Capítulo 14
Dos días para conocer al sr Moore.
Aquella mañana me despertó Alejo. No pensaba levantarme en todo el día, cada vez quedaban menos horas para el encuentro entre el Sr Moore y yo, y estaba que me comían los nervios. Necesitaba estar lo más descansada posible para no llevar unas ojeras de miedo, pero, aunque consiguiera dormir, siempre era bien entrada la madrugada cuando lo lograba; y entre eso y que enseguida amanecía, no conseguía dormir todo lo profundamente que me hubiera gustado. Cada día me levantaba más cansada que el anterior.
Alejo respetaba mis días de asuntos propios. Pero sin mí, su ansiedad aumentaba. No es que no fuera autosuficiente, que eso era y mucho. Pero solía delegar en mí muchas cosas, y ahora, que estaba ausente, estaba al borde del suicidio. Carlota ya lo había mandado a la mierda en varias ocasiones, así que su último recurso fue suplicarme ayuda. No tenía que ir a la editorial, simplemente acudir a una cafetería donde trabajaba una chica por la que se había interesado Alejo. Profesionalmente claro.
Él solía vagar por páginas de internet y por foros de gente anónima que escribe Fan-fincs, novelas y toda clase de historias inimaginables. Desde hacía cosa de un año seguía a una chica de mi edad que escribía historias en una página de lectura gratuita; después de estar sopesando varias de sus historias, una en concreto había llamado su atención. Iba a ser yo quien le iba a dar la gran noticia a aquella chica. –Soy el genio de la laaampara– Me encanta Aladín.
En teoría iba ser él quien acudiera a aquella cafetería donde la joven trabajaba y así explicarle cómo había ocurrido todo, ella solo había recibido un mail de un seguidor y había accedido a tomar algo con él para hablar. Ella no tenía ni idea de que se trataba de un editor de prestigio, Alejo era un encanto, y nada le gustaba más que transformar su día a día en un show de Opra. No era la primera vez que había hecho una cosa así, parte de nuestra plantilla de escritores eran diamantes descubiertos por él.
Me envió por mail los datos de la chica y dónde encontrarla, por motivos obvios no había tenido tiempo de leerme nada de aquella joven, pero él se encargó de adjuntarme sus partes preferidas de las distintas historias. Así que, mientras el taxi –puesto por la empresa– me llevaba rumbo a aquella cafetería, decidí conocer al talento que había encandilado a Alejo. Por la manera de escribir que tenía ya no me hacía falta leerme todo para saber que esa chica tenía talento.
Sonreí al ver una anotación sobre el archivo adjunto que me había enviado; «Nena, esto es solo el prólogo. ¿No es desternillante?»
«Prólogo
¿En serio podía pasarme eso a mí? ¿A qué narices me he estado dedicando en mis vidas anteriores? Tuve que haber sido algo horrible para que ahora el karma me diera tanto por el saco. ¡Mensaje a todos los hombres nada recomendables, seguramente acabe enamorándome de todos vosotros, id preparando vuestras estrategias, aún me queda algo de dignidad que pienso lanzar por la borda!
Mi hermana me llamaba exagerada, pero yo creo que no era que yo fuese exagerada, ella era una ilusa. ¿Acaso seria culpa de mis padres? Ella era estable, sensata y feliz, y yo era un auténtico desastre, por no mencionar que estaba completa e irrevocablemente tarada.
Quizá mi padre solo había usado su esperma más fructífero y sano con mi hermana, y para mí solo hubiera quedado los restos; un esperma cansado y vago que seguramente había estado dando tumbos por la trompa de Falopio de mi madre hasta que se topara por casualidad con el ovulo, ¡Vaya usted a saber! Sé que es asqueroso pensar en el esperma de mi padre, y no menos desagradable imaginar la tropa de Falopio de mi madre, pero estoy buscando culpables de mi situación y ¡Joder! Toda la culpa no puede ser mía, ¿no? tengo ganas de llorar.
¿Y si me hacía Lesbiana? No, acaba de babear con la foto de Klaus Grass, ser lesbiana sería bastante difícil. Pues nada, no me queda otra que seguir conociendo sapos.»
Estaba riéndome a carcajadas cuando vi que el taxista me miraba por el retrovisor, no pude contenerme. Era una escritura fresca, divertida, y por qué no decirlo, cierta. Yo me había sentido así tantas veces que parecía que lo hubiera podido escribir yo misma.
Me enamoró enseguida el toque de humor con el que se expresaba. La idea de salir de mi casa para dar una buena noticia a aquella chica valió la pena considerablemente.
Llegué a aquella cafetería puntual, pese a que la mañana amaneció lluviosa, estaba de buen humor, casi no había pensado en Alan. Cuando entré al cálido interior, vi que la cafetería estaba bastante repleta. Alejo me la había descrito como una chica de estatura media, castaña con el pelo rizado, me dijo que seguramente lo llevaría recogido en un moño desecho, acertó al milímetro. Me acerqué sonriendo, ella no había reparado en mí hasta que me detuve justo delante, levantó la cabeza, y aquella humilde sonrisa me hizo saber que había un nuevo diamante en bruto.
—¿Eres Belén? —La chica se levantó y asintió con la cabeza—. Me llamo Nadia, vengo de parte de Alejo, a él se le ha complicado la mañana y le ha sido imposible acudir.
Me miró durante unos segundos sin entender qué pasaba, Alejo no le había contado a qué se dedicaba, ella simplemente creía que se trataba de un admirador gay que era fan de sus escritos.
—Tranquila. —Me miró extrañada—. No pasa nada, supongo que debes ser amiga suya.
—Sí. —Sonreí mientras nos sentábamos de nuevo—. Su amiga y su subordinada. —Sonrió ante mi ironía
—¿Es tú jefe?
—Me temo que sí.
—¿Y es un buen jefe o un capullo con pretensiones?
Solté una carcajada, hablaba igual que escribía. Ella me miraba divertida, me moría por contarle qué narices estaba haciendo yo allí.
—Generalmente es un capullo con pretensiones, pero es buen jefe. —Se echó a reír con ganas.
—Ya tienes más suerte que yo. —Bajó la voz y me indicó con la cabeza que mirara hacia un lado de la estancia—. Esa tirana, es mi jefa.
—¿Tan mala es? —pregunté divertida.
—Es odiosa, a veces creo que si la miro muy fijamente acabaré por encontrarle el 666 en alguna parte de la cabeza, como a Demian. ¿Has visto la profecía?
Asentí mientras me reía sin poderlo evitar, la mujer no nos perdía de vista. Hablamos un rato más de tonterías que nos hacían reír, hasta que hizo la gran pregunta.
—¿Y a qué se dedica Alejo, para que haya tenido que mandar a su empleada?
Respiré y la miré sonriendo.
—Alejo es editor jefe de una importante editorial. Uno de bastante prestigio y no es porque sea mi jefe. —Para cuando la miré su cara era un auténtico poema—. Yo también soy editora.
—¡¿Cómo?!
—A Alejo le gusta descubrir nuevos talentos como es tu caso, te lleva siguiendo bastante tiempo, por eso quería tener una cita contigo. Pero como le ha sido imposible venir, me ha mandado a mí.
—A su fiel lacaya... —susurró envuelta por la sorpresa, a lo que me eche a reír.
—Vaya, no había caído yo en esa definición, seguro que le parece divertida. —Me miró sonriendo—. Estamos interesados en publicarte.
—¿Qué?
—Lo que oyes. —Se llevó las manos a la boca—. Sé que podríamos haberte llamado y haber concertado una cita en la editorial, pero a Alejo le encanta el melodrama, ya lo irás conociendo. —Hice una pequeña pausa, ella me miraba expectante—. Tengo que serte sincera, aún no he leído nada tuyo excepto un prólogo que me ha enviado Alejo; pero he de decirte que me he reído contigo en unos escasos minutos más que en todo un mes.
Me miró con una especie de cariño y miedo a la vez. Se había quedado de piedra y estaba en silencio, yo solo esperaba algún tipo de reacción por su parte; cuando casi estaba al borde de la histeria inspiró.
—Dios mío, no puede ser, estas cosas no me pasan a mí.
La miré con dulzura.
—Claro que te pasan. Tienes talento. ¿Por qué no iba a pasarte? Contra los sapos que conoces no podemos hacer nada, pero con tu profesión desde luego que sí.
Después de que diera un grito, saltara en la silla y se echara a llorar, pude seguir hablando.
—¿Y qué tengo que hacer ahora?
—Por el momento relajarte. —Sonreí—. No podremos hacer nada si te da un infarto. Segundo, acudir el lunes que viene a la editorial. —Le di una tarjeta con la dirección—. Ven a la hora que puedas, Alejo o yo te atenderemos y te explicaremos mejor cómo lo vamos hacer. Tienes que leer el contrato y todo eso, así que si quieres llevar un representante legal no habrá problema.
—¿Representante legal?
—Claro, tendrás que firmar un contrato, necesitas alguien que te asesore, ¿no crees?
—De acuerdo. —Tragó saliva—. Hablaré con mi padre, seguro que él conoce a alguien. Nadia, muchísimas gracias por esta oportunidad, de verdad que no os decepcionaré.
Sonreí y le acaricié la mano.
—Eso no lo dudo.
—¡Voy a sacar un libro! No me lo puedo creer. ¿A quiénes habéis publicado? Ahora mismo la curiosidad me mata.
—Es normal —dije echándome a reír—. No sé si habrás leído algo de ellos. Tenemos con nosotros a Aníbal Luna, a Jacqueline Amorós, a...
—¡Espera! —me interrumpió—. ¿Jacqueline Amorós? ¿La misma Jacqueline Amorós que escribió Si tan solo fuera sexo?
—La misma.
—¡Me muero! ¿Voy a trabajar con la misma editorial que ella? Dios mío, me he muerto y estoy en el cielo.
Volví a echarme a sonreír.
—¿Has leído algo de ella?
—¿Algo? ¡Lo he leído todo! La admiro muchísimo, y cuando la conocí casi me desmayo, es una mujer increíble. —La miré sorprendida.
—¿Conoces a Jacqui?
—Sí, un amigo mío que también escribe se reunió con ella aquí hace un mes o cosa así. Ella estaba entusiasmada por la historia de mi amigo y estuvieron como una hora hablando, ella me animó a que escribiera algo y se lo enviara, pero nunca me atreví.
—¿Y por qué? Ella te hubiera ayudado.
—Lo sé, pero no sabía si mis historias estarían a la altura de Jacqui
La miré sonriendo. Tras su carácter potente y divertido, se escondía una latente inseguridad, en eso me identificaba bastante.
—Eres buena, tienes chispa, recuerdo que cuando leí por primera vez el manuscrito de Jacqui supe que triunfaría, y te digo que, con solo leer tú prólogo, te digo a ti lo mismo que a ella. Confía más en ti misma. Y después de esta brasa modo madre, cuéntame, ¿qué tal tu amigo? ¿Sigue escribiendo? Quizá podamos ayudarle, ¿es bueno?
—Es realmente bueno. —sonrió al recordarlo—. Él fue quien insistió en que sacara todas las ideas que tenía en la cabeza.
—Seguramente ni te atreverías a escribir ¿verdad?
—Cierto, si no es por él... recuerdo que venía aquí, se sentaba justo en esta mesa, sacaba su portátil y se tiraba horas y horas escribiendo; suerte que a mi jefa la tenía encandilada, sino le hubiera sacado a patadas. —sonreí—. Después de varios días, le pregunté si era escritor; me dijo que no profesionalmente, pero que su psicólogo le había aconsejado escribir. —La miré sorprendida—. Sí, esa misma cara le puse yo. Pensé que quizá tuviera problemas serios; pero poco después supe que solo pasaba una mala racha, escribir le vino bien para apaliar aquel dolor que sentía. Joder, escribe como los ángeles.
—Vaya. —Sentí curiosidad al instante—. ¿Y ha publicado algo?
—Tiene una propuesta o algo así me comentó. Hace días que no hablamos, puede que hasta se haya decidido a publicar en su nombre.
Estaba sonriendo cuando algo paso como un rayo por mi cabeza.
—¿Publicar en su nombre? —pregunté algo nerviosa.
—Sí, su libro es demasiado... cómo decirlo... personal. Le daba vergüenza que cualquiera pudiera reconocerle por el nombre. Mario, el hijo de mi jefa, le ayudó con el seudónimo unos meses antes de que yo entrara a trabajar, me lo contaron una noche en la que habían bebido un poco de más. —Sonrió al recordar algo que parecía tener gracia—. Su nombre real, le dio la idea a Mario de cuál podía ser su seudónimo, y lo gracioso es que tiene presencia. Todo hay que decirlo.
Para aquel entonces yo me había quedado de hielo, había mucha gente que usaba seudónimos, de hecho nosotros publicábamos historias en las cuales los autores usaban un sobrenombre, sería una tremenda coincidencia que se tratara de él, pero algo en mi estómago me decía lo contrario. De un tiempo hacia aquí, había dejado de creer en las casualidades.
—¿Y cuál es ese seudónimo?
Ella me miró divertida
—Señor Moore, original ¿verdad?
—¿Qué? —El corazón me empezó a latir desesperadamente.
—¡Oh dios! —Tragó saliva—. ¿Le conoces?
—Sí, bueno no. En persona no, he leído su manuscrito y tiene una reunión en dos días en la editorial.
—¿Qué? ¿También va a publicar en tu editorial? ¡Joder! ¿Es una broma?
—¡No! —exclamé sorprendida—. Dime que no eres un invento de Moore, porque a estas alturas le creo capaz de todo.
Se echó a reír.
—Veo que lo vas conociendo, pero te prometo que no. Yo escribo de verdad, tengo mi propia página web, me siguen bastantes personas, puedes mirarlo si quieres.
Le sonreí y me llevé las manos a la cabeza. Aquello era una locura, cada vez se cerraba más el circulo, yo debía de conocer al Señor Moore en persona, debía haberle visto alguna vez, cada vez lo tenía más claro, Moore estaba dentro de mi circulo de gente. Todo esto no podía ser simple casualidad.
—Belén, ¿podrías decirme cómo se llama? —intenté ocultar mi incipiente nerviosismo.
—¿No te lo ha dicho? —Se echó a reír. —No.
—Mmm, ¿tampoco lo has visto en persona?
—No. ¿Lo dices por algo? —Sonrió y me puse a temblar. —No, es solo que si lo hubieses visto en persona, ya me hubieras dicho algo sobre su físico.
—¿Fisico? ¿Acaso es un humpa lumpa? —No sé de dónde me salía aquel humor. Estaba muy nerviosa, pero al ver cómo se desternillaba de la risa, supe que, al menos, esta vez me había dado por ser graciosa. Otras veces los nervios me hacían ser arisca, o no dejar de hablar hasta resultar cansina.
—No es precisamente un humpa lumpa. —Se secó las lágrimas—. Está muy bueno. Nadia, ya me lo dirás.
Intenté disimular mi incipiente ansiedad, siempre me había imaginado que el señor Moore sería un hombre muy atractivo, pero tampoco me había parado a definirlo como «está muy bueno», se me harían eternos aquellos dos días que faltaban.
Justo cuando iba a preguntarle más, me di cuenta de la cantidad de gente que nos rodeaba, su jefa y otra compañera no daban abasto y, tras una mirada llena de ira hacia Belén por parte de su jefa, dio nuestra entrevista por finalizada.
—Cómo voy a disfrutar mandándola a la mierda —susurró poniéndose en pie—. Muchas gracias por todo Nadia, ha sido un placer, el lunes nos vemos.
Ya se había dado la vuelta cuando la cogí del brazo.
—Su nombre, dime su nombre, Belén.
—¡Ay! perdona, pensaba que lo habías deducido, se llama...
Un golpe tremendo en el suelo nos hizo dar un bote del susto. Toda la cafetería se quedó en silencio, su compañera se había caído al suelo y no solo eso, se había caído con ella una enorme bandeja con tazas y algunos vasos. Belén la ayudó a levantarse y corrió a por una escoba para intentar adecentarlo todo lo más rápido posible; así que vi como mis ansias por saber su nombre real se disipaban. Estuve a punto de sentarme y esperar a que la faena amainara, pero no tenía pinta de que eso pasara, y además aquella tirana me miraba bastante mal. Estaba claro que no le caía bien, justo cuando estaba saliendo por la puerta alguien me detuvo.
—Nadia. —Belén me dio un botecito—. Se dejó esto la semana pasada, devuélveselo cuando lo veas.
Lo miré con detenimiento, era un líquido para limpiar los cristales de las gafas, cuando iba a preguntar algo más Belén volvía a estar dentro atendiendo a una mesa, tragué saliva y miré el bote de nuevo. Confirmado, Moore llevaba gafas.
Aquella noche Moore no se conectó, y estuve hasta las tantas frente a la pantalla del ordenador esperando como una idiota a ver su nombre a un lado de mi pantalla avisándome de que acababa de iniciar sesión en Skype.
Pero no lo hizo, serían cerca de las cinco de la mañana cuando resignada apagué el ordenador, miré hacia la mesilla de noche, vi aquel bote y pensé en él. Pensé dónde se lo habría comprado, y qué problema tendría en la vista, quizá fuera miope.
Sobre las seis de la mañana y al borde del desquicio miré mi móvil, Alejo había contestado ansioso a los WhatsApp que le había enviado como unas cinco horas antes; seguramente habría pasado una noche loca. Después me ponía algo de que teníamos que hablar de asuntos importantes de trabajo, y seguidamente varios iconos de corazones, sentí envidia sana.
Vi que tenía nuevas actualizaciones para las distintas aplicaciones que me había descargado, así que me entretuve con mi móvil hasta que fui a parar a Facebook. Ya lo había estado mirando durante varias horas, me sabia todas las novedades de mis trescientos amigos que me tenían agregada; estaba a punto de salir de aplicación e intentar dormir cuando un estado sobresalió entre los demás. Ni siquiera sabía que lo tenía como amigo, de hecho, recordé haber estado dudando infinitas veces en mandarle la solicitud o no; pero misteriosamente allí estaba, una última actualización de estado de Alan Jane.
Tragué saliva e intente recordar el momento exacto en el que le di a «añadir amigo» o quizá el momento en el que una notificación me avisara de que me había aceptado, pero no recordaba que aquello hubiera ocurrido. Quizá hubiera sido él, algún día que hubiese estado toqueteando mi móvil. Después de varios minutos en la parra, fijé mi vista de nuevo a la pantalla del móvil, suspiré, era una canción. Resoplé dudando si en escucharla o no, pero la curiosidad pudo conmigo.
«La misma cama, pero se siente un poco más grande ahora. Nuestra canción en la radio, pero no suena igual.Cuando nuestros amigos hablan de ti, lo que hace es simplemente destrozarme, Porque mi corazón se rompe un poco cuando escucho tu nombre. Todo suena como... uh uh uh. Demasiado joven, demasiado tonto para darme cuenta, Que debí comprarte flores y sostenido tu mano, Debí darte todas mis horas cuando tuve la oportunidad...»
Mis lágrimas inundaban mis mejillas, tanto que no pude ver la letra de la canción. Alan se había tomado la molestia de subir un video traducido, para cuando mi visión fue clara volví a mirar la pantalla.
«...Mi orgullo, mi ego, mis necesidades y egoísmo Causaron que una mujer buena como tú se fuera de mi vida Ahora nunca podré arreglar el desastre que hice, Y eso me atormenta cada vez que cierro mis ojos.»
Supe que ya había tenido bastante cuando apenas podía respirar y llorar al mismo tiempo, dejé que terminara la canción mientras dejaba caer las lágrimas. Moore era solo una distracción de lo que verdaderamente dolía, y era estar sin Alan. En aquel momento solo quise hundirme y desaparecer.
Veinticuatro horas para conocer al sr Moore.
Era medio día cuando un golpe en la puerta principal me despertó, lo ignoré creyendo que sería el vecino, hasta que recordé que ya no vivía en mi céntrico piso, sino en un dúplex en las afueras, y por lo tanto no tenía vecinos lo suficientemente cerca como para escucharlos tan nítidamente. Me levanté de golpe aun somnolienta y con la cara hinchada por las horas que me había tirado llorando.
Miré mi móvil y vi docenas de llamadas y mensajes, volví a dejarlo donde estaba y me arrastré hacia la puerta, otro golpe me hizo acelerar el paso, miré por la mirilla y me quedé alucinada, abrí la puerta y me hice a un lado.
—¡Por fin! —exclamó Jacqueline adentrándose en el interior—. ¿Te parece bien hacer esperar a una embarazada en plena calle?
Sonreí con las pocas energías que tenía.
—No estabas en la calle, estabas bajo un porche enorme, ¿la verja estaba abierta?
—Sí, deberías asegurarte de cerrar por las noches.
Asentí mientras que recogía mi pelo en un moño y me lavaba la cara en el fregadero de la cocina. Jacqui se había sentado en uno de los taburetes de la cocina y me miraba con cariño.
—Siento haberte despertado.
—Tranquila, me dijo Alejo que te pasarías para comentarme el final definitivo del libro, la culpa es mía por no haber estado preparada.
—¿Vamos a estar discutiendo sobre quién tiene o no la culpa? No podría discutirte nada con esa cara que llevas.
—Muchas gracias.
Me sacó la lengua y sonreí. Me fijé en que había aumentado de peso, estaba guapa y parecía descansada, por otra parte, yo pasé de mirarme al espejo, de hecho, los evitaba a toda costa.
Jacqueline empezó a hablar del final que había decidido escribir para terminar su último libro. No era un final que yo hubiese elegido, odio que los libros no acaben bien, pero antes de dejarme que montara en cólera me adelantó que habría segunda parte, así que me metí la lengua en el culo y la escuché atentamente. Sus fans querrían matarla por terminar así una historia tan bonita, pero respirarían aliviados al saber que la historia continuaría, menos da una piedra.
—Eres muy buena con Alejo —dijo cambiando completamente el tema de conversación—. ¿Quién trabaja en sus días libres?
Me eche a reír.
—Digamos que esto lo hago para aliviar mi conciencia; muchas veces en mi horario laboral colecciono pelusas que vuelan cerca de mi mesa, una cosa por otra. —Me encogí de hombros y vi como sonreía—. ¿Tú que tal estas? ¿Cómo va el embarazo?
—Estoy bastante bien, ni punto de comparación con el anterior, y Klaus está tan ilusionado que parece un niño. Ahora eso sí, te aseguro que mi tiempo de coneja ha finalizado.
—¿Estás segura de que no querrás más?
—¿Estás de broma? ¿Acaso quieres matarme?
Sonreí mientras me pasaba la mano por la mejilla, me fijé en cómo me miraba y me sentí algo incomoda. Solo pude agachar la mirada y mirarme las uñas.
—Siento si te incomodo, Nadia, pero mirarte a ti es como mirarme en un espejo. —Levanté la cabeza y la miré—. Me recuerdas tanto a mí cuando lo dejé con Klaus. La misma mirada perdida, las mismas sonrisas fingidas, no puedes disimular la terrible desazón que sientes.
—Tampoco estoy tan mal... —Alzó una ceja y sonreí.
—Mujer, podrías estar un poco peor, pero entonces pasarías a ser un orco.
Esa vez sí que me reí con ganas.
—Jacqui, eres un encanto dando ánimos, deberías montarte una consulta.
—Gracias, lo he estado sopesando. —Se echó a reír y la imité—. Hay algo que quiero contarte, me han propuesto adaptar Si tan solo fuera sexo para un guion cinematográfico.
Los ojos casi se me salen de las orbitas, me llevé las manos a la boca para después dar un alarido que, seguramente, sí escucharon mis vecinos de las casas colindantes. Después empecé a dar saltitos como una tonta hasta que el cansancio me frenó en seco y tuve que cogerme a la encimera para no caerme, Jacqui no paraba de reírse.
—¡Santo dios! ¿En serio? Jacqui, ¡lo sabíaaa! Sabía que pasaría algo así —exclamé secándome las lágrimas de emoción que me caían en cascada por la cara—. Te lo mereces.
—Pero no llores, tonta —dijo visiblemente emocionada y abrió los brazos donde terminé refugiándome para acabar llorando con más fuerza—. Sé que no solo lloras por esta noticia, pero haré como que no me importa.
Sonreí y me aparté después de darle un beso en la mejilla.
—Lloro por todo a la vez, pero créeme que esto es emocionante.—Suspiré—. Ese libro fue un punto de partida en mi trabajo. Tú también empezabas en la escritura, pasamos horas corrigiendo escenas para sacar todo el partido que requería. Jacqui, no solo fue tu proyecto, fue el de todas las personas que colaboramos en él, porque para la mayoría también fue su primera vez, y ahora ver que eso cobra vida es algo... —Cuando la miré era ella la que lloraba a moco tendido—. Pretendía que sonara bonito, no que te hiciera llorar.
Ella se echó a reí a la misma vez que seguía llorando.
—Es que es tan bonito lo que has dicho... —Sonreí—. Si tan solo fuera sexo, es el libro más especial que he escrito nunca. Jamás olvidaré los días que pasamos juntas, tu ayuda. Muchas escenas se acrecentaron más después de tus consejos, hablamos tanto de Klaus y de David... ¿lo recuerdas?
—Como si fuese ahora —suspiré.
—Klaus está entusiasmado, y David también...
—Pero... —añadí después de ver su mirada.
—Siempre hay un, pero, ¿verdad? —Asentí—. Tengo miedo Nadia, hay escenas que fueron reales, momentos que sí pasaron en verdad. No sé si estoy preparada para verlos en imágenes, no sé si me entiendes. No es un simple libro con todo inventado, es que casi todo es mayormente verídico y me da miedo. Sobre todo, porque hay cosas que Klaus no sabe.
Abrí los ojos de par en par.
—Jacqui, Klaus se ha leído el libro millones de veces.
—Lo sé, pero hay escenas en las que le dije que era imaginación, que no ocurrieron en verdad. Momentos con David, me refiero.—Me eche a reír—. y la verdad es que sí que pasaron, pero como Klaus es tan posesivo.
—Ya, te da miedo que, al verlo en imágenes, se remueva el asunto, ¿no?
—Sí.
—Jacqueline Amorós, perdona si te saco de tu burbuja, pero tu marido es de todo menos tonto. Sabe perfectamente que estabas enamorada de David. Sabe que llegó un punto en que David también lo estaba de ti, y sabe que estuvisteis al borde de una relación mientras él estaba casado. Que no saque el tema, no quiere decir que no lo sepa. Pero él ha sabido aceptar todo eso, no le des vueltas. Aparte, hace mil de todo aquello. Tú amas a tu marido con tu vida entera, y solo hace falta leer el libro para saberlo.
Jacqui se secó las lágrimas y me sonrió después de darme un abrazo enorme.
—Muchas gracias, Nadia. —Resopló—. Ya me siento algo mejor. Bea me llamó loca, y no te quiero contar lo que me dijo Dana.
—¿Y David?
—¿David? —Sonrió de oreja a oreja—. Él está encantado con la idea, me ha dicho que quiere ser interpretado por Channing Tatum
—¿El de Magic Mike?
—El mismito. —Sonrió negando con la cabeza—. Calla, mejor así. Por un momento pensé que me iría a decir que quería a Schwarzenegger.
—David alucina, Tatum es... —Me quedé pensativa.
—Yo te lo digo ¡Un dios griego!
Nos echamos a reír con ganas.
—A ver, David es un caramelo, pero Tatum, ¡dios! Me encanta ese actor, en la peli de Querido Jhon casi me muero y en Magic Mike, morí.
Jacqui me miró sonriendo y se puso de pie.
—Estaré al tanto de la elección de actores, de momento esto sigue siendo un secreto ¿vale? —Asentí con la cabeza—. Ahora me voy, que tengo una familia a la que atender y un marido con una continua crisis de calvicie.
—¿Aún sigue con esa paranoia?
—Sí, hija sí... Al final se quedará calvo, ¡pero por pesado!
Me eche a reír. Poco después la despedí en la puerta exterior de la casa, después me aseguré de cerrarla. Con mi suerte, probablemente entrara un violador y después de verme las pintas se marchará sin tocarme un ápice; y eso sería un atentado masivo contra mi autoestima. Y no quería eso a pocas horas de conocer al Señor Moore.
Como no tenía nada que hacer después de la marcha de Jacqui, me tumbé en el sofá sin mucho ánimo de conciliar el sueño, y para mi sorpresa, me quedé frita en apenas unos segundos.
Cuando me desperté estaba todo oscuro, tanto, que me dio un poco de ansiedad no ver ni a dos centímetros de mi cara. Me puse en pie y palpé por la pared hasta que di con el interruptor, la luz me cegó durante unos segundos. Caminé como un zombi por casa buscando algún aparato que me dijera que hora era, tuve que ir hasta mi habitación y mirar el móvil, casi me caigo de culo cuando vi la pantalla, y no solo por todas las llamadas y WhatsApp, sino porque eran nada más y nada menos que las cuatro de la madrugada.
Me habría quedado dormida sobre las cuatro de la tarde y me había levantado a las cuatro y diez de la mañana, había dormido doce horas del tirón. ¡Los milagros existen! Miré las llamadas, tenia de Jacqui, Alejo, Mi hermana, dos de Carlota, y cuatro de Izan, la última llamada había sido la de Izan a las dos de la mañana, fruncí el ceño. No era común en él llamar a esas horas, después miré los WhatsApp, ninguno parecía importante, salvo el último de Izan, enviado a las dos y media de la madrugada.
«Izan: ¿Se puede saber qué narices estás haciendo? Necesito hablar contigo. Llámame mañana nada más levantarte por favor ¡sea la hora que sea!»
Un escalofrío me recorrió la espalda, Izan solía ser muy exagerado, pero aquello me resultaba raro; luego pensé en el arnés que se había comprado Carlota no hacía mucho tiempo. Así que me imaginé que aquel día al llegar a casa Izan, Carlota estaría desnuda y sobre el arnés dispuesta para él, e Izan, con lo maruja que estaba hecho, no podía esperar a contármelo a una hora normal como todo el mundo. Sonreí negando con la cabeza y le respondí con un simple «Sigo viva. Mañana te llamo.»
Después de un vaso de leche de avena, con unas tostadas caí en la cuenta de que en apenas unas horas me encontraría con el señor Moore, y una oleada de pánico me inundó, ¡dios! ¡Qué me iba a poner! Corrí hacía mi habitación deseando que un hada madrina hubiera sabido de mi desgracia y me hubiera dejado sobre la cama un bonito vestido o un conjunto de traje chaqueta.
Lo único que había eran un par de braguitas viejas que había dejado ahí la noche anterior, –puajj–.
Después de buscar hasta la saciedad, me decidí por unos vaqueros pitillo, una camiseta de tirantes blanca con un ligero escote, y una americana de corte más largo en color crema entallada. La combinaría con unos zapatos incomodísimos y un collar algo chick que me había regalado Carlota para cuando usara aquella americana. Quizá fuera demasiado arreglada pero no todos los días una va a conocer a un mago de las palabras.
El pelo iba a ser otro problema, hasta que me decidí por una trenza a un lado, simple y moderno. Con una crisis resuelta me envolvió otra duda. No había hablado con Moore, aunque sabía que la reunión seguía en pie, el mensaje de Alejo lo confirmaba.
Así que, con un cierto toque de nervios encendí el ordenador, tardó un poco más de lo habitual en encenderse y mis nervios casi acaban conmigo. Nada más enchufarse el Skype la luz naranja parpadeó provocándome un amago de infarto.
—Señorita Nadia, debe estar muy ausente o muy ocupada para hoy no estar conectada, o ¿acaso es una Vendetta por no haber estado conectado la noche de ayer? He llegado esta mañana de un viaje de negocios y ayer pase una noche horrible y hoy tiene toda la pinta de que ocurra lo mismo. Solo me contenta el hecho de saber que en unas horas podré verla. Que tenga una buena noche.
Me enfurruñé conmigo misma al leer el mensaje, ya no estaba conectado y me lo había enviado a las tres de la madrugada, ¿qué le pasaba a todo el mundo aquella noche?
Aún a riesgo de que no lo leyera le dejé un mensaje, quizá por la mañana antes de acudir a la reunión echara un ojo al Skype.
—Señor Moore, siento no haber estado conectada, lo cierto es que estaba dormida, mis días no han sido para lanzar cohetes tampoco, espero que este descansando al menos unas horas, Hasta dentro de un rato Señor Moore.
El día ha llegado
Estaba nerviosa, llegaba diez minutos tarde y estaba al borde del colapso nervioso, ¿Por qué tenía tan mala suerte? Quizá la pregunta correcta sería; ¿Nadia, por qué narices apuras tanto el tiempo? Pero es mejor echar la culpa al resto, a mí me hace sentir menos mal.
Siete WhatsApps de Alejo me comunicaban que el Señor Moore ya había llegado, estarían en la sala de reuniones y me aconsejaba que no tardara mucho. Creí que me estamparía contra algún coche; de los nervios los pies me temblaban. No entendía a qué venía todo aquello, solo iba a ver a un escritor al que admiro, no iba a entrevistarme con la reina de Inglaterra ni con alguien sumamente relevante; solo era el señor Moore. Probablemente, aunque me confesara su nombre real, creo que me sería imposible llamarlo de algún otro modo. No me imaginaba a aquel hombre con un nombre común, como Paco, Pedro o Antonio. Tendría que ser un nombre más currado, más original como Mateo, Valerio o... vale, estoy flipando en colores yo sola. Juraría que lo que me había echado en el café había sido azúcar, aunque ahora ya empezaba a dudarlo.
Solté mi tercer alarido cuando un semáforo se me volvió a poner rojo por tercera vez consecutiva, ¿no os ha pasado alguna vez que teniendo toda la prisa del mundo, el universo se confabula para que hagáis tarde? Al final terminé resignada, tampoco me pasaba nada anómalo o poco común en mí, ya debería estar acostumbrada. Soy un auténtico desastre y el karma me odia, cuando antes lo acepte, antes podré vivir medianamente conforme.
Con todos los nervios se me había olvidado llamar a Izan. Aunque ahora mismo volvía a sonar mi móvil, no me extrañó que fuera él de nuevo, pero no estaba dispuesta a contestar; uno porque estaba conduciendo, y dos, porque estaba muy nerviosa como para entablar una conversación.
En total, llegaba veinte minutos tarde. Y ahora que estaba subiendo a mi planta, cada vez sentía más la necesidad de echar a correr, montarme de nuevo en el coche y esconderme en mi casa como una cobarde. Ni siquiera cuando acudí a mi primera cita con mi primer rollete, había estado tan nerviosa, ni siquiera en mi primera entrevista de trabajo. Solo recordaba una vez en la cual los nervios habían sido similares, y fue un pensamiento que no debía haber tenido; porque justo unos segundos antes de que se abrieran las puertas del ascensor sentí que mi ánimo descendía. Cuando quise darme cuenta, ya caminaba hacia la sala de reuniones que estaba al lado opuesto de mi cubículo. Me hubiera gustado llegar con tiempo de sobra y mirar si el señor Moore me había contestado aquella mañana antes de acudir a la editorial, o al menos, para poder sentarme y relajarme un poco antes de afrontar esta locura.
Cuando estaba a varios pasos de la sala, una voz me hizo volverme de golpe, mi cara debía ser de pánico, dado el hecho de que me miró con aprensión.
—Nadia —susurró Miriam mirándome perpleja—. No quería asustarte, ¿estás bien?
—Sí, perdona Miriam, es que ya llego tarde y estoy algo nerviosa. —Resoplé un poco más tranquila—. ¿Pasa algo?
—No, es solo que hace un rato el escritor con el que tienes la reunión ha estado sentado en tu mesa. —Abrí mis ojos de par en par.
—¿Qué?
—Sí, es raro ¿verdad? —Hubiera asentido si no llega a ser porque estaba catatónica—. Ha dejado esto en tu escritorio. Al ver que venias directa hacia la sala, he pensado en dártelo.
Me tendió una caja cerrada de terciopelo negro, tragué saliva. ¿Esto iba en serio? Miré a Miriam que miraba la cajita con expectación, también podía ver que yo estaba temblando, pero no dijo nada, así que bajo su atenta mirada y al borde de una crisis nerviosa, abrí la caja y sonreí de inmediato. Dentro había un anillo de plata con una perla rosa en el centro, tal y como me había dicho en nuestra última conversación. Miriam me miró asombrada mientras yo miraba el anillo como si fuera la mayor preciosidad del mundo. Cuando saqué el anillo vi una inscripción en su interior.
«¿Qué me contesta?»
Sonreí como una pánfila mientras me ponía el anillo en el dedo anular, no creía que fuera de plata autentica, probablemente sería bañado en plata y lo había comprado para echarse unas risas, pero a mí, aquel detalle, me dejó boquiabierta, Miriam me miró sin entender nada.
—Es una larga historia —susurré—. Luego te cuento, que llego tarde.
Y diciendo esto, salí escopetada hacia la sala aún más nerviosa, si aquello podía ser posible.
Nunca había tenido una cita a ciegas, pero desde luego aquello se le asemejaba bastante, ¿Qué podía esperar? ¿Cómo debía saludarle? ¿Amigable? ¿Cortés? ¿Cordial?, al fin y al cabo, habíamos hablado mucho por Skype y acababa de comprarle su casa; y me había regalado un anillo de pedida ficticia. No era un desconocido, era Moore.
La sala solía estar con las persianas abiertas viéndose así el interior, pero, aquella vez estaban cerradas. Desde fuera podía notar distintas sombras que se transparentaban levemente, habían varias personas en el interior, podía escuchar voces, y ¡¡jodeer!! Me temblaban las manos, me sudaba todo el cuerpo y estaba a punto de echarme a llorar, ¿pero qué me pasaba? Negué con la cabeza, cogí aire lo solté y con cuidado abrí la puerta, tampoco quería llamar exageradamente la atención.
Lo primero que vi cuando abrí la puerta fue a un hombre corpulento sentado en la silla dando la espalda a la puerta. ¡Dios! ¡Pónmelo aún más difícil si puedes! llevaba una camisa, con el ribete del cuello en azul, no lo había visto de frente, pero aquella espalda era, Bufff.
Había abierto tan sumamente despacio, que no me habían escuchado, hasta que Luis –uno de los editores jefe– que estaban sentado frente a aquel desconocido levantó la cabeza y me sonrió, Sonia y Leyre, que también estaban allí presentes, me saludaron sin quitar la mirada de aquel señor.
Todos se habían percatado de mi presencia, menos aquel portentoso hombre moreno que seguía sin volverse hacia mí. Algo que me extrañó fue que Alejo no estaba, pero luego pensé que habría ido a solucionar cualquier caos que, normalmente, solían ocurrir los días que menos disposición teníamos, como casi todo en esta vida.
—Nadia —habló Luis poniéndose en pie—. Te estábamos esperando.
—Disculpe Señor Martínez, había un atasco espantoso.
—Es lo que ocurre cuando se va a vivir a las afueras, la hora punta es insufrible. —Me sonrió después de decir aquello y pensé que mi mentira había sonado creíble—. Acérquese Nadia, quiero presentarle a alguien que, por supuesto, ya conoce.
El corazón volvió a bombearme tan fuerte que sentí que no podría mover mis pies, es como si mi cerebro no pudiera procesar la idea de dar unos pasos. Pero afortunadamente después de lo que creí los segundos más largos de mi vida pude moverme. Aquel hombre seguía ignorándome y debo de decir que me ofendió un poco, ¿Dónde estaba toda aquella caballerosidad de la que hacía gala por chat? Cuando ya estaba crucificándolo pude intuir que se movía hacia un lado y hacía el amago de ponerse de pie, en breves segundos le tendría frente a mí. Cuando estuve lo suficientemente cerca como para verle bien, sentí que mi mundo se hundía.
—Buenos días, señorita Nadia. —Me tendió la mano—. Como imaginé ha llegado tarde.
Me quedé de hielo, el corazón me latía a mil, debía haber un error, no... No podía ser él.
—Nadia, ¿está usted bien? —preguntó con esa voz que me erizaba la piel, mientras me observaba detrás de sus gafas—. Se ha quedado pálida.
—Nadia —habló Sonia a mi espalda—. Ven, siéntate. — Viendo que yo no me movía, puso sus manos en mi cintura y me llevó hasta la silla más cercana, justo a la derecha del Señor Moore. El señor Moore que no era nada más y nada menos que Alan.
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