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Capítulo 19. Trazos con tonalidades frías


Respiraba relajada cuando el pincel se deslizaba por el lienzo blanco, usaba la tonalidad de verde oscuro para presionar y deslizar con rapidez hacia arriba en la parte horizontal inferior. Mezclaba con tonos cada vez más oscuros y adornaba con unos claros, empleaba colores en contraste e imitaba unos matices a lo más similar que podía conseguir de mi imaginación. Cambiaba las texturas, jugaba con las técnicas, disfrutaba las mezclas y sus entonaciones.

Me gustaba lo que veía, me gustaba lo que hacía.

Colocaba el pincel en el agua y me alejaba para ver de manera general lo realizado. Mal... Mal... Mal, mal, fatal, terrible, todo estaba imperfecto.

Mi respiración se alteró y miré alrededor en búsqueda de algo para cubrirlo. Caminé hacia atrás para encontrar una tela y colocarlo encima con la esperanza de no volver a verlo, ¿Qué estaba pensando? ¿Era idiota? Todo estaba tan mal que me avergonzaba decir que lo había realizado yo.

Tomé la pintura arropada y la llevé hasta el armario del salón, la puse en un lugar bastante atrás y cerré la puerta con algo de miedo. Por suerte estaba sola en el salón, era algo temprano para que hubiese alguien. En los últimos días, me había percatado de este defecto, nadie visitaba el salón de pinturas a primeras horas, y me había aprovechado de él para hacer unas que otras prácticas.

Me quité el delantal manchado y lo dejé en su sitio, fui hasta el lavadero y retiré todo lo posible de la pintura en manos, muñecas, brazos, cara o en otro lugar que pudo salpicar sin darme cuenta.

Salí del salón mirando a los lados y al no ver moros en la costa, me alejé del lugar disimuladamente. Algunas personas me sonreían o saludaban cuando reparaban en mi presencia por los pasillos, debía admitir que me avergonzaba el hacerlo porque tampoco era que estaba tan acostumbrada a saludar más de dos o tres veces. Al parecer comenzaron a regar la voz de que había vencido a Mara en historia, solo por una pequeña dinámica había logrado tener cierta popularidad en la universidad.

Justo alguien se colocó en mi lado cuando estaba distraída en el camino y reconocí su semblante casi al instante. Era Lohan. Desde días atrás también nos habíamos dedicado a estudiar juntos sobre historia para ayudarlo y yo repasar en lo necesario.

—¡Hey, Kylee!

—¿Qué tal?

—Recuerda que mañana habrá sección de estudios, iré con Michael. —Era otro chico que se había unido hace bastante poco al estudio, pertenecía a nuestra tropa y se había sentido bastante motivado desde la guerra con «Cleopatra».

—Por mí está bien mientras no vuelvan a llegar sudados. —Rodeé los ojos, Lohan empezó a reír.

—Te lo prometo por parte de los dos. Ya me voy, tengo práctica. —Mostró la pelota de futbol antes de sonreír y despedirse con la mano mientras se alejaba.

—Adiós.

Llegué a mi recinto luego de unos metros y subí a mi habitación. Abrí la puerta con la llave y entré notando que estaba vacío el lugar como ya era costumbre. Me quité los zapatos y tomé mi celular para jugar un momento, estaba logrando terminar el temporizador con los últimos movimientos en el Candy Crush, cuando justo en ese momento mi hermano comenzó a llamar. Bufé por la frustración del juego, pero luego lo tomé.

—¿Aló?

Cooke.

—¿Qué pasa?

¿Estás en la habitación?

—Sí, acabo de llegar. —Me senté en la cama con el auricular en el oído—. ¿Qué pasa?

¿Quieres venir con Amaya y conmigo a una nueva tienda que colocaron a dos calles de la universidad?

—¿De qué es la tienda?

De dulces.

—¿Dónde están? —Me levanté de golpe para ponerme los zapatos casi a la carrera.

En la facultad de medicina, detrás del área de tenis.

—Voy, llego en cinco.

Cerré la llamada terminando de colocarme el calzado y salir casi corriendo de la habitación tras asegurarla. Marché con rapidez y tras pasar por algunos lugares llenos de personas, pude divisar a mi mellizo reírse junto a Amaya y otro chico más que estaba de espaldas. Nos saludamos, el otro chico era George, el amigo de natación de mi hermano y Amaya.

Nos dispusimos a caminar al lugar que conocía el mismo moreno de pelo negro al terminar una breve conversación de cortesía.

—¿Qué hiciste hoy Cooke?

Me alcé de hombros.

—No mucho, las clases de laboratorio básico no fueron tan molestas como pensaba.

—Por cierto —mi hermano se puso frente a mí para seguir el paso caminado de espaldas mientras me señalaba—, no me dijiste que ganaste la primera guerra de historia.

—No creí que fuera tan importante.

—¡Claro que es importante, Cooke! ¿Qué te pasa? Soy tu mellizo, lo que es bueno para ti, lo es para mí, ¿recuerdas?

—Debería decirte yo eso a ti. —Rodeé los ojos.

—¿Eh?

—Y camina de frente que te puedes tropezar y caer.

Karter bufó al darse la vuelta para colocarse a mi lado abalanzando sus brazos.

—Al menos dime que hiciste Cooke.

—Solo actué de Octavio.

—¿Octavio?

—El villano de la historia Cleopatra, ya sabes.

—¿El gordo de esa película que odiaba al esposo de Cleo?

—Ese mismo —suspiré.

—Era obvio que ibas a ganar, siempre sabes actuar de mala sin problemas.

—Cállate estúpido, ¿quieres?

—¿Por qué? ¿Porque te digo la verdad?

—Karter —reproché de forma falsamente severa y caminó más rápido para dejarme atrás.

—Sí, sí, mamá. Ya me callo.

No me hizo gracia aquel comentario. Él se unió a sus amigos y habló de lo mismo que ellos al estar a su lado, yo solo suspiré cuando me quedé sola detrás de sus pasos.

Llegamos a la tienda a los pocos minutos y cada uno se separó para ver distintas cosas. Yo me esmeraba entre los malvaviscos y los pasteles de fresas, con intenciones de comprar algún bocadillo y comerlo en el mismo lugar. Pero miré a los otros, mi hermano escribía en su celular mientras que sus amigos pedían en el cajero.

«Seguro habla con Mara». La vocecita en mi mente se reprodujo por sí sola y el deseo de acercarme para confirmarlo no me parecía tan descabellada desde algún punto.

Amaya se apartó con un muffin de vainilla en un papel decorativo azul, mientras que George tenía una paleta azucarada bastante grande que no dudó en llevar a su boca cuando la tuvo en frente. Por último, mi hermano, que parecía tener una bolsa de panecillos con chispas de chocolate dentro que daba mucho que desear.

Y como buena hermana que soy, esos panecillos me parecieron más apetecible que cualquier cosa observada antes. Quizás podría pedir los míos, pero era más sencillo robarle unos cuantos a Karter cuando estaba distraído hablando.

Me acerqué a ellos y no perdí el tiempo, metiendo mi diestra en la bolsa de pan para sacar uno y comerlo al instante, casi sorprendiendo a los otros dos.

—¡Maldita sea Cooke! ¡Cómprate el tuyo!

—No, dame otro hermano.

Amaya y George comenzaron a reír al vernos pelear por los dulces como dos niños, y en realidad me importaba poco, puesto a que mi risa entre la discusión demostraba que solo quería sacarlo de quicio, más que comerme su pertenencia.

Entonces Karter, harto de la situación, me pasó la bolsa completa y se dio la vuelta para comprar más. Miré a la morena de ojos azules con una gran sonrisa mientras tomaba otro de los aperitivos y me los llevaba a la boca.

—¿Por qué te gusta sacar de quicio a tu hermano? Mira lo rojo que está.

—No te creas, a Karter es sencillo sacar de quicio. —Le observé de reojo para ver como el mencionado sacaba el dinero de su billetera y pagar nuevamente por otra mercancía—. Además, es divertido verlo enojado.

—Digo lo mismo —comprendió ella al fijarse que se acercaba mi mellizo con otra bolsa de pan dulce.

—Y veamos si me quitas este también, Cooke. —Apretó el frágil morral transparente con una mirada molesta hacia mí.

Yo me alcé de hombros solo riendo, Amaya soltó otra risotada y George solo hizo una mueca divertida. Luego de eso, salimos para volver a la universidad, pero terminamos por caminar con otro rumbo. Resulta que George había comentado con nostalgia el tiempo que tenía de no ir al lago de Efren, a pesar de que se llamaba «Lago Superior», solo lo llamaban «El trazo», esto porque en invierno, cuando el lago se congelaba, tomaban unas características líneas rectas de un blanco bastante acentuado. Al parecer eso era algún tipo de atracción, según lo contado por George, pero por la temporada esto no se podría notar, solo una visión tranquila del agua con una tonalidad bastante clara.

Nolo pensamos dos veces para decidir ir al dichoso lugar solo para entretenernospor el resto de la tarde con la dicha de tener un cálido sol afuera yprometiendo el regresar cuando este estuviera a punto de ponerse. 

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