Capítulo 7: El verdadero amor
Después de mi ducha diaria, me senté en la orilla de la cama para esperar la primera comida del día. No podía dejar de darle vueltas al asunto en mi cabeza, aunque eso fuera exactamente lo que Kyle quería lograr en mí. Esta era su manera de torturarme, estaba segura. No podía dejarme convencer de que todo lo que había hecho lo había hecho por amor.
Yo no estaba aquí, en estas cuatro paredes, por amor, no había pasado más de una semana comiendo migajas por amor, ni mucho menos había soportado los maltratos y golpes de estas personas por amor. No podía ser tan ingenua como para creerlo.
—Vamos —dijo Robert cuando entró a la habitación. No tenía la bandeja en sus manos.
—¿A dónde? —pregunté.
—Camina, desayunarás con tu príncipe azul —dijo con tono burlesco, tirándome del brazo.
A un paso acelerado, recorrimos el pasillo que ya conocía. Robert se detuvo frente a una puerta y la tocó.
—Adelante —dijo él desde adentro.
Entonces Robert giró la manilla y nos encontramos con lo que era su nueva oficina.
Ya no era la típica decoración caoba con muebles oscuros y escritorios relucientes, en cambio, predominaba el color blanco y las decoraciones isleñas, como si se adaptara al lugar en donde nos encontrábamos.
Robert me hizo caminar hasta el centro de la habitación y Kyle ni siquiera levantó la mirada.
—Retírate —soltó, claramente hacia Robert. Algo había pasado entre ellos, eso era evidente —Siéntate —me ordenó una vez que la puerta se cerró.
Yo lo miré, deseando no tener que obedecerlo.
La pequeña mesa redonda frente a mí tenía todo tipo de comidas, mucho más apetitosa que la bandeja que me llegaba todos los días a la habitación.
—Come —ordenó nuevamente.
—¿Me trajiste aquí solo para dar órdenes? —pregunté con mala cara. Él no respondió. —¿Por qué me llamaste?
—Dijiste que te estabas volviendo loca en tu habitación —respondió.
—Kyle, no vamos a empezar con el jueguito de los desayunos, quiero que...
—Para ti todo es un juego, ¿no? —soltó —Crees que tu vida en libertad era un cuento de hadas, que el imbécil de Tim te protegía y nada te iba a pasar.
—Pues todo iba bien hasta que decidiste traerme a este lugar. ¿O el hecho de que sea feliz sin ti te aborrece? —pregunté.
Él me miró, antes de tomar su tenedor y empezar a comer. Yo no tenía ni la más mínima intención de hacerlo.
—¿Qué te ha dicho la terapeuta? —preguntó de repente.
—¿Mónica?
—Si, quiero saber qué te ha dicho —dijo.
No sabía muy bien si decírselo o no. Tal vez podría usarlo en mi contra y manipularme una vez más.
—No creo que sea...
—Por favor —insistió, para mi sorpresa.
Ahí estaba, una vez más me había vencido.
—Estaba teniendo pesadillas...
—¿Quién? —interrumpió.
—Yo —lo miré, como si fuera obvia la respuesta —Ella dijo que mis pesadillas eran una manifestación de la culpa que sentía, pero que yo no tenía culpa alguna en todo lo que había ocurrido. No la tengo —aclaré.
Él mantuvo su mirada, dispuesto a seguir escuchando.
—Dijo que pude haber desarrollado un síndrome llamado Estocolmo —él bufó.
—¿Por eso crees que nunca hubo nada entre nosotros? —preguntó. Al parecer, ya lo había escuchado.
—Kyle, lo que hubo entre nosotros fueron manipulaciones, maltratos y mentiras, nunca ha habido más que eso —dije, pero él esperó un momento antes de responder.
—Así es como lo veo yo: llegó alguien y sin saber por qué, confié en ella; le abrí mi corazón, le conté mi pasado. ¡Le conté las mierdas más oscuras de mi vida! Quise salirme de todo este negocio por ella, pero no le importó. Nunca confió en mí, en cambio, decidió traicionarme y meterse con el imbécil que me encerró —ahí estaba su vena, exaltada como muchas veces la había visto antes —Arriesgué tratos y perdí tiempo valioso que me costó tres semanas en la cárcel. Nada de eso hubiera pasado si no te hubiera conocido, si no te hubiera dejado entrar, pero lo hice.
Yo lo miré, sin saber qué responder.
—Y aquí estás, haciéndome la vida imposible de nuevo —agregó.
—Yo no pedí estar aquí —dije, pero él continuó con su bocado.
—Come —insistió.
—Hay algo que no me estás diciendo —descifré.
—Discúlpame si decido ocultarte información, no me equivocaré dos veces —respondió.
—Kyle, si estoy en peligro merezco saberlo —insistí, pero entonces soltó su tenedor y reconocí sus intenciones —No puedes huir cada vez que te sientas acorralado.
Entonces se levantó.
—Eres imposible. Termina de comer y Robert te llevará a tu habitación —dijo antes de escapar, al igual que la noche anterior.
Esto me era demasiado familiar, no podía caer nuevamente en su juego de "me preocupo por ti", cuando sabía que no era así. Aunque restablecer mi relación con Kyle era mi única salida de este lugar, no me creía lo suficientemente fuerte como para no caer en sus manipulaciones.
Pensé que continuaría con los llamados a desayunar, sin embargo, las bandejas de comida siguieron llegando a mi habitación, sin rastros de él por ninguna parte.
Inconscientemente, empecé a esperarlo. Reconocía aquel sentimiento, así que intenté desecharlo en cuanto apareció. No iba a ceder, sin embargo, a los pocos días, Robert apareció nuevamente.
—Vamos —repitió.
—No voy a ir —me planté en el sofá, pero él no demoró en alzarme del brazo.
—No te tengo paciencia, camina —esta vez, apretaba más fuerte que de costumbre.
Cuando pensé que nos detendríamos en la misma puerta de antes, Robert continuó su paso hasta el ventanal que daba al jardín.
—Camina —señaló hacia afuera.
—¿A dónde? —pregunté confundida.
—Por ahí, pasea —volteó los ojos y se apoyó en la pared.
—¿Qué estás...
—¡El jefe quiere que salgas y pasees, así que pasea! —alzó la voz.
Entonces lo comprendí. El gesto del televisor era el mismo gesto de los paseos. Intentaba decirme; me necesitas para sobrevivir.
Entendiendo lo que significaba, introduje mis pies en la hierba y caminé. El sol estaba radiante y el aire húmedo hacía que mi piel se pusiera pegajosa. Aunque fuera una jugada más, realmente necesitaba aquellos rayos de sol y espacio abierto.
Intenté no ir muy lejos, pues Robert me vigilaba desde el ventanal y no quería que se moviera de su posición, aquello solo significaría irritarlo aún más.
Me asomé un poco más allá y descubrí la playa al final del acantilado. Era pequeña y pacífica, en comparación a la zona de rocas donde las olas reventaban con todas sus fuerzas.
—¿Terminaste? —habló Robert detrás de mí.
—Si —dije, evitando que sujetara mi brazo nuevamente —Y dile a tu jefe que no soy su perro.
Él rio, tal vez queriéndome decir que el mensaje nunca llegaría.
El evento se repitió los siguientes días. Paseo tras paseo, empecé a sentir que realmente era una mascota, sin embargo, no se comparaba a la desesperación de pasar una semana encerrada en la misma habitación.
Al haber recorrido todo el jardín, empecé a tirarme en la hierba para recibir los rayos de sol que necesitaba, sin embargo, al final de la semana, una sombra se interpuso en mi nueva actividad.
—Me parece interesante —reconocí la voz de Paul, pero al abrir los ojos, descubrí que estaba mirando todo menos mi cara.
Me alejé inmediatamente y él ofreció su mano para levantarme. Yo la rechacé.
—¿Lograste convencer a Kyle? ¿Ahora están de luna de miel o algo así? —preguntó.
—No sé de qué hablas —dije, percatándome de que Robert no se encontraba en su lugar de vigilancia. Estábamos solos.
—Te encuentro corriendo desesperada por ayuda y ahora tomas sol en el jardín. Cada día me intrigas más dulzura —tomó mi barbilla y mi brazo antes de que se me ocurriera dar un paso atrás —Me parece que tendré que pedirte prestada unos días, tal vez así nos conozcamos mejor.
—¡Paul! —gritó Kyle desde el ventanal, acercándose a toda velocidad. Ya había vivido esto.
—Aquí viene —susurró antes de voltear —Calma, calma, no le he hecho nada aún —sonrió, soltándome.
Detrás de Kyle venía Robert, demasiado alerta para la situación.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Kyle, haciéndole una seña a Robert de la que solo yo me percaté.
—Vine a visitar a mis invitados, hace mucho que no nos veíamos hermanito. ¿Cómo van las vacaciones? —pasó el brazo por encima de sus hombros, pero Kyle no demoró en sacudírselo.
Robert en cambio, los rodeó para tomarme del brazo y alejarme de la escena lo más rápido posible.
—¡Nos vemos, dulzura! —se despidió Paul, haciendo que la paciencia de Kyle pendiera de un hilo.
No entendía que pasaba entre aquellos dos. No entendía que tramaba Paul conmigo, pero sí sabía que Kyle no tenía más opción que obedecer lo que dijera su hermano, y aquello me preocupaba.
Necesitaba averiguarlo. Si yo estaba involucrada en todo este asunto, debía saberlo.
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