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Capítulo 08. El Haro


Tras ese efímero encuentro con la hija del director de la universidad, seguimos nuestro camino esquivando a los que seguían a la joven rubia de tan «despampanante» personalidad.

—Mara es un icono de la universidad —soltó de repente Amaya cuando nos alejamos lo suficiente de las personas—. Ella es prácticamente perfecta en todo.

—¿Perfecta? ¿En qué? ¿En las clases y eso? —Karter alzó una ceja ante la duda.

—No solo en las clases, es capitana de la mayoría de los deportes femeniles y clubes intelectuales, tiene un índice de más de noventa y ocho, sus padres son los más millonarios de Efren, y no solo porque su padre es el director y su madre es la mujer más íntegra de la ciudad, sino porque todos los meses se llevan el premio de la familia ejemplar que entrega el alcalde cada mes en una fiesta masiva en su casa.

¿Acaso había escuchado bien todo eso?

El asombro se me reflejó en el rostro, pero la voz de Karter fue la que lo enunció.

—Vaya, eso es más que increíble y admirable. Según nos cuentas, no solo ella es perfecta, también su familia.

—Su hermano es el policía jefe y todos lo quieren casi como un dios, al igual que los demás integrantes de la familia —argumentó Amaya.

—Eso suena más a monopolio que admiración. —Sonreí al notar la mirada de los otros sobre mí por el comentario.

—Pero algo debe haber en ellos, al fin y al cabo, son humanos. —Mi mellizo volvió a opinar, pero ella negó.

—Ni un solo error, ni un solo problema, todo su historial es totalmente perfecto. Parecería increíble, pero les puedo ser testigo que, durante estos tres años, lo único que he visto es como su presencia levanta masas y los tratan como los dueños del mundo. Efren es su mundo.

No podía creer lo que estaba escuchando, parecía sacado de la ficción. Ya sabía que la ciudad era extraña, pero esa actitud solo hacía pensar más las cosas. Recordé nuevamente la mirada de Mara y no evité asociarla con la de Maxwell, el policía que tras la lógica solo decía que eran hermanos. Sus miradas, ese hueco que había en sus ojos que solo me daban a entender que estaban vacíos me daba un mal sabor en la boca y un mal presentimiento. Algo no estaba bien y no cuadraba en toda esa ecuación. Si eran tan perfectos como decía Amaya, ¿Por qué esa sensación de ausencia dentro de ellos?

—Ya llegamos.

La morena de ojos azules abrió la puerta para que entráramos detrás de ella y comimos lo suficiente para poder seguir con el tour en la universidad que ella pareció querer continuar. Su intención la había aclarado en el camino: No quería que pasáramos lo mismo que ella cuando entró por primera vez. Cuando terminamos nos ayudó a tomar unas frutas para comer más tarde y seguimos el rumbo con más energía que antes.

Pasamos todo el día recorriendo y conociendo casi todos los salones, Amaya había sido un ángel que nos ayudó a adaptarnos con la mayor facilidad posible y con eso nos sentíamos más que listos para enfrentarnos a las clases futuras.

Ya era de noche cuando nos encontrábamos sentados otra vez en las vacías gradas, pero esta vez, con la compañía de cierta morena que se reía un poco de los comentarios que hacía Karter.

—Entonces le dije que lo intentáramos, que no perdíamos nada si no ganábamos la beca, pero Cooke suele ser muy pesimista a veces.

—¿Cooke? —preguntó ella ante mi apodo y yo le sonreí cuando me vio con curiosidad.

—Así me llaman mis familiares y amigos cercanos.

—Entiendo.

—Entonces —continuó mi hermano—, le insistí a Cooke tanto hasta que lo hizo. Y míranos aquí, con una beca y un futuro brillante gracias a Karter. De nada hermanita.

—Me gustaría agradecerte si te callaras, pero como no lo haces, no te agradeceré nada.

Una risa divertida salió de la chica con el libro en su regazo.

—Tenía mucho tiempo sin reírme tanto como hoy chicos, este lugar suele ser bastante aburrido. —Ella se levantó tomando el libro para estirarse un poco—. Deberíamos irnos lo ante posible, creo que son casi las diez y debemos caminar un poco para volver al recinto antes del Haro.

—¿El Haro? —Salió por sí sola la duda de mi parte.

—Les contaré en el camino, ya vámonos.

Como ella había sugerido, anduvimos detrás de ella hasta el recinto. Cuando estuvimos en el campus notamos que había muy pocas personas caminando por él, y la mayoría lo hacía con dirección a salir de allí. Entonces, Amaya comenzó a hablar.

—El Haro es un toque de queda que solo se encuentra en Efren, todas las personas deben estar en sus casas antes de las diez y pueden salir de que el sol asome la ciudad.

—¿Qué sucede después de las diez para que hagan eso? —Ella se alzó de hombros cuando le cuestioné.

—Solo sé que debemos respetarlo, y no quiero incumplir con las reglas, solo me he limitado a seguirlas al igual que todos. Deberían hacer lo mismo.

Mi mellizo y yo nos miramos, era obvio que habíamos pensado lo mismo. Una regla debe tener una razón y más si era tan estricta como lo había proyectado Amaya. Karter decidió expresar nuestros pensamientos.

—Debe haber una razón para haber un toque de queda, según las leyes estado-

—Conozco las leyes de Estados Unidos si eso querías decir Karter. —Ella se detuvo delante y nosotros hicimos lo mismo solo viendo su espalda—. Conozco las leyes de Wisconsin y, por encima de las demás, conozco las de Efren, y si dicen que debemos atarnos a una piedra debajo del agua—ella se volteó con una mirada bastante incómoda—, lo hacemos.

En algún momento de sus palabras mi respiración pasó de ser automática a ser manual, sentía mi estómago apretarse ante la intensidad del azul bajo la claridad de una de las luces de un edificio en esa noche ciertamente oscura. Yo solo me limité a asentir y el castaño a mi lado solo agachó la cabeza suspirando.

—Vale —dijimos casi al mismo tiempo antes de seguir el camino.

Nos fuimos a nuestra habitación luego de que Amaya se quedara en el segundo piso, era donde se encontraba su habitación, nos especificó que la ciento once por si necesitábamos alguna ayuda.

Esa noche estaba bastante fresca, tanto yo como Karter nos dormimos prácticamente de una vez al acostarnos en nuestros respectivos lugares. Al final, me había quedado con la cama que tanto había luchado, al lado de la ventana, con buena vista y que ahora estaba abierta para que la brisa fluyera dentro.

Descansaba profundamente cuando unos ruidos extraños se oían lejanos, poco a poco me fueron despertando mientras más se prolongaban los... ¿Gritos? ¿Eso era gritos?

Con todo el sueño aun en mis ojos miré a los lados, notando solo la oscuridad de la habitación y unos que otros reflejos de luz que entraban por la ventana al lado de la cama de Karter. Otra vez, gritos. ¿Acaso eso era en realidad gritos o seguía soñando?

Me senté en la cama retirando un poco la sábana que me cubría y pasé mis manos por la cara para respirar profundo. Tras unos segundos de análisis profundo en la nada, observé hacia la ventana.

Había dos personas, parecían estar conversando. O al menos eso creía al estar uno al frente del otro en la claridad de las lámparas. Me hubiese acostado de no ser que reconocí en parte la persona que estaba frente a mi edificio mientras que la otra persona estaba de espaldas, ¿acaso ese era...Maxwell? Entrecerré los ojos para intentar de verificar que estaba en lo cierto. De sí, ese cabello y altura era el mismo que había visto cuando llegamos a Efren. Y lo habría identificado. Lo habría hecho de no ser porque noté lo que tenía en la mano.

¿Un martillo?

No me dio tiempo de analizar porque lo único que pudo captar mi vista como en un arrebato, la herramienta impactó contra la cabeza de quien estaba de espaldas a mí y la persona caía al piso con la misma fuerza.

Llevé mi mano a mi boca, cubriendo un espasmo de sorpresa que estuvo a punto de salir.

¿Quéacababa de ver?

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