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Capítulo 25. Un helado amistoso


Tres días.

Llevaba tres días sin hablar con mi hermano por ninguna vía, solo caminábamos por el lado del otro sin hacer comentarios. Comíamos por separado y hacíamos nuestras cosas sin opinar nada del otro, ni siquiera nos informábamos de nada.

Era domingo en la tarde y me encontraba estudiando para el día siguiente, estaba sola en la habitación y no tenía nada más que solo leer para estar preparada al siguiente día. Un toquido en la puerta llamó mi atención, me levanté de la mesa con flojera para responder. Vestía pijama de pantalones cortos y una camiseta de manga fina algo desgastada, no decidí cambiarme porque consideré la idea de que fuera Amaya para pasar un rato o alguien que quisiera preguntar algún tema de los vecinos de habitación. Abrí la puerta y asomé la cabeza con algo de pereza.

—Hola. —Un Lohan acompañado por su amigo Michael me tomaron por sorpresa. Abrí los ojos lo más que pude ante la sorpresa—. ¿Se te olvidó que hoy había sesión de estudio Cooke?

—¡Oh, Dios mío! Tienen razón. —Apreté los labios—. Denme un momento por favor.

No les di tiempo a responder porque cerré la puerta lo antes posible y me cambié a la velocidad de la luz, por suerte que me había bañado y solo me había quedado con el pijama. Acomodé la habitación para ocultar el desorden y cuando una apariencia considerable para recibir visitas, fui a la puerta para abrirla y dejarlos entrar.

—Lamento la espera, en realidad si se me olvidó por completo.

—No pasa nada —respondió Michael entrando antes que Lohan—. A veces los domingos también sirven para descansar.

—En realidad, los domingos son para descansar, pero Cooke no sabe de eso —comentó el castaño futbolista a su amigo de tez morena y pelo negro.

—Claro que descanso. —Rodeé los ojos sonriendo—. Para eso se hizo la noche.

Ya listos en la mesa, ellos colocaron sus mochilas allí para sacar sus libros con tal de empezar a estudiar, yo caminé al pequeño refrigerador de la habitación para sacar jugo y servirlo en tres vasos plásticos que tenía guardados. Yo estaba dispuesta a comprar algunos platos y cosas del hogar desde que llegamos, pero Karter me convenció de usar cosas desechables. Era obvio que lo hizo para no tener que fregar.

Le llevé a los chicos los dos vasos que tomaron al instante y yo tomé el mío para sentarme en la silla en medio de ellos.

—¿Qué estudiaron hasta ahora sobre la industrialización?

—Estudié solo el principio, pero no pude mucho con Mara. Estuve en dos fiestas con ella en honor a su familia y apenas tuve tiempo para el futbol.

—Hermano, creo que a este paso te terminarás casando con ella el mes que viene. —Michael comenzó a reír cuando él hizo el comentario y Lohan solo negó con la cabeza con diversión.

Yo hice una mueca, si tan solo supiera lo que hacía su novia cuando él no estaba.

—Yo no pude tampoco, tuve que ayudar a los padres de un amigo desaparecido en el Haro.

Lo último dicho por el amigo de Lohan me llamó la atención y fruncí el ceño.

—¿Desaparecido en el Haro? —Él asintió ante mi curiosidad y me respondió:

—Las personas que andan fuera en el momento del Haro tienden a desaparecer y nunca volver, nadie sabe a dónde van o lo que les pasa, pero tampoco queremos averiguar. Eso es como muerte, no se sabe lo qué te puede suceder, pero no quieres que te toque.

—¿Desde cuándo existe el Haro?

—Creo que siempre ha existido —reconoció el moreno alzándose de hombros, pero el otro chico negó con la cabeza otra vez.

—No es así. Existe desde hace más de dos décadas, desde que el padre del alcalde Rayce estaba.

—¿Y no saben el porqué de ese toque de queda eterno?

—Además de las desapariciones, creo que no. Siempre se nos dijo que no saliéramos después de las diez, y de hacerlo, solo debemos encontrar un lugar donde escondernos hasta que amanezca.

—¿Y nunca les pareció sospechoso?

—Siempre lo ha sido, pero como te dije antes —volvió a hablar Michael—, nadie quiere ser el investigador porque nadie quiere ser el desaparecido de las noticias. Cuando se desaparecen del Haro, la policía simplemente se desliga de eso porque insisten en que lo advierten y solo debemos cumplir.

Otra vez ese misterio insistente en la ciudad con el supuesto Haro. Todos cuando lo comentaban solo decían lo mismo, no adentrarse porque puede pasarte algo malo. ¿Qué pasaría? Esa era la pregunta.

Quise restar importancia en el momento solo para que la curiosidad no me distrajera de los estudios con los chicos, así que empezamos a comentar y conversar sobre las cosas leídas, apuntamos datos importantes, destacamos informaciones interesantes y así sucesivamente. Cuando llevábamos unas cuantas horas, Michael soltó una propuesta.

—¿Qué dicen si vamos a comer un helado? Aún tenemos tiempo antes del Haro.

—No estoy seguro —Lohan giró su mirada hacia mí tras su opinión—, ¿tú que dices Cooke? ¿Quieres ir?

—¿Cooke? —Alzó una ceja Michael.

—Es un apodo familiar.

—Ya veo.

—¿Entonces, qué dices Cooke? ¿Quieres un helado?

Me alcé de hombros sin pensarlo mucho.

—No me molesta la idea, casi no tengo tiempo para salir, así que no me estaría mal dar un paseo, ¿hay una heladería cerca?

—Creo que la más cercana tendremos que ir en auto. Está más al centro. —El moreno se llevó la mano al mentón para considerarlo.

—Podemos ir ahora, apenas y el sol se está ocultando. —Lohan miró su celular sobre la mesa y luego lo tomó para guardarlo en su bolsillo.

No hubo que planificar más nada y salimos de la casa para irnos al auto del futbolista ojiazules que estaba estacionado a la entrada de la universidad. No entendí el por qué lo había dejado ahí y no en el paqueo, pero bueno, era su auto y no el mío. Era negro y se veía bastante costoso. Y ahora que lo meditaba, nunca había visto un auto en Efren que no sea lujoso, llamativo o que tuviese la apariencia de costar más que todas las casas juntas de la zona.

Me senté atrás a la vez que Michael se colocaba delante, el recorrido fue bastante tranquilo hasta el establecimiento y al volver a estacionarnos noté que estaba en una esquina bastante céntrica. Nos bajamos sin dejar de conversar entre nosotros y entramos para hacer nuestros pedidos. Michael compró un helado de vainilla, Lohan de menta y yo de chocolate. Nos sentamos en una de las mesas vacías junto a la ventana y nuevamente quedé ubicada entre los dos chicos.

—Este helado me recuerda bastante al que hacía mi abuelo en verano —hablé mientras lo comía.

—¿Los helados españoles son distintos a los de aquí? —Lohan alzó una ceja mientras que su amigo reía por su pregunta.

—Puede tener un sabor algo distinto, pero su preparación no puede ser tan diferente.

—Lo digo porque mi abuelo los hacía con un pequeño molinillo casero. Él vertía el jugo a un lado y el hielo en otro —levanté la mano para hacer la mímica de mover una manivela—, y giraba la palanca una y otra vez hasta que estaba listo.

—Por lo que se nota no solo extrañas su helado.

Bajé la mano de forma lenta y miré mi helado sin nada que opinar, era algo que no quería tocar.

—Oh, miren hacia allá —dijo de repente Michael para señalar por la ventana y vimos en dirección—. Al parecer es el cuñado de Lohan con Conley, ¿qué estarán haciendo?

—De seguro están dando un paseo. —El castaño comió más de su helado y yo igual.

—Sí, paseo. Y haré como que no la lleva del brazo —comentó sarcástico el moreno mientras le daba vueltas con la cuchara a su vaso.

—No sé mucho de la vida de ellos, así que a mí no me mires. —El otro se defendió al instante y Michael solo pudo reír.

Yo me quedé viendo la escena por un rato más, recordé el día en el que Conley me amenazó solo porque Maxwell me dio su número en un papel. ¿Acaso a ella le gustaba y por eso me dijo todo aquello? Era lo más lógico luego de notar ese paisaje.

—Cooke, tienes algo de helado en la cara. —El chico a mi lado sonrió cuando vio lo despistada que estaba y que reaccioné de golpe.

—Ah, qué vergüenza, ¿dónde? —Pasé mi mano por el alrededor de mi boca con una servilleta.

—Casi, te falta un poco. Ven, te ayudo. —Él dejó su helado para tomar mi mentón y con la mano libre me quitó el resto de suciedad con el pulgar—. Listo.

Se limpió las manos y le agradecí con una sonrisa tierna, él la correspondió sin más.

—Por cierto, Kylee —llamó mi atención Michael—, ¿dónde está tu hermano?

—¿Mi hermano? —Estuve al responder al instante que, con la ramera de Mara, pero me mordí la lengua, era Lohan que estaba a mi otro lado—. De seguro con sus amigos, siempre está con ellos.

—Ya no andan tanto juntos como al principio.

—No tenemos el tiempo casi —mentí—. Además, él tiene su derecho de hacer su vida, ¿no?

Él asintió y continuamos comiéndonos lo que quedaba en nuestros vasos en silencio, todo fue bastante ameno a pesar de que ya era de noche y los autos rompían el sonido cada vez que cruzaban. Por primera vez en tanto tiempo me sentía tranquila con alguien que no fuera Karter, ya me estaba acostumbrando a la vida en Efren.

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