Capítulo 63. Desenterrado
Allyson De Sayler
Domingo seis de julio, entierro de Mara Sayler. Siete con treinta dos minutos de la mañana.
La caja era descendida con suavidad con el cuerpo en su interior, hasta su última morada. Los presentes solo admirábamos entre nuestros pensamientos sin derramar una sola lágrima, considerando la idea de que toda esa situación podría ser un sueño y en cualquier momento nos despertaríamos con la gran sonrisa de la rubia, iluminando la casa como todos los días. O quizás era yo la única que tenía esa esperanza.
Nunca me imaginé enterrar a mi hija, y menos verla muerta por mis propias manos. Aquel catorce de junio fue un día distinto para mí luego de su visita, luego de que estuvo en mi casa y me amenazó con algo que estaba muy escondido en mi memoria. No podía arriesgarme y esperar que todo sucediera según sus métodos, debía apresurarme si quería seguir siendo libre como siempre y que no cumpliera su promesa.
Observé a Maxwell, él estaba al lado de Lohan, y a pesar de sus semblantes tristes, se contenían lo más posible para no romperse por el momento de la despedida. Sus ojos pegados al ataúd en el hoyo me debilitaron un poco mi ser y me hizo también querer ceder a mis sentimientos. Pero no podía, debía mantenerme regia, perfecta ante toda escena a pesar de que sea el funeral de mi propia descendiente menor.
Tyler, mi esposo, se encontraba a mi lado en su impecable traje negro, al igual que los otros dos chicos, y en su rostro acostumbrado una perezosa línea delgada que cruzaba por su labio para cubrirse por una bendita. Sin embargo, eso no lo hacía menos atractivo. Su pelo y ojos castaños fueron la clara evidencia que dejó como herencia para mi hijo mayor, mientras que nuestra niña era mi copia en absoluto. El pensar que no vería aquel reflejo mío de menor edad en la casa me mataba de culpabilidad y pena.
Lo peor de todo esto era que ninguno de los dos, ni mi esposo ni mi hijo, sabían el hecho de que yo había matado a la rubia. Para ellos no tendría ningún sentido que haya asesinado mi propia hija, porque no entenderían el poder que tiene esa persona. Aunque Tyler le conoce, nunca supo lo capaz que era de lograr a cabo su plan si se lo proponía, sin importar a quién quitara del medio.
Me acerqué al agujero para verlo por última vez, lanzando allí unas flores que tenía en mano y al instante, comenzar a ser enterrada por los ayudantes del cementerio. Mi corazón se estrujó y mis labios temblaron al dar los mismos pasos hacia atrás los que había dado al frente. Tyler, al notar mi semblante, colocó su mano sobre mi hombro y acarició desde allí hasta cierta parte de mi espalda.
Cubrí mis labios con mi diestra e intenté esconder mi mirada cristalina, debía ser fuerte, no podía mostrar debilidad cuando lo que había enseñado a mis hijos que esto no era bueno, que debíamos ser indestructibles si era necesario. Pero debían entenderme, había perdido a mi hija, a la luz de mis días, a mi reflejo, a mi niña perfecta, a la dulzura y ternura de la casa.
Con una respiración profunda logré estabilizarme y ver hacia delante, en espera de que terminaran por sellar el lugar de descanso de su cuerpo sin arma, de aquella máscara que ella usaba para la sociedad, mientras que su verdadero ser se había liberado hacia algún punto de la muerte. El hombre a mi lado me pasó unas gafas de sol con cristales tintados en blanco que no dejaba ver mis ojos, me los coloqué y seguí expectante ante nuestra situación.
Entonces, entre tanto silencio, pude sentir a alguien más allí. Alguien me observaba. Con disimulo giré mi vista alrededor hasta que di con su figura, con esa sonrisa tan iluminada que tanto había empleado yo. Me sonreía como yo le había sonreído alguna vez, cuando estuvo en la misma situación que yo en ese momento. Me saludó con la mano y yo le devolví el gesto, intenté disfrazar mi incomodidad, siendo esto casi imposible al ver como no pestañeaba con la mirada fija en mí.
Sabía lo que quería decir con su presencia en aquel lugar a una distancia lejana para que los otros no le notaran. Su juego estaba a punto de terminar y nada ni nadie podría detenerle, ni siquiera yo.
Cuando todo estuvo listo, dimos una despedida final y nos salimos a paso lento del camposanto. Mi mente divagaba de tantas maneras, menos en la presente, sentía asfixiarme con aquella ropa blanca al considerar todo lo que podía estar imaginando quien estaba siendo mi pesadilla otra vez. No era devota, menos era religiosa, pero solo me quedaba el orar y pedir a cualquier entidad en el cielo que me devolviera la calma que tenía antes de que llegara aquel espíritu que me atormentaba.
¿No le bastaba con el hacerme morir junto a mi hija? ¿No le bastaba ver mi semblante demacrado al tener presente a cada segundo que había matado a mi hija? Era una asesina, era una mujer con muchos pecados que fingía perfección ante otros para sentirse bien consigo misma. Y a pesar de que los que estaban a mi alrededor notaban esto, nunca hacían nada para ayudarme, solo dejarme ser.
Ahora, volviendo al presente y viendo a los dos jóvenes en el piso dormir por bastante tiempo, solo me hizo sentir como una criminal. Me hizo querer castigarme a mí misma con cualquiera de las ideas que tuvo mi madre en mi infancia para enderezarme en los caminos de la rectitud y la pureza inquebrantable. Sí, lo haría luego de que ellos despertaran, me lo merecía, no había sido perfecta al dejar que esa figura me atormentara al punto de hacer eso a mi hija, Mara no se merecía eso, Mara era perfecta, incluso más que yo que era su propia madre.
Apreté los labios al sentirlos temblar, ¿cuándo fue la vez que lloré por última vez? ¿Cuándo mi padre se suicidó frente a mis ojos y mi madre fingió que esto no pasó? ¿Cuándo me obligó a casarme con alguien que no quería solo porque la persona que en realidad amaba era pobre? No lo recordaba claramente. Era posible que lo hiciera todos los días a escondidas o tal vez lo soñaba, no estaba segura. Mi mente le costaba de vez en cuando encontrar la diferencia entre la verdad y la ficción.
A mi cabeza vino esa melodía, como lo hacía en el día cuando menos lo esperaba. Un dulce sonido de una pequeña caja musical que me relajaba y me hacía cobrar un poco la compostura luego de los recuerdos tan crudos del pasado. Siendo sincera, tampoco podría recordar dónde o cuando la había escuchado, solo sabía que estaba en mi cabeza cuando lo necesitaba.
Una queja por parte de Maxwell al despertarse me hizo observarlo con atención, quería ver cuál sería su reacción. ¿Rabia? ¿Miedo? ¿Pánico? Quería saberlo. Quería saber si tendría la misma mirada que Mara cuando le apretaba el cuello aquella noche en su habitación. El chico se movió y se detuvo cuando el tintineo de la cadena se hizo por el movimiento de su pie, él lo miró durante un minuto como si analizara aquella atadura, luego se detuvo en el cuerpo inerte de la chica, para al final girar su rostro hasta mí.
Tranquilidad.
Era lo único que reflejaba. Era igual que su padre al parecer. Sabía que estaba ahí por algún castigo y por eso parece que no le molestó el estar así.
—¿Qué hice esta vez? —cuestionó como si nada. Justo me recordó a la vez que Tyler... Bueno, no importaba.
—Lo sabrás después.
Me di la vuelta para llegar a la puerta y dejarlos allí, pero justo en ese momento me detuve al escuchar las palabras de mi propio hijo.
—¿En qué me equivoqué, madre? —Lo miré sobre mi hombro por su otra pregunta—. ¿Es porque no he encontrado al asesino de Mara?
Apreté el agarre de la perilla y salí al instante sin responderle, cerré la puerta con seguro detrás de mí, y solo así me desplomé. ¿Qué había hecho?
¡Hi Bbys! ¿Y ustedes? ¿Qué tal? ¿Todo bien? ¿Cómo los trató el capítulo linduras?
Aquí la autora con su acostumbrado conteo regresivo, y faltan seis capítulos para el final.
¿Ya se imaginan quién puede ser el desconocido? Una pista: Ni idea de quién es XD (?) Lo siento, no me maten. DX Nos vemos en el próximo capítulo, pero por favor no me maten.
¡Besitos suspensivos!
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