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Capítulo 17: Lo prometido

Después de un par de horas andando, el auto se adentró en un camino de árboles y arbustos. La nieve y el terreno desnivelado hacían realmente dificultoso llegar a nuestro destino, por eso, cuando se hizo imposible avanzar, el sujeto bajó del auto y abrió mi puerta.

—Tendremos que caminar —dijo, con los labios morados.

Yo lo miré, preocupada, pero no tenía más opción que obedecerlo si no quería morir congelada en medio del bosque.

Había sido una caminata silenciosa de pocos minutos. En cuanto se vislumbró una pequeña casa de madera y techo blanco, cubierto por la nieve, el hombre detuvo su paso.

—Debe quedarse unos días aquí señorita, es provisorio. Adentro tiene a alguien que la ayudará en todo lo que necesite, pero debe obedecerle si algo ocurre, ¿entiende? —preguntó, como si hablara con una niña de diez años.

—Dijo que Kyle me esperaría acá —abogué.

—Eso no podrá ser posible por los momentos, necesito que...

—¡Yo necesito que Kyle venga y me explique qué está sucediendo! —me planté frente a él, pero aquello no parecía importarle en lo absoluto.

—Se lo comunicaré al señor Moren, por mientras...

—No le comunicarás una mierda. Dígale al señor Moren, que, si no viene, voy a irme de aquí y buscaré a alguien que sí pueda ayudarme —solté, pensando en lo ridícula que sonaba.

—No hay nada alrededor señorita —respondió él, irritado.

—¡Pues entonces me congelaré intentándolo! —grité, al borde de las lágrimas.

Sabía que él no haría absolutamente nada por ayudarme, así como tampoco la chica que se encontraba dentro de la casa dispuesta a atenderme en todo momento. Ella ni siquiera sabía con exactitud en lo que estaba metida.

Pasé tres días sola, en esa casa, cuestionándome las probabilidades de morir si salía a caminar en medio de una tormenta de nieve. La puerta estaba bloqueada, por las cantidades torrenciales de nieve que había en el exterior, y aunque la chimenea estaba encendida la mayor parte del día, no logré despegarme de la esquina del sofá, envuelta en las mantas que me había entregado mi cuidadora.

—¿Señorita? —habló ella. Su acento era extraño, pero no lograba descifrar su proveniencia —Se me ha informado que van a trasladarla durante la tarde, debe estar...

—No me voy a mover de aquí si no viene el señor Moren, infórmeles eso, por favor —interrumpí, dejándola atónita a mis espaldas. En aquellos tres días, apenas habíamos cruzado un par de palabras.

—¿Quién es el señor Moren? —preguntó.

—Solo dígales eso —solté, sin moverme del sofá.

Las horas pasaron, y tal como supuse, no vinieron por mí. Kyle no iba a venir, pero yo no iba a ceder tan fácil. La mañana siguiente la chica volvió a hablarme, esta vez un poco más preocupada.

—Señorita, vienen por usted. Debe estar lista —dijo en un susurro, tal vez nerviosa por perder su trabajo.

—¿Les informó mi decisión? —pregunté.

—Si, pero...

—Es todo lo que deben saber, no me moveré de aquí si no viene Kyle Moren a hablar conmigo —repetí.

Intentaba sonar decidida y firme con mis palabras, pero las ganas que tenía de largarme a llorar eran inevitables. La chica caminaba de un lado a otro, juntando la valentía suficiente para decirme que debía obedecer, pero cuando la puerta sonó, su cara de espanto fue digna de enmarcación. Probablemente la había hecho perder su trabajo.

—¿Dónde está? —era la voz del mismo sujeto, no era Kyle.

—Siempre está en la sala —respondió ella, desesperada.

Escuché los pasos a mis espaldas y en unos pocos segundos lo tuve plantado frente a mí.

—Nos vamos —intentó tomar mi brazo, pero yo lo arrebaté de sus manos.

—¿Vino Kyle? —pregunté, desafiándolo.

—No vino, ni va a venir, necesito que lo entienda —alzó la voz.

—Entonces no me muevo, no hasta que venga él —dije, desviando mi mirada.

—Señorita...

—Le aseguro que está perdiendo el tiempo si pretende llevarme a la fuerza —agregué. Él me miró un par de segundos más, hasta que maldijo en voz baja y se alejó de mí.

Mis esperanzas volvieron cuando lo escuché hablar por teléfono. Estaba enojado, pero al menos parecía estar exigiendo que cumplieran con mi petición.

Yo apreté la manta a mi alrededor, intentando parecer impasible ante sus órdenes, pero en realidad, el nerviosismo por enfrentarme a Kyle hacía que mis rodillas temblaran.

Cuando el sujeto salió de la cabaña y la chica volvió a sus tareas habituales, pensé que todo había sido en vano, que me dejarían aquí otro día más hasta que descifraran cómo sacarme del sofá, sin embargo, un par de horas después, la puerta volvió a abrirse, dejando entrar una ráfaga fría de viento en medio de la noche.

Volteé inmediatamente, rogando porque esta vez fuera Kyle quien entraba, pero entonces volví a ver al sujeto de siempre y la frustración me invadió.

—¡¿Qué tan difícil es hacerle entender a Kyle que necesito verlo?! —grité, levantándome del sofá —¡Hace una semana que me están trasladando de un lado a otro! ¡No tengo idea de lo que está ocurriendo y ustedes pretenden que obedezca tal y como he tenido que hacerlo todos estos putos meses! —continué.

No pude evitar que las lágrimas aparecieran en mi rostro, a pesar de que eso me hiciera ver como una niña malcriada. Sin embargo, cada palabra que salía de mi boca se sentía como un peso menos.

Ambos me miraban como si fuera una desquiciada, y el sujeto retrocedió, temiendo que fuera a abalanzarme sobre él.

—¡¿Puede calmarse?! —exclamó.

—¡No me voy a calmar! ¡Entiendan que...

—¡¿Por qué tantos gritos?! —apareció Kyle a través de la puerta.

Tenía una barba rasposa que lo hacía lucir enfermo y los moretones de su cara aún no se iban por completo. Su brazo estaba inmovilizado con un cabestrillo, pero vestía de traje como siempre solía hacerlo.

No me miró; por alguna razón, lo evitó a toda costa. Sin embargo, después de una seña, la chica y el sujeto que me acompañaban salieron rápidamente de la casa. Entonces Kyle caminó con dificultad hasta el sofá y se sentó con un pequeño quejido.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

Yo lo miré, debatiendo si realmente había hecho esa pregunta.

—¿Qué ocurre? ¿Eso es lo que vas a decir? —solté, manteniendo la distancia. Sentía que mis venas ardían y la furia aumentaba cada vez más.

—Tú exigiste que viniera hasta acá —dijo.

—Kyle, el psicópata de tu hermano me retuvo como un objeto, te torturaron por más de dos semanas en un sótano... ¡Escapamos de la isla y ahora estamos en un maldito congelador! ¡Y tú me preguntas qué es lo que ocurre! —alcé la voz, plantándome frente a él.

No le quedó más opción que mirarme, pero en unos pocos segundos bajó la cabeza y continuó.

—Bianca, debes hacer esto más fácil para todos. Solo quiero que estés a salvo —dijo.

—Nunca estaremos a salvo Kyle, incluso yo lo sé —respondí.

—En casa sí lo estarás —afirmó.

—¿Qué casa? —pregunté. No había ninguna posibilidad de que pudiera volver a la ciudad, y si Kyle lo estaba considerando, entonces realmente le habían afectado la cabeza.

—Mi gente te trasladará a Iceland por la mañana —soltó, mirando a través de mí.

—No voy a ir a Iceland sin ti —sentencié, pero el silencio de Kyle fue veredicto suficiente —Kyle, ¿acaso crees que Paul no nos encontrará en cualquier parte del mundo?

Él me miró esta vez, luchando con sus pensamientos.

—Paul está muerto —confesó, logrando mi silencio.

Esta vez, no tuve respuesta alguna. Mi cabeza intentaba descifrar que clase de plan tenía Kyle, pero a la vez, no lograba entender por qué prefería ocultármelo. Entonces restregué mi cara con las manos y volví a él.

—Kyle, quiero que me digas exactamente qué fue lo que ocurrió, quién era Jules y cómo sabes que Paul está muerto —exigí.

Él intentó levantarse, pero la mueca en su rostro me hizo saber que el dolor no se lo permitía.

—Bianca, entiende que mientras menos sepas, menor peligro es el que corres. No puedo hacerte parte de esto, ¡debes rehacer tu vida! —alzó la voz también, exasperado por la situación.

—¡¿Rehacer mi vida?! —las lágrimas volvieron a aparecer en mi rostro —Kyle, mi vida desapareció hace mucho tiempo. Después de todo lo que he pasado, nunca...

—No necesito que me recuerdes lo miserable que se ha vuelto tu vida por mi culpa. Ya tengo suficiente con saber que no he sido capaz de protegerte en ningún momento —soltó, apretando su mandíbula.

—Kyle tu... —intenté hablar sin llorar, pero me era imposible —Arriesgaste tu vida una y otra vez por mí, si estoy viva ahora es porque me sacaste de aquel infierno.

—Nunca debí haberte puesto en esta situación Bianca, si te saqué de ahí es porque todo esto ha sido mi culpa desde un principio —soltó —Tienes que ir a Iceland porque ahí estarás a salvo y yo no puedo acompañarte.

Yo lo miré, pensando en cómo habíamos llegado a esta situación.

—No puedo creer que después de todo lo que ha pasado decidas abandonarme —susurré.

—Después entenderás que lo estoy haciendo por tu bien, quiero que estes a salvo, que seas feliz...

—¡Nunca estaré a salvo a menos que este contigo! ¡Tú mismo lo dijiste! —grité desconsolada —¡Ni siquiera puedes mirarme a la cara Kyle!

A pesar del dolor, él se levantó de un salto y su vena sobresaliente me indicó lo enfurecido que estaba.

—¡No! ¡No puedo mirarte a la cara después de todo lo que te he hecho! ¡Yo permití que Paul hiciera esto! ¡Yo permití que te...

Entonces su voz se quebró y me dio la espalda. Permanecí inmóvil en el sofá, sin saber lo que debía hacer. Kyle estaba llorando, a pocos pasos de mí, creyendo que su hermano me había violado, tal y como él le afirmó una y otra vez.

Intenté acercarme a él, pero Kyle no tenía intención alguna de voltearse. No estaba segura de que hubiera llorado alguna vez al frente de otra persona.

—Kyle, él no..., no hizo nada —dije, sintiendo como mi piel se erizaba con cada uno de sus sollozos.

—No necesito que me mientas —espetó, mirando por la ventana.

Entonces avancé y lo obligué a mirarme a la cara. Sus pestañas estaban humedecidas por las lágrimas y sus mejillas coloradas lo hacían ver tan vulnerable que dolía.

—Lo que dijo Paul es mentira. Él lo intentó, pero yo... —busqué las mejores palabras para definir lo que había ocurrido, pero ninguna dejaba de ser tan vergonzosa.

—Jules dijo que te forzó a acostarte con él —afirmó, pero yo negué con la cabeza rápidamente.

—No, eso no fue lo que ocurrió. Paul lo intentó, él...me tocó, pero me tuvo todo el día sin poder ir al baño y yo... —intenté decirlo, pero las lágrimas inundaron mi rostro y Kyle estiró su brazo móvil para acercarme a su pecho —Yo no aguanté las ganas de ir al baño y luego...me golpeó —dije, descubriendo que admitirlo en voz alta era mucho más doloroso —Kyle, lo que me hizo a mí no tiene comparación con lo que hizo contigo —alcé mi mano en busca de su mejilla y Kyle cerró los ojos ante el tacto.

—Tú no deberías haber pasado por nada de esto, Bianca. Yo te metí en esto, yo te llevé a la isla y permití que esto sucediera —su voz temblaba, como si le doliera pronunciar aquellas palabras.

—Si no lo hacías tú, lo haría él, y ambos sabemos que podía haber sido mil veces peor.

Kyle me miró por un segundo, acariciando el espacio entre mi mandíbula y mi cuello, pero aquello bastó para reconocerlo. Ahí estaba el verdadero Kyle, vulnerable, dulce, dispuesto a abandonarlo todo. Entonces bajó su mano y suspiró.

—Debes ir a Iceland, por favor —soltó en un susurro.

Enfurecida, me alejé de sus brazos.

—¡Hicimos todo esto para salir de la isla! ¡Arriesgamos no solo nuestras vidas, sino también la de todos a nuestro alrededor! ¡Y tú pretendes que siga viviendo mi vida como si nada hubiese ocurrido! —grité a sus espaldas y me dejé caer en el sofá.

Cubrí mi cara con mis manos, devastada.

—No puedo. Ya no puedo más —lloré, preguntándome si acaso sería capaz de cumplir con lo que Kyle me estaba pidiendo.

Él caminó hasta el sofá nuevamente y posó una mano sobre mi espalda. Como si fuera una extraña a la que tuviera que consolar.

—Estarás mejor sin mí —dijo.

—No quiero estar sin ti —lo miré, y en un segundo, supe que él estaba sufriendo tanto como yo. Él no quería esto, tampoco quería separarse de mí.

Entonces su mirada viajó hasta mis labios y se acercó para besarlos. No se movió más de lo necesario, solo posó sus labios sobre los míos y sostuvo mi cara con ambas manos.

Habría pensado que aquel beso significaba que no se iría, que no me dejaría, pero en unos pocos segundos se separó de mí y se esforzó por levantarse del sofá. Aquel beso había sido una despedida.

Con la última gota de esperanza que quedaba en mí, me levanté rápidamente y volví a besarlo. Moví mis labios y él me envolvió con uno de sus brazos para apegarme a su cuerpo.

—No puedo hacerte esto Bianca —susurró, luchando consigo mismo, pero yo volví a él, tomando su cara con ambas manos.

Nuestras respiraciones comenzaron a agitarse y aunque Kyle casi no podía moverse, su mano libre recorrió mi cuerpo con deseo.

Cuando su torso quedó al descubierto, observé las marcas de sus heridas. Tenía una gran cicatriz en su hombro, alineada con suturas azules que sobresalían. Entonces lo miré, aterrada, pero él volvió a mis labios antes de que pudiera decir algo al respecto.

Con cuidado, se dejó caer en el sofá y me senté a horcajadas sobre él. Lo acaricié y me acerqué lentamente, no quería lastimarlo.

Kyle hacia pequeñas muecas de dolor cuando mi pecho rozaba con el suyo. Las quemaduras que había visto antes estaban en todas partes, pero él no quería que parara. La piel rosada de sus cicatrices y los golpes que parecían estar sanando me infundieron una culpa inmensa, sin embargo, esto no era mi responsabilidad, ni tampoco la de Kyle. Esto había sido obra de un enfermo que ahora estaba fuera de nuestras vidas. Necesitaba que él lo entendiera.

Necesitaba besarlo, acariciarlo, necesitaba recordarle lo bien que se sentía estar juntos.

Tenía que recordarle lo que estaba bien. Lo único que estaba bien.

Miré hacia el techo de la habitación y pensé en lo que había ocurrido. Kyle estaba mi lado, sumido en un sueño profundo, mientras yo rogaba por haberle hecho entender.

Observé como su respiración inflaba su pecho y agradecí el haber llegado a tiempo a aquel sótano. Pensé en Jules y me pregunté si acaso ella le había comunicado la muerte de Paul.

Incluso dudé si aquello era cierto, o era otro de sus planes.

Estiré mi mano y acaricié su cadera. Era la única zona que se había salvado de los golpes.

—¿Tuviste una cirugía? —pregunté cuando sus ojos se abrieron. Él suspiró antes de responder.

—Si, fractura de clavícula —confesó.

Entonces recordé a Kyle el día que escapamos, cómo empujaba la puerta del sótano con dolor en su rostro, cómo se había dejado caer en la lancha, sobre ese mismo hombro.

Observé sus heridas de nuevo. Si, había llegado a tiempo, pero ojalá hubiese llegado antes.

—Son solo heridas, no es nada grave —respondió a mis remordimientos.

Kyle entrelazó mi mano con la suya y me miró. Si tenía algo para decirme, no quería escucharlo.

—¿Dónde está Jules? —pregunté, interrumpiéndolo.

—Una vez te conté que mi padre había contratado a una mujer para casarse conmigo —yo asentí, recordando la razón por la que Kyle había intentado suicidarse —Esa mujer era Jules. Luego de que rechacé el matrimonio, Paul decidió quedarse con ella, y desde entonces ha estado en la isla —contó —Cuando planeamos todo esto, también le prometí a Jules una salida, pero ella sabía que mientras Paul estuviera vivo, nunca habría escapatoria.

—¿Jules lo mató? —pregunté. Kyle asintió, pero su mirada me decía que no solo Paul había muerto.

—Jules debía llegar al muelle, pero habíamos acordado que, si no llegaba a tiempo, entonces nosotros debíamos partir sin ella —dijo.

—Pero...si Paul está muerto, ¿quién queda a cargo? ¿Tú? —me aterré ante la idea de que Kyle estuviera dispuesto a dirigir todo el negocio.

—Charlie —respondió —Por eso me viste hablando con él en mi oficina.

—¿Y Charlie está dispuesto a sacarte del negocio? —pregunté, pero Kyle rio.

—Lo que quiere Charlie es poder, está dispuesto a todo con tal de quedarse con el negocio. Es muy joven para comprenderlo —explicó —Por eso no podemos volver al país Bianca. Charlie me dejará en paz siempre y cuando no interfiera con sus asuntos y Tim no descansará hasta encontrarte. Eso solo significa estallar una nueva guerra.

Yo lo miré. Debía admitir que después de todo lo ocurrido, había dejado de pensar en Ian. Imaginé que había continuado con su vida al lado de su padre, pero aquello solo me sirvió para no sentir culpabilidad alguna.

—¿Ian me está buscando? —pregunté.

—Su padre murió, buscarte es lo único que le queda —respondió Kyle, irritado al respecto.

Mi estómago se revolvió e imaginé a Ian en esa situación. Sabiendo que, si aceptaba ir a Iceland, nunca me encontraría.

—Kyle —anuncié, dispuesta a tomar una decisión —No eres tú quien me hace daño, no somos nosotros. Yo...te amo, y eso no puede hacerle daño a nadie.

Él abrió la boca, dispuesto a objetar, pero yo continué.

—Sé que tú sientes lo mismo Kyle. No puedes abandonarme después de todo lo que hemos luchado por estar tranquilos. Esa casa no es para mí, nunca lo fue. Es para ambos —dije —Cuando planeamos escapar del terreno, fue porque queríamos estar juntos, y eso no ha cambiado.

Kyle me miró unos segundos.

—¿Qué pasa si nuestras vidas vuelven a correr peligro? Le he hecho daño a muchas personas Bianca, nunca seré alguien con una vida normal —objetó.

—Pues entonces lucharemos nuevamente, pero lo haremos juntos —mis ojos se llenaron de lágrimas y Kyle volvió a abrazarme.

—No entiendo por qué quieres hacer esto. No sé porque sigues a mi lado —susurró.

—Eres mucho más que el simple heredero de una mafia Kyle, y aunque tú no lo veas, yo sí lo hago —respondí, llevando mis labios a los suyos nuevamente.

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