Capítulo 12. Tropas de la ignorancia
Era mi primera clase de la universidad, metodología y orientación. Estaba escuchando a mi alta maestra de apellido Odette mientras leía con voz fuerte para el salón las normas de la universidad como, según ella, era la costumbre para todos los de nuevo ingreso. Luego de una hora pasé diez minutos libres leyendo algo de ciencias para repasar lo que creería que vendría para mi próxima asignatura: Historia I.
Esta también era otra maestra, con voz menos chillona que la anterior, pero más activa y dinámica; me atraía esa actitud tan firme y osada al retar a todo el que se le cruzara por sus ojos.
Cuando terminó la debida presentación de cada uno de los allí presentes, empezó con el tema de la antigua civilización. Algo sencillo para mí tomando en cuenta lo tanto que lo había visto en clases secundarias como en mis libros. Mi mano permanecía levantada cada vez que ella hacía una pregunta y no temía el hacer aportes que, sabía, dejaría algo asombrados a unos que otros.
Bueno, en ese cuadro de participación no estaba sola. Una rubia de llamativa presencia también participaba a capa y espada sobre los aportes que hacían la maestra o los demás compañeros.
El problema vino cuando la facilitadora de la asignatura notó la rivalidad silente que existía entre Mara y yo, y pareció querer aprovecharse de esto.
—Este ha sido un debate espléndido para ser su primer día. Sin embargo, quiero hacer una dinámica con usted por el resto del semestre. —Sus dedos se unieron y puso su mentón por encima de estos mientras caminaba en la parte delantera del salón—. El salón se dividirá en dos bandos.
Todos los murmullos se hicieron presentes y comenzaron a levantarse mientras los ojos grisáceos de la mujer se paseaban por los que se hablaban. Cuando cesaron un poco siguió planteamiento.
—Como todos saben, la historia de la humanidad está impregnada de un sinfín de guerras, tratos y, sobre todo, pensamientos que cambiaron el mundo. —Ahora se acercó a una de las mesas que estaba al frente, específicamente en el asiento de Mara con otra persona más—. Cuando concluyamos con la edad de piedra, el salón se sentará según su equipo y dejará los asientos centrales vacíos como si se tratara de una muralla.
Ella se dio la vuelta y cuando estuvo frente al salón se giró para quedar en el mismo centro del lugar.
Señaló de repente a Mara.
—Tú. —Luego miró a otro lado como si buscara algo y al final, sus ojos cayeron en los míos—. Y tú. —¡Mierda!—. Vengan aquí ambas.
Hicimos caso a su llamado, Mara llegó primero por estar más cerca, yo tardé un poco más al estar más alejada para llegar al lado de la mujer que nos había llamado.
—Ustedes dos serán las capitanas de estas tropas durante todo el semestre.
Mi corazón palpitó con fuerza. ¿Qué había dicho?
—Mara y... —Me observó unos segundos hasta que le repetí mi nombre. Tal parece la presentación del inicio no le ayudó de mucho—. Y Kylee. Serán sus guías por toda esta guerra de la humanidad hasta llegar al final o la actualidad, como quieran verlo. Ellas representarán las cabezas de cada guerra mientras ustedes ejecutarán lo que ellas digan.
Puso sus manos en el hombro de cada una y luego sonrió con amplitud de manera desafiante.
—De acuerdo, los números impares de la lista levantarán las manos en este momento.
Así hicieron, notándose a un chico de pelo castaño y ojos azules levantar su mano. Era justamente el que estaba días antes de brazos con Mara. Podría jurar que era alguien muy cercano al considerar como andaban esa vez.
—Ustedes serán dirigidos por Kylee. —«Me cago en todo». Los ojos se clavaron en mí como si de felinos se tratase, listos para atacar en un parpadeo—. El resto estará en la tropa de Mara.
Los murmullos volvieron a levantarse sin dejar de mirarme, no les importó si me observaban de manera despectiva o si me daba cuenta de sus comentarios. Pero, a pesar de que lo mismo podía estar incomodándome, intenté tragarme ese sentimiento para mantenerme fuerte ante todos los que eran desconocidos.
—En las siguientes clases estaremos aclarando las reglas de esta dinámica y continuaremos con la Era de la prehistoria. —La campana sonó haciendo que todos se empezaran a levantar para recoger sus materiales—. Recuerden estudiar para la próxima clase, y tengan un lindo día, chicos.
Se separó de nosotras para dirigirse a su escritorio, yo respiré profundo sacando toda la presión acumulada en mí para caminar hasta mi asiento. A pesar de la angustia que tenía escondida tras tal decisión de la maestra, me detuve cuando escuché a alguien llamarme y me giré para darme cuenta de que era Mara, se acercaba junto al otro chico castaño y la rubia con la que había estado el día que la conocí en el pasillo.
—Kylee, ¿cómo te sentiste? Primer día y ya eres capitana de equipo, ¿eh?
—Creo que ha estado bien. —Fingí una sonrisa que ella devolvió de manera enérgica al igual que el chico de atrás, este se acercó un poco más.
—Un gusto Kylee, soy Lohan. —Levantó su mano como para que la tomara y así hice, la estreché de manera breve pero segura—. Es un gusto saber que estaré en tu... ¿Cómo dijo la maestra? ¿Tropa? —Una risa salió de ellos tres y yo solo me limité a simular una lo más posible.
—Eso parece.
—Lohan es mi novio Kylee, me agrada saber que estará en tu grupo porque me da la confianza de que estudiará, aunque yo no esté. —Mara le miró algo divertida y Lohan se llevó la mano al pecho, haciéndose el ofendido.
—Creo que acabaste mi perfecta presentación ante la chica becada Mara, muchas gracias —bromeó él—. Recuerda que no tienes que ser la única perfecta aquí.
Mara movió un mechón de su pelo rubio hacia detrás de su oreja sin dejar su gran mueca sonriente ni un segundo, ¿acaso no se le entumía las mejillas? Eso no era normal.
—¿Qué cosas dices Lohan? Sí, sabes que debes mejorar un poco tus calificaciones, solo le doy un adelanto a Kylee sobre que debe ayudarte si no quieres quedarte en una asignatura básica cariño. Que no todo es deportes.
—Además —la otra rubia más pequeña detrás de Mara se dirigió al chico—, la última vez que diste algo relacionado con la historia, tuviste que retirarlo porque varias clases interferían con los entrenamientos.
—Que no puedo controlar eso Conley, que era eso o el entrenamiento para el campeonato.
—Aún no puedo creer que hayas preferido el campeonato ante un examen final, Lohan. —Mara se dio la vuelta para enfrentarse a él, dándome la espalda—. No entiendo tu obsesión con soccer.
—No es obsesión. — Bufó mirando a otro lado y volvió a sonreír—. Sabes que no es tan fácil seguirte el paso, que aún no sé cómo puedes ser la mejor en todo.
—Es saber equilibrar y clasificar tus prioridades, Lohan, no veo que tan difícil sea eso. —La que llevaba el nombre de Conley frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos, había el mismo aire de arrogancia en ella que la vez del pasillo.
En algún punto de la conversación yo había quedado fuera de esta, los tres chicos parecían dialogar como si desde un principio solo fueron ellos tres. Rodeé los ojos y suspiré para mí, me di la vuelta discretamente para llegar a mis pertenencias y luego de recogerlas decidí salir aun dejando a los únicos que quedaban en el salón hablando.
Caminé con rumbo a la habitación que compartía con mi mellizo, tras dos horas de clases debería empezar las tareas dejadas y estudiar lo del siguiente día. Me preguntaba cómo le iría a mi mellizo mientras acomodaba mi mochila en la espalda y llegaba al jardín del campus. Pero tras mirar de repente a otro lado, un leve dolor de cabeza me invadió, alertándome un poco. Saqué mi celular de mi bolsillo rápidamente y vi la pantalla, había un mensaje de mi hermano, pero no era eso lo que me alertaba.
Era la fecha. Habían pasado dos días de la última vez que había bebido.
¡Mierda!
Corrí hacia el recinto apurada, ¿cómo diablos lo pude olvidar? Mi madre me mataría si se diera cuenta de todo el tiempo tras tantos recordatorios que hizo sin descanso. El dolor se intensificaba mientras más me acercaba, mis piernas me dolían por la falta de condición física al subir las escaleras y la respiración se trababa en mi pecho. Tenía que llegar, tenía que hacerlo antes. No me importaba si estaba desfalleciendo del dolor por mi estupidez, debía correr.
Vi la puerta a lo lejos y no pude estar más que desesperada, busqué las llaves en mis bolsillos atentando mi pantalón para entrar lo antes posible. Solo hice sacar el metal que encajaba con la ranura. La puerta cedió y yo lancé mis pertenencias a un lado para buscar debajo del colchón y encontrar el blíster de pastillas.
Un vaso de agua, un medicamento. Lo ingerí sin pensarlo mucho y tras eso fui a mi cama para sentarme. El dolor se hacía cada vez más insoportable, pero solo debía esperar unos minutos para que...
Un grito.
No era de fuera, venía de mi mente. No, no podía volver a recordar eso. Me cubrí los oídos cuando el grito se repitió. Cerraba los ojos con bastante fuerza y apretaba los dientes cuando no eran solo los gritos, esa sensación de sudor en mi cuerpo, algo corría en mi piel que me daba asco.
Otro grito más.
—¡Cooke!
La llamada por parte de la voz de mi hermano me sacó de pensamientos. Su mirada preocupada me comunicó preocupación, ¿cuándo había llegado? ¿En qué momento se acercó tanto sin que me diera cuenta? Suspiré tratando de evitar la mirada de mi hermano cuando este se sentó a mi lado. Debía pensar algo rápido antes de que él comenzara en insistir en saber lo que pasaba.
—Cooke... —El susurro me hizo tensarme y respirar profundo—. ¿Algo pasó en clases?
—Yo... —«Vamos, piensa en algo rápido». Razoné—. Es que recordé lo de Maxwell y... por alguna razón me imaginé muchas cosas.
Karter me miró por unos segundos, podía sentirlo con su mirada fija en mí a pesar de no estarlo viendo. Los instantes pasaban al igual que mi tranquilidad, rezaba porque lo creyera, si era descubierta, si se daba cuenta de lo que tomaba...
—Ese sueño pareció afectarte bastante. —El alma volvió a mi cuerpo y pude mirarlo con algo más de tranquilidad.
—Sí, vi a su hermana hoy y creo que me vino el recuerdo.
—¿Crees que también es porque no te sientas protegida porque estamos lejos de nuestros padres?
Me quedé en silencio. Parecía una excusa perfecta.
—Entiendo.
Sus brazos me rodearon y pegaron mi cara a su pecho, escondiéndome en él. Era la primera vez que me consolaba, siempre era todo al revés. Me quedé en silencio sintiendo sus caricias en mi cabello, relajándome por completo en su sustento.
—Tranquila, yo estaré para ti. Yo te protegeré —otro susurro se escapó de sus labios y cayeron en oído.
El dolor de cabeza iba desvaneciendo poco a poco y la angustia de un recuerdo que no quería traer al presente parecía volver a enterrarse en mis más profundos pensamientos.
Quería que siguiera así. Debajo de las sombras. En los más dentro de mí.
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