Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Identidad Solapada.


El cuerpo inerte de Joaquín Alcántara yacía en el jardín de su casa en medio de un charco de sangre. Su mano aún sostenía el arma con la que se disparara. Sus ojos desorbitados reflejaban el terror con que se mira algo insólitamente inesperado.

Ese día, un grupo de amigos íntimos acudió a la casa de Sofía y Joaquín para celebrar el quinto aniversario de su boda. Nadie esperaba aquella jugada del destino. Al escuchar la detonación todos corrieron hacia el lugar. Con una expresión de dolor y desconcierto, Sofía se abalanzó sobre el cuerpo sin vida de su marido. Todos miraban la inesperada escena dantesca. La última en llegar al lugar fue Leonor quien con una expresión atónita miraba el cadáver sin proferir palabra alguna.

Leonor y Sofía eran gemelas idénticas. Exactamente iguales en apariencia física. Los mismos rasgos, la misma estatura, el tono de voz. Cuando pequeñas era casi imposible que se les reconociera a simple vista; sólo su madre sabía diferenciarlas. Con el paso de los años, ambas fueron perfilando su carácter y el reconocimiento se hizo más fácil. Leonor era decidida, impulsiva, elocuente mientras que Sofía fue adquiriendo una personalidad introvertida y pusilánime.

Dotadas de una inteligencia brillante, las dos alcanzaron grados universitarios en poco tiempo. Leonor se coronó con honores el título de Abogado y Sofía culminó exitosamente su carrera de Administración Pública. Profesionales, solteras, hermosas y futuras herederas de la cuantiosa fortuna de su padre, no tenían nada que envidiar. La vida les sonreiría de ahora en adelante.

Gracias a su perfil académico lograron rápidamente conseguir trabajo. Ambas parecían ir en franco ascenso hacia el éxito laboral. Aunque sus trabajos las mantenía ocupadas la mayor parte del tiempo, por las noches en la amplia habitación que habían compartido desde niñas, conversaban de sus planes, sus anhelos más íntimos, sus miedos.

De forma casi simultánea, ambas conocieron a dos muchachos encantadores con quienes empezaron a salir. Poco a poco la amistad se fue transformando en otro sentimiento más fuerte y al cabo de algunos meses ya estaba en puertas la proposición de matrimonio. Sus padres, respetuosos siempre de sus decisiones, las apoyaron en todo, pero muy en el fondo pensaban que era muy prematura la idea del casamiento.

La boda conjunta se celebró por todo lo alto, con los invitados más selectos. Luego el viaje de luna de miel a Europa durante quince días. Cuando regresaron las felices parejas se inició una vida diferente para cada una de las hermanas. Transcurridos seis meses de matrimonio Joaquín dio un cambio total en su personalidad y en la forma de tratar a Sofía. El disfraz de apacible corderito despareció para par paso a la fiera que escondía. Se volvió extremadamente celoso y absorbente, al punto de que Sofía tuvo que renunciar a su trabajo. Joaquín poseía una holgada posición económica que le permitía sin ninguna limitación mantener a su mujer por lo que le exigió, en aras de la conservación de su matrimonio, desistir de la idea de seguir trabajando. Joaquín conocía muy bien la personalidad de Sofía y sabía como manipularla sin que pareciera que la obligara a hacer las cosas.

Al año, Sofía quedó embarazada y eso la mantuvo más aferrada al ambiente doméstico. Casi sin darse cuenta había renunciado a la mayoría de sus compromisos sociales y destinaba su tiempo en atender a Joaquín y al pequeño Salvador. Leonor, felizmente casada con Enrique Sarmiento, era la fiel confidente de sus más íntimos sentimientos. Sabía que dentro de Sofía una enorme frustración comenzaba a crecer pero que su carácter timorato le impedía rebelarse contra aquello que la anulaba cada día más. Leonor sufría enormemente con cada confesión que su hermana le hacía; con su carácter impulsivo muchas veces estuvo tentada de hablar con Joaquín pero Sofía, frente a la idea de un escándalo familiar, se lo impedía.

Así fueron transcurriendo los años y la situación se fue haciendo más insoportable. Las agresiones verbales se acentuaron hasta traspasar los límites de la integridad física, pues cierto día Sofía visitó a su hermana con señales de golpes en el rostro, disimulados tras los cristales oscuros de unos anteojos. Ese día Leonor intentó convencer a su hermana de que debía denunciar a su marido y acabar con esa tortura pero se sintió presa de la impotencia frente a la rotunda negativa de ésta. Sofía alegaba que de atreverse a eso Joaquín la mataría, además estaba el pequeño salvador que no debía percatarse de los que sucedía realmente entre sus padres. Esa noche, con el llanto ahogado en el pecho, Leonor intentaba disimular, pero tras la insistencia de su marido al indagar qué le pasaba no tuvo más remedio que desahogarse.

Una tarde en que Leonor acudía a su sesión de acupuntura para aliviar la angustia y el estrés, escuchó que el viejo especialista chino le mencionaba a su asistente las propiedades hipnóticas de una hierba de origen asiático. Al parecer aquella hierba provocaba una alteración en el sistema motor del individuo haciéndolo proclive a ser manipulado e inducido a realizar acciones; mientras la persona mantenía su centro cerebral izquierdo totalmente consciente, la hierba actuaba en los cerebros límbico y reptiliano inhibiendo las emociones y el movimiento lúcido. Según explicaba el anciano chino, el efecto duraba pocos minutos pero luego la persona sucumbía ante una especie de schok del cual solo se le podía sacar después de aplicar una regresión hipnótica. Dicha hierba era utilizada en tratamientos intensivos de cura del dolor, donde la persona bajo estricta supervisión de especialistas debía borrar de su memoria consciente todo aquello que le produjera padecimiento físico.

Al salir de la consulta, sin que nadie se percatara, Leonor llevaba en su bolso una porción de aquella hierba. Durante el trayecto hasta su casa, mientras el aire que entraba por la ventanilla de su auto le golpeaba la cara, pensó con extrema frialdad en el uso que podía darle a la hierba de propiedades letales. Al llegar a su casa la guardó celosamente en un lugar solo accesible para ella.

Una tarde Leonor recibió la visita de su hermana. Después de tomar un café en el tranquilo corredor, el tema ineludible salió a colación. Cada día la relación entre Sofía y su esposo era más tensa y sacrificada; delante de todos él se mostraba como el esposo amoroso y complaciente pero en la intimidad del hogar era un ser despreciable que la humillaba sin compasión. Muchas veces Sofía se preguntaba dónde había quedado aquel amor con el que fervientemente la convenció para cometer lo que ella hoy consideraba aquella locura del matrimonio y muchas veces también se reprochaba su falta de coraje para acabar con aquella tortura. El motivo de la visita de Sofía era uno más de sus desahogos y esta vez quería contarle la determinación que había tomado Joaquín de celebrar por todo lo alto los cinco años de matrimonio, que dentro de quince días cumplirían. Aunque a Sofía eso le parecía una actitud enfermiza, no podía contradecirlo, era una decisión tomada y ella tendría que acompañarlo nuevamente en un patético espectáculo. Frente a todos, la pareja era feliz, pero en la intimidad las miserias devastaban el territorio nupcial. Sofía como siempre solicitó la cooperación de su hermana y hasta le sugirió hacer una celebración conjunta pero ésta le dijo que ella y Enrique habían decidido hacer un viaje; sin embargo, prometió ayudarla en todo.

Como la fecha se aproximaba, iniciaron los preparativos ese mismo día. Elaboraron la lista de invitados y llamaron a varias agencias de festejos para pedir presupuestos para local, comida, bebidas y sonido. Leonor se ofreció a prepararle unos pasapalos especiales. Día a día cuidaron cada detalle de la celebración. Leonor intentaba contagiarle un poco de alegría a su hermana por lo que le sugirió que para ese día podían vestirse iguales y jugar un poco a confundir a la gente, especialmente a Joaquín y a Enrique. Sofía accedió y una tarde en que salieron a repartir las últimas tarjetas de invitaciones se compraron un idéntico atuendo para esa noche especial. Un sugerente traje negro de amplio escote, detalles en pedrería fina y guantes largos.

La noche de la fiesta el cielo resplandecía con la luz de una hermosa luna llena. Los invitados departían a gusto con una suave melodía de fondo. Leonor llegó portando varias bandejas con los pasapalos que ella misma había preparado. Pasó directamente a la cocina y los colocó en el mesón dándole instrucciones a los mesoneros de que ella se encargaría de disponerlos a la hora de servirlos. Luego se unió al grupo de invitados a quienes saludaba cordialmente. De inmediato la gente comenzó a verlas tan iguales que dudaban acerca de la identidad de cada una de ellas. Habían logrado su propósito y se divertían al confundir a los invitados.

De vez en cuando Leonor se acercaba a la cocina para ordenar que repartieran los bocadillos que ella había traído y servirse una copa. Cerca de la media noche y aprovechando que Sofía compartía con los tantos invitados, Leonor se acercó a Joaquín, y asumiendo la personalidad de su hermana, le propuso brindar por los años de matrimonio. Traía dos copas de exquisita champaña con las que brindaron por los años venideros. Joaquín no notaba la diferencia entre ellas. Era su mujer con quien hablaba. Después de decirle lo mucho que lo amaba le propuso escabullirse un rato hasta el jardín. Al llegar allí, Leonor notó que el zumo de la hierba que colocara en la champaña había iniciado su efecto. Joaquín le dijo que sentía en el cuerpo como una especie de letargo, como si no pudiera dominar su cuerpo. Entonces Leonor supo que era el momento, debía apresurarse pues el efecto duraba corto tiempo.

Parándose frente a Joaquín lo miraba directamente a los ojos mientras le decía lo hastiada que estaba de él, de sus insultos y sus agresiones. Que desde hace mucho tiempo el amor había desaparecido pero por su cobarde actitud no lo había dejado. Sin embargo, él mismo la liberaría de esa tortura. Sacando de su vestido el arma que Joaquín guardara en su escritorio se la colocó en las manos. Joaquín obedecía como un autómata.

- Lo ves amor, es perfecto. Yo sé que me escuchas, que sabes lo que sucederá. Pero así debe ser, tú debes liberarme de ti mismo.

Sin pensarlo dos veces, Leonor le ordenó que se disparara en medio de la cien. Observó como se desplomaba en el césped con la cabeza destrozada. Se dio la vuelta y rápidamente regresó a la cocina.

Esa noche el desconcierto se apoderó de todos. Sofía lloraba desconsoladamente sin entender por qué Joaquín había tomado aquella determinación. Leonor se encargó de despedir a los invitados mientras Enrique llevaría a Salvador a su casa y hacer los trámites pertinentes para el entierro. Sofía fue llevada a su habitación. Cuando las hermanas quedaron solas Leonor le pidió que tuviera fortaleza, por Salvador y por la vida que le esperaba.

- Tal vez fue mejor así. Tú nunca te hubieses decidido a dejarlo.

- ¿No te duele, verdad?

- No, se merecía eso por todo el daño que te hizo.

Sofía no dijo más, sabía que su hermana tenía razón. Todo le parecía una pesadilla, igual a lo que fue su vida junto a ese hombre. En el fondo se sentía liberada y aunque resultaba irónico debía agradecérselo al mismo Joaquín.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro