103 - 'Creativo'
Las horas corrían de manera fluída, esa noche empezaba a ser fugáz para mí, supongo que era por el hecho de que me la estaba pasando increíble.
Tal y como en la boda de George, Robert y yo pasamos gran parte de la noche bailando como si estuviéramos totalmente solos en el mundo, susurrándonos cosas lindas al oído mientras ignorábamos a las personas que nos observaban con detenimiento.
— ¿Qué te pareció nuestra boda, señor Dawson? — me preguntó al oído, reí por debajo mientras pegaba mi frente con la suya.
— Me encantó — dije mientras rozaba mis labios con los suyos — Deberíamos casarnos otra vez.
— No es mala idea — afirmó juguetonamente mientras me tomaba de la espalda baja y me hacía caer cuidadosamente de espaldas, pero sujetándome para evitar que yo cayera al piso sin más — Solo si accedes a usar un vestido esta vez.
— Jodete — dije con molestia, sacándole una risa cínica mientras me jalaba del brazo y me hacía reincorporarme.
— Es hermoso que finalmente seas mi esposo.
— Lo sé — dije mientras me pegaba más a su cuerpo para besarle los labios suavemente — Aunque hay mucho ruido alrededor ¿no crees?
— ¿Ya se quiere ir a consumar el matrimonio, señorito Dawson? — preguntó juguetonamente mientras sus manos acariciaban suavemente mi espalda.
— Yo no he dicho eso — dije con falsa inocencia — Pero ya que lo mencionas... — Robert rió cínicamente al oír mis palabras.
— No me equivoqué al casarme contigo — dijo mientras tomaba mi mejilla para plantarme un cálido beso en los labios, aunque ambos tuvimos que separarnos de dicho beso al oír cómo nos hablaban de repente.
— ¡Suficiente! — dijo mi suegra — ¿Qué acaso no podemos bailar con nuestros hijos hoy?
— Ah, claro, disculpennos — dijo Robert mientras se apartaba de mí para ir a tomar la mano de su mano y empezar a bailar con ella, acción que yo repliqué con Teddy, aunque era más difícil, porque ninguno era muy buen bailarín que digamos.
— ¿Fue una buena fiesta? — pregunté al oído de mi madre.
— Oh cariño, fue estupenda — dijo ella mientras me acariciaba la espalda suavemente — Me alegra muchísimo que tuvieras una boda tan linda.
— Gracias mami — dije mientras la abrazaba con fuerza, arqueando una ceja al sentir cómo Teddy comenzaba a temblar de repente — ¿Estás bien?
— Sí, solo estoy algo cansada — murmuró mientras se apartaba de mí para verme con timidez — Ha sido un día largo, eso es todo.
— ¿Quieres ir a descansar?
— No, estoy bien, descansaré cuando tú y Robert ya deban irse.
— No sé si— traté de hablar, hasta que ví de reojo cómo llegaba Yelena y me jalaba del brazo para pegarme a su cuerpo y empezar a bailar conmigo.
— ¿Te importa si te robo un segundo? — preguntó coquetamente, haciéndome reír mientras veía de reojo como Teddy se iba a sentar a una mesa, sin dejar de verme con una sonrisa tierna, aunque no dejaba de preocuparme el repentino cansancio de mi madre.
— Te luciste — le dije a Yelena — Fue una boda hermosa.
— Yo solo terminé de pulirla, pero todo salió de la mente de tu esposo.
— Amo cómo suena eso — dije sonriendo como todo un idiota, haciendo a Yelena reír cínicamente.
— ¿Puedo? — preguntó de repente cierta chica rubia que llegaba con nosotros, a quien abracé con fuerza para empezar a bailar con ella también, mientras Yelena iba hacía Robert para bailar con él.
— Lo logré, Moni — murmuré jadeando pesadamente — ¿Cómo carajos lo hice?
— Solo dejaste que todo fluyera, y dejaste de creer que no merecías el amor que claramente sí tienes totalmente merecido — dijo ella mientras me apretaba sutilmente la mejilla — Y nada me hace más feliz que eso, Ty.
— Gracias por apoyarme en todo eso — dije mientras hundía mi cara en su hombro — Sin ti seguramente me habría desmoronado hace mucho tiempo.
— No agradezcas, Ty; solo disfruta de tu felicidad ¿de acuerdo?
Dicho esto, Mónica me dió un fuerte abrazo al que no dudé en corresponder, sonriendo con absoluta emoción mientras ella me acariciaba un poco el cabello, me creerán exagerado, pero fue gracias a ella que muchas veces me armé de valor para llegar lejos con el señor Dawson, si le debía a alguien que mi relación con Robert triunfara, era a ella, sin duda alguna.
— ¿Te lo puedo robar un segundo, linda? — murmuró la galante voz de mi esposo, voz que me hizo voltear de golpe y sonreírle pícaramente.
— Claro — dijo Mónica mientras se apartaba de nosotros, dejando que Robert me tomara de las caderas y empezara a besarme el cuello.
— Ya debemos irnos — susurró suavemente, palabras que me asombraron bastante.
— ¿Irnos, adónde? — pregunté inocentemente, él rió por debajo para apretar mi mejilla y guiñarme el ojo.
— Vé a cambiarte, el avión sale en media hora.
En cuanto escuché eso, me fue imposible no ir corriendo al interior de aquella casa para cambiarme de ropa, maldiciendo entre dientes esa manía de mi esposo por querer darme sorpresas cada dos segundos.
-
Luego de cambiarme de ropa y de guardar mis pertenencias en una maleta (tal y como Robert me pidió) salí con él de aquella casa en la playa, sintiéndome algo abrumado al ver a todos los invitados parados junto al taxi que nos llevaría al aeropuerto, y parado junto al taxi, estaba mi esposo, usando un pantalón blanco y un suéter cuello de tortuga de color beige, no saben lo guapo que se veía con esa ropa.
— ¡El ramo! — gritaron de repente, yo miré curioso a Robert cuando me dijeron eso, afortunadamente mi esposo siempre estaba a un paso delante de mí.
— Toma, quieren que lances esto — dijo mientras me entregaba el ramo con el que me casé, me sorprendía mucho que él lo tuviera, porque ni siquiera yo lograba recordar dónde lo había dejado.
— De acuerdo — murmuré mientras me ponía de espalda, para después lanzar el objeto en cuestión, escuchando un alboroto entre las mujeres (y algunos hombres) de la multitud, y apenas me di la vuelta, vi cómo Mónica era quien sujetaba con firmeza el ramo en cuestión.
— ¡Lo tengo! — gritó con emoción.
— ¡Esa es tu señal, Spence! — dijo Robert, logrando que Mónica y su novio rieran por debajo, me sorprendía mucho que hasta Robert se llevara bien con él, y yo aún no lograba cruzar dos palabras con ese sujeto sin acabar discutiendo.
Nos despedimos de nuestros seres queridos y nos subimos a ese taxi para irnos de nuestra propia boda, eran ya las 04:27 de la madrugada, yo no podía creer que en serio íbamos a tomar un avión a esa hora, o que siquiera hubiera algún vuelo disponible a tales horas de la mañana.
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Pasé todo el camino preguntándole a Robert adónde íbamos, pero él no me respondía concretamente, solo besaba mis labios y acariciaba mis caderas con ternura, susurrándome cosas lindas al oído, palabras que me hacían jadear y estremecerme como nunca.
El viaje en avión se me hizo eterno (aún cuando el vuelo solo duraba dos horas), pero cuando menos lo esperé, ya habíamos llegado finalmente a nuestro destino.
— Bienvenidos a España — dijo un hombre mientras nosotros salíamos del aeropuerto, yo miraba todo a mi alrededor con asombro y mucha emoción, España era más hermoso de lo que alguna vez pude haber imaginado.
— Te ves feliz — dijo Robert mientras apretaba mi mano y me guiaba hacía un taxi que nos esperaba fuera del aeropuerto, los rayos del sol empezaron a salir poco a poco, y no sé si era por estar en otro país, pero ese amanecer en España fue de los más hermosos que vi en toda mi vida.
— Lo estoy — admití apretando con fuerza la mano de mi esposo mientras veía aquella hermosa ciudad a través de la ventana del auto, estábamos en una localidad llamada "san Sebastián", lugar que Robert escogió por sus hermosas playas, y vaya que no se equivocó, las playas ahí eran bellísimas.
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Finalmente habíamos llegado a la casa en la que nos quedaríamos por dos semanas, era enorme, y quedaba junto a una playa bellísima, y también estaba cerca de una posada muy visitada por turistas, que era linda, sí, pero Robert quería tenerme para él solo, fue por eso que alquiló un lugar alejado de turistas, y donde nadie se quejara por oírme gemir a cualquier hora del día.
Fuí corriendo a la habitación principal, y apenas entré, sonreí embobado al ver una enorme cama matrimonial, adornada con varios pétalos de rosa, y algunos cojines de ese color que tanto me causaba conflicto.
— ¿Qué opinas? — preguntó mientras llegaba detrás de mí y me besaba el cuello suavemente.
— Me encanta — dije volteando a verle con atención — T-Todo es tan... Dios — jadee mirando aquella enorme habitación, la cual tenía un balcón inmenso que permitía que la luz del sol naciente entrara al lugar y lo impregnara con su calor — Es perfecto.
— Imaginé que te gustaría — susurró mientras me abrazaba desde atrás y empezaba a besarme el cuello lentamente, besos que me hicieron jadear y apartarme rápidamente de él.
— D-Dame un minuto ¿sí amor? — él me miró curioso en cuanto dije eso — N-No pienses mal, s-solo quiero, ya sabes... a-arreglarme un poco primero.
— ¿Arreglarte? — preguntó coquetamente, yo asentí para tomar mi maleta e irme rumbo al baño de la habitación, para encerrarme e ir corriendo a la ducha para darme un baño, acababa de bajar de un avión, entiendan que quería asearme primero antes de hacer el amor con mi esposo.
Me di una ducha rápida y empecé a revisar en la maleta que llevaba conmigo, maldiciendo el nombre de Shawn al ver que habían empacado lencería de encaje, al igual que lubricante y otras cosas que él le mostró a Raquel y Mónica en mi despedida de soltero.
— Con un demonio — me quejé mientras veía con curiosidad y vergüenza aquel babydoll de encaje y color negro, que hacía juego con una ropa interior que dejaba casi todo al descubierto, no entendía porqué diseñaban tales prendas de tal manera, aunque claro, yo no era el público objetivo, así que es medianamente razonable el porqué yo no entendía eso.
"Es tu noche de bodas, sé creativo" pensé de repente, al mismo tiempo que tomaba algo de aire y empezaba a arreglarme; me puse el susodicho babydoll, al igual que la maldita tanga y unas medias de red, de esas que tanto enloquecían al señor Dawson, y para tratar de no verme tan femenino, me puse una camisa blanca encima de todo eso, desabotonada, desde luego, pero igual me la puse.
Abrí con cuidado la puerta del baño, tragando saliva al ver que habían cerrado las ventanas, y la única fuente de luz en aquella habitación, era la lámpara de noche junto a la cama, cama sobre la que estaba acostado mi esposo, usando solo su ropa interior.
Salí del baño con algo de vergüenza, era demasiado incómodo sentir al aire las zonas de mi cuerpo que siempre eran tapadas por mis boxers, creía que Robert se burlaría de mí por usar eso, pero en vez de burlarse, me observó totalmente embelesado, relamiéndose el labio inferior mientras se levantaba de la cama y caminaba hacía mí.
— ¿Q-Que opinas? — pregunté tímidamente — S-Sé que debo verme ridículo, pero quise ser creativo esta vez.
— Luces hermoso — admitió mientras me tomaba de las caderas y me acercaba a su cuerpo para besarme hambrientamente, besos a los que correspondí con algo de desespero.
Él me cargó en sus brazos y me llevó a la cama para seguir besándome con deleite, acariciando cada centímetro de mi piel, haciendo especial énfasis en mis piernas, y en las partes con encaje del babydoll.
— Hoy debo esforzarme, quiero que quedes embarazado en nuestra luna de miel.
— Idiota — dije entre risas cínicas, mientras él me sujetaba de las caderas para frotar mi cuerpo contra el suyo.
Mis jadeos empezaron a llenar aquella enorme habitación, moría de deseo por mi pareja, esos últimos días de ayuno me tenían más hambriento que nunca, y con ver a Robert a los ojos, me quedaba claro que él también lo estaba.
Me quitó la camisa para empezar a acariciar mis hombros, bajando poco a poco aquel babydoll, se estaba tomando su tiempo en disfrutarme, eso me fascinaba, pero al mismo tiempo me estaba desesperando demasiado.
— Mi amor — dije entre besos mientras me sentaba en su regazo — Ya no aguanto, tómame por favor, hazme tuyo.
— Cálmate, gatito, es tu primera vez, quiero ser gentil contigo.
Escucharle decir eso me hizo sonreír con algo de timidez y emoción, ya entendía lo que quería hacer, y eso solo me hizo temblar de deseo.
— Sé que quieres ser gentil, y te amo por eso, pero ya soy un adulto, puedo lidiar con todo lo que quieras darme.
— Me gusta cómo suena eso — susurró mientras empezaba a repartir besos por mi cuello, besos que me hacían temblar con algo de desespero, no miento, estaba que explotaba del deseo.
Jadeé al sentir las manos ajenas sobre mis caderas, apretándolas con firmeza mientras me empujaba contra la cama para ponerse sobre mí, abriéndome las piernas y viéndome a los ojos con una lujuria dulce, pero la dulzura no quitaba lo salvaje y voraz que se veía mi esposo de todos modos.
— O-Oye— gimotee al sentir cómo hacía a un lado aquella ropa interior tan incómoda, para bajarse la suya y empezar a frotar mi cuerpo contra el suyo — A-Ah, ¿n-no es más cómodo si me la quitas?
— De ser así, ¿qué chiste habría de tener? — afirmó mientras estampaba mis piernas contra la cama, y acto seguido, empezó a adentrarse a mi cuerpo de forma lenta y poco sutil, haciéndonos a ambos jadear y arquear la espalda.
— ¡Ah! — chillé apretando con fuerza las sábanas sobre las que estábamos — R-Robert, d-duele.— Lo sé — susurró acariciando mi mejilla suavemente — Quiero que te duela, Ty.
— Es difícil entenderte — dije entre sutiles risas, tomándolo de las mejillas para darle un cálido beso en los labios, al que mi esposo correspondió sin un solo ápice de sutileza, aunque yo tampoco fui muy sutil que digamos.
Empecé a gemir de forma ahogada al sentir cómo atacaban mi cuerpo sin si quiera apartarse de mis labios, mi cuerpo entero empezó a temblar, mientras veía fijamente los ojos azules de mi prometido, esas hermosas joyas azules que se dilataban cada que me escuchaban gimiendo, tal vez era por eso que yo trataba de ser lo más ruidoso posible durante el sexo, para que Robert enloqueciera de deseo al igual que yo.
— ¡Ah, s-sigue! — gimotee clavando mis uñas en sus brazos, haciéndole gruñir de placer mientras se agachaba para empezar a chupar uno de mis pezones.
— Sabes tan bien.
— Ah, ¡m-mi amor! — chillé mientras echaba la cabeza hacía atrás, cerrando los ojos y disfrutando del momento, gimiendo ante cada roce de la piel de Robert con la mía, se sentía tan bien volver a tener sexo con él después de una semana sin intimidad, y mejor se sentía al saber que ya no éramos solo un par de personas que estaban revolcándose y ya, éramos esposos, una pareja estable que tenía todo el derecho del mundo de compartir una cama, y de vernos a los ojos mientras gozábamos del calor corporal del otro.
— Taylor — susurró en mi oído mientras tomaba mis piernas y me hacía abrazar sus caderas — Creo que no podré controlarme hoy.
— ¿Crees que eso me importa? — susurré pegando mi frente con la suya — No quiero que te contengas, odio eso, y lo sabes bien.
— Vas a arrepentirte de lo que estás diciendo — me amenazó mientras se arrodillaba en la cama y me cargaba en sus brazos, dándome algunas embestidas lentas que me hacían jadear de manera muy lasciva.
— ¿C-Cuándo me he-¡ah! ¿c-cuándo me he arrepentido, mi amor?
— Maldición, Taylor — gruñó mientras empezaba a besarme hambrientamente, al mismo tiempo que sus caderas chocaban con las mías de manera brusca, sacándome bruscos gemidos de intenso placer.
Robert nunca se caracterizó por ser gentil, y definitivamente me lo dejó muy en claro en nuestra luna de miel, me tocaba con una pasión que me hacía temblar de miedo, pero al mismo tiempo, me hacía desearlo con locura; cada embestida, cada mordida, cada gemido suyo me hicieron perder totalmente la razón, se notaba que él estaba igual de necesitado que yo.
— ¡¡Ah, R-Robert, m-me duele!! — clamé mientras apretaba su cabello con fuerza, temblando ante cada embestida suya, aunque él ignoró totalmente tal detalle, solo siguió moviéndose dentro de mi cuerpo como si su verdadera intención, fuera acabar conmigo.
— Mírame, Taylor — demandó mientras me veía fijamente a los ojos, sin si quiera dejar de moverse — ¿Te gusta lo que te estoy haciendo?
— ¡Ah, me-me encanta! — chillé sacando la lengua — N-No quiero que pares.
— Se nota, me estás apretando como si me lo quisieras arrancar — murmuró en mi oído mientras empezaba a morderme el cuello, haciéndome jadear de manera muy aguda, no imagino lo que debieron decir las personas que cuidaban esa casa, "ese sujeto está violando a ese chico", aunque, violación o no, yo la estaba disfrutando bastante.
— ¡Ay Robert, me-me voy a venir! — gemí echando la cabeza hacía atrás, mientras mantenía mis brazos rodeando el cuello ajeno — ¡Vas a hacerme venir!
— Qué bastardo tan precoz — gruñó en mi oído mientras me estampaba contra la cama para empezar a quitarme esa poca ropa que tenía, dejándome totalmente desnudo al igual que él.
— Empezaba a darme calor — bromee, sonriendo al ver cómo Robert examinaba mi cuerpo de arriba a abajo.
— Eres tan lindo — susurró mientras empezaba a repartir besos por todo mi abdomen, mis caderas, mis muslos y mi entrepierna, dejando varios chupetones por cada lugar que recorrían sus labios.
— Mi amor — murmuré al ver cómo alzaba mis piernas y empezaba a hacerme sexo oral, haciéndome gemir de forma ronca y muy escandalosa — ¡Ah, p-para, eso no!
— ¿Porqué, eh? — murmuró mientras usaba su lengua para hacerme gemir — Se nota que te está gustando esto.
— No — chillé mientras usaba mi mano para tratar de apartarlo, grave error de mi parte.
Él me miró con severidad en cuanto traté de apartarlo,su cabello estaba muy desordenado, los mechones negros le cubrían una parte del rostro, pero igual se lograba distinguir perfectamente su estado de molestia, que irónicamente, me hizo sentir mucho más caliente.
Miré curioso cómo Robert se levantaba de la cama y caminaba hacía su maleta para abrirla y empezar a registrar unas cosas, algo que me hizo arquear una ceja con curiosidad, y más curiosidad me generó ver cómo se volteaba a verme, mientras sujetaba en su mano una de sus corbatas, ¿para qué la tenía? no tenía idea, pero descuiden, averiguarlo no me llevó mucho tiempo que digamos.
Continuará
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- Gema
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