¿Por qué no me dijiste que tenías frio?
MATT
Ly estaba paseándose de un lado a otro, observando sus manos, a veces tarareaba canciones sin sentido alguno, se reía sola, era divertida verla a lo lejos pasársela bien, pero claro no todo es bueno la primera vez que fumas marihuana, no si no estás bien preparado.
Ella se había sentado en el suelto, literalmente se dejó caer como una muñeca de trapo al suelo, y miró el cielo por un largo rato, de vez en cuando soltaba pequeñas risitas, pero de la nada, algo la hizo voltear hacia un árbol, pensé que igual lo observaría como lo hizo con el cielo, pero esta vez pude notar que su expresión era de miedo, entonces me acerqué lentamente hacia donde estaba, tomé sus hombros con lentitud, le dije que nada malo pasaba, pero ella no quitaba su vista de ese árbol.
Me situé delante de ella, y la sacudí un poco, su mirada ahora se posó en la mía, me veía tan confusa.
Tomé una de las botellas de agua que había traído, la destapé y le la puse sobre los labios de Ly, la incliné un poco para que ella comenzara a beber.
–Toma más agua, con eso se te va a pasar.
Sus ojos seguían en los míos, pude notar que estaban muy rojos, como si hubiera llorado por horas, por suerte no era eso lo que pasaba.
Luego de un rato ella pudo tomar la botella por su cuenta, así que fui por la pizza, claramente ya estaba fría, pero no importaba mucho.
Le di la primera rebanada y ella comía demasiado rápido, así que la terminó en menos de cinco minutos ¿tan siquiera estaba masticando? No lo sé, pero ella de verdad tenía mucha hambre, me resulta difícil creer que tanta comida puede entrar en un cuerpo tan pequeño como el suyo.
Es probable que si yo no hubiera estado ahí ella sí se hubiera acabado la pizza completa.
–Matt, sigo sin sentir mis manos– dijo y noté como le costaba hablar aún.
–Es normal, toma más agua– ella me hizo caso, tomó la botella y siguió bebiendo más y más agua.
Después de una hora o tal vez más ella ya estaba mejor, tal vez solo un poco mareada, pero definitivamente ya no estaba cien porciento drogada.
–Y dime ¿Qué tal te sentiste? ¿Te gustó?
–Es tan… ¡Wow! Es algo indescriptible, pero muy agradable.
–Qué bueno que te haya gustado, pero si yo me entero que comienzas a fumarla sin control y comienzas a meterte cosas peores, tú y yo tendremos problemas.
–¿Te enojarías mucho conmigo? – dijo haciendo un puchero
–Si, me enojaría contigo y yo no quiero enojarme contigo– le dije mientras pasaba mi mano por su cara.
–¿Entonces me tengo que portar bien contigo? – preguntó ella.
Mientras decía eso puso su mano en mi pierna, probablemente más arriba de lo normal.
Era obvio que me puse nervioso, así que lentamente retiré su mano de mi pierna, no quería que ella se enojara por eso, es solo que lo que sea que estuviera intentando me ponía muy inquieto (si entienden a lo que me refiero)
Tal vez muchos otros chicos se reirían de mi en esta situación, porque lo normal sería “dejar que las cosas sucedan” y claro que lo haría, estaría encantado, ¿entonces cuál es el problema se preguntarán? Bueno, lo que sucede es que yo nunca lo he hecho, en otras palabras, sigo siendo virgen.
Entonces el tener a una chica que me encanta intentando seducirme de algún modo es muy extraño, no en un mal sentido obvio. Es solo que no creo que sea el momento, ni el lugar.
La chica si, ella total y completamente si.
–Matt ¿todo bien?
–Si todo está perfecto– le contesté.
–Te noto algo distraído– señaló ella.
De repente ella se puso frente mío, se fue acercando hasta quedar en medio de mis piernas, colocó sus manos en mi cuello para después besarme con tanta habilites y deseo, no era la forma en la que ella solía besarme, pero no podía negar que me gustaba.
Luego sus labios fueron bajando hacia mi cuello, eso se sentía tan bien, en mi mente rogaba que no se acercara más, así podría mantener el control, pero al parecer esos no eran los planes de ella.
–Tengo frio ¿podrías ayudarme a entrar en calor?- dijo mientras seguía pegando su boca contra mi cuello de forma pausada.
Sabía bien a lo que ella se refería, pero no iba a dejar que las cosas se fueran por otro rumbo, así que actué como si no hubiera entendido.
–¿Por qué no me dijiste que tenías frio? –la tomé de los hombros para apartarla y antes de que objetara seguí hablando– Te pude prestar mi suéter desde hace rato.
Me quité la sudadera que traía puesta, para dársela a Ly, le pedí que levantara sus bracitos para ayudarla a ponérselo, ella obedeció, pero está claro que estaba sorprendida, tal vez un poco confundida.
–Se nos hizo un poco tarde, ¿quieres que te llevé a tu habitación de una vez? – le pregunté nervioso.
Ella veía como intentando analizar lo que estaba pasando. Yo me levanté y le extendí mi mano para que ella hiciera lo mismo, ella tomó mi mano, se paró del suelo y en seguida se acercó hacia a mi para besarme.
–Si no querías hacer nada solo debías decirme– me dijo mientras sonreía gentilmente.
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