hormonas tomaran el control de mi ser, y que mi cuerpo solo añorara volver a frotarse contra el tuyo.
Le miré de reojo con algo de pena, sonrojándome al notar cómo sus ojos se estaban dilatando un poco.
— ¿Porqué me miras así? — pregunté con seriedad, haciéndole reír mientras me tomaba con fuerza de las mejillas otra vez.
— ¿Quieres ir a nadar otra vez? — preguntó con la voz algo ronca, sonreí de lado mientras quitaba su mano de mi rostro para levantarme de la manta y caminar viendo hacía el horizonte.
— Nadar no es lo mío — murmuré volteando a verle con algo de deseo — Me gusta más estar en la arena.
Dicho esto, empecé a caminar hacía una parte de la playa donde no había mucha gente, sonriendo con malicia al voltear y ver que mi esposo se fue detrás de mí sin dudarlo dos veces, aún me costaba entender cómo no nos agotábamos por tener tanto sexo, pero preferí no cuestionar a mi propio cuerpo, y gozar del alto líbido que me brindaba mi juventud, porque sabía que ese líbido excesivo no sería eterno, así como tampoco serían eternas nuestras oportunidades de tener relaciones sexuales tan seguido.
-
Nos besábamos de manera hambrienta mientras escuchábamos de fondo cómo las olas golpeaban la arena con suavidad; tuvimos que esperar a que la playa se fuera quedando sola para que finalmente pudiéramos hacer el amor a gusto, afortunadamente, la gente se fue marchando rápidamente, y apenas el último turista se fue, mi esposo y yo no dudamos en dar inicio a nuestra lujuria desenfrenada.
— Ah — gimotee mientras movía mis caderas con lentitud, viendo fijamente los ojos azules de mi esposo.
— Buen chico — murmuró mientras me sujetaba con firmeza de las caderas.
— Me gusta estar arriba — dije entre risas y jadeos lascivos.
— A mí también me gusta cuando lo estás — susurró tomándome del cuello para besarme los labios con deseo, haciéndome jadear mientras pasaba mis manos por su pecho.
— ¡A-Ah! — gimotee sacando la lengua, para apartarme de ese beso y empezar a "atenderme" frente a Robert, y apenas me vió hacer eso, él empezó a jadear y me sonrió con malicia.
— ¿Qué crees que haces?
— S-Solo quiero-¡ah! q-quiero que me veas tocarme, p-pocas veces lo haces, y-y me gusta ver tu cara cuando lo hago.
— ¿Así que te gusta que te vean, eh? tu exhibicionismo me sorprende tanto, Taylor — murmuraba mientras me empujaba sutilmente para ponerse encima mío y hacer más profundo su vaivén, sacándome roncos gemidos de dolor y placer.
— ¡Ah, Ro-ah! ¡Robert, no, me duele!
— Sigue gimiendo, tal vez alguien te escuche — susurró lamiéndome el cuello lascivamente, mientras yo solo movía las caderas y arañaba su espalda, poniendo los ojos en blanco al sentir el miembro de mi pareja bien metido adentro mío — Te noto más excitado que esta mañana, ¿a qué se deberá, eh?
— ¡Ah, m-me duele! — chillé hundiendo mi cara en su hombro — M-Mi amor, m-me lastimas.
— Suena a que te está gustando — murmuró mientras alzaba una de mis piernas para hacer más profundas sus embestidas, al mismo tiempo que me tomaba de las mejillas y las apretaba con fuerza, obligándome a verle fijamente a los ojos — Dime que te duele, Taylor, ruégame que pare.
— ¡R-Robert me duele! ¡m-mi amor, p-para por favor, y-ya no puedo más!
— ¿Cómo que no puedes más? si me estás apretando como si me quisieras dentro tuyo de por vida — gruñó mientras se agachaba para besarme con deseo, besos a los que correspondí jadeando ahogadamente, clavando mis uñas en la espalda ajena, y al sentir cómo la lengua de Robert inundaba mi boca de golpe, sentí mi cuerpo contraerse y mi semen escabullirse entre mis piernas.
— ¡Ah! — gemí al apartarme de aquellos besos, viendo con deseo lo dilatados que estaban los ojos de Robert.
— Buen chico — murmuró mientras me acariciaba las mejillas, sin dejar de moverse — Pero yo aún no termino contigo.
— Quiero chupártela — dije entre jadeos ahogados, que hicieron que Robert alzara las cejas y me sonriera maliciosamente.
— Como gustes — susurró mientras salía de mi cuerpo y se recostaba a mi lado, haciéndome una seña para que me fuera sobre él, cosa que hice sin dudarlo, aunque seguía algo abrumado por aquel brusco orgasmo.
Agaché la cabeza y empecé a usar mi boca para darle placer a mi esposo, me encantaba oírle gruñir de deseo cada que mi lengua acariciaba la punta de su intimidad, Robert amaba cuando yo le hacía sexo oral, era el único momento en el que yo realmente podía hacerlo enloquecer de placer, sin quedar con las caderas maltrechas.
— Buen chico — murmuró mientras aprovechaba para manosearme el trasero, enserio rogaba porque nadie viera lo que estábamos haciendo, no era bueno que nuestro matrimonio empezara con un encarcelamiento por tener sexo en una playa pública, sobre todo al ser Robert una figura tan conocida en el reino unido.
Me metí entera la hombría de Robert a la boca, frotando mi lengua contra ella mientras escuchaba las roncos gemidos de mi esposo, al mismo tiempo que apretaba una de mis nalgas con fuerza, tacto que me hacía sonreír juguetonamente, mientras seguía con mi labor de hacer a Robert jadear de desesperación.
— Mgh, ¡ah! a-ay Taylor — murmuró mientras me tomaba del cuello y lo acariciaba suavemente — Te amo tanto, c-cómo amo esto.
Me sorprendió sentir que me nalgueaban con fuerza, al mismo tiempo que sentía un líquido caliente y viscoso pasar por mi garganta, y al oírme gemir ahogadamente, ese líquido empezó a multiplicarse, hasta que toda mi boca estuvo llena de él en cuestión de segundos.
Me lo saqué de la boca mientras me relamía los labios, tragándome hasta la última gota del semen de Robert, cuyo sabor era demasiado adictivo para mí, a pesar de que al principio de nuestra relación no me gustaba, ahora me fascinaba.
— Oh, ay Taylor — gimoteó mientras me acariciaba la mejilla, sonreí al ver la cara de placer que tenía, con la lengua afuera y con su cabello totalmente alborotado, era esa la expresión que amaba provocar en mi esposo — Esa lengua tuya hace milagros enserio.
— Quiero otro poco — murmuré tratando de metérmelo a la boca de nuevo, aunque Robert me detuvo tomándome del brazo para sonreírme cálidamente.
— Mejor hagámoslo en casa ¿de acuerdo? se hace tarde, y estar aquí desnudos de noche puede enfermarnos.
— Tienes razón — murmuré mientras me levantaba para buscar mi traje de baño entre la arena, aunque me alertó sentir cómo me jalaban del brazo y me besaban con ternura, rápidamente correspondí a dichos besos de manera nada sutil, amaba frotar mi lengua contra la de Robert, aunque me causaba gracia hacerlo después de darle sexo oral, sobre todo porque al parecer a él no le importaba en absoluto que mi lengua entra en su boca después de darle placer de ese tipo, ¿quién sabe? mi esposo es quisquilloso para unas cosas, y para otras es la suciedad hecha ser humano.
Continuará
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- Gema
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