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Capítulo 30. Catorce de junio


Catorce de junio, ocho con tres minutos de la mañana.

Era una mañana resplandeciente ese catorce de junio, apenas me despertaba y ya sabía que sería un excelente día. Me tocaría reunión del club de pintura y una clase en el laboratorio a las tres, el resto solo era estudiar.

Una rápida ducha me fue suficiente para ponerme un pantalón jean algo remangado y una camiseta floja que quedaba por debajo de mis caderas. Le agregué algunos pendientes y una cadena al sentir que el día tenía un brillo bastante especial. Organicé mi cabello para recoger la mitad en una coleta y el resto dejarlo suelto. Mi hermano se había ido más temprano al tener entrenamiento de natación antes de su clase de derecho.

Luego de la noche que Maxwell me rescató del Haro tuvimos una pequeña conversación más amena, no se puede decir que todo quedó solucionado, pero había mejorado más que antes y eso me tenía tranquila.

Tomé mi teléfono y mis llaves para ir al salón de pinturas como casi todas las mañanas, había dejado una pintura a medio hacer el día anterior porque justo había entrado Lohan con la excusa de buscar otro libro por mandato del maestro, algo me decía que esta vez era mentira, pero tampoco le discutí, preferí tener el beneficio de la duda.

Últimamente, después de la problemática que hubo la misma noche que comí helado junto a él, no se vio muy allegado a Mara como antes. Era cierto que compartían unos momentos, sonriendo o hablando con su grupo de amigos. Sin embargo, no se veía igual que antes. Al menos para mí.

Salí de la habitación y le dejé un mensaje a mi hermano previamente, explicándole que estaría en el «club de matemáticas» un momento.

Nueve y treinta dos de la mañana.

Pasé por el comedor universitario para desayunar, había algo de panqueques, así que decidí estos con jugo natural como complemento. Por primera vez había visto algo vacío el lugar de las mesas, así que decidí consumir el platillo en el lugar. Estaba bastante bueno como siempre.

Revisaba mis redes sociales mientras terminaba de comer, pero noté que dos personas altas se me acercaron e hicieron sombra para acaparar mi atención. Al levantar la mirada me di cuenta de que eran Maxwell y Lohan, con su encantadora sonrisa de siempre.

—Buenos días, Cooke —saludó el futbolista, que era más bajo que su... ¿Cuñado? No tenía el conocimiento de si seguía siendo así. Maxwell también lo hizo y yo le respondí a ambos dejando tanto celular como el desayuno a un lado—. Qué bueno que te vemos, es extraño verte aquí y con toda esa...

Hizo un leve gesto como para referirse a mis pendientes mientras se sentaba junto a su acompañante, yo asentí entendiendo a lo que se refería.

—¿Qué? ¿Me quedan mal?

—No, no —apresuró el mismo chico a negar—. Se te ve muy bien, te ves muy bonita.

—Gracias. —Sonreí—. ¿Sucedió algo chicos? —Alterné mi mirada entre los dos y noté que el otro castaño estaba muy silencioso, en algún momento había dejado de sonreír y eso me pareció bastante extraño. Ningún Sayler dejaba esa mueca por nada, fruncí el ceño deteniéndome en su mirada y este me la sostuvo fijamente.

—Sí, solo queríamos saber si viste a Mara. —Levantó un lado de las comisuras Lohan mientras lanzaba la cuestión, yo negué al instante.

—En realidad, la última vez que la vi fue ayer junto contigo en el edificio de diseño.

—Sí, yo también te vi en ese momento.

—¿Pasó algo? —me comencé a preocupar al notar que ellos se vieron a la cara y de nuevo me observaron.

—Lo que pasa es que....

—La estamos buscando para conversar algo—cortó de repente el hermano de Mara al otro, estaba bastante serio y ya comenzaba a sospechar que algo no marchaba bien—, pero no la hemos encontrado. Si la ves nos dices que estaremos en el área de futbol.

—De acuerdo.

Solo hice afirmar para que el más alto se levantara y se fuera sin despedirse, miré a Lohan con la duda plantada, él solo se alzó de hombros con una sonrisa algo confusa y se despidió con la mano para también irse. Los vi alejarse lentamente mirando a los lados, al parecer si la buscaban con algo de apuro y eso me dio un mal presentimiento. Agaché mi mirada al plato para notar que solo quedaba un poco de la harina cocinada, pero solo por ese gesto el hambre se me fue desvaneciendo.

Dos con cuarenta y siete minutos de la tarde.

Había vuelto a mi habitación para estudiar, comer y volver a bajar para la próxima clase en el laboratorio. Por el camino pude notar a mi hermano mellizo andar junto con Amaya, además de otros dos compañeros a su lado. Se detuvieron un momento para mirar alrededor y luego conversar entre ellos, parecían estar preocupados. Era como si buscaran a alguien, pero no tenían ni idea de donde estaba.

Luego siguieron caminando por los pasillos sin dejar de mirar por el entorno hasta desaparecer de mi campo visual. Yo no me había dado cuenta de en qué momento detuve mi andar para observar al grupo de chicos. Moví un poco mi cabeza para continuar mi rumbo con un mal presentimiento mayor. En vez de ser un buen día, poco a poco el ambiente se cubría de una sensación algo espesa que mostraba todo lo contrario.

Llegué al salón unos minutos antes que el maestro, decidí aprovechar para leer algo de lo que había dejado a mitad en el libro antes de salir de mi habitación. Sin embargo, no pude evitar prestar atención a una conversación detrás de mí en las que unas compañeras casi susurraban las palabras como si no quisieran que las escucharan.

—Es extraño, ella nunca faltaría.

—Dicen que fue en la madrugada, supuestamente se escapó con otro amante de los tantos que tenían.

—A mí me dijeron que vino para acá más temprano de lo normal, casi en el Haro. Y desde ese momento no ha aparecido.

—¿Crees que le pasó algo?

—¡Shh! Habla más bajo que acaba de llegar el maestro.

Levanté un poco la mirada y me di cuenta de que era cierto. Cerré el libro al momento que el profesor se colocaba en su lugar y las chicas dejaban de hablar, otra vez ese mal presentimiento de que cualquier cosa podía estar pasando, pero aún no lograba encajar de todo si era la persona que creía conjunto al suspenso que había en el aire. La clase comenzó casi al instante y no me dio tiempo de analizar nada más.

Ocho con diecisiete minutos.

Ya era de noche. Había salido del club de pintura hace más de uno hora, estaba cenado en el silencio de la habitación hasta que la puerta delantera se abrió y me incliné un poco para observar que era la presencia de mi mellizo, me levanté aun masticando algo de pan.

—Hola, hermano, ¿dónde estabas? Sueles llegar más temprano. —Tomé una bolsa de papel que estaba en la mesa y se lo mostré—. Pero te traje algo de cenar.

Él se acercó a mí, quitándose su chaqueta para sentarse en una de las sillas y tomar con una sonrisa la bolsa, la puso frente a él para abrirla y sacar su contenido.

—Estaba ayudando a los chicos con la búsqueda.

Fruncí el ceño. ¿Búsqueda? ¿Qué búsqueda? Él se me quedó mirando detenidamente al percatarse de mi confusión y era como si habláramos de manera telepática, porque él solo suspiró antes de tomar la hamburguesa en sus manos y ponerla frente a su boca.

—Creía que lo sabías, si eso ha alertado a toda la universidad.

—¿Quién desapareció?

Un nombre me llegó al instante, la misma a la que tenía la duda desde la mañana cuando Maxwell y Logan se había acercado. Pero mi hermano solo mordió para mirar a un lado y confirmarme mi sospecha.

—Maradesapareció.


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