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Capítulo 14: El jardín posterior

Sentada en mi habitación, no podía dejar de pensar en que nuevamente le había fallado a Kyle. Llevaba más de una semana aquí y no había logrado nada más que sospechas. Fantaseaba con la esperanza de que las respuestas de Jules significaran una salida de este lugar, pero de no ser así, no tenía nada más por hacer para solucionar todo esto.

Después de estar meses encerrada en esta isla, esperar tan solo dos días parecía ser más difícil que nunca. Pensar que Kyle tenía un plan, que Jules formaba parte de ese plan y que yo solo era un estorbo más, me enfurecía.

¿Por qué Jules nos estaba ayudando? ¿Quién era? ¿Por qué estaba aquí si pensaba traicionar a Paul? Ella estaba poniendo en riesgo su vida con el objetivo de ayudarnos, pero eso no parecía importarle en lo absoluto.

—Bianca, vamos —ordenó Robert.

Había intentado pasar desapercibida hasta que llegara el día, pero justo cuando pensé que lo lograría, Robert me llevó a pasos acelerados a la oficina de Paul. Él estaba sentado en su escritorio, dando la imagen de ser una persona sumamente ocupada. Solo levantó la cabeza para observar cómo Robert me empujaba hasta los sillones de al frente. Entonces volvió su mirada a los papeles y me ignoró por completo.

—¿Pasa algo? —pregunté.

—No, nada —dijo, sumergido en su trabajo.

—¿Por qué estoy aquí?

—Porque quiero observarte —me miró nuevamente, pero mi piel se erizó en cuanto su mirada recorrió mi cuerpo.

Me paralicé en la silla, sin saber muy bien lo que debía hacer. Entonces volvió a mirar los papeles y el silencio se apoderó de la sala.

Me pregunté si me tendría todo el día aquí, como su maniquí de exposición. Tal vez, me vigilaba porque sospechaba del plan que tenía Jules. Tal vez Jules ya no se encontraba en la casa y todo se había ido a la mierda.

—¿Puedo ir al baño? —pregunté un rato después, debía confirmar mi teoría.

—No —respondió, alzando la mirada. Yo esperé, esto no podía estar bien.

—¿Hice algo mal? —insistí.

—Eres una obra de arte Bianca, ¿alguna vez te lo dijo mi hermano? —soltó, admirándome.

Mi aspecto no podía ser peor; pantalones holgados, camiseta ancha, descalza y despeinada. Robert no me había permitido si quiera cepillarme los dientes antes de empujarme fuera de la habitación.

Me mantuve en silencio. Paul tenía cierto tono en su voz que me advertía no desafiarlo, al menos no por hoy, sin embargo, cuando el sol empezó a esconderse y el tono de su oficina se oscureció, las ganas de ir al baño fueron realmente insoportables.

Mis piernas se movían involuntariamente y mi vientre tenía calambres esporádicos. Quería levantarme y salir corriendo, pero por la mirada que Paul me dedicaba cada cierto tiempo, tenía el presentimiento de que no me libraría de sus ganas de poseerme por mucho tiempo más.

Mi única esperanza era mantenerme tranquila y en silencio, pero si no insistía, el escenario sería aún peor.

—Paul... —anuncié. Él terminaba de saborear su cena.

Había desayunado, almorzado y cenado frente a mí, mientras me observaba como si su próximo plato fuera yo.

—¿Sí? —respondió.

—Necesito ir al baño —susurré.

—No escucho lo que dices —dijo, desafiándome con la mirada.

—Necesito ir al baño, por favor —repetí, un poco más fuerte.

Él volvió a mirar la pantalla de su computador, como si no hubiera escuchado mi petición. Entonces mis ojos se cristalizaron. No quería llorar frente a él.

—¿Por qué haces esto? —pregunté. No sabía qué había hecho mal, ¿por qué me castigaba?

Él volvió a mirarme y sonrió.

—Porque puedo hacer contigo lo que quiera y ahora me apetece observarte —respondió sin más. Se escapó una lágrima, pero la limpié rápidamente.

Después de un suspiro, Paul se levantó y caminó hacia mí.

—Tal vez nos falta algo para que esto funcione —se cruzó de brazos, observándome desde arriba —Ponte de pie.

Yo me levanté, sintiéndome pequeña. Él me recorrió con la mirada y dio un paso hacia mí.

—Tal vez tienes que probarme para dejarte llevar, te aseguro que soy mucho mejor que mi hermano —sentenció, rodeando mi cadera con un brazo y pegando su pecho al mío. Yo posicioné mis brazos entre nosotros, intentando mantener cierta distancia, pero su agarre era muy fuerte.

—Yo...no fue así como ocurrieron las cosas con Kyle —me apresuré, pero entonces sentí la entrepierna de Paul presionando contra mi muslo. Su mirada parecía hambrienta, como un depredador con su caza.

—Estoy cansado de esperar, ¿sabes? —susurró contra mi mejilla. El calor de su aliento me parecía desagradable, necesitaba salir de acá —Llevas muchos días conmigo, y no has hecho más que desobedecerme y desafiarme. Necesito que entiendas... —subió su mano hasta mi pelo —...que soy yo el que dice cómo ocurren las cosas aquí, qué es lo que quiero hacer contigo y cuándo lo quiero hacer.

—Lo sé, lo entiendo —balbuceé, pero entonces Paul cerró su mano en un puño y jaló de mi pelo para acercar su boca a la mía.

Su lengua invadió mi boca de manera agresiva y pegó su cuerpo al mío hasta que no quedó ni un centímetro entre nosotros. Mis manos hicieron todo su esfuerzo por separarlo, pero su fuerza era mucho mayor.

Intenté mover mi cabeza hacia un lado, pero él me empujó hasta la pared y usó su mano libre para desabrochar mis pantalones.

—¿Qué quieres que te haga? —susurró, con la respiración agitada.

—Paul déjame ir, por favor —lloré.

—Me gustaría darte placer, y me gustaría que lo permitieras —pasó su lengua por mi mejilla. Le estaba costando trabajo soltar el botón, pero sabía que una vez que lo lograra, sería mi fin.

—¡Suéltame por favor! —grité. Aquello había sido un grito desgarrador, un grito de auxilio, pero él lo tomó como la entrada a mi ropa interior.

Su mano acarició mi entrepierna agresivamente, en busca de un placer que jamás iba a conseguir.

—Vamos dulzura, no te vas a arrepentir —sentenció antes de abarcar mi boca con la suya.

Esta vez, las lágrimas no salían. Sentía una presión en mi pecho que no podía controlar y de pronto todo sucedió en cámara lenta. Paul introdujo sus dedos en mí, sin tacto alguno ni mucho menos delicadeza y el dolor fue insoportable. La presión en mi vientre aumentó y la fuerza de mis brazos que intentaban pelear contra él se desvaneció.

Yo era débil. Había fallado, y todo esto había sido mi culpa.

—¡Maldición! —gritó él, alejándose asqueado.

Mi cuerpo calló de golpe al suelo y sentí cómo mis piernas se calentaban.

—¡Eres una cerda! —gritó furioso, sacudiendo su mano en el aire. Entonces volteó a mirarme y atizó la misma mano mojada contra mi mejilla.

La mitad de mi cara se adormeció y abrí los ojos para ver cómo Paul salía de la habitación. Ahí estaba, con la cabeza al ras del suelo de su oficina, con los pantalones completamente empapados y desabrochados. No podía moverme, o no quería mas bien.

Mi zona íntima ardía y sentía una presión en mi vientre que no se iba por nada del mundo. Nadie vendría a buscarme, y el terror de que Paul volviera a entrar era demasiado grande. Intenté incorporarme y sentí mi mejilla palpitar. Mis piernas temblaron y me asomé para mirarlas, la vergüenza era demasiada.

Cuando dudé en dar el primer paso hacia la puerta, esta se abrió. Retrocedí por inercia, y cuando Jules me miró, su cara cambió por completo.

—Vamos Bianca —dijo, pero su voz pasiva no representaba para nada su expresión. Estaba horrorizada.

Yo lloré, queriendo lanzarme a sus brazos, pero era probable que hubiera cámaras observándonos y escuchándonos.

Jules preparó la tina, dejó ropa limpia, estiró las sábanas de la cama y encendió la calefacción mientras yo permanecía inmóvil en la esquina de mi habitación. Mis pantalones seguían empapados, y lo único que lograba pensar era; necesito sacármelos.

—Bianca —me llamó por segunda vez. Entonces la miré —Ya puedes ir a bañarte. Yo volteé hacia el baño y recién entonces escuché el agua corriendo.

Si me baño, ¿todas las pruebas desaparecerían? ¿Qué pruebas?, si Paul no me había violado. ¿A quién le importarían las pruebas?, si no iba a salir nunca de acá.

Jules se retiró en cuanto se aseguró de que entrara a la tina y no dijo ni una palabra más.

Dentro del agua, me sentí como una muñeca de trapo, adolorida y sin fuerza alguna para salir. Llevaba más de dos horas dentro, pero por más que restregara mi cuerpo con la esponja de baño, la sensación de suciedad no se iba.

Me pregunté si era capaz de hacerlo por mí misma, salir de la tina, ya que no era capaz de hacer nada por mis propios medios. Si no sabía protegerme, mucho menos sabría proteger a Kyle. Era el fin de ambos y estaba completamente segura de que todo sería mucho más sencillo para él si yo desaparecía de sus planes.

Cada paso que daba se sentía como caminar en el aire. No recordaba cómo había logrado vestirme ni tampoco cómo había llegado a la cama, pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de lo sucedido invadían mi cabeza y me obligaban a abrirlos nuevamente.

Era tarde cuando la puerta de mi habitación sonó. Entonces cerré los ojos inmediatamente, intentando parecer profundamente dormida. Temía que Paul volviera a mitad de la noche para culminar lo que mi incontinencia había impedido, sin embargo, abrí los ojos cuando escuché el susurro de Jules.

—Bianca, ¿estás bien? —dijo, pero yo no me moví.

—No —respondí, al borde de las lágrimas.

Ella se agachó a mi lado y me miró, su cara denotaba preocupación, y claramente, lástima.

—¿Estás herida? —miró mi cara. A estas alturas, mi mejilla debía estar mucho más roja e inflamada que antes.

¿Qué significaba estar herida? ¿Preguntaba sólo por alguna herida sangrante que comprometiera mi vida? ¿O también preguntaba por la incapacidad de levantarme de la cama?

—No —repetí.

—Debemos irnos Bianca —dijo.

Yo la miré, tratando de entender. Ya habían pasado los dos días, pero me costaba creer que la cena con las chicas fuera en plena madrugada.

¿Ya no la escuchaban? ¿Por eso me hablaba con libertad?

—No puedo moverme —confesé.

—¿Si estás herida entonces? —me destapó y revisó mi cuerpo con la mirada.

Mis piernas se encogieron del frío y recordé la sensación de vulnerabilidad.

—No, yo... —las lágrimas volvieron a brotar.

—Bianca, escúchame —volvió a agacharse —Son las cinco de la mañana, solo una vez al mes y a esta hora deshabilitan todas las cámaras de la casa. Paul no nos puede ver ni nos puede escuchar, pero no tenemos mucho tiempo —explicó —Kyle no da su brazo a torcer y no va a soportar un mes más aquí.

La miré.

—¿Dónde está él? —pregunté.

—En el jardín posterior —soltó.

Yo tenía razón. No había imaginado todo esto.

Entonces me senté en la cama, mirando al fondo de la habitación. Esto ya no se trataba sólo de mí. Ya no era solamente yo la que corría peligro, la vida de Kyle también estaba en juego y no podía ser tan egoísta como para abandonarlo ahora.

—Tenemos que irnos —insistió, mirando hacia la puerta de la habitación.

Rápidamente, me levanté de la cama y Jules inició su paso hacia el pasillo. No tenía idea de que lo íbamos a hacer ni cómo íbamos a encontrar a Kyle, pero tenía que hacer todo lo posible por lograrlo.

**

Díganme que piensan de este capítulo!!😱

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