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Capitulo - 10

Cuando acabó de tocar y me miró, se sorprendió por la forma en la que debía estar mirándolo. No oculté nada en aquel momento, era imposible esconder todas aquellas emociones; lo único que pude hacer fue llevarme los dedos a los labios y ocultar así el temblor que me producía las ganas de llorar que sentía en aquel momento. Él debió notarlo, porque dejó el saxo a un lado, tiró de mí levantándome, y me dio un abrazo que hizo que aquel momento mágico se tornara aún más increíble. La canción había terminado, pero en mi cabeza permanecía aquella melodía, pasara lo que pasara después de aquello, aquel momento sería el más especial de toda mi vida.

El camino de vuelta a casa fue tranquilo, yo volvía en mi coche y Alan me seguía desde el suyo. Seguía tremendamente emocionada por todo lo que había pasado. Después de ver aquella fachada de hombre duro que Alan desprendía, verle tan vulnerable, tan sensible me había dejado muda, seguro que con su hija era así, y en aquel momento deseé poder compartir cada momento con él. Después me paré a pensar, él me había hecho un regalo precioso, me había mostrado su don, y me había abierto su alma con esa canción, ¿qué podía darle yo que iguala todas aquellas cosas?

Recordé el manuscrito de poemas, y una idea me golpeó la mente, ya sabía qué iba a hacer. En cuanto aparqué el coche y supe que Alan no me veía, saqué mi móvil y llamé a Jacqueline Amorós, si alguien era capaz de poder poner palabras a las emociones era ella.

Jacqueline

Acababa de despedir a Nadia y aún seguía alucinada por la fantástica conversación que habíamos tenido. Cuando recibí aquella llamada, nunca imaginé que sería para aquello, había hecho cartas, historias, poemas; pero hacer un poema personalizado con las anécdotas y las emociones de otra persona, era algo que no había intentado nunca.

Puede que fuera por el embarazo, pero me encontraba extrañamente sensible, quizá aquello me viniera bien para expresar todo lo que Nadia me había pedido. Había llenado varias hojas de varios folios con las cosas que me había contado, incluso me había traído las canciones que le había escuchado tocar a Alan.

Cada vez tenía más curiosidad en conocer en persona a aquel hombre. Antes de adentrarme en mi despacho para desconectar del mundo y empezar aquel poema, eché un vistazo por mi salón, Klaus estaba sentado junto a los peques viendo Hércules, no sé cuantísimas veces habían visto aquella película, pero parecía que no se cansaban. Normalmente era yo la que se sentaba a verla una y otra vez, era una de mis pelis de Disney preferidas, miré a Klaus, estaba enfrascado en la película ajeno a mis pensamientos, y sonreí, mi vida no sería la misma sin él, así que empecé a orientarme sobre el sentimiento que debían tener aquellas líneas.

Lo primero que hice cuando entré en mi despacho, fue poner el cd con las canciones que Nadia me había grabado, según ella, eran covers que Alan había grabado, y he de decir que me dejaron alucinada, aquel chico tocaba de maravilla. Mientras dejaba que la música me trasportara, releí varias cosas que me había dicho Nadia, y no pude evitar sonreír. Me recordaba a mí, así que supe que no sería demasiado difícil expresar aquel sentimiento, solo tenía que recordar los inicios con Klaus. Después de terminar de escuchar por primera vez el cd, lo puse de nuevo, esta vez me senté frente al ordenador y después de inhalar aire, dejé que mis dedos y mi alma hicieran el resto.

«Si cada instante que he vivido contigo, fuera un color, o un olor, todo se transformaría en un precioso arco iris, y todo olería dulce, casi tan dulce como tú. Me has enseñado un mundo que jamás creí que podía existir, me llevaste por distintos caminos, unos hermosos, otros no tanto, pero no los cambio por nada, porque en cada uno de ellos eras tú.

Eres música para mí, como esa suave tela que acaricia los oídos y hace que tengas que cerrar los ojos porque crees que el alma se escapara por ellos, solo porque desprenden una luz que solo tú provocas. Haces que vuele, sin moverme de la tierra. Acaríciame por siempre con esos dulces dedos, y mírame con esos ojos de pasión anhelante, porque es de la única forma en la que sé, que realmente sigo viva.

Y si esto no funcionara, amado mío, siempre una parte de mí bailara tu son, y siempre que quiera revivir los instantes contigo, me esconderé del atroz mundo y dejaré que mi alma y cuerpo sean tuyos mientras escucho tu suave magia. Si tú supieras todo lo que puede llegar a albergar mi corazón... no te irías nunca.»

Cuando abrí los ojos, después de haber terminado de escribir y releí lo que había escrito, sonreí visible emocionada, sabía en qué momento me había abierto por completo, «What a wonderful world» seguía sonado de manera ininterrumpida una y otra vez, si Alan ya me caía bien solo por las cosas que Nadia me había contado, cuando escuché que dentro de su repertorio estaba mi canción favorita, empecé a adorarlo.

Cuando levanté la vista y miré a mi espalda, vi que había tenido público, pero había estado tan absorta que no me había dado cuenta. Klaus se apoyaba sobre el marco de la puerta y me miraba sonriendo con las manos en los bolsillos, caminó lentamente hacia mí y tendió la mano que acepté, y allí, en medio de mi desordenado despacho y entre todos los papeles de Nadia, bailamos la que sin duda era y seria por siempre nuestra canción, qué maravilloso es el mundo.

Nadia

Seguía embobada, habían pasado varios días desde que Alan había desplegado sus dotes de músico profesional, y había conseguido enamorarme más de lo que ya estaba. No había podido agradecerle como merecía aquel detalle porque me había venido el periodo, nadie sabe lo que me enfadé con mis ovarios por someter a mi cuerpo a aquel sabotaje.

Pero tiré de paciencia y de varias dosis de resignación, tampoco es que pudiera hacer nada, siempre había sido algo tiquismiquis respecto a mantener relaciones sexuales estando con el periodo. Carlota decía que eran tonterías de mojigata, a mí, sinceramente, me daba asco. Alan, por el contrario, se había divertido bastante intentando torturarme aprovechando mi situación. Si ya con visualizarle en su estudio me ponía a mil, verle pasearse por casa en ropa interior, o en una de sus mil posturas lo empeoraba todo, a ese paso moriría por una combustión espontánea, como pone en el libro Si tan solo fuera sexo.

Resoplé resentida, hoy tampoco podía concentrarme, a ese paso Alejo acabaría despidiéndome; al menos Sonia y Leyre disfrutaban con mis historias de amoríos. Había pasado de ser hermética como un cofre, a tener la necesidad de expresar las increíbles cosas que me estaban pasando. Tenía ganas de volver a ver a Alan tocar, y para que mentir, me moría de ganas por hacerle el amor en aquel sofá de dos plazas, rodeada de todos esos aparatos. Hasta había contemplado la posibilidad de hacerle el amor mientras tocaba, ¿sería posible? Puse YouTube y busqué videos de músicos que tocaban el saxo, de repente, todo lo relacionado con ese instrumento me llamaba la atención, no quiero pensar lo que podría llegar a pasar si lo mío con Alan no terminara bien, o simplemente terminara. Probablemente me pasaría mucho tiempo evitando el sonido de aquel instrumento, y lo repelería como repeles a algo que te provoca recuerdos que te conmueven el alma. Jacqueline me dijo una vez, que había estado años sin escuchar «What a Wondefull world», era incapaz de escucharla entera sin echarse a llorar o a vomitar literalmente, ¿me pasaría eso a mí?

Vi varios vídeos de un chico que tocaba el saxo increíblemente bien, su cara me sonaba de algo, pero no sabía de qué, probablemente lo hubiera visto en algún sitio; últimamente tenía la memoria hecha un desastre. Sentí que había alguien detrás de mí, pero no me hizo falta darme la vuelta para saber quién era, Alejo se acercó a la pantalla y esbozó una sonrisa.

-¿Qué haces mirando los videos del ex de mi hermana? Entonces caí, ya sabía de qué me sonaba, había escuchado aquella historia al menos un millón de veces, y aunque María ya estaba respuesta, no podía evitar compadecerla.

-Ha sido sin querer, me sonaba de algo y no sabía de qué. - Volví la vista al vídeo y vi como aquel chico tocaba y bailaba a un ritmo que me hacía preguntarme cómo no se moría ahogado-. ¿Cómo esta ella? ¿Volvieron?

-Volvió a buscarla tiempo después, pero volvió a hacerle la misma. -Me llevé las manos a la boca-. Pero bueno, aprendió la lección. Fue una coincidencia que tu amigo Izan y ella ya se conocieran. Le vino genial su ayuda.

-Me alegro. -Me miré las manos-. Menudo cabrón.

El vídeo ya se había terminado, miré la pantalla, ¿qué podía haber llevado a aquel chico a ser tan capullo?

-No elegimos de quien nos enamoramos, Nadia, quizá ese fuera el problema del chico. Quizá no se enamoró de ella igual que ella de él, mi hermana vive en su mundo de piruleta.

Me eche a reír, conocía a María y, aunque era bastante soñadora, no vivía en un mundo de piruletas, más bien, el mundo piruleta era en el que Alejo quien vivía muchas veces, o, mejor dicho, en su mundo de Pirulos.

-Alejo, ella me contó los detalles de todo, o ese tío está tarado, o es un actor de narices, nada de lo que hizo fue normal. Odio a las personas así, aparecen en tu vida, hacen que las quieras y luego se van, ¡eso es inhumano!

Negó con la cabeza sonriendo.

-Un momento. -Se quedó pensativo-. Eso último que has dicho, ya lo había escuchado antes, ¿es de un libro?

-Es de uno de los capítulos de The Walking Dead, se lo dice Dale a Andrea. -Me miró incrédulo-. Cuando lo dejé con Carlos, solo me sentía bien viendo la serie de zombies, quizá era porque me sentía un poco así, no lo sé, aquella frase se me quedó grabada.

Alejo se echó a reír por una broma que solo debía entender él, y me dejó ahí, sin saber de qué narices se reía. Después vi unos cuantos vídeos más de aquel muchacho y me pregunté qué narices había estado pasando por su cabeza cuando se la jugó de aquella manera a María, y luego pensé en María, ¿odiaría ella todas esas canciones?

Después de regresar al mundo real y terminar de adelantar unos cuantos manuscritos; en lugar de aprovechar mi hora de comer vagueando por la editorial, culturizándome a base de cotilleos, decidí conectarme al Skype. Pese a que había estado bastante entretenida con todo lo de Alan, una parte de mí no había dejado de pensar el señor Moore. Al principio no había casi nadie conectado, así que, resignada a estar un día más sin saber de él, me concentré haciendo monigotes sobre un folio.

-Nadia, ¿está mi hermano por ahí? -Cuando levanté la vista vi que María se había parado frente a mi mesa, me sorprendí al verla, a veces el universo es curioso, justamente el día en el que había hablado con Alejo sobre su hermana, esta misma se presenta en la editorial, ¿debería a empezar a creer en la famosa ley de la atracción?

-¿No está en su despacho?

-No.

Fruncí el ceño, no le había visto salir del despacho, aunque también es verdad que solía empanarme de una manera asombrosa. Siguiendo mi consejo, lo llamó por teléfono; tardaría media hora en llegar, según él, estaba en una reunión importante, miré hacia otro lado cuando María me dijo lo de la supuesta reunión. No estaba segura, pero apostaba lo que fuera, a que aquello era un cuento, seguro que estaría con alguno de sus nuevos ligues. Después de ofrecerle una de las sillas que estaban cerca de mi mesa, tocamos distintos temas banales, hasta que el silencio nos golpeó de manera aplastante. La miré durante unos segundos, era ahora o nunca.

-¿Sabes qué? -María levantó la cabeza y me sonrió-. Justamente hoy, hemos estado hablando tu hermano y yo de ti.

-Vaya, ya decía yo que me pitaban los oídos, ¿y se puede saber sobre qué tema cotilleabais?

Dude durante unos segundos en si sería acertado sacarle el tema, pero al final me decidí.

-Estaba viendo unos vídeos, y por casualidad apareció un vídeo del aquel chico con el que saliste hace unos meses. -Su cara palideció durante unos segundos-. Me dijo tu hermano que, después de lo que me contaste, volviste con él.

Miró hacia otro lado durante un rato y pensé que no me contestaría hasta que la vi tomar aire.

-Sí, tres días después me llamó y me dijo que quería hablar, se dio cuenta que me quería y que había sido un error, me pidió perdón y yo, como una idiota, lo perdoné. Dos semanas después volvió a las andadas

-Joder. -Miré al suelo-. Lo siento.

-Esta vez no pude esperar, así que cogí el coche y me planté en su casa, si le dejaba unos días para pensar volvería a pedirme perdón y necesitaba que me fuera sincero, sabía que la única manera de que lo fuera era pillándolo por sorpresa.

-¿Y te dejó?

-Me dijo que estaba confundido y que no quería tomar ninguna decisión estando así. Así que la decisión la tomé yo, no podía permitirle que siguiera haciéndome daño, y con todo el dolor del mundo le dije que ya no le esperaba más, justo ahí todo terminó.

La miré en silencio durante un rato, solo quien ha pasado por una ruptura dolorosa puede llegar a entender qué se siente, sobre todo cuando dejas a alguien a quien amas, solo porque al fin comprendes, que antes que a nadie, debes amarte más a ti mismo.

-Verle llorar no ayudó en nada, pero en ningún momento me detuvo. Lo único que me dijo es que el sí que me quería, pero había algo que fallaba, que no le hacía sentir lo que debía, ¡y dios! Aquello me mató. Es horrible oír algo así de alguien de quien te has enamorado, y más cuando ese alguien horas antes actúa como si fueras el centro de su mundo.

-No hay quien lo entienda.

-Desde luego que no. -Su rostro se había entristecido y pude ver cómo le seguía importando-. Pero aun así, pienso en él casi cada día, a veces intento ver sus vídeos, pero aún sigue doliendo un poco, llámame blanda. - sonreí y la miré con cariño-. Me llevó tiempo entender por qué había tenido que conocerlo, pero como todas las cosas que pasan, todo tiene un porqué. -Fruncí el ceño-. En el mes que estuve con él, estaba tan absorta en su mundo, que la pintura quedó en un segundo plano. No fue hasta que se terminó definitivamente y estuve en plan zombie, que pude sacar a flote todo lo que llevaba dentro, gracias al resentimiento que sentía, creé varios de mis mejores cuadros, de hecho tardaron solo semanas en venderse. Apareció en mi vida para llevar mi creatividad al máximo nivel, aunque fuera a través de la tristeza. Desde entonces mis obras son mejores, su cometido era ese, y aunque hay días que me vengo a bajo, el resto del tiempo estoy bien.

-¿Y crees que te valió la pena?

-Bueno, odié al universo por ello. Pero con el tiempo me di cuenta de que aprendí mucho con él, y eso que estuvimos un mes escaso, pero me enseñó infinidad de cosas que aún hoy pongo en práctica. Crecí como persona, y bueno, nadie pasa por nuestra vida por casualidad. Seguramente a ti te haya ocurrido alguna vez algo parecido, quizá un día llegarás aquí, triste por un mal de amores y toparás con una historia, que dado el estado algo más sensible de lo normal, pudieras sentir esa empatía especial que, quizá, estando bien no hubieras visto.

Me paré a pensar, y justamente fue eso lo que me ocurrió cuando Si tan solo fuera sexo tocó mis manos por primera vez. Estuvimos hablando durante un rato más hasta que vimos a Alejo aparecer, antes de que ambos se encerraran en su despacho le hice una última pregunta.

-Una cosa. -Se volvió hacia mi - ¿puedes escuchar la música que compartiste con él?

Ella sonrió.

-No. Pero sé que toda esta historia no ha acabado aquí. El destino es tan caprichoso, que estoy segura de que tarde o temprano, volveré a encontrarme con él. Puede que como amigos o como sea, y sé que, será entonces cuando esa maldición que me impide escuchar cierta música desaparecerá.

Le sonreí antes de que me dijera adiós con un gesto con la cabeza, me quedé pensativa. Últimamente las historias de amor inconclusas o con un final triste me afectaban, quizá fuera empatía, o era el terror que sentía al presentir que algo así acabaría ocurriéndome a mí. Después recordé brevemente un artículo que leí sobre la ley de la atracción, yo misma atraería las cosas buenas y malas si no paraba de darle vueltas; así que intente dejar mi mente en blanco, o al menos rellenarla con tíos buenorros e islas paradisiacas, si la ley de atracción era cierta, me esperaba una isla paradisiaca con tíos buenos. ¡Qué sufrimiento!

Estaba a punto de apagar el ordenador cuando una lucecita naranja parpadeante me removió el estómago.

-Dichosos los ojos que la ven conectada, me ha tenido abandonado señorita Sánchez

-¡Señor Moore! No imagina cuánto me alegra saber de usted, he estado muy liada últimamente,

-¿Me ha echado de menos?

En aquel instante, quité los dedos del teclado... ¿Por qué tenía aquella sensación rara en el estómago?

-No me obligue a ser sincera, que luego se arrepentirá.

Miré la pantalla sonriendo, la respuesta estaba clara.

-Eso es un sí.

-Usted es un creído.

-Y a usted eso le gusta señorita, no me diga que no.

-Yo no digo nada, que luego todo se sabe.

-¿Está usted en la editorial ahora mismo?

-Sí. Estoy conectada porque necesito un descanso, no he parado en todo el día.

Carraspeé y miré a mi alrededor por si alguien había podido leer la mentira que acababa de decir, vi que estaba sola, y sonreí.

-Hay algo en lo que no he parado de pensar estos días. Quizá me esté volviendo loco, pero tengo que decírselo.

-Me está asustando, ¿va todo bien?

-Sí, no es nada malo. Solo, que, es atrevido.

-Señor Moore...

-Tantos días sin saber de usted, y no podía dejar de pensar, ¿me deja mandarle una foto?

-¿Una foto?

-Sí.

Mire la pantalla del ordenador mientras tragaba saliva. No podía ser lo que estaba pensando, no podía ser, ¿no?

-Moore, creo que, si me está preguntando eso, es porque no cree que sea muy ética la foto que digamos; sino no preguntaría, la mandaría y ya está.

-A la porra la ética, Nadia... ¿hay alguien cerca?

-No, están comiendo o en reuniones. Pero Moore, oye, no quiero serle brusca, pero se está equivocando conmigo.

-Vamos Nadia, no hace daño a nadie, necesito enseñarle algo que usted provoca en mí. Mire, me voy a hacer la foto; luego y haga lo que crea mejor, descárguela o no, pero necesito que pueda ver lo que consigue.

Me llevé las manos a la boca, apenas podía parpadear, el corazón me iba a mil, miré a mi alrededor otra vez, no había nadie, llené de aire mis pulmones y lo expulsé fuera, estaba nerviosa. Apareció una foto borrosa en la pantalla con un botón en el centro, para descargarla, o no. ¿Estaba preparada para ver el pene de un hombre que me atraía por su mente? Llevé mi dedo al ratón y lo guié al centro de la foto, estaba a un solo «clic» de cambiar mi relación con un posible fichaje para la editorial, tenía dos opciones, aceptar o no. Cerré los ojos y apreté sobre la foto para su descarga. Ya había elegido mi destino.

Cuando abrí los ojos, una foto se hizo clara, entonces me quedé de piedra. Era el torso de un hombre con una camisa ¡y un chaleco de lana muy esnob! Me llevé las manos a la cabeza y roja como un tomate empecé a reírme.

-¡La madre que lo parió! Casi hace que me dé un algo. Se estará riendo bien a gusto.

-No lo sabe usted bien, hubiera pagado por ver su cara. ¿En serio creía que iba a ser una foto de mi miembro?

-¡Pues sí! como me lo decía en ese plan... ¡Dios!

-Aun así, la ha descargado.

-Después de leerme su libro, ¿cree podría ignorar esas cosas?

-¿Le gusta mi chaleco? Lo vi y pensé en usted.

-Parece de pijo repelente, pero sí, es bonito.

-Quizá me lo ponga para cuando la conozca en persona, que será en dos semanas. He recibido una llamada del editor jefe. Ahora mismo me es imposible acudir, tengo cosas que cerrar en mi trabajo, pero ya hemos fichado una fecha, ¡y estoy impaciente! Tenía muchas ganas de contárselo. Bueno, me tengo que ir, espero que hablemos más a menudo, ¡que mire lo que he tenido que hacer para llamar su atención! La próxima foto, será con mi pijama a cuadros. Le advierto desde ya.

Me llevé las manos a la boca y di un breve alarido, ¿qué? Antes de que hubiera podido contestar, el señor Moore se había desconectado. Y en parte deba las gracias, porque me había quedado de piedra. El corazón me latía desesperadamente, en dos semanas, por fin, podría ponerle cara al creador de una de las historias que más me había impactado en mucho tiempo. Debía reconocer que aquello me producía una sensación extraña, unos nervios extraños se adueñaron de mí en aquel momento, y supe que no me abandonarían en muchos días. Puse de nuevo la foto y sonreí, me pareció raro que no me mostrara su cara, al fin y al cabo, le vería en unos días. Me apoyé en el respaldo de mi silla, y me quedé mirando aquella foto, mucho rato.

Lo único que me hizo apartar la vista de la pantalla fue una llamada de Alan, y no sé por qué, quite la foto de Moore; me sentía de cierta manera culpable. Disimulé lo que pude, ya que hasta yo misma me notaba rara, pero él pareció tener mucho lio, porque no me dijo nada, y me pareció raro, ya que él notaba esas cosas. Me dijo que no sabía a qué hora llegaría a casa, ya que su hija estaba bastante constipada, y quería estar cerca, cosa que entendí perfectamente, incluso me invitó a ir a cenar con sus padres, para que así pudiera conocer a su pequeña. Pero, aquello me pilló tan de sorpresa, que no sabía qué decir, y eso lo entendió a la perfección, ya que él mismo dijo que quizá estando su hija malita, no era el mejor momento de conocerme. Sonreí y le di las gracias por adivinar mis pensamientos, cuando colgué la llama, se me quedó un «te quiero» en la garganta, resoplé, necesitaba aire.

Hacia frío, pero yo tenía calor; y una cosa dentro de mi estómago que no me dejaba estar tranquila, era como una premoción de algo, pero no puedes saber el qué exactamente.

Paseé por las calles más céntricas. Aunque no hubiera aceptado la invitación de Alan, pensaba que lo mejor era comprarle algo a su hija, entré en una tienda de niños y compré una mantita de unos dibujos de Disney que sabía por Alan, que eran los preferidos de su pequeña, también le compré varias películas del antiguo Disney que tanto me habían marcado; a lo tonto, acabé con tres bolsas para su pequeña, y me sentí super feliz.

Entonces se me ocurrió una idea, pero antes de ponerme en marcha, entré en una tienda de caballeros, había una bufanda que me había gustado para mí.

Tardó tan solo dos tonos en responder, yo estaba nerviosa, y no dejaba de reír.

-¡Hola Nadia!

-Hola feo, ¿Cómo va la peque?

-Dando por culo. Tiene casi cuarenta de fiebre, y está tan normal.

-Ha salido a su padre.

-No me hagas decirte, lo que te haría su padre, si te tuviera ahora mismo delante.

-¡Alan!

-Tranquila. -Escuché como sonreía-. Estoy en la cocina, he bajado aquí para hablar contigo.

-Estas en casa de tus padres, ¿verdad?

-¡Claro! ¿Dónde voy a estar?

-Sal, estoy aquí.

-¿Cómo?

-He venido a traer unas cosas a Daniela.

En aquel momento dejé de escucharle, miré varias veces el móvil por si se había cortado, pero no, fruncí el ceño y dudé de Alan, pero escuché una puerta abrirse y salí del coche. Cuando vi a Alan venir hacia mí, tan contento, me sentí mal por haber pensado mal unos quince segundos. Me dio un tremendo abrazo de oso, y después me besó como si llevara semanas sin verme; el corazón me iba a mil.

-¿Por qué no me habías dicho que venias?

-Quería que fuera una sorpresa. -Le acaricié los labios.

-¿Cómo has encontrado la casa? ¿Te había dicho cómo llegar?

-No, pero he estado viendo tu Facebook, solo ha sido dar con la casa de la foto.

Me sonrió con ganas, y yo me sentí como una tonta enamorada. Después de estar hablando un ratito empezó a hacer frío con ganas, y él solo llevaba una camiseta de manga larga, sabía que se estaba quedando helado, aunque lo intentara ocultar. Le dije que tenía que irme a ver a Carlota, -sí, mentí-. Así que después de ayudarme a sacar las bolsas del coche, me dio un abrazo enorme y me besó poco antes de meterme en el coche, bajé la ventanilla y le miré.

-Más tarde te llamo para ver cómo sigue la peque ¿vale?

-Vale, aunque ya te digo que va a estar como loca después de ver todo esto, no deberías...

-¡Alan! No te pongas pedante. -Sonrió-. Ve dentro, vas a terminar por ponerte mal tú.

Poco después estaba volviendo a casa super feliz, aquella simple tontería de ir a verle de sorpresa con regalos para su nena me había hecho sentir genial, y aunque llevaba media hora en casa y ya echaba de menos a Alan, se hacía algo más llevadero. Cené algo rápido y me fui directa al ordenador, hubiera estado genial poder concentrarme en el trabajo, pero era como pedirle peras al olmo.

Incluso intenté concentrarme escuchando a Ed Sheeran, ese chico siempre conseguía que me tranquilizara y despejara mi mente, pero en aquellos momentos, mientras escuchaba esas canciones solo podía pensar en bailar. ¿Esas cosas solo me pasaban a mí? Y en Ed, era tan «cuqui».

Después de estar un rato mirando a la nada, decidí conectarme en Skype y ver quién había por allí. Lo admito, que estuviera Moore era uno de los principales motivos para ello. Y para mi sorpresa allí estaba.

-Buenas noches, Moore.

-¡Qué sorpresa! Ya pensaba en irme a dormir, parece que no haya nadie vivo.

-Yo soy una de las pocas supervivientes.

-¿Duerme poco?

-Menos de lo que debería, pero bueno, ya está empezando a ser una costumbre.

-¿Usted sabe lo que envejece la piel no dormir bien?

-¿Y usted sabe que me acaba de parecer un pedante? -Sonreí negando con la cabeza.

-Sí, tengo gran poder de intuición, señorita Nadia. Si no fuera tan tarde, la invitaría a un café.

El corazón se me paró en ese instante, ¿verle cara a cara?, ¿a solas? La simple idea me puso muy nerviosa, aun así, recuperé el aliento y le contesté todo lo natural que pude.

-Siempre llego tarde a todo, supongo que es mi cruz.

-Bueno, el café sigue pendiente.

-Por supuesto, Moore. Por cierto, aprovechando que es tarde... ¿Está usted solo ahora mismo?

No contestó en varios minutos, cosa que hizo que me echara a reír, aproveché para ir a por aquella bufanda que me había comprado esa tarde, que en cierta manera me recordaba a él. Cuando regresé él estaba escribiendo.

-En estos instantes sí. ¿Por qué me lo pregunta?

-Bueno, esta tarde he estado de compras, y he visto algo que me ha recordado a usted.

-¡Vaya! ¿Y qué es si se puede saber?

-Ahí viene el problema, no es muy ético enseñárselo, la verdad.

-Venga, no exagere, seguro que es cualquier chorrada.

-Es lencería. Lencería típica de pija de las que a usted le deben de gustar. Llevo puesto ahora mismo el sujetador. ¿Quiere verlo?

-No me lo está diciendo en serio. ¿Verdad?

-No veo qué problema hay, es como si me viera en bikini, no sabía que era tan escrupuloso.

-No soy escrupuloso, pero hoy casi se muere cuando pensaba que le iba a mandar una foto de mi enorme látigo varonil.

Tuve que tomarme unos segundos para contestar, ya que estaba riéndome con todas mis ganas.

-¿Enorme látigo varonil? ¿Está hablando de su enorme ego, no es así?

-Piense lo que quiera. La culpa es suya, me tiene desconcertado.

-Bueno, yo le mando una foto, si quiere verla o no, ya es cosa suya.

-Nadia...

No le contesté, me enrollé la bufanda al cuello, y me hice la foto sonriéndole. Le di a enviar y me quedé mirando la pantalla sonriendo. Cabía la posibilidad de que no descargara la foto, eso no sabía exactamente cómo me hacía sentir, poco después vi las palabras mágicas «escribiendo» y me llevé las manos a la boca.

-No sé ni qué decirle. No niego que me reído, en el fondo soy bastante crédulo.

-¿Le gusta mi bufanda señor Moore?

-Me encanta, muy de mi gusto. ¿Lo ha hecho aposta?

Iba a responderle cuando mi móvil empezó a sonar, cuando vi que era Alan un pequeño sentimiento de culpabilidad se hizo bastante patente, mientras aceptaba la llamada le puse un icono a Moore de un teléfono.

Como había vaticinado Alan, su hija estaba como una loca jugando con todo lo que le había llevado. Ya había tenido que ver dos veces la sirenita, y me hacía responsable a mí, estaba tan entretenida hablando con él, que olvidé por completo el ordenador. Hablamos cerca de una hora, podía escuchar a su hija de fondo, y me partía de la risa, parecía un encanto. Un rato después, nos dimos las buenas noches, y fue cuando caí en el señor Moore.

Se había desconectado unos diez minutos después de estar hablando con Alan, supongo que se había cansado de esperar, de todas formas, no se había ido sin dejar un mensaje.

-Debe de ser una llamada importante, me encantaría esperarla, pero en unas pocas horas me levanto, debo de ser bueno, e irme a dormir ya. Gracias por el ratito de hoy, tiene un gusto exquisito para las bufandas. Descanse Nadia, nos vemos en unos días.

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