Capítulo 31. Debajo de piedras
Toda la universidad estaba patas arriba, la búsqueda de Mara Sayler era intensa en todas las esquinas de la ciudad. Solo había pasado un día de la declaración de desaparición y nadie paraba de hablar de eso. Había una tensión en el aire que no se podía controlar. E incluso, se pudo ver por los pasillos de la universidad al mismo director de esta, el padre de la desaparecida, desesperado mientras ayudaba a la policía que iba entrevistando a todos los que encontraban.
Policías, seguridad, perros de búsqueda, levantamientos. Todo era un caos por completo y no existía aquel que no se encontrara asustado por la situación, las versiones variaban entre bocas, todos tenían una versión.
Los días iban pasando y en vez de bajar la ansiedad, se intensificaba cada vez más, había allanamientos a supuestos sospechosos y constantes noticieros sobre el caso. Casi siempre salían sus padres abrazados, mientras la mujer rubia lloraba desconsolada, el padre hablaba a la prensa. En otras veces hablaba su hermano junto con la brigada policial tras de él haciendo su trabajo. Era un caso de constante estudio.
Entonces, pasó lo imaginable.
Veinticuatro de junio, diez días después de la declaración de desaparición de Mara Sayler.
Me encontraba en clases de historia, justo la clase que compartía con ella en el semestre. Su sillón estaba ahí, vacío, dejando en cuenta la falta que hacía su presencia en el lugar. Notaba como todos veían de reojo cada vez más como si extrañaran la rubia que de algún repente dejó de estar sin dejar rastro. ¿Cómo en un pueblo tan pequeño donde todo el mundo se conoce podía pasar algo así?
La maestra se veía algo decaída, al parecer le estaba afectando bastante aquella desaparición por la presión que había en el ambiente, además de la tristeza en las personas que la admiraban.
—Chicos, sé que esto no es de la clase —habló con la voz algo apagada la dama frente a todos nosotros—, pero ya van diez días desde que no vemos a Mara. Recuerden que, si notan algo extraño, algún problema, lo que sea que puedan creer un indicio, se acerquen a los oficiales. Todos estamos preocupados de donde se encuentra.
Se me ablandó el corazón al escucharla y no pude evitar el volver a mirar a su butaca, luego de eso miré detrás de mí, justo donde se encontraba Lohan. Él se percibía muy afectado con el tema, pero con un semblante serio solo escuchaba lo dicho por la mujer. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, la puerta se abrió sin previo aviso, dejando ver a... ¿Maxwell?
Usaba su uniforme policial de aquel color parecido a los pinos más claros del bosque de Efren, tenía sus lentes negros mientras se adentraba al salón y se acercaba a la maestra entre el silencio de la clase para susurrarle a su oído cuando estuvo lo suficientemente cerca, luego ella asintió en afirmación y miró al frente junto con el chico de alta estatura.
—Buenas tardes, chicos. —Dio un paso más adelante para tener mayor protagonismo—. Como todos saben, Mara Sayler, mi hermana, ha desaparecido hace casi diez días.
Los murmullos se levantaron de forma lenta mientras observaban su imponente figura.
—Solo necesito que unas personas me acompañen si existe la posibilidad maestra. —Él giró un poco su cuerpo hacia la mujer detrás y ella de nuevo movió la cabeza para afirmar, él imitó el gesto para levantar un poco su cara y observarme a mí. Mi corazón bombardeó en mi pecho y sentí como todo mi mundo se puso gris—. Lohan Trego, Kylee Sorní y Conley Somerville; necesito que vengan conmigo en este momento.
Tres policías se introdujeron al salón de clases con la misma vestimenta de Maxwell y se colocaron al lado de cada uno de los mencionados, incluyéndome. Nos levantamos y al instante nos vimos sometidos cuando tomaron nuestras manos para atarlas en las esposas, el agente jefe se retiró los lentes dejando ver su mirada cansina y algo molesta.
—Desde ahora, están detenidos por ser presuntos sospechosos del presumible secuestro de Mara Sayler. No tienen más derechos que los otorgados por el país y deben permanecer en silencio. Se declararán inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Mientras el castaño hablaba a una clase prácticamente tan sorpresiva como que nosotros, la maestra se llevó las manos a su boca sin despegar la mirada de la situación. Conley empezó a vociferar improperios desde que la tocaron y tuvo que ser llevaba casi a los gritos, pero Lohan y yo solo estábamos atónitos sin entender lo que acababa de suceder. Cruzamos por el lado del jefe y, cuando estuve justo a su lado, lo miré a los ojos y él hizo lo mismo. Sus orbes de ese castaño oscuros estaban opacos, parcialmente irritados, acompañado de unas ojeras bastante notables.
¿Quién lo diría? Los tres que fuimos llamados por Maxwell en clases de historia no éramos los únicos en la comisaría de Efren. Justo en la sala de espera, con las manos esposadas, de izquierda a derecha, estaba Lohan, Conley, Amaya, mi mellizo Karter y yo, ¿por qué los otros dos estaban ahí? Ni me lo imaginaba, pero tenía pinta de ser por lo mismo que nosotros. No sabía cuáles eran las acusaciones que tenían con cada uno. Sin embargo, consideré como algo sospechoso el que sea exactamente ese grupo fuera llamado a la atención.
Tras una hora sentados, el hermano de Mara salió de una de las tantas puertas y se paró frente a nosotros para alternar la mirada entre cada uno a la vez que sus manos descansaban en sus caderas, de nuevo se había puesto sus lentes y terminó por señalar a Karter.
—Empezaremos contigo. —Hizo un gesto con la cabeza en dirección por donde había salido.
Mi hermano se levantó sin mirarme y caminó detrás del muchacho. ¿Por qué se fue sin siquiera decirme nada? En todo ese tiempo no emitió ningún sonido, no me miró y tuvo el descaro de estar a mi lado sin siquiera hacer nada, como si fuera una extraña para él.
—¡Agh! —un grito por parte de la rubia de ojos castaños que respondía al nombre de Conley nos sorprendió a todos, incluyendo a los policías y los ahí presente además de nosotros—. ¡Yo no debería estar aquí! ¡Esto es injusto! Ni siquiera había visto a Mara desde hacía días antes de desaparecer, ¡quiero llamar a mi padre!
Los oficiales se miraron entre sí y luego miraron a la recepcionista, ella solo se alzó de hombros y mostró el teléfono.
—¡Ah, no! ¡Ni siquiera piensen que tomaré ese teléfono! ¡Entréguenme mi celular!
Uno de ellos suspiró tras pasarse la mano por la cara como si se estuviera cansando de su actitud, miró a su compañero y este se alzó de hombros. Se acercó a la chica de recepción y negó con la cabeza, luego el oficial solo volvió a mirar a la rubia.
—Lo siento, pero el jefe dio autorización al derecho de la última llamada luego del interrogatorio.
El grito chillón tras una queja de reproche nos rompió el oído a todos, me compadecía de Lohan y Amaya que estaban más cerca de ella.
Estesería un día bastante largo.
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