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Capítulo 56. A trazos de milagro



Kylee «Cooke» Sorní.

Helado. Húmedo. Oscuro.

Empezaba a despertar con un fuerte dolor de cabeza, me sostuve donde sentía una fuerte punzada, pude distinguir que algo líquido debajo de mi cabello y supuse que algo había pasado, pero recordaba muy poco. Solo la cara de Maxwell y luego un movimiento repentino para después haber oscuridad.

Observé a mi alrededor, y lo único que veía era penumbra, más un extraño sonido similar a... Al agua. Miré a mis pies a pesar de no visualizar nada. Sin embargo, lo que sentí en ellos me hizo hiperventilar, había agua hasta mis tobillos y al volver los ojos al frente, ese sentido de presión contra mi cuerpo me hizo considerar de que estaba hundida en algún lugar. Acaso...

Detuve mis ojos al frente para distinguir el timón, ¿acaso era un sueño? No, era realidad, estaba sumergida, el auto estaba detenido en algún punto indescifrable. En el asiento del copiloto pude notar algo blanco, era la caja aun envuelta del supuesto celular que me había regalado Maxwell. Ya empezaba a refrescar mi memoria, recordé haber metido la pata y la sonrisa del castaño, su caricia en mi mejilla y luego el fuerte golpe.

Tomé el dichoso regalo y lo desenvolví, allí encontré un iPhone, no sabía que modelo. Lo encendí sintiendo como el agua empezaba a subir por mis piernas, este tardó bastante en ascender. La pantalla solo mostraba unas letras de saludo de manera lenta para luego presentar un menú de idioma y otras cosas. ¡No me importaba configurar! ¡Quería sobrevivir!

Comencé a darle en todas partes hasta que en algún momento se encendió la bombilla, miré a mi alrededor para buscar algo en lo que auxiliarme, pero me quedé viendo el vidrio roto, ¿acaso me golpeó contra el vidrio? Pudo haberme matado en ese instante. El dolor se intensificó y el agua subió más, tenía que hacer algo, tenía que salir. Romper un vidrio y nadar hasta la superficie. Solo me quedaba esa ventanilla como única facilidad de salir. Sin embargo, si la rompía, toda el agua entraría con mucha presión como para aturdirme, lo mismo pasaría de abrir una puerta o cualquier abertura.

Debía esperar al que el agua subiera lo más posible para que la presión no fuera tan fuerte, pero de hacerlo el celular se mojaría y no encontraría la manera de salir por la oscuridad, ¿qué haría?

Me moví al lado del copiloto y busqué en la guantera, con algo de suerte el imbécil habrá dejado algo de utilidad. Rebusqué con el foco, pero nada. Solo papeles, fotos, estupideces, nada servible para escapar de ahí. El agua llegaba hasta mis caderas, alumbré hacia fuera y no se veía nada, me acerqué a la ventanilla frontal del auto y pude notar un claro no tan lejos de donde estaba, la superficie no estaba tan lejos gracias a Dios.

Lo único que se me ocurrió fue esperar un poco más, cuando el agua subiera más patearía la ventanilla y me sumergiría, si estaba en lo cierto con mi lógica, la presión del líquido no se sentiría de igual manera estando inmersa que estando de frente a la entrada de agua.

Esperé hasta que esta estuvo a mi pecho, ya daba a la parte inferior de la ventana agrietada, sostuve con mi boca el aparato y me apoyé del timón y el sillón del copiloto para patear con toda la fuerza que podía tener. El cristal cedió al tercer golpe y solo me dio tiempo de abrir la boca para tomar una bocanada de aire, dejando caer el celular y hundiéndome.

El auto se llenó al instante, mis oídos sintieron la presión y mi cuerpo el punzante frío del líquido. Tuve suerte de que el móvil cayó aun iluminando, y antes de que se apagara nadé como pude para salir por los vidrios rotos, cortándome las manos de paso al intentar nadar contra el agua que seguía entrando. Miré hacia arriba, la superficie estaba más cerca de lo considerado. Me moví en dirección de la luz, moviendo mis brazos y piernas con la mayor sincronía que mi estado me podía ofrecer.

Cuando estuve cerca di un último impulso para sacar la cabeza y tomar una bocanada de aire, lo más grande posible. Intenté estabilizarme moviéndome por los lados, algunas burbujas subían y explotaban a mi alrededor. Di la vuelta varias veces hasta que pude identificar dónde estaba, el frío me estaba siendo insoportable y tenía que salir de ahí cuanto antes si no quería morir de hipotermia.

Mi ubicación se encontraba a varios metros de la orilla, se podían ver las luces de Efren, no tenía que nadar mucho para llegar.

Al instante me puse en marcha para flotar hacia fuera, braceé dando bocanadas de aire cada vez que me sumergía sin querer. Luego de unos minutos, pude encontrar tierra en mis pies y sostenerme para terminar de salir de ahí, gateé hasta la tierra y los temblores se instalaron en mí. Estaba agotada, mis ojos se empezaban a cerrar ante el cansancio y el dolor de cabeza por el golpe, no quería dormirme, pero el sueño me podía. Y en contra de mi voluntad, me dejé llevar por el grito de mis músculos y cerebro por descansar.



Desperté, sintiéndome desorientada, la tierra me cubrí la cara y el dolor no me abandonaba. Tosí antes de sentarme y me limpié la cara del exceso de tierra, seguía frente al lago de dónde había salido, no podía creer que había sobrevivido a eso, era increíble lo que se podía pensar en situaciones como esa.

Me puse de pie y me estiré, sintiendo mis músculos tensarse de mala manera para hacerme lanzar un quejido de dolor. Maldita sea, estaba hecha un desastre. Me di la vuelta para ver la calle, esta estaba oscura y solitaria, ¿qué hora era? ¿Acaso ya había empezado El Haro? Llevé mi mano al bolsillo de atrás, sintiendo en uno de ellos mi celular destrozado de la pantalla, lo saqué e intenté encender, pero nada. Se había ahogado.

Suspiré.

Debía moverme y buscar un lugar donde esconderme. Si ya era el Haro, significaba que aún estaba en peligro de morir. Subí a la calle y caminé sintiendo toda mi ropa húmeda, mi cabello estaba enredado y lleno de arena, mis manos tenían sangre seca por los cortes del vidrio. Estaba agotada tanto física como mentalmente, solo quería acostarme y olvidarme del mundo, y mantenerme despierta durante la noche hasta estar segura era algo que me agobiaba.

Era mi tercera vez en el Haro y por primera vez tuve la sensación de que no me importaría seguir, si fuese a morir, que sea esa noche.

Había pasado unos cuantos metros cuando alguien se acercó a mí, sabía que tenía que ser uno de los que salían a ese horario a asesinar al igual que Maxwell. Era una joven chica, al parecer no solo salían hombres a matar, de ejemplo estaba Conley como en la otra noche y ahora la joven frente a mí.

—Dame todo lo que tienes.

Yo la miré con desgana, llevé mis manos detrás de mi pantalón y saqué mi roto celular para lanzárselo a los pies, rompiendo lo que quedaba de la pantalla.

—¿Qué mierda hiciste? Lo rompiste.

—Ya lo estaba. Acabo de salir del lago, no me toques los ovarios pedazo de mierda.

—¿Cómo me llamaste? —Ella pareció molestarse y me apuntó con una pistola—. Una palabra más y haré una sopa de letras con tu cerebro.

No reaccioné, me importó tres silbatos sus palabras. Cuando la chica notó que no hice caso a su amenaza, ella disparó cerca de mi pie y yo me asusté. Mierda, por poco y me pegaba.

—¿Ves que son balas de verdad?

Alcé una ceja, eso me trajo recuerdos.

—¿Por qué no me disparas?

—Lo acabo de hacer.

—Hablo de aquí. —Señalé con un dedo mi frente—. ¿O qué? ¿No tienes puntería?

—¡Cállate! ¡Verás cómo-...!

—Espero —la interrumpí—. Voy a envejecer esperando. —Empecé a avanzar y ella retrocedió un paso—. ¿Qué? Tú tienes un revolver, yo tengo las manos vacías.

Volvió a disparar en el piso y me detuve.

—¡Hablo en serio! Deja de moverte.

—¿O qué? ¿Seguirás disparando al piso? —Retomé el camino, ella solo retrocedía uno o dos pasos, pero yo me acercaba a ella lentamente—. Es tu primera vez en El Haro, ¿no?

—¿Qué? —Ella pareció sorprenderse, había dado en el clavo.

—Mira. Si te apartas de mi camino, haré como si esto no pasó. Estoy cansada y quiero dormir.

—¡Agh! Hablas demasiado, ya me cansaste.

—¿Segura que no me temes? —Sonreí un poco y ella pareció confundirse.

—¿Por qué debería temerte?

—Tú dime, no dejas de alejarte mientras voy hacia ti. Otra persona me habría volado la cabeza, tú solo disparas al piso y te alejas. Como las serpientes sin veneno.

—¡Dije que dejes de caminar! —gritó cuando estuve a pocos metros y justo cuando quería disparar, tomé su mano.

—Dispara. —Puse la pistola para apuntar mi cabeza, el cañón se sentía caliente, apreté los dientes al ver el temor en sus ojos—. Maldita miedosa.

Le arrebaté el arma y le pegué una patada en el abdomen haciendo que se cayera.

—Escúchame inútil. —Fruncí el ceño tensando mi voz—. No sabes lo que es estar a punta de un arma. No sabes que es tener que sobrevivir. Yo tuve que ver morir a alguien preciado por ser un maldito violador que abusaría de mí y me amenazaba a punta de pistola cada vez que se emborrachaba hasta los cojones. No sabes que es tener la muerte frente a tus ojos y menos medicarte para el maldito estrés traumático. Así que no me hagas reír pequeña cucaracha y vuelve del hoyo que saliste.

Me alejé de allí, al rato pude esconderme detrás de un establecimiento, bajo unos arbustos pequeños como para pasar desapercibidos.Pero no pude dormir, solo estuve ahí hasta que amaneció, con los ojos abiertos,aunque a veces el subconsciente me traicionaba y despertaba con cada sonido alrededor. Lo que me había hecho Maxwell no se quedaría ahí, eso era suficiente muestra para decirme que él sería el único probable asesino de Mara y lo demostraría, aunque la vida me costara, dejaría a ese imbécil dónde se merece, en la cárcel.


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