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Capítulo 60. Sin alucinaciones


Karter Sorní

Había pasado la noche, no tenía noticias de lo que había pasado con mi melliza luego de que Maxwell se la llevara. Ahora mismo no me parecía buena idea el haberla dejado irse con él cuando Cooke había sido específica de lo que había pasado, ¿y si no había mentido? ¿Y si en realidad lo de sus pastillas no afectaron y lo que decía era verdad?

Amaya y yo habíamos investigado sobre el supuesto «ácido fólico» en la madrugada que esperamos tanto por mi hermana, el resultado del nombre del medicamento: antipsicóticos. Podían tomarse en tantas ocasiones y con variedad de enfermedades, que era difícil determinar una en específico. Por eso consideré la idea de que todo lo que dijo fuese inventado, pero... ¿Y si no lo era?

Me sentiría culpable de entregar en bandeja de plata a mi hermana a un supuesto asesino solo por mis dudas a través de sus mentiras. Lo primero que nos enseñó nuestros padres era que la familia es primero y sobre todo lo demás, pero ¿qué hacía yo? La abandonaba una y otra vez, dejándola sola con sus problemas y solo preocupándome de que me ocultara cosas.

Un mensaje de Amaya llegó a mi celular mientras miraba el interior del vaso medio lleno de agua al estar sentado en la mesa meditando. Observé la pantalla del dispositivo a mi lado al instante antes de que se apagara y alcanzar a leer:

«¿Cómo estás? Iré a visitarte en unos minutos».

¿Qué haría sin Amaya? Ha sido mi soporte últimamente en estos momentos de confusión y problemas. Así como mi hermana nunca me había abandonado, ella tampoco me dejó a pesar de sus ocupaciones. Dejé el recipiente a un lado y tomé el teléfono para responderle en el chat un: «Te espero».

No podía dejar de pensar en cómo estaría Kylee, ¿acaso estaría en prisión? ¿Qué habría pasado? Miré unos segundos mi móvil y tras un impulso de necesidad, busqué el número de Maxwell y lo llamé. Nada. No contestaba.

Lo intenté varias veces más, pero no lo tomaba, ¿acaso sería costumbre de él ya no contestarme desde que murió Mara? Lo dejé pasar para tomar el recipiente de agua y beber lo que quedaba de su contenido, ya estaba a temperatura ambiente por el tanto tiempo que lo tuve fuera. Cuando dejé el vaso en el lavavajillas, la puerta fue tocada y al instante supe que era Amaya.

Solo hice abrir la entrada para dejar aquella morena de pelo riso y ojos azules entrar a la habitación con una sonrisa comprensiva que al instante correspondí. Cuando ella pasó yo cerré con seguro.

—¿Cómo te sientes Karter? Hoy tampoco fuiste al entrenamiento.

—Solo pude pensar en Cooke toda la noche, creo que no debía dejarla ir con Maxwell.

—¿Por qué? Ayer me dijiste que parecía buena idea y tal vez así podrías descubrir de una vez por todas la verdad lo tanto que te escondía Cooke. —Ella se notó confundida.

—Sé lo que dije ayer, pero... ¿Y si tenía razón? ¿Y si él quería matarla?

—¿Crees que Maxwell haría algo como matar?

Era cierto. Amaya no sabía lo de Maxwell y el Haro, para ella todo seguía estando dentro de lo habitual además de lo que me pasaba. ¿Quién diría que estaba haciendo lo mismo que Cooke? Guardando información a alguien importante, simplemente por guardarla, sin tener la valentía de enfrentarla y quitarle la venda en los ojos que ha tenido todo este tiempo, así como siempre la he tenido yo, sabrá Dios desde hace cuánto.

—No lo sé. Supongo —le mentí—. Cooke ayer lloró por primera vez Amaya, ni siquiera lo hizo con la muerte de Mara, ella solo se sintió algo mal por Lohan por lo que puedo recordar, pero ahora lloró por miedo, porque no le creía. Lo pude ver en sus ojos. Y yo sin más se la entregó a quien ella huía.

—No te martirices Karter. —Amaya llegó a mi lado y acarició un poco mi brazo, volviendo a reflejar esa sonrisa compresiva—. Hiciste lo que considerabas correcto.

—Lo correcto es que ella estuviera conmigo.

—Pero no lo consideraste-

—¡Debí hacerlo! —le corté a la morena la palabra. La molestia fue repentina en mi organismo—. Mi hermana nunca desaparecería para acusar a alguien de la nada, ella no es así.

—Karter, recuerda lo de las pastillas. Viste todo lo que pasa cuando no se bebe, ¿no piensas que...?

—No. No. No lo sé. —Me sostuve la cabeza con una mano y suspiré pesadamente para echar atrás mi cabello—. ¿Qué debería hacer? Kylee me odiará por el resto de su vida si dijo la verdad y yo no le creí.

Caminé hacia la cocina para alejarme de mi amiga y allí reposar en frente del lavavajillas, sosteniéndome con ambas manos en la orilla y mirar el único vaso allí, el mismo que yo le había puesto hace poco. La mañana anterior había limpiado y lavado todo lo sucio, no sabía si por los nervios de lo sucedido esa mañana con Cooke o si era por el sentimiento de culpa de ver a mi hermana marcharse triste por no hacer nada por ella.

Los pasos de la chica en casa se acercaron y se pusieron detrás de mí, sentí como sus brazos me rodearon desde atrás y apoyó su cabeza con suavidad en mi espalda.

—Lo siento —susurró—. Yo tampoco hice nada, pero por miedo. Todos los que nos rodearon solo hicieron insultarla y llamarla mentirosa cuando ni siquiera sabíamos si era verdad lo que había pasado. También tengo algo de culpa en esto Karter.

—No era tu obligación Amaya.

—Pero yo prometí el ayudarte a tener a tu hermana. Y cuando la tuvimos tan cerca no hicimos más que dejarla ir de nuevo.

Suspiré.

Tenía razón. Fui un cobarde cuando mi hermana necesitaba algo de mí, cuando por primera vez mostró su vulnerabilidad, yo solo no la protegí como tantas veces había hecho ella por mí.

Mi celular sonó y no pude evitar el mirar a la mesa, justo donde se encontraba a boca arriba, vibrando por la llamada. Amaya se apartó y yo me dirigí al aparato, la llamada era de mamá.

Ahora que lo pensaba, ¿Kylee no había dicho que mamá sabía que tomaba «ácido fólico»? ¿Por qué no había pensado en la idea con anterioridad de enfrentarla y saber toda la verdad? Tomé la videollamada que estaba esperando por mi respuesta y coloqué mi celular un poco más alto para captar mi cara, en unos instantes la llamada se conectó, dejando ver a mi hermosa madre, pero sin la compañía de mi padre.

—Cariño.

—Hola, ¿cómo estás, mamá?

—Me encuentro bien. —Mostró una sonrisa tranquila y sincera a través de la cámara—. ¿Dónde está tu hermana Karter?

—Ella... —Dudé un momento en qué decirle—. Se encuentra en clases de matemáticas extracurriculares, mamá. Creo que serán unos tantos días así, según lo que me dijo.

—¿Matemáticas? —Frunció el ceño la señora—. ¿Desde cuándo mi niña necesita esas cosas? ¡Vamos! Que es un genio con las matemáticas.

—Sí, sabes cómo es Cooke, mamá. Nunca está satisfecha con lo que sabe.

—Tienes razón, cariño, nunca se cansa de estudiar —soltó una risa y yo compartí una algo forzada—. ¿Se están alimentando bien Karter? Déjame ver el refri, que de seguro lo tienen lleno de tonterías. Al menos dos bolsas de-

—Mamá, mamá —la detuve—, tranquila. Ayer te lo mostré y te dije que no es así. Pero antes de que sigas, quiero preguntarte una cosa.

Miré a Amaya que seguía al lado del lavavajillas, con atención a mí y al teléfono. Después de compartir miradas, me senté en la mesa por segunda vez sin dejar de ver a la mujer.

—Cuéntame, ¿qué pasa?

—¿Mi hermana toma unos medicamentos?

Ella frunció el ceño de nuevo y soltó una sonrisa algo suave para luego apretar los labios.

—¿Qué sucedió exactamente cariño?

—¿Lo sabías?

—Es algo que no es tan importante, solo son vitaminas para su periodo, no hay que-

—¿Los antipsicóticos son para el periodo? —interrumpí. Su sonrisa se borró casi al instante y tardó en responder de nuevo, pareció mirar a un lado y luego tomar el celular por el que hablábamos para moverse a otro lugar.

—¿Qué encontraste exactamente Karter? —cuestionó entre el movimiento, otra mirada a mi amiga y su asentimiento para que continuara me hicieron responder.

—Encontré unas pastillas en su bolso, me parecieron muy extrañas y quise saber por qué las tenía. Mamá, ¿qué le pasa a Kylee?

Ella pareció acomodarse cuando llegó a su destino, era bastante similar a mi habitación en la que dormíamos cuando estábamos en España, de seguro lo era.

—Karter, comienzo diciéndote que hay cosas que no estás obligado a saber. Tu hermana también tiene derecho a tener sus cosas como ella quiera, eso de andar husmeando lo ajeno no es algo que te enseñé.

—¿Puedes hablarme de las pastillas mamá? —aseguré más mis palabras y ella pareció no querer decir nada. Soltó aire desde muy adentro y siguió.

—Cuando Cooke tenía quince tuvo una experiencia bastante traumática en casa de Maximiliano.

—¿Del abuelo Max? —Ella asintió con mi pregunta—. ¿Qué pasó?

—Eso es algo que no me compete decírtelo cariño, pero fue algo muy fuerte para ella, algo que aún sigue lidiando y esas pastillas le ayudan a sobrellevarlo lo mejor posible. De no ser por eso y el trato especial que le dimos...

—¿Trato especial? ¿Un psicólogo?

—Sí Karter, un psicólogo —agregó con incomodidad—. No es tan ligero el asunto, tenía bastante tiempo tratándose y-

—Pero, ¿ella puede tener alucinaciones?

Mi madre pareció no entender mi pregunta y luego de una leve sonrisa comprensiva solo negó moviendo su cabeza de un lado a otro.

—No. No. Porque el medicamento sea antipsicótico no significa que alucine. Le ayudan a bloquear ese recuerdo, lo reprime en cierta manera, según nos explicó aquella vez el especialista. Y solo eso la ayudó a concentrarse tanto como lo ha hecho hasta ahora.

—¿Por qué no me contaron?

—Me negué a que arrastres cosas que no te pertenecen Karter.

—Pero ella estuvo sola todo este tiempo.

—No lo estuvo, estuve con ella.

—Pero yo-

—Karter —ahora mi mamá me interrumpió con dulzura—. A veces la mejor ayuda que podemos entregar es no apropiarnos de problemas ajenos, no siempre podremos salvarlos de sus propios demonios y Kylee sabía eso, por eso no quiso decirte. Ella sabía que podría sola y con ayuda de los medicamentos saldría adelante, no vio la necesidad de que tú supieras.

—Dios, mamá.

Amaya soltó un silbido algo bajo que solo yo pude escuchar y me hizo observarla por un momento, ella deletreó algo con sus labios y yo agudicé la vista al no entender. Terminó por tomar mechones de su pelo y ahí recordé lo demás.

—Ah, cierto. Mamá.

—¿Algo más cariño?

—Sí, es sobre sus mechones blancos.

—¡Por amor a Dios! —exasperó ella rodando los ojos al igual que lo hacía mi hermana, era evidente que el gesto lo heredamos de ella—. No entiendo como en pocos meses, Kylee pudo ser tan descuidada... Bueno, como sea. Sí, tienen que ver con lo mismo de tu abuelo.

—¿No es por herencia?

—De nada vale ocultarlo Karter, proviene del estrés extremo que obtuvo en los sucesos. —Apretó otra vez los labios y cerró los ojos por unos segundos—. Madre mía, en que lío me meteré. Lo mejor es que lo demás te lo cuenta ella Karter, cuando vuelva de sus «matemáticas extracurriculares» cariño.

—Pero-

—Adiós, te amo. Besos —cortó de repente la llamada.

Apagué la pantalla y dejé el celular a un lado, Amaya se puso a mi lado y colocó su mano en uno de mis hombros para presionarlo con algo de ternura y comprensión. Quizá era cierto que teníamos algo más de lo que esperábamos. Sin embargo, solo había una cosa que me atormentaba. Lo que ella dijo la mañana anterior no era mentira, y la había entregado a un asesino.


¡Hola linduras! 

Recuerden: Nueve capítulos para el final. 

Vayan sacando sus propias conclusiones, porque lo que viene se está por poner intenso.

¡Besitos suspensivos!

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