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Capítulo 34. Pide un deseo


Sí, era veinticinco de junio, el cumpleaños de mi hermano y mío. Mamá nos llamó bastante temprano para felicitarnos a pesar de que allá era de tarde, seguido de papá que comentaba lo feliz que estaba de vernos bien y de saber que estudiamos para tener un mejor futuro. Recordamos unas cuantas cosas y otros comentarios nos hicieron extrañar mucha más nuestro hogar.

Terminada la llamada, Karter se levantó de la cama en la que estábamos juntos y salió de la habitación sin decir absolutamente nada. Entendí el fin de sus actos, pero eso no justificaba los medios que utilizaba para cumplirlos.

Mi mejilla seguía un poco alterada, pude mentirle a mi madre sobre que esto había sido ocasionado por un balonazo para no preocuparla por nuestra inmadura pelea en la noche anterior. A diferencia de él, yo si sabía lo que era poner a mi familia y su felicidad por encima de un particular. Pero no importaba el estar reprochándome en el silencio del salón. De nada valía llorar sobre la leche derramada.

Tendría clases, al final y al cabo era martes. Antes tal vez habría planeado salir con mi mellizo a alguna parte para celebrar el día, pero ahora solo quedaba mantener nuestra distancia para no afectar más al otro de lo que ya estaba. Esa mañana no fui al salón de pintura, no estaba de ánimo, solo quería estar sola y estudiar un poco antes de mi clase del día. Todo fue a un paso lento y tranquilo, la hora de comer se mantuvo en total afonía mientras masticaba mis alimentos, fui hasta el salón de clases y participé como era habitual.

Solo era un día más.

En España seguramente nos escaparíamos de clases con una extraña excusa de enfermedad, en la que fingiéramos calentura o algo por el estilo para escaparnos por la ventana y disfrutar el día, tal vez seríamos reprochados como otras veces, pero valdría la pena. Lo haría si fuera con mi hermano a mi lado.

Caminando de regreso al recinto tuve la mala suerte de toparme con Amaya, ella no me vio, pero parecía ensimismada en llevar una caja blanca algo grande junto a George en una dirección que no tardé en mirar. Noté que mi hermano estaba sentado en aquel jardín, de espaldas hacia mí mientras conversaba con Steven. Era más que evidente lo que planeaban cuando pusieron el gran cartón frente al chico y lo destaparon para lanzar algo de papeles de colores a la vez que dejaban ver un gran pastel decorado de detalles que no pude notar del todo. Todos empezaron a reír con diversión ante la impresión y felicidad de Karter, era obvio que se divertían y todo parecía ser encantador en la burbuja de él.

Por mi lado, solo quedaba mirar lo que había logrado mi hermano en tan poco tiempo. Había conseguidos tan buenos amigos que sería difícil creer que no seguirían juntos por los años que les faltaba en el estudio.

Giré mi cara tras un suspiro y seguí mis pasos para dejar todo atrás, esa opresión en mi pecho, ese sentimiento de soledad que tantas veces había sentido, lo reprimí sin intenciones de dejarlo salir. Era solo un día, no debía darle tantas vueltas al asunto.

Pasaron las horas en el silencio, solo hojeando mis libros mientras mentalizaba las cosas que leía y las debatía conmigo misma en el vacío de la habitación. De vez en cuando me distraía viendo las redes sociales en las que de a poco me perdía en los estados de mi mellizo para ver cómo se divertía. Un suspiro pesado me dejó y alejé el aparato para volver a lo que estaba. No era difícil estar en esa situación, tanto yo como mi hermano no éramos de celebrar demasiado las cosas, pero era evidente que las cosas habían cambiado ante mis ojos y no importaba si yo me rehusaba a estos cambios, me debía obligar aceptarlos.

Tres toques en la puerta me sacaron de concentración.

Me levanté de la silla para dirigirme a la entrada y dar vuelta a la perilla para halarla, dejando ver a quién había llamado. ¿Lohan? ¿Qué hacía ahí?

—¿Lohan? Creí que todavía estarías en la policía. —Él hizo un gesto de alzarse de hombros—. ¿Qué haces aquí? ¿Acaso se me olvidó que estudiaríamos hoy?

Le di espacio para que entrara y él mostró una sonrisa complacida para adentrarse unos pasos, cuando estuvo casi a mi lado cerré la puerta detrás de él.

—Tienes muy mala memoria Cooke, me sorprende bastante que... Espera, ¿qué es eso? —Se acercó de inmediato a mí y tomó mi mentón para doblar unos centímetros mi cara, notando mi mejilla afectada. Yo me aparté un poco.

—No es nada, ayer me pegaron con el balón de basquetbol cuando cruzaba por el salón, ya se siente mejor.

—Eso no parece ser un golpe de un balón. —Frunció el ceño y yo rodeé los ojos restándole importancia.

—No importa. Si quieres comencemos a estudiar.

—¿En serio creías que venía a estudiar Cooke? —Él se alzó de una ceja con una sonrisa divertida, ahora fui yo que apreté el entrecejo en la duda de sus palabras—. Hoy es martes, solo estudiamos los viernes y domingos Cooke.

Lo había borrado por completo, me palmeé la cara al sentirme tonta mientras él soltaba una leve risa que a los pocos segundos me contagió cuando terminé de restregarme la vergüenza. Pero entonces, si no vino para estudiar, ¿para qué vino?

—Esa era la mirada, era la que quería ver en ti —comentó cuando uní circuitos de la razón por la que estaba ahí. Él se retiró la mochila y se la puso en frente para buscar algo—. ¿Creía que lo iba a olvidar?

—Nunca te dije mi cumpleaños.

—Pero sí escuché a Karter comentarlo una vez mientras hablaba con un amigo, lo demás es pura lógica.

—¿Ahora te dedicas a espiar a mi hermano? —Reí y él me miró por unos segundos para volver a observar dentro de su mochila.

—Nada que ver, fue pura coincidencia.

Sacó una caja que fue empaquetada por un profesional, yo alcé una ceja divertida cuando lo tomé.

—¿Qué? ¿Me dirás que eres tan perfecto que tú mismo lo envolviste?

—Claro que no. —Se colocó la mochila en su hombro de nuevo sin apartar la sonrisa de sus labios—. Ábrelo.

—No debiste.

—No debí, pero lo hice. Y ya que está aquí, ábrelo.

Dudé unos segundos en hacerlo, pero él seguía insistiendo con la mirada. Suspiré al verme derrotada y comencé a romper el papel para dejar ver la caja ahora solo desnuda en su color blanco natural. Destapé el regalo y miré dentro. ¿Qué era eso?

Le devolví la mirada con algo de sorpresa y él mostró su dentadura perfecta como si sabía lo que había conseguido en mí. No era posible, no podía ser lo que creía que era.

Un colgante con una paleta de colores bañada en un tono dorado claro, decorada con unos puntos en pedrería de color simulando la pintura. Era... Era...

—Yo... —Ni siquiera pude sacar el regalo, no tenía palabras y tampoco podía gestionar una reacción, además por la sorpresa en mi rostro.

—No tienes que decir nada, solo es un detalle. Quizá tu amiga quiera robársela, así que cuídala. —Su semblante cambió de repente a uno de preocupación—. No, espera, no tienes que llorar.

Nunca había llorado, nunca había sentido delante de una persona porque siempre me oculté mis sentimientos con el fin de controlar mi alrededor. Llevé mi mano a mis labios sin saber cómo lidiar con tan abrumadores pensamientos que me invadían mientras las lágrimas caían por mi cara. Lohan me abrazó y ocultó mi cara en su hombro para intentar calmarme, a lo mejor creía que solamente el regalo me había llevado a llorar; pero la realidad eran tantas cosas. Lloraba porque me sentía culpable de que mi hermano creyera algo erróneo de mí cuando solo quería cuidarlo, de que ahora todos me vieran como loca por regarse el rumor de que me medicaba, porque era mi cumpleaños y lo único que había hecho era encerrarme al mundo cuando había gente como Lohan allí afuera.

Me sostuvo por un largo rato mientras el sollozo seguía, cuando me detuve un poco él me separó y seco parte de mis mejillas con cuidado para mirarme sin apartar aquella sonrisa con la que había entrado a la habitación.

—Esto es injusto. —Sorbí la nariz intentando agachar la mirada mientras sostenía la caja que contenía la cadena con fuerza—. ¿Por qué siempre has sido con bueno conmigo? Ni siquiera me conoces más allá de las clases, solo hemos hablado dos o tres veces, soy una extranjera en un lugar extraño a la que su hermano odia por egoísta y tú estás aquí consolándome mientras tu novia se encuentra desaparecida. Es tan, tan injusto y estúpido.

—No es estúpido. —Lo miré de golpe entre hipidos, no sabía cómo calmarme, pero él continuaba tranquilo y sonriente, sin dejar su mirada azul en mí—. Solo estás algo agobiada, creo que necesitas un paseo para disipar todo ese estrés de las tareas.

—¿Un paseo?

—Sí. Estás encerrada todo el tiempo en este sitio, sola, pensando las cosas mientras hay una ciudad allá afuera que conoces de poco.

—Pero Mara...

—¿Crees que también no me afecta? Soy el principal sospechoso de la desaparición de mi novia y no le parece importar a nadie todas las piedras que he movido para buscarla, también estoy algo agobiado. Todos los estamos. Pero al contrario de la mayoría, yo debo mantenerme simplemente como antes, debo aguantar el comentario de terceros y sus especulaciones mientras me destrozo por dentro. Aun así, eso no es excusa para detenerme y seguirla buscando, aunque el mundo esté en mi contra.

Me enderecé en mi lugar al escucharlo, él había dicho todo eso de la manera más calmada posible, pero en su semblante se seguía notando la tristeza de todo lo que decía. Me sentí mal de nuevo, sí que era egoísta, todos sufrían su propia batalla y yo solo me enfocaba en algo que no me concierne, mi hermano era libre de estar con quien quisiese a pesar de que no fuera lo correcto. Yo solo debía estar para aconsejarlo, no para reprenderlo por lo que sabía que estaba mal. Era cierto, no era mamá, solo era su hermana melliza que quería que fuera feliz. De una manera u otra, pero que lo fuera.

La mano de Lohan se colocó sobre mi brazo y me hizo volver a enfocarme en su cara. Él sonríe con algo más de sinceridad y yo, a pesar de que las gotas de agua seguían resbalando por mi mejilla, le devolví la misma sonrisa.

—Quisiera ser como tú, siempre tienes una sonrisa a pesar de que tu mundo parece estar cayendo a tu alrededor.

—Cooke, el mundo siempre se estará cayendo a nuestro alrededor. Pero dependerá de nosotros como decidamos reconstruirlo para poder vivirlo.

Él se acercó para dejar un beso en la mejilla afectada por el golpe de Karter de la noche anterior.

—¿Mañana tienes tiempo? Estaremos haciendo una búsqueda exhaustiva de Mara por el lado oeste de Efren.

—¿Crees que ella podría estar allí?

—Ella podría estar en cualquier parte, solo necesitamos tiempo y paciencia.

—Lohan —su atención se afinó ante mi llamado—, ¿crees que ella está...?

—Está bien, es posible que solo esté en alguna parte, siendo detenida por algo o alguien.

—Pero ¿y si ella decidió desaparecer? ¿Y si salió en el momento del Haro?

Él apagó su sonrisa al escucharme, frunció el ceño como si entendiera el peso de lo que decía o si poco a poco se había quitado un paño de mentiras que tenía pegadas para mantenerse fuerte. Juraba que tenía más pinta de ser lo último. Pero, a pesar de eso, me abrazó otra vez. Esta vez con mucha más fuerza que antes, rodeó mis hombros de sus brazos y pareció temblar allí.

Sí, él había sido más fuerte que yo hasta ahora...

«No siempre tienes que ser fuerte, a veces tenemos que ser débiles para entender nuestra naturaleza y recordar que no somos perfectos».

Pero ahora...

Ahora tenía el derecho de ser débil.


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