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Capítulo 3: Salvación

Al cumplir las dos semanas desde mi encierro, aprendí a calcular las horas que se demoraba en llegar mi comida. Cada una estaba separada por un rango amplio de horas. No sabía cuántas exactamente, pues no tenía reloj en la habitación, pero después de cada comida, nadie entraba hasta la siguiente entrega; aquello me servía.

Cuando finalmente decidí escapar, tomé el tenedor que había escondido de una de mis comidas y lo posicioné bajo la almohada. Pensaba defenderme con eso, aunque no sabía cuánto daño podría hacerle a mi oponente.

Entró el primer sujeto; lo dejé pasar.

Mi corazón estaba demasiado acelerado como para actuar con inteligencia, sin embargo, aproveché de llenar mi estómago de comida por si debía caminar largas distancias hasta que alguien me encontrara.

Entró el segundo sujeto; permanecí inmóvil. No podía hacerlo.

Si algo salía mal, aquellos cerdos no dudarían en lastimarme, sobretodo porque tenían la autorización de Kyle.

Al momento de llegar el tercer sujeto, el sol se apaciguó en mi ventana y yo lo esperé detrás de la puerta. Hizo una pausa cuando no me encontró en la esquina de la cama, pero en cuanto asomó su cabeza para verificar mi paradero, clavé el tenedor contra su brazo y pateé su entrepierna. Era el sujeto que se había reído de mi.

Sin mirar hacia atrás, corrí hacia el mismo ventanal de antes, pero cuando llegué a la sala de estar, escuché la voz de Kyle.

Antes de ser vista, entré en la primera habitación que encontré. Era un armario, y estaba lo suficientemente oscuro como para pasar desapercibida.

—¿Le dieron las tres comidas? —preguntó Kyle. Robert lo acompañaba.

Si el sujeto herido los alertaba, sería mi fin.

—Regresaré la semana que viene y no quiero volver a encontrarla como lo hice. Nadie la toca, ¿entendido? —preguntó. Se estaba yendo.

—Si —respondió Robert de malas maneras —Si señor —repitió, corrigiéndose.

Entonces escuché la puerta cerrarse y esperé unos segundos para asegurarme de que hubieran salido.

Me asomé por la apertura de mi puerta y no vi a nadie a mi alrededor. Tenía poco tiempo antes de que todos supieran que había escapado y sentía que mi corazón se desbordaría en cualquier momento.

Lentamente, puse un pie afuera del armario y miré hacia el pasillo. No había nadie, era el momento.

Corrí a toda velocidad hacia el jardín. Mis pies tocaron la maleza y recordé estar descalza, pero no me importó. Corrí como si no hubiera un mañana, como si mi vida dependiera de un hilo y esta era la única salvación.

Mientras corría, imaginaba que al final del camino estaría Ian esperándome; desesperado, buscándome, pero sabía que no era así. Probablemente Ian estaba en su pueblo, afianzando la relación con su padre y con...Leila.

Nadie me esperaba al final del camino, ni tampoco parecía haber un final.

Después de lo que había parecido una eternidad, noté que la casa estaba lo suficientemente lejos de mí. Me faltaba el aire y aunque estaba sudando, sentía mi piel fría.

No quería parar de correr, pues en ningún momento miré hacia atrás para verificar que alguien estuviera siguiéndome, pero mi cuerpo no podía más. Sentía pequeñas punzadas en mis piernas, como si estuviera al borde de un calambre, y mi garganta empezaba a cerrarse de nuevo.

Caí al suelo y posé una mano en mi pecho, no podía respirar. Intenté golpear mis piernas para que reaccionaran, pero nada parecía funcionar.

¿Por qué tuve que ser yo? ¿Por qué tuvo que ser Jo?

Recordé a Ian, intentando calmarme cuando tuve un ataque de pánico, pero aquello parecía alterarme aún mas.

—Bianca, respira conmigo —intenté imaginarme a Ian, pero era la voz de Kyle la que resonaba en mi cabeza.

Cerré los ojos, intentando seguir su respiración.

Mi mano estaba contra su pecho y podía sentir como este subía y bajaba lentamente. Sentía sus vellos, rozando delicadamente contra mi mano mientras su aliento chocaba con mi oreja.

—Respira conmigo —repitió Kyle.

Los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos, pero poco a poco fueron apaciguándose. Lo que estaba haciendo, estaba funcionando.

Abrí los ojos y volví a la realidad. El sol se había escondido por completo y el viento comenzaba a correr con más fuerza que antes.

Por primera vez, escuché el sonido del mar a mi izquierda. Cuando volteé noté que había un gran acantilado, mientras que a mi derecha había centenares de palmeras moviéndose con el viento.

Limpié mis lágrimas e intenté ponerme de pie. Mi pierna acalambrada se quejó, pero debía seguir, al menos hasta encontrar algún lugar para refugiarme.

No tenía ni la menor idea de dónde estaba y por mas que intentara pensar en algún lugar tropical cercano a mi ciudad, no se me ocurría ninguno. Debía estar verdaderamente lejos.

El conjunto de emociones dentro de mí era confuso; debía sentir alivio por haber escapado, pero en cambio sentía miedo, desesperación y dolor. Después de dos semanas de encierro, finalmente estaba escapándome de la casa, de las manos de aquellos sujetos que me miraban con desprecio, sin embargo, algo dentro de mí se había roto al saber de lo que Kyle Moren era capaz.

Después de lo que se sintieron dos horas caminando, con la piel de gallina por el viento y los pies destrozados por el suelo, me detuve en seco cuando vi unas luces a lo lejos.

Lo primero que pensé fue; Kyle me encontró. Pero entonces noté que llevaba más de media hora caminando sobre una calle de tierra con marcas de ruedas sobre él. ¡Era un auto!

Sin pensarlo mucho, corrí hacia el medio de la calle y moví mis brazos para alertarlo.

El auto venía muy lejos como para verme, pero cuando bajó la velocidad, sentí alivio.

—¡Ayúdeme por favor! —grité.

El auto se detuvo por completo y corrí hacia él. Era un sujeto joven, bien vestido.

—¿Se encuentra bien? —preguntó, con preocupación. Yo lloré.

—Me...me están siguiendo. Me secuestraron, no sé dónde estoy —dije con dificultad.

—Oh por dios, suba. La llevaré a la comisaria —rodeó el auto para ayudarme a subir.

Las lágrimas no paraban de salir, no podía creer que después de horas caminando sola y sin rumbo, me habían encontrado.

—¿Tiene un celular? —pregunté. Debía comunicarme con Ian.

—Se ha quedado sin batería, lo lamento —lo alzó como prueba —No demoraremos en llegar a la comisaría, no está muy lejos de acá. ¿Cuál es tu nombre?

—Bianca —sollocé.

—Estás sangrando —vio mis rodillas.

—Me caí cuando corría —ni yo lo había notado. La sangre se había secado y mezclado con restos de tierra, no tenía buen aspecto.

Miré mis manos y descubrí que también había sangre en ellas. Busqué desesperadamente la herida, pero no había.

—Intente relajarse, ya vamos a llegar. Estás a salvo ahora —dijo.

Yo lloré. Por más que intentara relajarme, no podía. No podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera Kyle. Necesitaba encontrar a Ian, a Mónica...que me dijeran que todo iba a estar bien, que debía sembrar nuevas raíces.

Entonces miré por la ventana y observé el acantilado. No se veía nada más que el mar. No había nada más a lo lejos, debíamos estar en la costa, pero... ¿por qué no había civilización alguna en este lugar de la costa?

Volví mi mirada hacia al frente y reconocí la fachada.

No lo había visto cuando me escapaba, lo había visto cuando llegué a este lugar.

—¿Dónde estamos? —pregunté, pero en el fondo lo sabía.

Mi corazón se aceleró e intenté abrir la puerta con el auto en movimiento, estaba bloqueada.

—Te traigo de vuelta. Hay gente mala ahí afuera, acá estarás a salvo —respondió él.

—No, no, no —lloré cuando entendí lo que ocurría. Entonces me volteé para defenderme, pero él me tomó del cuello y me inmovilizó contra el asiento.

—Conmigo no, dulzura —susurró de manera siniestra.

Me había llevado al mismo lugar. Era uno de ellos.

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