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Capítulo 65. El conteo regresivo


Karter Sorní

Le daba vueltas al celular en mis manos, frente a mí en la mesa se encontraba el colgante con aquella letra M que tanta discordaba había traído. Memorias vinieron a mí al tenerlo en mi mano y tuve que soltarlo como si me quemara cuando las lágrimas se asomaron al recordar la rubia de ojos azules. A más de un mes de su partida, a más de dos meses de su desaparición, seguía trayendo a mí fogosos pensamientos de nuestros encuentros.

Estaba indeciso entre llamar al hermano de Lohan, ¿qué sucedería si lo hacía? ¿Qué pasaría si no? Mi hermana seguía desaparecida, ya había pasado dos días desde que Maxwell se la llevo y no sabía qué hacer luego de la estupidez que había hecho. El móvil se movía entre mis dedos, deslizándose por el sudor de las palmas y siendo sostenido de nuevo del otro extremo.

Después de tanto pensarlo, encendí la pantalla. Ya había tomado una decisión.


Cuatro días de la desaparición de Cooke

Toqué la puerta de madera en un color blanco pálido de la casa que se levantaba sobre las demás en los suburbios, nadie respondió a los primeros toques, así que decidí insistir.

Un sonido de cerrojo al otro lado de la puerta me hizo entender que alguien me había asistido, y me separé unos centímetros para dejar ver a una mujer de hermosa vestimenta con su cuerpo de revista. Su pelo rubio caía por sus hombros con tal gracia, mientras que el azul de sus ojos destacaba en el maquillaje tan sutil que cargaba. Era la madre de los Sayler, era evidente que sería perfecta.

—Buenas tardes, señora Sayler.

—Buenas tardes, querido, ¿necesitas algo dulzura?

—Sí. Lamento importunarla a estas alturas tras la muerte de su hija, pero quisiera saber —encendí la pantalla de mi celular para buscar una imagen y al encontrarla se la mostré—, si ha visto a esta chica hace poco. Es mi hermana y estoy preocupado al no saber de ella desde hace cuatro días.

—¿Cuatro días? ¿No es mucho? Deberías llamar a la policía.

—Lo he intentado, pero no encuentro a su hijo por ningún lado.

—Oh, cierto —Hizo el gesto como si recordara algo y mostró una sonrisa amplia de boca cerrada—. Maxwell tuvo que irse con su padre al extranjero por unos días para resolver un tema pendiente. Lamento tener que decirte esto, pero creo que tendrás que asumir que tu hermana desapareció en el Haro.

Eso sonó cruel para salir de tan dulces labios de aquel tono rosa pastel algo acentuado. Ella intentó cerrar la puerta despacio tras dar unos pasos atrás, pero yo la detuve con la mano antes de que terminara de hacerlo.

—No entiende, señora Sayler. Hablamos de mi hermana melliza. Debería entender el sentimiento de desesperación que siento al no saber cómo se encuentra.

Ella forzó un poco más el cierre a pesar de que yo insistía en dejarla abierta para hablarle.

—Claro que lo sé cariño. Aunque suene doloroso, no puedo hacer nada. —Empujó otra vez sin tener éxito en la fuerza—. Si quieres te ayudo más tarde, tengo algo que hacer ahora dulzura.

Su sonrisa se veía forzada. Era como si con lentitud dejara ver algo particular en ella, una forma que no mostraba a los demás. No me aguanté más e impulsé el madero para moverla a un lado junto con ella, entré sin su permiso y miré a todos lados.

—¿O será porque esconde algo, señora Sayler?

Ella me miró sorprendida y no esperó mucho para querer abalanzarse sobre mí, pero lo que menos tuvo en cuenta es que alguien más entró junto conmigo. Un chico alto de pelo negro y de músculos acentuados debajo de su camiseta la tomó de los brazos para inmovilizarla, era el hermano de Lohan, Aarón.

—Sube, debe tenerlos en una habitación —argumentó el pelinegro mayor que Lohan intentando controlar los movimientos erráticos de la mujer.

—¡No! ¡No suban! —los gritos de la rubia ya despeinada por los fuertes movimientos me hicieron entender que tenía razón, era posible que estuvieran allí.

Corrí por las escaleras escuchando las vociferaciones de ambos en el piso. En la primera puerta pateé dos veces hasta que cedió, miré dentro y no había nada más que una habitación vacía, seguí con la segunda puerta, luego con la tercera y cuarta, nada. Solo quedaba una, y esa debía ser. Mi respiración ya estaba agitada, era ahora o nunca, si no era esa puerta, no podía imaginarme cuál más sería.

Una patada, otra más y otra.

Hasta que por fin cedió. La madera chocó con la pared y dejó ver lo que menos esperé. Mi hermana estaba tendida en el piso, atada como un animal al tobillo. No pensé ni dos segundos para entrar en busca de su cercanía e inclinarme en el piso para sostenerla. Se veía tan débil, sus labios estaban secos y ojos cerrados, estaba pálida mientras que su cabello gritaba descuido por doquier, había arañazos en su cara y algunos rasgos de golpes fuertes. Me dolía el tenerla así entre mis brazos luego de tantos días y sin contar todo lo que había pasado, según su testimonio el día en el que apareció en la universidad.

La removí un par de veces y ella no despertaba, el pánico se adentró en mí y solo me hizo suponer en lo peor.

Dos disparos se escucharon en el piso de abajo, algo estaba pasando y no sabía cómo detenerlo o resguardarme de lo que sea que fuera. Aunque me dolió bastante, solo pude pensar en dejar a mi hermana en el mismo lugar que la había encontrado y colocarme detrás de la puerta, sabía que me hallarían al instante, pero tendría la oportunidad de hacer por lo menos un ataque de defensa.

Unos pasos subieron las escaleras de manera apresurada y temí lo peor. Tragué grueso, lo único que me defendía del peligro a pesar de los disparos eran mis puños.

Bien, era hora de ser fuerte. Era hora de demostrarle a mi melliza que también podía defenderla como tanto había hecho ella en España, que no estaba sola y tenía alguien junto a ella a pesar de las peleas y problemas, alguien que sería su sombra de ser necesario y que se preocupaba por ella sin importar lo que me escondiera.

Eran cada vez más cerca las pisadas, ya estaban en el umbral de la entrada y solo pude levantar el puño. Quizás le atacara desde abajo y sería más efectivo, si tenía un arma sea quien sea, me mataría. La figura caminó hasta entrar por completo y ese fue el único momento en el que reaccioné. Y golpeé directamente a la nuca con toda la fuerza que pude acumular.

Un quejido familiar salió de la persona, casi cayendo al piso, de no ser que fue más rápido y mantuvo el equilibrio, este se dio la vuelta mientras pasaba su mano por el lugar ubicado, era Lohan.

—Maldita sea, un poco más abajo y me matas imbécil.

—Lo siento, yo...

—No importa ahora. Primeros saquemos a Kylee de aquí y a... —Se detuvo un segundo mirando a la otra pared, yo también observé al mismo punto notando el cuerpo de Maxwell, ¿cómo no me había dado de cuenta? Al parecer el miedo me hizo obviar detalles muy evidentes.

—Lohan —susurré y él negó con la cabeza, a pesar de estar contrariado en lo que veía, entendió a lo que me refería.

Si Maxwell se encontraba atado junto a Kylee, si ambos estaban secuestrados en la misma casa de los Sayler, eso quería decir que...

—Allyson es la culpable —concluyó el otro chico de ojos azules cuando su hermano también llegó a la escena.



¡Chan! ¡Chan! ¡Chaaaaan!

¡Hola linduras! Todo se está deshaciendo lentamente, ¡Ah! ¡AH! 

Ok, perdón, entré en pánico. Disculpen, recobro la compostura.

En mi sexy calendario dice que faltan cuatro capítulos para que se prenda esto más de lo que está. Vayan preparándose porque ni siquiera yo estoy preparada para lo que viene. (?) (Y si es posible, busquen sus pañuelos desde ahora XD)

¡Besitos suspensivos!

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