IDILIO
Ya casi había pasado el conticinio, el reloj marcaba la una menos veinte y aun no era capaz de apartar mi mirada de su semblante, siempre me ha parecido encantadora la calma que muestra al dormir. En realidad, si alguien me preguntara cual ha sido mi momento favorito en la vida, me sentiría entre la espada y la pared; no sabría si elegir este, o cuando besé sus labios por primera vez. Cualquiera que fuera, incluso si algún día llega otro instante efímero, que remplace lo anterior, mi dictamen siempre la involucraría a ella.
Como siempre me encontraba sosteniendo su mano con delicadeza, su etérea figura a veces me hacía sentir que si aplicaba fuerza sería capaz de romperla en mil pedazos, y si hay algo que pudiese destruirme, justamente sería perderla. Su mano era suave y cálida, mi dedo pulgar hacía pequeños círculos sobre ella, al mismo tiempo esbocé una nostálgica sonrisa. Sin darme cuenta me quedé absorta, hasta que su voz meliflua me hizo reaccionar.
- Me alegra que estés aquí. - Inquirió en un susurro apenas audible. - Me sorprendió no verte ayer.
- Disculpa mi ausencia, ayer tu mamá me pidió amablemente que fuera a casa para ducharme y comer al...
- ¿Mamá pidiéndote algo amablemente? No me mientas, estoy segura que te obligó a hacerlo. - Interrumpió, y ambas nos reímos un instante, su madre nunca ha sido amable conmigo, claro, a excepción de estos últimos meses.
- De hecho, para tu sorpresa, esta vez te equivocas. Últimamente se ha portado muy amable y atenta. Debo admitir que al principio me dio miedo, pero después comprendí que todo se debe a que por fin cayó rendida ante mis encantos. - Como imaginé, dejó salir una carcajada, sé que no lo creería hasta que lo viera con sus propios ojos.
- Claro, fingiré que te creo. En fin. - Suspiró. - Yo debo disculparme por dormir todo el día, debido a eso, no pude darme cuenta cuando llegaste.
- ¡Hey! No debes disculparte conmigo, y menos por eso. Sabes que me importas más que nadie, y el que puedas dormir me hace sentir bien. Sé que poco a poco mejorarás, y en cuanto salgas de aquí, vamos a poder cumplir las promesas que hicimos.
- Cierto, aún tenemos promesas pendientes.
- Dame un segundo, te tengo una sorpresa. - Levanté mi mochila, la coloqué sobre mis piernas y saqué lentamente una pequeña libreta, esta se encontraba forrada con fotografías nuestras. Ella sonrió en cuanto la vio, si tan solo existiera una palabra que describiera lo jodidamente hermosa que se veía al sonreír así. - Es...
- ¡Es nuestra historia! - Como era su costumbre, volvió a interrumpirme.
- Te prometí que escribiría nuestra historia, desde mis ojos. Para que pudieras saber de una manera específica, todo lo que siempre me has hecho sentir. Y bueno, aquí esta. - Estiré la libreta, esperando que la recibiera.
- No, amor yo no puedo leer por primera vez tu versión. Más bien, tú debes leerme cada palabra. Así, si cierro mis ojos, mientras te escucho, puedo ser capaz de reconstruirlo todo y saber lo que había en tu mente durante nuestros silencios, durante risas, e incluso durante llantos y peleas. - Esta preciosura de mujer siempre sabía que decir, definitivamente no había día en que no siguiera enamorándome de ella. - Por favor. - Fingí seriedad. - Por favor, por favor, por favor, por favor. - Negué ladeando la cabeza, mordiéndome los labios para oprimir una sonrisa. - Poooooooooooor favooooooooooor. - De repente sacó el labio simulando una carita de cachorro triste, no pude contenerme y reí fuerte.
- Tú ganas, bueno aquí va... - Ella se acomodó en la cama con cuidado y clavó su mirada sobre mí.
>> Era el 13 de enero, un lunes para ser precisas, cuando te vi por primera vez; recuerdo que lo primero que noté fueron tus hermosos ojos, buscando algo o a alguien dentro del salón. Era mi primer día en el turno matutino, me había cambiado debido a que durante las vacaciones navideñas conseguí trabajo, en una tienda de artículos musicales llamada "Quinta Armonía" y el único turno disponible era el vespertino.
En fin, a pesar de estar a mediados de semestre el director Cowell decidió apoyarme por tener un promedio perfecto, eso logró que me ganara el odio de varios compañeros. Sinceramente, aunque fingía que no me importaba, en el fondo me dolía, después de todo hasta mi mejor amiga seguiría en la tarde, y yo no conocía a nadie de la mañana.
Minutos después llegó la maestra Briggs para impartirnos la clase de Orientación, comenzó haciéndome notar y pidiendo que me presentara. No puedes imaginarte lo incomodo que fue para mí, pese a ello cumplí y como había imaginado varios comenzaron a murmurar, cuando mencioné que era nueva debido a mi reciente cambio de turno. Una de las pocas personas que me sonrió al presentarme fuiste tú.
Ese mismo día, durante el receso, no me sentí con el valor suficiente para salir del salón y opte por permanecer en mi lugar, en eso un chico muy alto con rostro afeminado se aceró e intento hacerme la plática, siéndote franca nunca imaginé que se llegaría a convertir en un gran amigo. Recuerdo que nos encontrábamos de extremo a extremo, tú tampoco saliste, te habías quedado inmóvil, y por momentos cruzábamos miradas. Sólo nos seguíamos sonriendo.
Durante esa primera semana coincidíamos brevemente, sin cruzar palabras, a lo lejos te veía reír con la chica más alta y con su contraparte, la más bajita del salón. Mientras el chico afeminado me presentó a otros chicos y sin creerlo, logré encontrar un grupo de amigos maravillosos.
Semanas después, tuvimos nuestro primer verdadero acercamiento, ¿lo recuerdas?
Ese día estábamos en clase de la señorita Briggs, nos había dejado una actividad sumamente peculiar, la cual era trabajar con un compañero al azar, mediante la repartición de diminutos papelitos de colores que nos darían el nombre de nuestra pareja. La maestra sólo se los dio a la mitad del salón y curiosamente tu nombre apareció al abrir mi papel de color verde. Te busqué con la mirada y te pillé observándome, te sonrojaste cuando elevé mis cejas y simplemente sonreí. Instantáneamente me levanté, tomé mis cosas y me acerqué trazando lentamente mi camino, llegando hasta a ti lo primero que se nos ocurrió fue hacernos un cumplido sobre nuestras blusas, fue un poco extraño, pero desde entonces siempre nos provoca agrado contar nuestro primer verdadero encuentro. En cuanto te mostré el papel te recorriste, dejándome un lugar a tu lado.
Una vez acomodados cada quien con su cada cual, la maestra nos explicó que el trabajo consistiría en hacer un dibujo de la otra persona, junto con una pequeña descripción de lo que pensamos sobre la misma. Ella quería demostrar que el grupo necesitaba acercarse para trabajar todos como equipo, desde su punto de vista nos faltaba unión grupal, y pretendía lograrlo mediante dinámicas. Obedeciendo empezamos a dibujarnos mutuamente.
Al finalizar la clase, la maestra pidió que le enseñáramos a nuestro compañero su dibujo y descripción. Cuando nos enseñamos nuestros respectivos trabajos, ambas nos sorprendimos, pues curiosamente nos habíamos comparado con el Sol y la Luna. Nuestros dibujos eran el contraste perfecto, entre algo que parecía haber hecho una niña de kinder, con un amante del dibujo. De hecho, si algo nos distingue es que somos dos polos opuestos.
Desde entonces, surgió una química que no había sentido con nadie más. Aunque cada quien tenía sus respectivos grupos, ahora, nos dábamos pequeños espacios para estar juntas; desde conversaciones breves antes y después de clases, hasta charlas profundas durante mensajes de texto por las tardes.
¿Sabes? Hubo una ocasión en que platicando con mi mejor amiga, le conté sobre ti, y recuerdo que me hizo comentarios que yo malinterpreté como una escena de celos, ella al instante me corrigió y dejó claro que no estaba celosa, sino que le sorprendía que yo comenzara a enamorarme de una mujer. Para ser franca, evadí el tema por completo.
Regresando a ti, había algo inefable entre nosotras. Cada día me costaba mayor trabajo darle un nombre, porque a tu lado no era capaz de razonar ni pensar en nada más. Sin que me diera cuenta, un momento juntas era la base de mi día, bastaba con una charla o un mensaje para que hicieras perfecto todo a mi alrededor.
Una vez al saber que te apasionaba la música, tanto como a mí, te invité a mi trabajo y sin dudar aceptaste. Durante esa tarde me acompañaste a casa para que me cambiara, de ahí caminamos juntas hasta la tienda, al entrar hiciste la misma expresión de asombro que yo hice la primera vez. "¡Es maravilloso!", gritaste a todo pulmón, y todos en "Quinta Armonía" te escucharon; aquella visita dio origen a una nueva "tradición", ahora cada día saliendo de la escuela me acompañabas al trabajo y nos ayudabas (mi jefe lo permitió porque nos apoyabas sin pedir centavo alguno). Creo que a esas alturas, estábamos tan locas una por la otra, que todos lo notaban, menos nosotras.
Un día en la tienda, llegó de improvisto mi mejor amiga, recuerdo que se quedó parada a la mitad del área de instrumentos de viento, mirando como tú y yo reíamos a causa de un mal chiste. Cuando la vi, no le despegué los ojos, porque empezó a hacer corazones con sus manos, no capté la indirecta. Salí de mi mente cuando te aclaraste la garganta, con un gesto de molestia evidente, era la primera vez que notaba tus celos. Te explique que aquella hermosa morena era mi mejor amiga, ella se acercó casi al instante y se presentó, ambas se llevaron muy bien, y yo no podía articular ni una palabra, debo decir que no dejaba de sentirme cautivada por tu carita celosa. Cuando Normani se fue, nos guiñó el ojo y dijo que nos dejaría seguir con nuestras cosas, la manera en que lo hizo nos generó un pequeño ataque de risa. Esa misma noche, me mandó mensaje diciéndome que te aprobaba para estar conmigo, yo solo me reí.
Luego de algunos días me sugeriste que hiciéramos una noche de chicas, tus amigas, Normani y nosotras, ninguna se negó y decidimos salir todas juntas a un bar que se llamaba "Factor Equis". Al llegar la noche acordada, Dinah "la jirafa" Jane pasó por nosotras en el automóvil que le había prestado su padrino. En cuanto llegamos al lugar me quedó claro que las tres eran clientes frecuentes, el guardia de la entrada ya las conocía a la perfección. Una vez en nuestra mesa, entre risas y anécdotas comenzamos a beber. Al notar que todas comenzaban a beber demasiado, me dejé llevar, incluso fui de las primeras en emborracharme, en mi defensa sabes que no estaba acostumbrada al alcohol.
En dicha salida, las que mostraron mayor resistencia fueron Dinah y Normani porque solo reían y bailaban, Ally "la monja" Brooke terminó en la mesa de al lado besándose con un chico rubio que le sonreía coquetamente, y nosotras nos limitamos a reírnos y darnos pequeños toques, que iban desde rozar nuestros brazos, hasta darnos besos en la mejilla. El resto de esa noche sigo sin recordarlo; sólo tengo presente que nos quedamos en la casa de Dinah, porque al día siguiente amanecimos diseminadas por su alcoba. Normani nos despertó, porque entre ella y Dinah habían preparado el desayuno, que para mi sorpresa sabía muy bien. Esa mañana, aun no entendía porque ambas me miraban extraño, en realidad no sabía lo que había pasado la noche anterior. Algo que debo decir, es que me generó angustia el sentirte fría, sólo conmigo. Al dar casi las tres, Normani y yo acordamos regresarnos juntas a casa, nos despedimos y me dejaste con los brazos estirados al ignorar mis ganas de abrazarte, nadie dijo nada. En el camino cuestioné a Normani, algo me decía que ella sabría el porqué de tu reacción. Efectivamente, así era. Ella me dijo que la noche anterior, entrada en copas, sin que nadie lo evitara te dije enfrente de todas que estaba enamorada de ti, y que no era capaz de decírtelo sobria. En ese momento sólo tenía un único deseo, y era que la tierra me tragara. Sin querer seguir hablando de ello, le pedí a Normani que permaneciéramos en silencio y me diera un espacio, así lo hizo. En cuanto entré a mi hogar, corrí a mi cama y me dejé caer, escondí mi rostro entre las almohadas e imaginé lo que ella me había contado, recordando tu rechazo me solté en un mar de llanto. Estaba inconsolable.
Cuando abrí mis ojos descubrí que me me había quedado dormida llorando, por ti. Ya era de noche, revisé mi celular y no había ningún mensaje tuyo. Las únicas que me habían escrito fueron Dinah y Normani preguntándome por mi estado, y ofreciéndose por si deseaba hablar con alguien. No sé porque, pero simplemente apreté el botón verde, tras anotar el número de Dinah, sentí que ella al ser tu amiga más cercana sería capaz de aclarar mi mente, a los dos timbrazos respondió. Si lo preguntas, si, hablamos casi por dos horas. Ella confirmó lo que hice una noche anterior, y me dijo que tú estabas en shock, puesto que nunca te habías fijado románticamente en ninguna chica, antes de mí, al escuchar ese "Antes de ti" casi me caí de la cama, y sí, Dinah, me dijo que tú le habías dicho que yo te gustaba, esa situación te tenía mal y todo detonó tras mi confesión; te sentiste abrumada y tu única reacción fue apartarme. Quiero ser transparente contigo, después de esa plática me acepté a mí misma que era real, que era real el hecho de que ya sentía algo inconmensurable por ti.
El resto del fin de semana ninguna de las dos hicimos algo por buscarnos, me mataba cada minuto sin saber de ti, pero creí que debía darte tu espacio, primordialmente para digerir lo que había sucedido. El lunes llegó, y mis nervios estaban a tope. Recuerdo que incluso llegué temprano y me quedé a un lado del salón, no dejé de buscarte con la mirada, mis amigos me preguntaron si estaba bien y solo les dije que necesitaba verte. Uno de ellos, hizo mención de que te acababa de ver en la cafetería con Ally. No lo dude y fui a buscarte.
Al cruzar el marco de la puerta de cristal, ahí estabas, recostada sobre la mesa sosteniendo una taza y Ally acariciando tu largo cabello. Nunca te había visto así. En cuanto la pequeña me vio, abrió los ojos como platos y oprimió un gesto, a juzgar por la acción imaginé que iba a sonreír y se contuvo. No lo notaste, pues permaneciste quieta. Me acerqué poco a poco, y al quedar a tu lado, me llegó un fuerte impulso, no me contuve y te abracé por detrás. Te congelaste, estabas tan tensa, por un momento me arrepentí y creí que me empujarías. Pero, todo lo contrario, sin soltarme te giraste poco a poco, hasta quedar frente a frente, aferrándote a mi cuerpo bajaste del banco y te acurrucaste en mí. No sé cuánto tiempo nos mantuvimos fundidas en ese abrazo, reaccioné hasta que susurraste en mi oído que debíamos hablar. Te solté lentamente, sin mirarte a los ojos asentí, sabíamos que no podíamos hablar en el salón, tomaste mi mano y me dirigiste hacía la parte de atrás de los salones.
Una vez allí, optamos por ir directo al grano. Tomaste la palabra, y comenzaste con tu discurso, diciendo que nunca te habías sentido atraída por ninguna chica, dijiste que desde el principio había algo extraño en mí, y que en cuanto nos acercamos ese algo creció sin que pudieras delimitarlo. Dijiste que comenzabas a sentir una inmensa opresión en el pecho, al no saber qué es eso que sentías, me quedó claro el miedo que te amenazaba por la opinión de tu familia, además yo nunca le había agradado a tu mamá. Seguiste hablando, pero básicamente lo importante es que sentías algo que no querías sentir, pero no podías evitar sentirlo (perdón, pero no pude dejar de pensar que era un curioso juego de palabras). En cuanto acabaste, me pediste que dijera algo. Estaba estática, no sabía que decir, aun así, me animé; nunca olvidaré que a susurros te dije que estaba enamorada de ti, pero que respetaba tu opinión. Te dije que olvidaras todo y que siguieras tu vida lejos de las confusiones que te generaba tenerme cerca, prometí apartarme, y antes de darte la espalda e irme, me jalaste y por primera vez en mi vida, probé lo más parecido al paraíso, tus labios. Volví a perderme, y nuevamente dejé de saber cuánto tiempo permanecimos así. Fue de esa forma, detrás de los salones, perdidas en un beso, cuando decidimos afrontar todo, incluso lo peor.
Desde ese día comenzamos a vivir una relación a escondidas de nuestras familias, únicamente compartimos nuestro pequeño secreto con nuestras amigas. Ninguna se sorprendió, dicen que ya lo veían venir. Así pasamos dos maravillosos meses, llenándonos de detalles, no sabes cuánto sigo valorando tu dulce disposición al aceptar estar conmigo, pese a todo. Lo nuestro amor, siempre será sempiterno. <<
- ¿Sempiterno? - Cuestionó en cuanto finalicé mi escrito.
- Significa que no tendrá final. - Sonreí mientras acariciaba su mejilla. - ¿Qué te pareció?
- Bueno, te falto agregar que hace algunas semanas afrontamos lo nuestro ante nuestras familias. - Sonrió dulcemente. - Fuera de ello, sólo puedo decirte que fue más hermoso que el mismo ocaso. - Buscó mi mano y la aprisionó con cariño. - ¿Puedo decirte algo? - Asentí sin despegar nuestras miradas. - Yo también quiero escribir nuestra historia desde mi punto de vista, y un día contártela antes de ir a dormir, sin embargo... - Hizo aquella pausa, que mi corazón no soportaba. - Sé que no cuento con el tiempo sufici...
- No continúes, por favor. - Cada vez que hacía esas pausas, era mi turno de interrumpirla, detestaba tocar ese tema. - Por favor, no insistas, sólo dejemos de hablar de eso.
- Amor, desde que te conté sobre esto, desde que tuvieron que internarme de fijo, no has querido hablar sobre el tema. - Desvié la mirada, intenté zafarme de su agarre, pero lo evitó aferrándose. - Sabes que tarde o temprano, debemos aceptar que el tiempo no es mi aliado. Te amo como nunca imaginé amar a nadie, eres mi razón de ser, por ti he afrontado todo y no me arrepien...
- ¡Basta! - Las lágrimas enmarcaron un continuo camino, ella se empezó a acercar poco a poco y con sus manos empezó a limpiar mi rostro. - Deja de repetirlo, tú vas a estar bien, encontraremos a la persona correcta y te darán una segunda oportuni...
- Cariño, yo siempre voy a estar a tu lado. - Me levanté bruscamente y me dejé caer en su pecho, ella me abrazó intentando consolarme, sé que debía ser fuerte, pero no podía más. Verla tan delgada, pálida y cada día más débil comenzaba a consumirme, mientras seguían avanzando los días ella dejaba de parecerse a la chica fuerte que conocí ese 13 de enero. - Sé que es difícil, no sabes lo que daría por ahorrarte este dolor. Te amo y nada ni nadie me apartará de ti. Nunca te voy a dejar sola.
- ¿Por... porq... porqué tú? - Mascullé sin fuerzas, ella permaneció en silencio sin saber que decir. Hace casi tres meses me contó sobre su insuficiencia cardíaca, quiso que termináramos nuestra relación para no atarme porque temía no poder vivir más tiempo; obviamente no le permití que desistiera y me esmeré en demostrarle que no me iría a ningún lugar. La internaron de fijo porque se ha complicando drásticamente. Incluso sus padres están asistiendo a un centro de tanatología, dice el doctor que tarde o temprano partirá. Yo no puedo aceptarlo, no puedo, no puedo, no puedo dejarla ir.
- Bebé, te amo. - Cada vez que decía esas últimas dos palabras me surgía la necesidad de grabarlas y escucharlas durante el resto de mi vida. Ojalá lo hubiera hecho en aquella ocasión.
♦♦♦♦♦♦
Toqué la puerta con cuidado, tenía miedo de no encontrarlos en casa o incluso que se hubiesen mudado sin saberlo; finalmente hacía cuatro años que no pisaba las tierras de Miami, habían transcurrido cuatro largos años desde que partí a Nueva York para estudiar música.
Esperé un par de minutos más, la casa se veía descuidada, intenté no perder la fe y volví a insistir.
- Esa casa lleva abandonada un año, señorita, la pareja que vivía aquí partió a Cuba. - Se escuchó una voz al fondo, al girarme avisté a un señor en la banqueta, no pude evitar mirarlo con cierta desconfianza y él se rio con fuerza. - ¿Ya no me reconoce? Soy el señor Cowell, era el director de la preparatoria Miami Coast, también soy amigo y vecino de sus ex suegros. - En cuanto lo analicé me di cuenta que era cierto, era el señor Cowell. Sin pensarlo más, me acerqué acortando la distancia que nos separaba, el estiró los brazos y me recibió con un cálido abrazo. Me disculpé varias veces y el repitió que no me preocupara. - Tenía mucho tiempo sin verte, hija. He de decir que luces muy bien, lo último que supe después de la graduación es que habías decidido estudiar música en Nueva York, ¿cómo te ha ido con ello?
- ¡Muy bien! En un año más me gradúo, estoy pensando hacer mi posgrado en el extranjero. - Sonreí, él siempre había sido maravilloso conmigo, cuando caí en depresión me contactó con una maravillosa psicóloga, ella fue la única persona que logró ayudarme a salir del abismo.
- ¿Gustas pasar a la casa? - Señaló una fachada al lado de nuestra ubicación. - Puedo preparar café y nos ponemos al corriente.
- Me encantaría señor Cowell, sin embargo, no cuento con mucho tiempo, el avión de regreso sale mañana temprano, y ahorita debo hacer algunas cosas. De verdad, quisiera platicar un rato más con usted, pero, enserio necesito contactar a...
- Hija, ellos siempre supieron que tarde o temprano vendrías a buscarlos, por favor, acompáñame rápido a la casa para darte algo que es tuyo, prometo no tardar más de un minuto. Es sólo que en cuanto te vi, no te reconocí, por ende, no lo traje cuando salí a decirte que ellos ya no vivían aquí, supe que eras tú hasta que te diste la vuelta.
Sin poner mayor resistencia acompañé al señor Cowell a su casa, en cuanto entramos vi varios cuadros colgados. Me pidió que lo esperara un instante, mientras él se retiró empecé a fijarme cuadro a cuadro, dos en especial llamaron mi atención. En uno estaba con ella, fue en un evento de la escuela donde ganó el primer lugar de un concurso escolar de canto, al señor Cowell le correspondió darle el premio. Sonreí nostálgicamente. La otra fotografía era de ese mismo evento y estaba con ella y sus padres.
- Esa es de mis fotografías favoritas. - Comentó a mi espalda. En cuanto lo escuché, sin añadir alguna palabra me volví quedando frente a él. - Sé que tienes prisa, hija. Seré breve, esto me lo dejó mi querida amiga y me pidió que si llegabas a venir a buscarlos te lo diera. En verdad, nunca perdió la esperanza de que tarde o temprano regresarías, y evidentemente al no encontrarlos vendrías a buscarme a mí. Aunque ya no hayas reconocido a este viejo director. - Reímos bajitos ante su broma. - Ten. - Al bajar la vista noté que sostenía un sobre blanco, algo manchado y desgastado, temblando lo agarré. - Ya que lo tienes, la única regla que debes seguir es leer el contenido, sola.
Una vez con el sobre en mis manos, agradecí la atención del señor Cowell, nos despedimos en un abrazo y me fui de su casa. Después de pensarlo varias veces, decidí continuar con la misión establecida al volver a Miami, así que junté todo el valor que pude y me dirigí hacía el sitio que mayor miedo me daba visitar.
Caminé varias cuadras hasta llegar, por la hora seguía abierto y pasé. Recorrí cada hilera durante casi una hora, hasta que encontré mi destino. Un inmenso nudo se hizo presente, mi cuerpo no dejaba de temblar y las lágrimas amenazaron con salir, las evadí apretando cada uno de mis ojos con el dorso de mi mano. Respiré hondo y decidí que ese era el momento ideal para leer el contenido. Sin preguntármelo, me senté en el pasto, sin importar que estaba húmedo. Abrí el sobre y en cuanto vi su caligrafía no pude evitar comenzar a derramar algunas lágrimas. Volví a respirar con mayor profundidad, desdoblé las hojas y la lectura comenzó.
>>Hola bebé:
No sé cuánto tiempo tardes en poder recibir y leer esta carta, en primera espero que mis papás te faciliten su llegada. Nunca he sido buena expresándome mediante palabras escritas como tú, ahora que lo pienso, después de todo quizás es por ello que en realidad no podría escribirte nuestra historia desde mi punto de vista. Aun así, no quiero dejar pasar la oportunidad para resumir todo lo que siento por ti en un par de párrafos. Así que, aquí voy.
Llegaste a mi vida sin que lo planeara, te convertiste en alguien especial que poco a poco robó mi corazón. Esta bien, seré sincera, rápidamente robaste mi corazón. Sé que no tenemos una relación larga como muchas personas, pero estos meses son lo mejor que me ha pasado en la vida, y todo gracias a ti. No sé, me hiciste creer en el significado de la palabra Serendipia, porque sin estarlo buscando a través de ti encontré el verdadero amor.
Nuestra relación, no ha sido nada fácil, nos ha tocado afrontarnos a muchas cosas, desde el rechazo de mi familia, hasta mi enfermedad, no es fácil tener insuficiencia cardíaca mientras día a día siento que el amor que te tengo crece tanto, que llegará un momento en que se salga de mi cuerpo.
¿Sabes? Por encima de los malos ratos, tenemos grandes momentos juntas, desde el apoyo y aprobación de tu familia, hasta increíbles anécdotas que el día de mañana podrás contarles a las personas que tengan la dicha de conocerte.
A tu lado, las cosas siempre fueron diferentes, tú mejor que nadie lo sabe. Con el resto de las personas suelo ser insoportable, menos contigo. Es sólo que eres mi punto débil, mi talón de Aquiles, mi musa, mi todo en este mundo corrompido.
Contigo conocí facetas que ni yo sabía que tenía, me enseñaste a reír hasta llorar y a llorar hasta dormir, me enseñaste a disfrutar la belleza de una puesta de Sol, y la irremediable hermosura de un eclipse lunar, contigo aprecié lo bello de las acciones pequeñas, y me enamoré de cada rincón que pude conocer de tu ser.
Amé desde la forma de tus cejas, la curvatura de tus labios, la manera en que reías, la peculiaridad de tu voz, hasta tu perseverancia, pasión y dedicación, amé tu talento en la música, y tu falta de creatividad al dibujar, amé tus malos chistes y la manera en que me hacías reír de cada uno, amé como tropezabas cuando querías caminar, amé cada ocurrencia que decías o hacías, amé como fuiste la primera en hacerme el cumplido de la blusa cuando nos conocimos, amé cuando me regalaste "Matar un ruiseñor" porque sabías que siempre quise tenerlo, amé cuando me enseñabas recetas extrañas de comida y como las amaba cuando me obligabas a probarlas, amé, amo y amaré cada parte que conforma la persona que eres.
No importa lo que pase, donde estés o a donde vaya, yo jamás podré dejar de hacerlo, porque, aunque lo nuestro fue corto, aunque lo nuestro fue efímero, fue tan inmenso como un eclipse solar. Lo nuestro, Camz, fue un perfecto idilio, tan intenso y potente que se tornará sempiterno, porque, aunque no puedas verme, aunque físicamente haya finalizado, mi amor por ti prevalecerá más allá de cualquier fin.
Siempre estaré contigo, mi hermoso Sol, gracias por haber iluminado cada día desde que llegaste a mi vida.
Te ama, con todo su ser, Lauren Jauregui. <<
En cuanto leí las últimas líneas, caí rendida, lloré como hacía mucho no lo hacía, en este momento estaba cumpliendo mi cometido al regresar a Miami: Enfrentarme a tu fantasma.
Ahora, mi amor, ha llegado el momento de dejarte ir. Te amé, te amo y siempre te amaré, mi bella Luna.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro