Capítulo 9: Un nuevo plan
Solía ser una chica tranquila, de pocos amigos. Nunca me atreví a fumar un cigarro, por miedo a que me gustara y no pudiera dejarlo. Sólo una vez me convencieron de probar marihuana, y me sentí tan culpable que nunca más lo hice.
Mi madre solía prepararme el desayuno todas las mañanas antes de ir al colegio, sin importar la edad que tuviera.
Salía con mis amigos al cine, a la plaza, a la feria del centro.
Cuando mi madre murió me concentré en mis sueños; solía soñar con vender mis pequeños cuadros en alguna feria, luego empecé a soñar con exponerlos en una galería. Soñaba con hacer una escultura tan grande que todos se detendrían alrededor para observarla, como en los museos.
Jo me acompaño en ese sueño, sin embargo, cuando estaba lejos de casa, mi padre murió. Entonces sentí que mis sueños se desvanecían. Ya no quería pintar, ya no quería crear, quería volver el tiempo atrás, quería a mi familia normal.
Sentí que había sido mi culpa. Yo había abandonado a mi padre, yo no había hecho lo suficiente para que mi madre se salvara. Yo no había prestado atención a la vida de Jo, no la había ayudado cuando más me necesitaba.
Yo había generado toda esta situación. Yo había permitido que Kyle se enamorara de mí, yo había escogido enamorarme de él. Yo lo había traicionado cuando él había confiado en mí, y ahora estábamos aquí; en una situación de la cual no teníamos escapatoria.
—¿Estás lista? —preguntó Kyle desde la puerta.
Yo asentí. Levantándome del sofá en donde había pasado toda la semana.
—Te va a gustar —dijo, casi entusiasmado. Me sorprendía su capacidad de fingir que nuestras vidas no corrían peligro.
Después de unos diez minutos caminando en completo silencio con unos tres sujetos más a nuestras espaldas, empecé a sentir la arena tibia entre mis dedos.
El acantilado que había visto estaba ahora a nuestras espaldas y la pequeña playa pacífica, frente a nosotros.
—¿Por qué me traes aquí? —pregunté.
—Paul no está, no pasará nada —dijo.
—Entonces ahora mi vida depende de si un psicópata se toma unos días de vacaciones o no —respondí.
—Bianca, te hace bien salir de la habitación, has pasado toda la semana ahí —dijo.
—Lo sé, no necesitas recordármelo —solté.
Estaba a la defensiva, sí, pero todo esto era tan absurdo.
—¿Quieres meterte al agua? —preguntó.
—¿Tengo opción?, para eso me dieron un traje de baño, ¿no? —respondí, dejándome caer en medio de la playa.
—¿No quieres meterte al agua? —insistió.
—No Kyle, no me apetece meterme al agua con tres sujetos babeándose a mis espaldas —los miré de reojo. Ahí estaban los tres, formados en fila como si fueran una especie de escudo.
Kyle los miró también y no tardó en acercarse a ellos. Entonces se disiparon, los tres en direcciones opuestas.
—¿Mejor? —gritó en el camino de vuelta, opacado por el sonido de las pequeñas olas.
Yo miré hacia el mar, recordando aquella vez que habíamos nadado en mar abierto. Estaba muerta de miedo, pero Kyle me había dado toda la confianza que necesitaba.
Entonces me levanté, dejándolo a él en la arena, y acerqué mis pies a la orilla del agua. Estaba tibia, y hacia un calor infernal.
Observé mis pies y descubrí la cantidad de conchitas de mar que se acumulaban al final de las olas. Entonces empecé a recogerlas, una a una, seleccionando las más extrañas. No tarde mucho en llegar hasta el final de la playa, pues no era muy extensa, sin embargo, al voltear, descubrí que no solo los sujetos de Kyle habían desaparecido, él también.
Por un momento me alerté, pensé que algo podía haber pasado, pero luego consideré que tal vez, Kyle solo me había dado la privacidad que necesitaba. Después de dudar unos segundos, deslicé la camisa ancha que tenía puesta y los shorts de hombre que me habían entregado desde que llegué a este lugar. El traje de baño era un poco grande, pero suponía que no podían hacer milagros en una isla remota.
Caminé lentamente hacia el agua y mi piel se erizó ante el cambio de temperatura, se sentía bien. Se sentía normal. En unos pocos segundos, ya me había sumergido por completo. Floté en el agua, nadé y me relajé, era justo lo que necesitaba, pero era demasiado orgullosa como para aceptarlo frente a Kyle.
Había pasado más de una hora en el agua cuando lo vi acercarse a la arena nuevamente. Probablemente nunca se había ido, pues no se atrevería a dejarme sola, pero sí se había escondido y eso era suficiente para mí.
No me pidió que saliera, al contrario, se quedó sentado en medio de la arena esperando por mí, con una toalla en la mano. No había rastro de sus hombres aún, aquello me dio el valor suficiente como para salir y volver al mundo real.
Intenté caminar lo más rápido posible entre la orilla de la playa y la toalla de Kyle. No quería que nadie me viera, ni siquiera él.
—¿Disfrutaste del agua? —preguntó, parecía estar sonriendo.
—Si —respondí, cubriendo mi cuerpo con la toalla.
—Bianca —dijo, captando mi atención —Intento hacer todo lo que está en mis manos —confesó.
—Lo sé —respondí sin mirarlo.
—¿Entonces por qué me detestas? —preguntó.
—No te detesto Kyle —declaré —Para mí no es tan simple como para ti. Yo entré a una organización sin saber muy bien en dónde me metía, conocí a un sujeto que se obsesionó conmigo, conocí a un policía que prometió ayudarme y en el proceso me enamoré de quién no debía enamorarme —expliqué.
—Entonces para ti sí es amor —concluyó él.
—¡No Kyle! ¡Entiende que todo esto fue producto que tus manipulaciones! ¡Y de mis manipulaciones también! —me alteré. Intentaba recordar las palabras de Mónica, pero cada vez se hacían más lejanas —Tú me servías para encontrar a Jo y yo te servía para...
—Para hacerme feliz —interrumpió —Tú me servías para escapar de toda esta mierda que he estado viviendo toda mi vida Bianca, te lo he dicho mil veces —sonaba molesto, dolido.
—Kyle, cómo es que te ayudo a escapar de tu vida si estamos los dos encerrados en una isla y la única salida es que yo no exista más —mis ojos se llenaron de lágrimas.
Llevaba días pensando en aquella situación; ¿qué pasaría si decidiera facilitarles la pelea a los hermanos?, sin embargo, decirlo en voz alta era algo completamente distinto, era aún más doloroso.
—Bianca esa no es la solución, nunca va a ser la solución. ¿O acaso que crees que mi vida sería más fácil si tu no estuvieras? —preguntó.
—La mía lo sería —confesé, seguido de un silencio entre ambos.
—Mírame —Kyle se giró y tomó mis piernas para sentarme frente a él —Te lo he dicho antes y te lo repito ahora; llegaste a mi vida y lo destruiste todo, sí, pero también me salvaste. Destruiste una vida que detestaba, destruiste lo que pensé que estaría haciendo hasta que muriera y no sabes la cantidad de veces que pensé en acelerar mi muerte. Mi vida no sería más fácil sin ti, sería la misma mierda de siempre —sus ojos también se habían cristalizado, pero no lo creía capaz de llorar frente a mí —Sé que para ti no es lo mismo, tú tenías una vida normal y te metiste en todo esto sin saberlo, pero es en dónde estamos ahora y no podemos hacer nada para cambiarlo.
—Lo sé —dije, desviando la mirada, pero él sostuvo mi cara y volvió sus ojos a los míos.
—No soporto más esta situación Bianca. Quiero abrazarte, quiero... —se detuvo, pero sabía muy bien lo que quería decir —No soporto que me odies.
—Ya te dije que no te odio —insistí —Todo sería mucho más fácil si lo hiciera.
Kyle mantuvo su mirada en mí, luchando por no hacer algo de lo cual se arrepintiera.
—Te prometo que saldremos de aquí, voy a pensar en algo. No estarás en esa habitación por más tiempo —yo asentí, sin saber qué esperar realmente. Ya había confiado en él una vez, pero necesitaba un poco de tiempo para hacerlo dos veces.
En los siguientes días, Kyle me acompañó durante las salidas a la playa y los paseos en el jardín. Pude notar que hacía su máximo esfuerzo por darme el espacio que necesitaba, no se acercaba a mí más allá de lo prudente, ni mucho menos había vuelto a acariciar mi mano como lo había hecho esa noche, sin embargo, las salidas y los paseos terminaron en cuanto Paul puso un pie en la isla. Este no demoró en hacer notar su presencia, pues desde mi habitación podía escuchar su voz desagradable mientras desafiaba a Kyle en la sala de estar.
—¡No la tienes aquí para pasar tu maldita luna de miel! —gritaba Paul, pero no lograba escuchar la respuesta de Kyle.
Con el pasar de los días, empecé a extrañar su compañía. Quería que viniera, que tomara mi mano como lo había hecho antes y que me mirara con aquellos ojos llenos de esperanza, pero de nuevo se me había limitado a mis tres comidas diarias y ahora era el mismo sujeto insípido quién venía a dejarlas. No supe que me sentía así hasta que sentí alivio de ver a Kyle cruzar mi puerta una vez más.
—¡¿Qué ha pasado?! —pregunté alarmada, tenía más de dos semanas sin tener contacto alguno con el exterior.
—Paul está muy atento, no podemos arriesgarnos a que te vea afuera de tu habitación —dijo con la vista perdida, sentándose en la cama mientras yo me encontraba en el sofá.
—Lo escuché el otro día, ¿a qué vino? —pregunté.
—A dejar en claro su posición, como siempre —respondió, recordando lo degradable que había sido la conversación.
Kyle estaba distante, distraído y había escogido sentarse lo más lejos posible de mí.
—¿Pasa algo más? —pregunté. Él me miró inmediatamente, casi debatiéndose lo que debía responder. Entonces se levantó y se sentó a mi lado.
—Tengo un plan, Bianca —susurró —Necesito que seas cuidadosa con esto, nadie debe saber absolutamente nada.
—¿Qué plan? —pregunté.
—Aquel día que entraste a mi oficina estaba reunido con Charlie, creo que lo viste —me miró, reprochando mi actitud ese día —Charlie es mi hermano menor, él no tiene mucho que ver en el negocio todavía, pero acata órdenes de Paul.
—¿De qué nos sirve si acata órdenes de Paul? —pregunté.
—Es manipulable, soltó información importante sin darse cuenta —contó Kyle —La mercancía llega a la isla el primer jueves de cada mes, eso ocurrirá la semana que viene. Para la llegada de la mercancía, Paul organiza un evento en la casa principal, una fiesta de mierda —soltó, casi asqueado de sus recuerdos —Lo usaremos como distractor para salir de aquí.
—¿Cómo saldremos si el muelle estará repleto de gente? —pregunté.
—Hay tres muelles en esta isla, uno para la mercancía, uno para los invitados y otro para Paul. Usaremos el de Paul —dijo.
—Kyle, ¿no te parece demasiado riesgoso? —inquirí. Usar el muelle personal de su hermano para escapar de él no me parecía una idea muy prudente.
—Si, pero no se me ocurre otra manera de salir de este lugar sin ser descubiertos. Yo puedo salir cuando quiera, siempre y cuando tú te quedes aquí, Paul sabe que no te dejaré en la isla —explicó.
—¿Tú estás invitado a ese evento? —pregunté.
—Si, eso nos complicará un poco las cosas, pero podríamos usarlo a nuestro favor —pensó.
—Y después de todo esto, ¿a dónde iremos?
¿Volvería a mi ciudad? Era imposible. Paul me encontraría en dos segundos. ¿Qué pasaría con mi vida?
Cuando noté la falta de respuesta de Kyle, lo miré. Su expresión denotaba culpabilidad y tristeza.
—Bianca, ¿recuerdas cuándo fui a buscarte esa noche para que me esperaras con Robert? —preguntó.
—¿La noche de la emboscada? —pregunté. Él asintió.
—No fui contigo porque debía buscar unos documentos que te nombraban propietaria de un inmueble; una casa en Iceland. No quería que la policía los encontrara y te consideraran cómplice de todo esto —confesó.
—¿Íbamos a huir a Iceland? —pregunté.
—Creo que sigue siendo una buena opción. Nadie lo sabe, ni siquiera Robert. Destruí el documento antes de que me atraparan y la otra copia está en la casa. Estarías a salvo ahí —aseguró.
—¿Qué hay de...Ian?, ¿qué pasará con él? ¿Me está buscando? —inquirí, pero Kyle se levantó antes de responder.
—Eso es algo que tendremos que manejar más adelante —caminó hasta la puerta.
—¿A dónde vas? —pregunté. No quería sonar desesperada, pero lo estaba.
—No puedo estar aquí mucho tiempo, te recuerdo que Robert sigue trabajando conmigo —explicó.
—¿Cómo haremos todo esto sin que tus hombres se enteren? —pregunté, intentando retenerlo más tiempo.
Él me miró, como si adivinara mis intenciones.
—Yo sé en quién confiar Bianca, buenas noches —concluyó, antes de abrir la puerta de mi habitación y retirarse.
Me sentía inútil. No tenía nada qué hacer para aportar a nuestra situación. De hecho, yo era el problema principal. Ni siquiera tenía la potestad de tomar decisiones que cambiarían mi propia vida. Debía sentarme y esperar a que Kyle resolviera todo.
Me había comprado una casa...
Incluso antes de que todo esto ocurriera, Kyle había decidido cuál iba a ser mi destino, sin siquiera consultármelo.
~Recuerdos de Bianca~
—¿A dónde iremos? —pregunté. Él pensó.
—¿Te gusta el frío o el calor? —yo reí.
—Frío —respondí mientras envolvía sus brazos en mi cuerpo.
—¿Casa grande o pequeña? —continuó. No podía creer que estuviéramos hablando de esto.
—¿Acaso conoces alguna casa pequeña? —bromeé.
—Las del terreno son pequeñas —respondió, pero él no bromeaba.
~Fin de recuerdos~
Si Kyle consideraba aquella conversación como un permiso para comprarme una casa en Iceland, estaba completamente equivocado. Sabía que no lo había hecho con malas intenciones, habíamos dicho que debíamos huir, y claramente, abandonar el país era un requisito, pero supongo que nunca le tomé el peso real a aquella decisión hasta ahora, cuando me daba cuenta de todo lo que debía dejar atrás.
Ahora, Kyle estaba dispuesto a arriesgar su vida, e incluso la mía, por salir de este lugar, pero me temía que aquello fuera a cegarlo y pasara por alto cosas importantes.
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