Capítulo 50. De nuevo al inicio
Karter Sorní.
Había despertado temprano, me desperecé sentado en la cama y bostecé antes de levantarme para buscar algo que desayunar en el refrigerador. Quedaba poca cosa de la compra anterior y no había de otra más que desayunar cereal sin leche porque ya se había acabado. Veía el noticiero de Efren en mi celular mientras masticaba con desánimo las crujientes ciruelas que tomaba directamente de la caja, Kylee no estaba, no me reprocharía al verme.
Pasó tiempo hasta que la puerta se escuchó abrirse y cerrarse, mi melliza había llegado. Sellé la caja de cereal y la coloqué en la alacena, luego caminé hasta nuestras camas, donde estaba ella acostada.
—¿Acaso no dormiste en la casa de Lohan? —Ella se asustó para levantar su dorso con las manos y girar su cara hasta a mí.
—¿A qué te refieres? No dormimos bien porque estábamos estudiando.
—Ese hueso a otro perro Kylee.
Ella rodó los ojos como solía hacerlo cuando estaba asqueada del tema y quería dejarlo, pero no me importó si le molestaba. Ahora tenía que escucharme, si discutíamos o ya no era el problema, lo que quería era que me fuera sincera y... Espera.
—Tu cabello... ¿Está blanco?
Me acerqué un poco y ella tomó una de las almohadas para ponerla en su cara, dejándose caer en la cama otra vez con molestia. Repetí la pregunta y la castaña apretó el cojín como si lo fuera a romper. Luego lo apartó para arrojarlo a otro lado y se sentó mirándome desafiante.
—Sí. Sí, es cabello blanco, ¿qué? ¿Se lo vas a decir a Maxwell también?
—Cooke, solo quiero hablar contigo. Conversemos tranquilos sin tener que discutir, tu actitud ha estado muy a la defensiva en los últimos días.
—¿Yo estoy a la defensiva? —Se señaló con una sonrisa irónica—. Te recuerdo que cuando Mara estaba viva, el que estaba a la defensiva aquí eras tú.
—Esas son cosas del pasado, quiero hablar del ahora.
—Ajá —soltó entre una risa burlona.
—Hablo en serio Kylee, te dije que volvieras ayer.
—Y yo te dije que me quedaría en la casa de Lohan.
—¿Qué hiciste en la casa de Lohan? Porque dudo mucho que sea estudiando.
—¿Disculpa? —Se levantó para dar unos pasos lentos hacia mí frunciendo el ceño—. ¿Me estás acusando de hacer lo que tú hiciste? —hizo énfasis en el pronombre al señalarme, yo suspiré.
—No se trata de eso, estabas en otra casa de la nada Kylee, ¿qué quieres que crea? Tú eres una chica y él un chico atractivo, ¿qué supones que sucederá?
—Al menos hicieras bien en creerme Karter, por primera vez dudas tanto de mí, ¿qué? ¿Acaso Mara te dijo algo de eso? —Me mantuve en silencio y ella pareció molestarse más—. Entonces ella te lo dijo.
—Escucha, está bien. Dejemos esta discusión, al menos quisiera saber si hay algo que no me ocultes Cooke.
—Sí, tu hermana te oculta cosas, pero Mara no lo hacía, ¿verdad?
—No cambies las cosas Kylee. Me estás dando más para dudar, primero lo de las pastillas y ahora lo de tu cabello, ¿qué quieres que piense?
—Sea la que sea la idea que te metió esa Sayler, no me importa cuál sea, no es cierta Karter, nunca te escondería algo por esconderlo.
—Pero lo haces, ¿cómo quieres que confíe en ti cuando me escondes cosas como estas?
Kylee se quedó en silencio para dar unos pasos atrás y mirar al suelo, al parecer para reflexionar detenidamente en lo que diría, en lo que procedería después de mis palabras. Y mientras más pasaban los segundos, más me incomodaba por esperar algo de ella, pero luego, decidió hablar.
—Las pastillas son vitaminas. Y el pelo es hereditario de papá.
—¿Qué?
—Es la verdad —apresuró ella en decir—, son cosas tontas que no creí que fueran necesarias decírtela, ¿por qué sería importante decir que tengo mechones blancos y que me los tinto? ¿Por qué sería crucial decirte que bebo vitaminas por mi periodo?
Ella caminó con presura hasta su bolso y buscó algo, de allí sacó un blíster de medicamento y me los mostró.
—¿Ves? Ácido fólico. ¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué tienes que saber eso?
—Yo...
—¿Tú qué? ¿Qué creías Karter? ¿Qué podía ser?
—No lo sé, no entendería por qué me ocultarías algo así.
—Porque son estupideces de mujeres, cosas que no vienen al caso decírtelas.
Los pasos de Kylee hicieron que se alejara y arrojó las pastillas dentro de su bolso para mirar hacia la ventana mientras pasaba sus manos por su cabello desorganizado recogido en una cola alta.
—Lo primero que dijo mamá es que no podías saberlo porque no es necesario que lo sepas. No es tu problema, es mi problema.
Me hizo sentir mal escuchar sus palabras, salir de forma cansada. Apreté los labios considerando lo dicho e intentando buscar la manera de disculparme con ella, todo ese tiempo de discusión y problemas solo fue por cosas sencillas que, por así decir, no tenían sentido.
—Cooke, yo... —Di unos pasos para quedar a menos metros de ella—. Lo siento. Creo que me molestó un poco el hecho de toda la confianza que tuve en ti y tú tenía tus cosas, creía que era una falta cuando no era cierto.
—Dejaste que tu mente se envenenara de ella. —Sus manos a los lados de su cuerpo se hicieron puño mientras miraba por la ventana, estaba casi de perfil a mí y pude notar su decepción, su dolor, al igual que la primera vez que discutimos en la universidad—. ¿Acaso ella era más importante que yo?
—Kylee, por favor, no preguntes cosas así.
—Entonces no lo era. Lo sigue siendo.
—No digas eso, no lo he dicho. No puedes compararte con otras chicas, tú eres mi hermana, nadie quitará tu lugar.
Esperé una reacción y solo tuve una mirada triste de su parte, una que nunca había visto cuando estuvimos en España o alguna otra discusión. No sabría como descifrar sus ojos con exactitud.
—Ahora soy yo la que no sé cómo podrá creerte después de todo Karter.
Un nudo se hizo en mi garganta, las incontrolables ganas de llorar por escucharla se asomaron en un instante, haciendo que mis deseos de continuar la conversación se fueran por el caño. Mordí mi labio inferior para contener y buscar algo de fuerza, el tener la mirada de mi hermana de esa manera, juzgándome a pesar de pedir su perdón, me ardía muy dentro en el pecho.
—Te perdonaré Karter, pero no creas que eso significa que mi confianza se haya restablecido por completo. Sé que tampoco la tuya lo hará, pero no puedo hacer más, no en ese caso —duró unos segundos en silencio y luego prosiguió—. Lo hago porque eres mi hermano y te amo, no podremos estar toda la vida molestos, pero tardará en sanar tus dudas en mi corazón.
Solté el aire en mi pecho y me senté en mi cama sin dejarla de mirar. ¿Cómo podía no llorar en este momento? ¿Cómo podía decirme eso de manera tan serena sin tener que romper su voz? Mi melliza se veía lejana al ver la ventana, parecía que se iría en cualquier momento de mi lado y saldría como una paloma herida para nunca quererme ver a pesar de que su rostro se mantuviera sereno. En cambio, yo estaba ahí, sufriendo cada una de las palabras, aguantando los gritos en mi pecho y sintiendo como el corazón se encogía junto al estómago.
—Tampoco creas que te voy a odiar por esto Karter. —La chica frente a mí se dio la vuelta para mirarme y sonreír—. Ya lo dije, eres mi hermano menor, y entiendo que fallaste. Sin embargo, eres humano, estamos compuestos de errores y caídas, eso no hará que mi amor por ti disminuya. Cada caída que tengas yo estaré para ti, para verte crecer y apoyarte, sin importar qué.
Dos lágrimas rodaron por mis mejillas mientras estaba boquiabierto. No pude evitarlo, me abalancé sobre ella para abrazarla con fuerza, mi hermana era la mejor del mundo, era un pedazo de cielo que me mantenía en la tierra y me hacía recordar quien era sin importar qué. Ella era mi fortaleza y de nuevo me demostró por qué la quería tanto, el por qué ella era mi heroína. Y por qué mi amor por ella seguiría ahí junto con mi renovada confianza.
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