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𝙗𝙤𝙩𝙝 𝙢𝙞𝙣𝙚 𝙞𝙣 𝙢𝙮 𝙤𝙬𝙣 𝙗𝙚𝙙

El hecho de que Lisa sintiera la necesidad casi animal de follarse a la amante de su novia no era casualidad; era un impulso que llevaba tiempo gestándose en las sombras de su mente. La idea de cruzar esa línea prohibida, de entregarse al deseo más primitivo, le resultaba casi tan irresistible como perturbadora. Lisa no tendría problema alguno en darle placer a otra mujer si su novia lo permitía, y esa permisividad tácita, combinada con la tensión electrizante de la situación, elevaba la experiencia a un nivel que rayaba en lo sublime.

El contexto era casi lo más ardiente que había vivido: la mezcla de celos, desafío y una atracción inesperada que emanaba de aquella mujer. Su piel ardía al imaginar las posibilidades, y el peligro de la situación solo añadía más combustible al fuego. Lisa sabía que su cuerpo respondía no solo al deseo físico, sino también al poder de la transgresión, a la liberación de algo que llevaba reprimido. Su mente se nublaba con cada pensamiento, mientras su corazón palpitaba en una sincronía caótica con el calor que le recorría las venas.

Jennie y Rosé se posicionaron obedientemente como Lisa les había indicado, subiendo a la cama y acomodándose con una mezcla de expectativa y nerviosismo. Ambas compartían miradas cómplices y tímidas, como si intentaran adivinar qué venía después. Los minutos parecían alargarse, aumentando la tensión en el ambiente. Cada segundo se llenaba del sonido suave de sus respiraciones y del leve crujido de la cama bajo sus cuerpos.

Finalmente, Lisa apareció en la habitación, y su entrada tuvo el efecto de un golpe eléctrico. Su porte era dominante, casi hipnótico, con un strap-on perfectamente ajustado a su cintura. El dildo de color negro que pendía de su pelvis no dejaba lugar a la imaginación, un símbolo directo de su intención. Caminó con seguridad hacia la cama, con una sonrisa enigmática que irradiaba control absoluto. Su mirada alternaba entre Jennie y Rosé, deteniéndose un poco más en cada una, como si midiera la profundidad de su entrega.

El contraste entre la fuerza de Lisa y la suavidad expectante de Jennie y Rosé llenaba el cuarto de una energía casi tangible. Lisa subió a la cama con movimientos lentos, calculados, como un depredador que se toma su tiempo antes de atacar. La expectativa hacía que el aire en la habitación pareciera más denso, y las dos chicas la observaban sin atreverse a hablar, dejando que el momento se desbordara con la promesa de lo inevitable.

Entonces, procedió. Lisa dejó que su aura dominante llenara el espacio, reafirmando su control sobre la situación. Su presencia era abrumadora, una mezcla de autoridad y deseo que mandaba sobre ellas con solo una mirada o un gesto.

Se acercó lentamente a Jennie, cada paso cargado de intención, y tomó su barbilla con firmeza, pero sin brusquedad, obligándola a alzar la vista. Sus ojos se encontraron, y el contacto visual fue suficiente para hacer que Jennie sintiera un escalofrío recorrer su espalda.

"Preciosa", murmuró Lisa con una voz baja y acariciante, una mezcla de halago y orden que hacía imposible cualquier resistencia. Jennie tragó saliva, sabiendo exactamente lo que se esperaba de ella. Sus manos, delicadas pero decididas, envolvieron el dildo con suavidad, sosteniéndolo mientras sus ojos permanecían fijos en los de Lisa.

Sin apartar la mirada, Jennie inclinó la cabeza hacia adelante y dejó que sus labios rozaran la punta del juguete antes de abrirse y empezar a chuparlo lentamente. Sus movimientos eran meticulosos, exploratorios, pero al mismo tiempo llenos de intención. Cada gesto parecía diseñado para complacer, para demostrar su entrega. Lisa, por su parte, observaba con una mezcla de satisfacción y deseo, sus dedos aún descansando en la barbilla de Jennie, como si sostenerla fuera un recordatorio silencioso de quién tenía el control.

Ella continuó chupándolo con dedicación, sus labios deslizándose con suavidad por toda la extensión del dildo mientras lo iba cubriendo de saliva, asegurándose de lubricarlo por completo. Cada movimiento de su boca era meticuloso, casi reverente, como si en ese acto estuviera canalizando una mezcla de sumisión y deseo puro.

Lisa sonrió, complacida, y con una voz baja, cargada de autoridad y aprobación, murmuró: "Eso es, hermosa, empápalo como sabes hacerlo". Sus palabras eran una mezcla de aliento y provocación, cada sílaba diseñada para avivar el fuego en Jennie.

Cuando Jennie terminó, su respiración era un poco más rápida, y sus mejillas estaban teñidas de un suave rubor. Lisa le dedicó una última mirada intensa antes de apartarse y girarse hacia Rosé, quien ya esperaba su turno con los ojos brillantes de anticipación. La rubia no perdió tiempo; en cuanto el dildo estuvo frente a ella, se inclinó rápidamente, tomando la punta entre sus labios y luego engulléndolo con una habilidad que dejaba claro que sabía lo que hacía.

Mientras Rosé trabajaba con igual entrega, sus ojos se mantenían fijos en Lisa, llenos de devoción y desafío al mismo tiempo, como si intentara demostrar que podía superar las expectativas. Lisa, por su parte, dejó que sus dedos recorrieran el rostro angelical de la rubia, acariciando su piel con movimientos lentos, casi adoradores. "Así, preciosa", murmuró, con una mezcla de dulzura y firmeza que contrastaba con la intensidad del momento.

Rosé imitaba los movimientos de Jennie, asegurándose de cubrir completamente el juguete con saliva, dejando un rastro brillante que lo hacía aún más tentador. Los sonidos húmedos llenaban la habitación, añadiendo una capa más de intensidad a la atmósfera cargada de electricidad. Lisa observaba cada detalle, satisfecha con la devoción de ambas, sintiendo que el control absoluto que ejercía sobre ellas era tan adictivo como el deseo que las envolvía.

"Están totalmente deliciosas las dos. Mira cómo lo chupa, Nini", comentó Lisa con una sonrisa que era mitad burla y mitad admiración, mientras soltaba una risa suave, baja, que resonaba en el ambiente cargado de tensión. Con movimientos calculados, recogió un poco el cabello de Rosé entre sus dedos, sosteniéndolo firmemente, pero sin brusquedad, guiándola a que siguiera tragando el dildo con un ritmo controlado. Sus ojos se encontraron, y Lisa la miró con una lujuria desenfrenada, deleitándose con cada gesto de sumisión y deseo que la rubia ofrecía.

Cuando consideró que ya era suficiente, retiró el dildo de los labios húmedos de Rosé, cubierto de babas, y dejó escapar un suave suspiro de satisfacción. "Ahora, Jennie, ponte de espaldas. Quiero verte en cuatro, con el culo bien arriba", ordenó con una voz firme que no dejaba lugar a dudas. Luego dirigió su atención a Rosé: "Tú ponte a un lado y asegúrate de besarla mientras yo me encargo".

Lisa observó con paciencia, disfrutando del espectáculo de cómo ambas mujeres obedecían sin cuestionar. Jennie se acomodó sobre la cama, con los codos apoyados y el torso bajo, mientras su trasero se alzaba perfecto en el aire. Rosé, por su parte, tomó posición a su lado, inclinándose hacia Jennie con una expresión de ternura y deseo, lista para cumplir con las instrucciones de Lisa.

La vista era casi demasiado para soportar. Ambas estaban en la posición perfecta, ofreciendo sus cuerpos con una mezcla de vulnerabilidad y erotismo que encendía cada fibra de Lisa. Sus culos estaban completamente a su disposición, firmes y tentadores, mientras la curva de sus espaldas acentuaba aún más la sensualidad de la escena.

Lisa dejó que sus manos recorrieran con lentitud las espaldas desnudas de ambas, deslizándose por sus pieles suaves hasta llegar a sus traseros. Sus dedos exploraban con firmeza, presionando, acariciando, mientras disfrutaba de la reacción que sus toques provocaban. De vez en cuando, intercalaba esas caricias con pequeños azotes que resonaban en la habitación, dejando marcas rosadas que contrastaban con la piel clara de ambas. Los gemidos que escapaban de sus labios eran una música dulce para Lisa, quien sonreía, encantada, sintiendo cómo el poder en sus manos alimentaba el deseo que ya ardía en su interior.

Lisa no perdió tiempo en tomar el control. Se posicionó detrás de su querida novia, dejando que sus ojos recorrieran su figura mientras la rubia permanecía expectante a un lado, su pecho subiendo y bajando en un ritmo que delataba su propia anticipación. Con una sonrisa pícara y llena de confianza, Lisa miró a Rosé y le lanzó una advertencia que sonaba más como una promesa: "Luego te follaré a ti, prepárate".

Acarició la espalda de Jennie con movimientos firmes, trazando lentamente el contorno de su columna, hasta que se inclinó hacia adelante, dejando que su aliento cálido rozara el hombro desnudo de su novia. "¿Estás lista?", preguntó con un tono bajo, casi susurrado, pero cargado de intensidad. Jennie asintió, su respiración entrecortada y pesada, mientras se mordía el labio en un intento inútil de contener su ansiedad.

Lisa se enderezó nuevamente, sus manos firmes sujetando las caderas de Jennie. Escupió sobre la punta del dildo, asegurándose de que estuviera perfectamente lubricado antes de presionarlo con cuidado contra la entrada de su novia. Jennie jadeó al sentirlo, y Lisa, siempre atenta, se tomó su tiempo, avanzando con lentitud para permitir que su cuerpo se adaptara. Su paciencia era calculada, un contraste marcado con el deseo ardiente que la consumía, pero quería asegurarse de que Jennie estuviera completamente lista.

Cuando sintió que su novia estaba preparada, Lisa volvió a inclinarse hacia adelante, sus labios rozando la piel de Jennie mientras murmuraba con un tono cargado de promesa: "Disfruta lo que te mereces". Dicho esto, retrocedió y comenzó a moverse con un ímpetu que hacía que la cama se tambaleara bajo ellas.

Sus embestidas eran firmes, rápidas, y cargadas de una intensidad que hablaba no solo de deseo, sino también de una necesidad primitiva de marcar su dominio. La fuerza con la que su pelvis chocaba con Jennie llenaba la habitación de sonidos húmedos y el eco de sus cuerpos conectando una y otra vez. Lisa gemía entre dientes, su mirada fija en la figura temblorosa de su novia, deleitándose con cada jadeo y gemido que arrancaba de sus labios.

Jennie se aferraba a las sábanas, incapaz de contener los sonidos que escapaban de su boca, mientras su cuerpo respondía al ritmo implacable de Lisa. A un lado, Rosé observaba la escena, mordiéndose el labio inferior, sus ojos oscilando entre la excitación y la impaciencia, mientras esperaba su turno, su pecho subiendo y bajando al compás de su respiración acelerada. Lisa, consciente de su mirada, la observó fugazmente, una sonrisa maliciosa curvando sus labios antes de volver a concentrarse en su novia, aumentando aún más la intensidad con la que la follaba.

Lisa agarraba con fuerza las caderas de Jennie, sus dedos hundiéndose en su piel mientras su pelvis chocaba con fuerza contra ella, arrancándole gemidos cada vez más altos y desesperados. El sonido de sus cuerpos conectando resonaba en la habitación, mezclado con el eco húmedo de cada embestida y los gruñidos profundos de Lisa.

"¿Te gusta esto, Nini? ¿Te gusta que te folle así?", gruñó Lisa entre dientes, su voz ronca por el esfuerzo y el deseo, mientras aumentaba el ritmo. Sin esperar respuesta, soltó una de sus caderas y agarró su cabello, tirando de él hacia atrás para arquear su espalda. Jennie dejó escapar un grito ahogado, y Lisa aprovechó ese ángulo para impulsarse con aún más fuerza, penetrándola con una intensidad que bordeaba lo salvaje.

"¡Mírate, joder! Estás hecha un desastre, Jennie. ¿Eso te pone caliente? ¿Que te folle como me da la gana?", La risa grave de Lisa se mezclaba con sus jadeos mientras sus movimientos se volvían cada vez más frenéticos, su rabia canalizándose en cada embestida. Jennie era incapaz de articular palabras coherentes; sus gemidos eran fuertes, incontrolables, su cuerpo temblando bajo el dominio de Lisa.

"Más... ¡Más fuerte, Lisa!", logró gritar Jennie entre jadeos, su voz quebrándose por el placer abrumador. Lisa sonrió de lado, complacida y a la vez desafiada, y apretó más el agarre de su cabello mientras empujaba con todo su cuerpo, haciendo que Jennie se balanceara hacia adelante con cada embestida.

"Eres increíblemente sucia, Nini. Mírate, rogándome que te rompa", murmuró Lisa con un tono burlón pero cargado de deseo. Su mirada se desvió brevemente hacia Rosé, quien observaba la escena con los labios entreabiertos y los ojos encendidos de lujuria. La rubia se mordía el labio, su respiración entrecortada mientras sus manos acariciaban su propio cuerpo de forma inconsciente.

"¿Te gusta mirar, Rosé? ¿Quieres que te haga lo mismo? Mira cómo se lo doy", soltó Lisa con una sonrisa perversa antes de volver a concentrarse en Jennie, esta vez golpeando con aún más fuerza. Jennie gritó su nombre, sus uñas arañando las sábanas mientras su cuerpo se entregaba por completo al ritmo salvaje de Lisa.

Rosé, fascinada y completamente excitada, susurró casi sin darse cuenta: "Quiero que me folles igual, Lisa... Hazme tuya también". Lisa soltó una carcajada grave, que se transformó en un gruñido mientras continuaba con sus embestidas. "Tu turno llegará, preciosa. Pero por ahora, mira cómo destrozo a esta belleza".

En un momento, Lisa decidió llevar las cosas a otro nivel. Se inclinó hacia Jennie, aún temblorosa y jadeante, y le susurró al oído con un tono firme pero cargado de deseo: "Levántate, Jennie. Ahora mismo". Jennie, con las piernas temblorosas y la respiración agitada, obedeció sin protestar, dejando que Lisa la guiara mientras sus manos se aferraban a su cintura para mantenerla firme.

Lisa la condujo hasta el espejo grande que adornaba una de las paredes de la habitación. Con un empujón suave pero determinado, la colocó de rodillas y luego la hizo inclinarse hacia adelante, dejándola en cuatro frente al cristal. "Mírate, Jennie", dijo Lisa mientras sus manos volvían a recorrer la espalda y las caderas de su novia. "Quiero que veas lo increíble que te ves siendo follada como mereces".

Jennie levantó la vista, encontrando su reflejo en el espejo. Su rostro estaba completamente sonrojado, su cabello desordenado, y sus labios entreabiertos mientras trataba de recuperar el aliento. Lisa se colocó detrás de ella, sus manos firmes enredándose nuevamente en su cabello para levantarle el rostro. "No bajes la mirada. Quiero que te veas mientras te lo doy".

Sin más preámbulos, Lisa alineó el dildo con el centro húmedo de Jennie, y con un movimiento firme, volvió a penetrarla, arrancándole un gemido alto que resonó en la habitación. Jennie apretó los dientes, pero sus ojos permanecieron fijos en el espejo, viendo cómo su cuerpo reaccionaba a cada embestida. Lisa se movía con una fuerza casi salvaje, tirando de su cabello con una mano mientras la otra apretaba una de sus caderas, controlando por completo el ritmo y la intensidad.

"¿Te gusta verte así, Jennie? ¿Te gusta cómo te rompo frente a este espejo?", gruñó Lisa, su voz ronca y cargada de lujuria mientras aumentaba la velocidad. Jennie solo pudo responder con un jadeo ahogado, su cabeza inclinándose hacia atrás cuando el placer la desbordó.

"Eso pensé", continuó Lisa, inclinándose ligeramente hacia adelante para susurrarle: "Eres mía, completamente mía, y quiero que lo recuerdes cada vez que te mires en este espejo". Sus palabras eran una mezcla de posesión y deseo, y cada embestida parecía reforzar su declaración.

Rosé, incapaz de apartar la mirada, se sentó en la cama con las piernas cruzadas, intentando calmar la intensa excitación que la consumía. Sus manos se apoyaron en sus muslos, pero sus dedos temblaban ligeramente, traicionando el ardor que sentía en cada fibra de su cuerpo. Observaba fascinada cómo Lisa dominaba completamente a Jennie, llevando su cuerpo al límite con cada embestida, y no podía evitar morderse el labio al ver esa combinación de fuerza y deseo que emanaba de Lisa.

"No puedo creer lo jodidamente sexy que eres, Lisa", murmuró Rosé, más para sí misma que para ser escuchada, aunque Lisa, con su agudo oído, captó cada palabra. Una sonrisa torcida apareció en su rostro, sin detener el ritmo con el que estaba llevando a Jennie al borde.

Lisa tenía a Jennie completamente sometida, su mano tirando de su cabello desde la raíz, manteniéndola firme, obligándola a mirarse en el espejo. "Mira lo preciosa que te ves así, Jennie", le susurró con un tono bajo y cargado de autoridad, casi burlón. Jennie jadeaba con fuerza, su boca abierta en un intento por respirar mientras luchaba por mantener su torso erguido. Sus pechos rebotaban con cada embestida, y el sonido de su respiración entrecortada llenaba la habitación junto con el ruido de sus cuerpos chocando.

El reflejo en el espejo era una fantasía hecha realidad: Jennie, completamente deshecha, su piel brillando por el sudor, su expresión una mezcla de placer y entrega total. Lisa, detrás de ella, se veía como la encarnación del deseo puro. Su mirada cínica y divertida, casi malévola, dejaba claro que estaba disfrutando cada segundo de tener a Jennie de esa manera.

"Te ves increíble, Nini", gruñó Lisa mientras aumentaba la fuerza de sus movimientos, su sonrisa torcida transformándose en una expresión de puro éxtasis. "¿Puedes sentir cómo te rompo? Esto es lo que te mereces, ¿verdad? Que te folle hasta que no puedas más".

Jennie no podía responder, sus gemidos eran demasiado fuertes, demasiado descontrolados. Su cuerpo temblaba, incapaz de mantenerse completamente firme bajo el implacable ritmo de Lisa. Pero sus ojos, fijos en el espejo, hablaban por ella: estaban llenos de deseo, devoción y un placer tan intenso que parecía abrumarla.

Jennie perdió todo control de sí misma cuando Lisa comenzó a embestirla con una fuerza que superaba cualquier límite que hubiese conocido antes. Cada golpe de la pelvis de Lisa contra su cuerpo era una oleada de placer puro, directo e implacable, que la llevaba más y más cerca del abismo. Y cuando unas cuantas embestidas más profundas y precisas golpearon su punto más sensible, Jennie finalmente cedió al torrente de sensaciones.

Sus ojos se voltearon hacia atrás, su boca se abrió en un grito que llenó la habitación, y sus manos, que antes se aferraban desesperadamente a las sábanas, quedaron temblorosas y sin fuerza. "¡Lisa! ¡Dios... sí, sí!", gritó Jennie, su voz entrecortada por el temblor de su cuerpo mientras alcanzaba el clímax.

El orgasmo la atravesó con una intensidad que la dejó completamente desarmada. Su cuerpo tembló violentamente, sus piernas se debilitaron, y su torso finalmente colapsó hacia adelante mientras sus caderas permanecían en alto, sostenidas por la fuerza de Lisa. Un líquido cálido y abundante la delató, corriendo por sus muslos mientras el desbordamiento de placer la hacía un desastre, literalmente.

Lisa observó todo con una mirada de puro deleite, sus labios curvados en una sonrisa arrogante mientras sentía cómo Jennie se contraía alrededor del dildo, su cuerpo completamente a su merced. "Eso es, preciosa. Mírate, Jennie, corriéndote como una perra para mí", murmuró Lisa, sin detenerse del todo, manteniendo un ritmo más suave pero igualmente dominante mientras prolongaba el orgasmo de su novia.

Jennie apenas podía respirar, su pecho subía y bajaba con rapidez mientras el placer aún la recorría en oleadas. Sus gemidos se mezclaban con pequeños jadeos y susurros incomprensibles. La imagen en el espejo reflejaba a una mujer completamente rendida, entregada, perdida en un placer que sólo Lisa podía darle.

Rosé, desde la cama, miraba la escena completamente embelesada, sus propias manos moviéndose de manera inconsciente sobre su cuerpo mientras sus ojos seguían cada detalle. "Joder, Lisa... esto es demasiado caliente", susurró, mordiéndose el labio inferior mientras cruzaba y descruzaba las piernas en un intento de calmar la tensión que se acumulaba dentro de ella.

Lisa giró brevemente su mirada hacia Rosé, sus ojos brillando de malicia y satisfacción. "¿Te gusta lo que ves, Rosie? Porque lo que le hice a Jennie es sólo el principio. Prepárate, porque cuando termine contigo, no serás capaz de caminar".

Con esas palabras, Lisa volvió a centrarse en Jennie, acariciando su espalda sudorosa mientras le daba suaves azotes en las caderas, apreciando cada segundo del espectáculo que acababan de crear juntas. "Te ves preciosa cuando te deshaces así para mí, Jennie", murmuró Lisa, con una voz que era una mezcla de ternura y posesión, antes de besar suavemente la curva de su espalda.

Lisa continuó con Jennie unos minutos más, sus manos firmes dejando marcas rojizas en sus nalgas con cada azote, mientras sus labios recorrían su espalda, dejando besos húmedos y llenos de posesión. "Eres completamente mía, Jennie", susurró con voz ronca, deteniéndose ocasionalmente para morder suavemente su piel. "Nunca lo olvides, porque nadie te hará sentir esto como yo".

Finalmente, Lisa se apartó de Jennie, dejándola recostarse en el piso, todavía temblorosa y tratando de recuperar el aliento. Jennie, completamente rendida, se acomodó de costado, con sus ojos brillantes fijos en Lisa mientras esperaba con ansias lo que vendría.

Lisa dirigió su atención a Rosé, quien ya estaba en llamas solo de observar todo lo que había ocurrido. "Tu turno, preciosa", dijo Lisa con una sonrisa ladina, chasqueando los dedos y señalándole que se acercara al espejo. Rosé obedeció al instante, con los ojos encendidos de lujuria y el cuerpo tembloroso por la anticipación. Lisa la colocó en la misma posición que Jennie había ocupado momentos antes: en cuatro, frente al espejo, con su reflejo perfectamente expuesto.

"Quiero que veas lo hermosa que te ves mientras te hago mía", dijo Lisa mientras acariciaba las curvas de Rosé con una mezcla de ternura y firmeza. Luego levantó la mano y dejó caer un azote fuerte en una de sus nalgas, provocando un jadeo ahogado de la rubia. "¿Te gusta, Rosie? Porque te voy a marcar como mi propiedad, igual que a Jennie".

Rosé asintió rápidamente, sus labios entreabiertos mientras jadeaban. Lisa soltó una carcajada grave y le dio otro azote, esta vez en la otra nalga, dejando ambas igual de sonrojadas. "Buena chica. Ahora, vamos a divertirnos".

Lisa giró brevemente hacia Jennie, que la miraba con ojos expectantes desde el suelo. "Nini, ven aquí", ordenó con voz firme pero suave. Jennie se movió con lentitud, todavía un poco débil, pero incapaz de resistirse a la orden de Lisa. "Quiero que veas algo". Jennie se arrodilló junto a Lisa, mirando a Rosé, cuya piel brillaba bajo la luz suave de la habitación.

Lisa pasó una mano por la parte interna de los muslos de Rosé, separándolos un poco más, antes de usar sus dedos para abrir completamente los labios de su coño. "Mira esto, Jennie", murmuró Lisa, su voz cargada de deseo mientras sostenía a Rosé expuesta ante ambas. "¿No es preciosa?"

Jennie asintió, su respiración volviéndose pesada nuevamente mientras sus ojos recorrían cada detalle. Antes de que pudiera decir algo, Lisa añadió con una sonrisa traviesa: "Escúpela".

Jennie, con las mejillas enrojecidas, pero completamente entregada al juego de Lisa, obedeció sin titubear. Se inclinó hacia adelante y dejó caer un hilo de saliva directo sobre la carne expuesta de Rosé, quien soltó un jadeo sorprendido pero lleno de excitación.

"Eso es, buena chica", dijo Lisa, complacida, mientras usaba sus dedos para esparcir la saliva de Jennie sobre Rosé. Luego miró a Rosé, inclinándose para susurrarle al oído: "Ahora estás lista para ser mía, rubia. Prepárate para que no te quede duda de a quién perteneces".

Lisa, con una sonrisa de pura malicia en el rostro, dejó que sus dedos acariciaran el enrojecido trasero de Rosé antes de darle otro azote firme, que resonó en la habitación y provocó un gemido ahogado de la rubia. "Eres mi pequeña perra", murmuró Lisa, con un tono que mezclaba burla y posesión. "Y ahora vas a pagar por cogerte a mi novia. Esto es lo que te mereces".

En lugar de tomarla del cabello como había hecho con Jennie, Lisa optó por algo diferente. Se inclinó hacia adelante y enroscó una mano alrededor del cuello de Rosé, sujetándola con firmeza, pero sin llegar a lastimarla. "Mírate en el espejo", le ordenó con un gruñido bajo, sus ojos llenos de lujuria y dominio. Rosé, con la respiración entrecortada y las mejillas ardiendo, obedeció, sus ojos encontrándose con los de Lisa a través del reflejo.

"¿Ves lo que eres? Una perra desesperada por ser follada como se debe", dijo Lisa, mientras con su otra mano deslizaba dos dedos entre los labios húmedos de Rosé, abriéndola lentamente. La rubia soltó un jadeo profundo, su cuerpo estremeciéndose bajo el toque experto de Lisa. "Tan lista para mí", continuó Lisa, mientras usaba sus dedos para explorarla, extendiéndola lo suficiente como para lo que vendría a continuación.

Sin previo aviso, Lisa alineó el dildo con la entrada de Rosé y lo hundió dentro de ella de un solo movimiento firme. Rosé dejó escapar un grito que mezclaba sorpresa y puro placer, sus manos aferrándose al borde del espejo como si su vida dependiera de ello. "¡Oh, Dios! ¡Lisa!", exclamó, su voz temblando mientras el cuerpo entero se arqueaba ante la intrusión.

Lisa no le dio tiempo para adaptarse, comenzando a moverse con fuerza desde el primer segundo. Sus embestidas eran rápidas y profundas, cada movimiento diseñado para recordar a Rosé quién estaba al mando. Su mano seguía en el cuello de la rubia, sosteniéndola con control absoluto mientras sus caderas chocaban con ella con una intensidad que hacía eco en la habitación.

"¿Te gusta esto, Rosé?", gruñó Lisa, su voz cargada de arrogancia y satisfacción. "¿Te gusta cómo te castigo por meterte con lo que es mío?", Cada palabra era seguida por una embestida aún más fuerte, arrancándole gemidos desgarradores a Rosé, quien apenas podía mantenerse firme sobre sus rodillas.

Jennie, desde el suelo, observaba con los ojos bien abiertos y las piernas apretadas. Ver a Lisa dominar a Rosé de esa manera era tan hipnótico como excitante. Su respiración se aceleraba mientras sus manos jugueteaban nerviosamente con el borde de la alfombra, completamente embelesada por el espectáculo frente a ella.

"¡Sí! ¡Me encanta!", gritó Rosé, con la voz rota por el placer mientras su cuerpo se movía al ritmo que Lisa marcaba. Sus ojos permanecían fijos en el espejo, viéndose a sí misma completamente sometida y deseando aún más. Lisa, con una sonrisa torcida, apretó ligeramente el agarre en su cuello, inclinándose para susurrarle al oído.

"Eso pensé. Eres una perra sucia, Rosé, y ahora eres mía también", dijo, su voz tan baja como peligrosa. La combinación de sus palabras y las embestidas implacables provocó que Rosé se estremeciera nuevamente, su cuerpo comenzando a temblar bajo la presión creciente de un orgasmo que amenazaba con abrumarla.

Lisa no perdió el ritmo mientras comenzaba a follar a Rosé con una intensidad brutal, su pelvis golpeando con fuerza contra las caderas de la rubia con cada embestida. Rosé apenas podía mantenerse firme, sus manos temblorosas luchando por aferrarse al espejo frente a ella mientras su cuerpo se movía al compás de Lisa. "¿Es esto lo que querías, Rosé?", gruñó Lisa entre dientes, su mirada clavada en el reflejo de la rubia completamente sometida. "¿Querías que te follara así de duro? Pues toma, porque no voy a parar hasta que no puedas ni caminar".

Mientras Lisa aumentaba la velocidad, Jennie, aún visiblemente afectada por lo que había vivido momentos antes, se movió detrás de ella. Su delicado cuerpo se apretó contra la espalda de Lisa, sus brazos rodeándola en un abrazo cálido pero cargado de deseo. Jennie deslizó sus labios por el hombro desnudo de Lisa, dejando pequeños besos y mordidas juguetonas.

"Fóllala duro, Lili", susurró Jennie al oído de Lisa, su voz ronca y cargada de lujuria. Sus manos comenzaron a acariciar suavemente el abdomen de Lisa, sintiendo cómo se tensaba con cada movimiento de sus caderas. La cercanía de Jennie sólo pareció encender aún más a Lisa, quien soltó un gruñido gutural antes de clavar sus dedos en las caderas de Rosé y embestirla con una fuerza aún mayor.

"¿Escuchaste a Jennie, Rosé?", dijo Lisa con una sonrisa torcida, inclinándose hacia la rubia mientras mantenía su ritmo frenético. "Ella quiere que te folle duro, y eso haré. Pero ¿puedes soportarlo?", Las palabras de Lisa llegaron cargadas de desafío y arrogancia, y Rosé, completamente perdida en el placer, sólo pudo responder con un jadeo alto seguido de un gemido desesperado.

Jennie, excitada por la escena frente a ella, dejó que sus manos se deslizaran más abajo, tocando suavemente los muslos de Lisa mientras continuaba besándola. "Eres tan increíble, Lisa", susurró contra su piel, su aliento cálido haciendo que Lisa se estremeciera ligeramente. "Mira cómo la tienes... completamente a tu merced".

Lisa soltó una risa grave, claramente disfrutando tanto las palabras de Jennie como su cercanía. "Y tú te ves preciosa, Jennie", respondió entre gruñidos mientras volvía a centrarse en Rosé. "¿Te gusta ver cómo la hago mía? Porque ella sabe que nunca será suficiente para mí como lo eres tú".

Jennie sonrió suavemente contra el cuello de Lisa, sus manos subiendo nuevamente hasta el torso de su novia, acariciando con devoción. "Ella sabe que siempre seré tu favorita, pero debo admitir que se ve deliciosa así, completamente rota por ti".

El ritmo de Lisa se volvió casi frenético en respuesta a la complicidad de Jennie, y Rosé, completamente rendida, dejó escapar un grito ahogado mientras el placer la atravesaba en olas devastadoras. "¡Lisa! ¡Oh, Dios, ¡no pares!", gritó, su cuerpo temblando incontrolablemente mientras su cabeza caía hacia adelante, incapaz de sostenerse más.

El cuerpo de Rosé finalmente cedió, y su torso cayó al piso, incapaz de sostenerse por más tiempo bajo el implacable ataque de Lisa. Pero eso no detuvo a Lisa, ni por un segundo. Al contrario, parecía alimentarse de la rendición total de la rubia. Con una mirada de pura determinación y dominancia, Lisa se inclinó hacia adelante y agarró un puñado de su cabello, jalándolo con fuerza para obligarla a levantar la cabeza.

"¡No te atrevas a esconderte de mí!", gritó Lisa, su voz cargada de autoridad y deseo mientras la obligaba a mirarse en el espejo. Rosé jadeaba sin control, su rostro sonrojado y brillante por el sudor, su boca abierta en un gemido perpetuo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas provocadas por la intensidad, pero también por el placer desbordante que la consumía.

Lisa comenzó a embestir con una fuerza aún mayor, su pelvis chocando con Rosé con un sonido húmedo y rítmico que llenaba la habitación. "¡Mírate, zorra!", rugió Lisa, su mano tirando de su cabello para mantenerla fija en su reflejo. "Mira cómo te follo, cómo te rompo. Esto es lo que mereces por meterte con mi novia. Te gusta, ¿eh? ¡Contéstame!"

Rosé, completamente superada, apenas pudo articular palabras coherentes. "¡Sí! ¡Sí, Lisa! ¡Por favor, no pares!", gritó, su voz entrecortada y desgarrada por la intensidad del momento. Su cuerpo temblaba bajo el dominio absoluto de Lisa, cada embestida arrancándole un gemido más alto que el anterior.

"Eres una puta desesperada", continuó Lisa, sin detenerse ni por un momento. Su mano libre bajó para darle un fuerte azote en el trasero, dejando otra marca roja en la piel ya enrojecida de Rosé. "¿Esto es lo que querías? ¿Que te follara como la perra que eres? Porque no voy a parar hasta que veas las estrellas, zorra".

Jennie, desde el suelo, miraba la escena con los labios entreabiertos, sus manos aferrándose a sus propios muslos mientras intentaba contener su propia excitación. "Lili, estás increíble", susurró, su voz temblorosa mientras sus ojos brillaban con admiración y deseo. La complicidad entre las tres era palpable, pero el control absoluto de Lisa hacía que todo se sintiera aún más intenso.

Lisa soltó una risa grave, inclinándose hacia el oído de Rosé mientras continuaba con sus movimientos devastadores. "Vas a correrte para mí, Rosé", murmuró, su tono bajo y cargado de lujuria. "Quiero que grites mi nombre cuando lo hagas. Quiero que todo el mundo sepa a quién perteneces ahora".

Y vaya que Rosé se corrió. Su cuerpo entero se tensó, sus piernas temblaron sin control, y su espalda se arqueó mientras un grito desgarrador escapaba de su garganta. "¡Lisa! ¡Oh, Dios, ¡Lisa!", chilló, su voz rota por la intensidad del momento. Gemidos profundos y entrecortados se mezclaron con los jadeos que llenaban la habitación, mientras su orgasmo la atravesaba como una ola inmensa, robándole toda fuerza.

Lisa no dejó de moverse mientras la rubia se desmoronaba bajo su dominio, su sonrisa torcida mostrando cuánto disfrutaba del espectáculo frente a ella. "Eso es, zorra", murmuró entre dientes, su tono cargado de orgullo y satisfacción. "Sabía que lo querías, que lo necesitabas. Mírate, completamente rota por mí".

Rosé, con el rostro enterrado en el piso, apenas podía respirar entre los gemidos que seguían saliendo de su boca. Su cuerpo temblaba aún, incapaz de procesar el placer desbordante que acababa de experimentar. Su orgasmo había sido tan intenso que cada músculo parecía haberse rendido, dejándola completamente indefensa y vulnerable.

Jennie, quien había estado observando todo desde el suelo, dejó escapar un suspiro tembloroso. "Wow, Lili", dijo con una sonrisa juguetona mientras se acercaba, su mano acariciando la espalda sudada de Lisa. "Creo que literalmente la mandaste a otro universo".

Lisa rio suavemente, su mano acariciando los mechones húmedos de Rosé mientras la rubia trataba de recuperar el aliento. "Por supuesto que lo hice", respondió con confianza. Luego, se inclinó hacia Rosé, sus labios cerca de su oído. "Espero que lo recuerdes, porque no será la última vez que te haga correrte así".

Rosé, aún sin fuerzas para responder, asintió débilmente, un leve gemido escapando de sus labios como respuesta. Lisa, satisfecha con su obra, se enderezó y pasó una mano por su propio cabello, apartándolo de su rostro. Sus ojos se encontraron con los de Jennie, quien la miraba con una mezcla de admiración y pura lujuria.

Jennie, aún arrodillada en el suelo, observaba el tembloroso cuerpo de Rosé con una sonrisa satisfecha. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras disfrutaba de la escena, extasiada por lo que acababa de presenciar. Finalmente, levantó la mirada hacia Lisa, quien todavía estaba de pie, luciendo como la encarnación de la dominancia y el placer.

"¿Te sientes satisfecha con tu venganza, Lili?", preguntó Jennie, arqueando una ceja mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en sus labios. Sus palabras tenían un toque de provocación, como si quisiera jugar aún más con la dinámica que se había desarrollado.

Lisa rio, su risa grave y confiada llenando la habitación. Se inclinó hacia Jennie, sujetándola por la barbilla, y le dio un beso profundo, cargado de deseo y posesión. Sus labios se movieron con una intensidad que dejaba claro que aún tenía más energía para gastar. Al separarse, sus ojos se encontraron con los de Jennie, brillando con una chispa peligrosa.

"Jamás me sentiré satisfecha, Nini", respondió Lisa, su voz ronca y aún cargada de lujuria. "Vas a tener que volverla a traer otro día para follar, porque una vez no es suficiente". Luego, su expresión se endureció ligeramente, aunque mantenía un toque de diversión. "Y más te vale que yo me entere antes de que pase, o te juro que tu culo va a sufrir las consecuencias".

Jennie rio suavemente, fingiendo un aire de inocencia mientras mordía su labio inferior. "¿Es una amenaza, Lili?", preguntó con un tono juguetón, inclinándose hacia ella, dejando que sus manos descansaran en los muslos de Lisa.

"No, preciosa", respondió Lisa, su sonrisa cínica regresando mientras deslizaba un dedo por el mentón de Jennie, provocándola. "Es una promesa".

Desde el suelo, Rosé emitió un débil gemido, tratando de recobrar fuerzas mientras levantaba la cabeza. "Si eso fue una venganza, no me importaría que me usaran de nuevo para algo similar", murmuró, su voz ronca y temblorosa, pero con un tono claro de satisfacción. Lisa y Jennie rieron al escucharla.

La habitación quedó en un tenso silencio cargado de satisfacción y lujuria. El cuerpo de Rosé seguía temblando ligeramente, todavía procesando la intensidad del momento. Jennie, con su característico aire de elegancia y sensualidad, permanecía cerca de Lisa, observándola con una mezcla de admiración y deseo. Lisa, dominante y confiada, se enderezó, dejando claro con su postura que había cumplido su propósito, aunque el brillo en sus ojos delataba que nunca sería suficiente para ella.

"Supongo que hoy aprendieron algo importante," dijo Lisa finalmente, con una sonrisa cínica mientras se pasaba una mano por el cabello. "Conmigo no se juega, y ambas lo saben perfectamente ahora."

Jennie y Rosé intercambiaron miradas, cada una con una sonrisa tenue, pero en sus ojos había rastros de complicidad y anticipación. La dinámica entre las tres había alcanzado un nuevo nivel, una conexión que, aunque peligrosa, las unía de una manera única. Sabían que esa noche quedaría grabada en sus memorias, una mezcla de placer, deseo y lecciones aprendidas.

Mientras Lisa se alejaba del espejo, ayudando a Rosé a incorporarse y plantándole un beso suave en la frente, Jennie se acomodó a su lado. Juntas, las tres compartieron un momento de calma, un respiro antes de que las emociones volviesen a apoderarse de ellas. Pero una cosa era segura: lo que había ocurrido esa noche no era el final, sino el principio de algo mucho más profundo y complicado.                                                                                                                                                                  

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