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Capítulo 40. Nunca le diré adiós


Maxwell Sayler

Sábado cinco de julio. Quién diría que justo en mi cumpleaños vería a mi hermana de esa manera. Pálida, sin alma, con huecos por la putrefacción y algunas partes desgastadas. Una de sus manos tenía algo enroscado y la tenía empuñada hasta el final, cuando el médico legista logró romperle los duros dedos y tomar lo que tenía, me lo entregó.

El nudo en mi garganta amenazó con debilitarme, pero no me dejé llevar, nunca me imaginé el amor que me tenía mi hermana, pero supuse que aquello sería un indicio del nivel.

Lohan se encontraba al lado de mí, era el único que me acompañaba en todo luego de que mis padres se fueran a España por negocios. Tras darles la noticia fatídica, no dudaron en darme respuesta solo después de tomar el avión. El médico cubrió la cara de la joven chica acostada en esa fría cama de metal en la morgue, debían estar por lo menos en algunos cuatro grados dentro de cuarto a pesar de que afuera era pleno verano.

Mi cuñado sollozaba tras ver el cuerpo inerte de mi hermana, sabía que intentaba contenerse, pero le era imposible. Podía entender ese sentimiento a la perfección, solo que lo único que variaba era la posición sanguínea. Era consciente del amor que le tenía a Mara a pesar de todas las infidelidades que esta tuvo, nunca se quejó en seguir adelante con ella porque creía en un amor que perdonaba. Un amor que todo lo pasaba y creía que eran errores.

Maldito idiota.

El tener afecto familiar es una cosa, el ser buena persona era otra cosa, pero el perdonar a lo imbécil era cosas de Lohan. A pesar de eso, era al único que veía como el verdadero romance de mi hermana, por encima de todos los patanes con los que simplemente tuvo su aventura.

A pesar de que quería esperar por el cuerpo de mi hermana, los médicos indicaron que no lo harían hasta dentro de tres días. Esto porque querían hacer una investigación exhaustiva de lo que pudo ocasionar su muerte y así llegar al fondo de esto. Yo se los autoricé sin tener que consultarlo, sabía que mis padres también querrían saber quién lo había hecho en medida de lo posible.

—Y pensar que nunca me imaginé este momento —suspiró Lohan, llevaba una camisa negra con pantalones jeans del mismo color al igual que yo.

—Siempre tuvimos la esperanza hasta el último momento de que ella estaría viva, si no era de esta manera, no sabríamos nunca que estaba muerta —comenté como si nada.

—¿Cuándo llegan tus padres?

—En la noche, antes del Haro.

—De acuerdo —se mantuvo callado unos segundos—, ¿Nos vamos?

—Es lo que debemos.

Nos levantamos de las sillas de espera para caminar hacia nuestros autos, quedando de ir a mi casa. De seguro los vecinos, amigos y compañeros querrían dar el pésame por la perdida, alguien tendría que recibirlos.

Como lo había supuesto, estaba lleno de personas y tuve que simular una sonrisa triste para recibir todos los afectos. Lohan también pasó por lo mismo y nos dio la noche recibiendo llamadas y mensajes de consolación.

Cuando ambos pudimos sentarnos en el sofá para continuar en nuestras pantallas, miré al castaño de ojos azules y noté algo en este que me hizo reír, él me observó con extrañeza y le señalé su cuello con el dedo.

—Si papá te ve el tatuaje, te lo mandará a arrancar.

—¡Mierda!

Lohan cubrió el lugar señalado con la mano, se levantó del mueble e indicó ir a la habitación de Mara para tomar algo de maquillaje a escondidas antes de que llegaran mis padres. Tardó un buen rato allá y cuando menos pensé, me percaté de que el auto de papá se había estacionado en el garaje.

Me puse de pie cuando la puerta fue abierta y se dejó ver a mi madre caminar con bastante rapidez, sus tacones sonaban con la misma velocidad.

—¿Dónde está mi hija Max? —Ella continuaba sonriendo mientras se acercaba, yo le sonreí igual.

—Está en la clínica forense, se analizará para-

Una bofetada con fuerza vino de su mano y me dejó descolocado por completo, ¿por qué había hecho eso? Sin embargo, no dejé de sonreír.

—Madre.

—¡Quiero a mi hija aquí Max! —gritó con la gran mueca alegre, su rostro era lo contrario de su voz.

Mi padre justo había entrado y cerraba la puerta detrás de él, igualmente con una sonrisa.

—¿Dónde está Mara?

—Le decía a mamá que está en forense, la investigaran para ver si encuentran hallazgos de su muerte. La entregarán en tres días.

—¡¿Tres días?! —El grito de la mujer hizo que ella abriera sus ojos como si se le fueran a salir, pero mantenía las comisuras arriba—. ¡No esperaré por mi niña tres días!

—Allyson... —Mi papá intentó calmarla posando su mano en su brazo, pero ella lo manoteó al instante.

—¡No me toques si no quieres que te rompa la mano Tyler! ¡Quiero a mi hija!

Mi padre suspiró y volvió a ensanchar su sonrisa para hablar de manera amable.

—Busca a Mara, por favor, nosotros nos encargaremos.

—Pero...

—Max —la voz de mi madre en el tono de reproche hizo que la volviera a mirar y sentí algo de miedo al notar la rabia que desprendía sus ojos.

Justo en ese momento se escuchó unos pasos bajar por las escaleras desde el segundo piso y los tres miramos. Lohan se detuvo en medio de la escalera al notar la presencia de los mayores y mostró la sonrisa más amplia que pudo entregar.

—Señores Sayler, que gusto volver a verlos, lástima que en esta situación.

—El gusto es nuestro Lohan —contestó mi padre, y cuando el castaño de ojos azules estuvo frente a él, apretó la mano del hombre para luego abrazar a mi madre—. También lo lamentamos, era tu novia y sabíamos lo mucho que la amabas.

—Así es señor.

—Lohan, le decía a mi hijo que quería el cuerpo de mi niña aquí, en mi casa. ¿Crees que se pueda...?

—Si es lo que usted quiere, señora Allyson, no veo el problema.

Ella sonrió de manera amplia al escucharlo, con aquel labial color vino que acentuaba su pelo rubio y no me quedó más que soltar un suspiro ligero. No quedaba otra cosa, si mamá lo quería, se haría.

Esa misma noche, a pesar del Haro, gestionamos la salida del cuerpo de mi hermana del hospital y los actos fúnebres para el siguiente día. Y por «gestionamos» me refería a que Lohan lo hacía mientras yo disparaba a todo el que se nos asomaba, aunque sea para preguntar la hora.

Para las siete de la mañana del domingo seis de julio, justo cuando el sol asomaba por las aperturas de las montañas, el cuerpo de mi hermana se encontraba en una caja bastante ostentosa. Siendo velada en un ritual cristiano de cuerpo presente a puertas cerradas, solo presenciando mi madre, mi padre, mi cuñado y yo.

Las campanas sonaron al terminar el acto y salir con el ataúd de mi hermana paso por paso hasta el cementerio me supo fatal. El camposanto estaba casi frente a la misma iglesia, así que era poco caminar.

Como por coincidencia, ese día se levantaba con una gran cantidad de sol, así que todos usamos lentes oscuros. Solo imaginarnos el cómo nos veíamos a la distancia, pisar por los caminos de tierra de las tumbas organizadas con el féretro en nuestras manos, mamá caminando detrás con un vestido blanco que contrarrestaba con la totalidad el color negro que utilizábamos nosotros tres. El agujero estaba cavado, había dos personas listas para emplear el mecanismo de descenso.

Tal vez no lo creerían, pero nadie lloró, nadie dijo nada. Solo duramos unos minutos allí, escuchando el silencio del lugar. Cuando lo sentimos suficiente dimos la dirección de colocar el cuerpo en su lugar y en ese momento, cada uno de nosotros dio un beso a la caja de color plata con un buen recuerdo de quien fue mi hermana. La última en hacerlo fue mamá, su beso fue únicamente dulce y lento para terminar diciendo unas palabras.

Se separó.

Y entonces el féretro empezó a descender, solo dejandoatrás su paso por la tierra y un nuevo trabajo para mí. Conseguir quién fue elmaldito hijo de perra que le hizo eso a mi hermanita.


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