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Capítulo 13: Tiene un plan

Jules entró a mi habitación con un vestido negro en una mano y unos tacos de aguja en la otra. Yo la miré en cuanto cruzó la puerta, pero ella parecía tan tranquila como siempre.

Sabía que no podía decirle nada acerca de su mensaje; nos estaban escuchando. Me pregunté entonces en dónde estarían las cámaras, ¿había cámaras en el baño también?

—Es muy lindo este vestido, pruébatelo —dijo con una sonrisa, pero yo no respondí. Estaba pensando en alguna manera de hacerle preguntas sin ser descubierta.

Si no había cámaras en el baño, tal vez podría llevarla hasta ahí para hablarle, pero tampoco sabía si Jules llevaba un micrófono a todas partes.

—¿Puedo...ir al baño a vestirme? —pregunté, rogando porque captara mi verdadera pregunta. Ella me miró extrañada.

—¿Por qué me preguntas eso? Claro que sí —respondió, guiñando el ojo nuevamente.

¿Aquello significaba que el baño era un lugar seguro? Tenía que arriesgarme.

Entré con el vestido y un pequeño bolso de maquillaje. No tenía una hoja ni mucho menos un lápiz, pero el papel higiénico y el lápiz de ojos me servirían.

«Necesito saber dónde está Kyle. No puedo perder más tiempo»

La letra era poco legible, pero era lo máximo que mi mano temblorosa podía hacer. Con aquel mensaje, solo debía esperar a su respuesta para iniciar algún plan.

El vestido que llevaba era largo y el satín brillaba con elegancia. El pequeño escote dejaba ver parte de mis pechos y me sentí completamente vulnerable de presentarme así ante Paul, pero no tenía otra opción. Probablemente, el vestido había sido enviado por él.

Después de permanecer descalza durante semanas, usar tacos de aguja me resultaba absolutamente incómodo. Me costaba caminar al paso que Robert exigía.

Una vez dentro del amplio salón, Robert me abandonó y el eco de la habitación se hizo agobiante. Paul aún no llegaba, no había nadie conmigo. Caminé para alejarme de la puerta y observé la mesa. Era estúpidamente larga para una cena de dos personas, pero mientras más lejos me encontrara de Paul, mejor. Las velas bailaban en el centro de la mesa y la cantidad de tenedores y cucharas era absurda. Me preocupaba la formalidad de la cena, pero quise pensar que Paul era así de excéntrico en su vida diaria.

El sonido de la puerta a mis espaldas me sorprendió y Paul rio con el salto que provocó en mí.

—Soy yo, tranquila —dijo, confiando en que aquello era motivo suficiente para tranquilizarme.

Antes de cerrar la puerta tras él, me miró con detenimiento. Me sentí expuesta e incluso abusada ante su mirada.

—Te queda muy bien ese vestido —concluyó.

—Gracias —respondí, caminando hacia un extremo de la mesa.

—Empiezo a entender los sentimientos de mi hermano, eres como...una gema en bruto, pura y brillante —soltó. Sus cumplidos no me agradaban, ni en lo más mínimo.

—¿Dónde está él? —pregunté en voz baja, aprovechando la situación, pero Paul me miró y tomó asiento.

—¿No te parece que es grosero preguntar por él cuando estás cenando conmigo? —me miró, serio esta vez. No había sido buena idea.

—Si, lo siento —bajé la mirada, intentando mantenerme fuera de problemas.

—Quiero que de ahora en adelante te olvides de él, mi hermano ya no existe para nosotros. Si queremos que esto funcione, debemos mantenerlo fuera de nuestros planes —dijo. Me sorprendía el nivel de cinismo que tenían sus palabras.

Él espero alguna otra respuesta de mi parte y habló en cuanto supo que no recibiría ninguna.

—Lo siento, ¿he sido muy duro? —preguntó.

Yo lo miré, extrañada. ¿Qué pretendía?

—¿Mi hermano fue así contigo? ¿Cuándo exactamente es que empezó a interesarse en ti? —inquirió.

—Yo...no lo sé —dije.

—¿Fue cuando se acostaron? —insistió, justo cuando el camarero se acercó con nuestra entrada.

Esta vez, mantuve la mirada en mi plato. No podía mirarlo a la cara.

—No —respondí.

—Dime algo Bianca... ¿qué es lo que más disfrutabas de acostarte con mi hermano? Debo saber qué es lo que te da placer si quiero que...

—No me acostaré contigo —respondí, sintiendo que mis venas ardían.

Él mantuvo el silencio, pero sabía que me observaba desde el otro extremo de la mesa. Mi pecho hizo evidente mi falta de aire y sentí que mis manos sudaban.

Paul dejó el tenedor a un lado y se levantó con toda la calma del mundo. Yo mantuve mi mirada en el plato, aunque sus pasos se dirigieran hacia mí. Apoyó su espalda en el borde de la mesa y estiró su mano para levantar mi cabeza. Tenía ganas de vomitar.

—Es nuestra primera cena, no te forzaré a hacer nada que no quieras hacer, pero debes saber que eres mía, así como una vez lo fuiste de mi hermano, y eso nadie me lo quitará. ¿Entiendes? —preguntó, con un tono tan dulce que mi estómago se revolvía —¿Entiendes, Bianca? —repitió.

Asentí, temiendo por mi seguridad. Entonces él volvió a su silla y continuó con la charla, como si lo anterior nunca hubiera ocurrido.

A pesar de que ambos habían sido víctimas de la misma situación, Kyle no tenía ni un solo aspecto en común con su hermano. Paul era despiadado, cínico, cruel y, sobre todo, repulsivo. Él estaba hecho para esto, para esta vida y para este negocio, mientras que Kyle estaba hecho para mucho más.

—¿Estás escuchándome? —preguntó de repente. Yo movía la cereza del postre mientras me sumía en mis propios pensamientos. Había dejado de escucharlo hace varias horas atrás.

—Si, disculpa —solté el tenedor.

—Pregunté si quieres ir de paseo —repitió, con un tono de voz distinto.

—Yo...prefiero ir a mi habitación, si no es mucha molestia. Estoy un poco cansada —me excusé, removiendo mis manos bajo la mesa.

Él me miró y volvió a levantarse de su asiento, había terminado de comer hace mucho, pero yo no lo había notado. Esta vez, extendió su mano y me invitó a levantarme también. Yo la acepté, pensando en si notaría que mi mano estaba completamente sudada.

Mirándome los labios, acercó sus dedos al mechón de pelo que caía sobre mi frente y lo apartó. Detestaba que hiciera eso, sentía la necesidad de retroceder cuanto antes, pero esta vez, la silla a mis espaldas me lo impedía.

—Podrías ser un poco más agradecida, ¿no crees? —preguntó —Te estoy ofreciendo un paseo, después de una agradable cena, lo mínimo que podrías hacer es aceptar.

Yo tragué involuntariamente. Mi garganta estaba seca y mi mano había empezado a temblar bajo la suya.

—Lo siento, yo...

—Está bien, entiendo que estés cansada —me interrumpió, caminando hasta la puerta. Afuera de esta, se encontraba Robert de pie, listo para llevarme a mi habitación.

Paul no dijo nada más, no se despidió ni volvió a mirarme, en cambio Robert, se acercó a mí sabiendo cuál era su tarea.

La mañana siguiente, esperé a Jules con la respuesta de mi nota, pero no apareció. No volvió a mi habitación ni ese día, ni el siguiente, y el miedo de que la hubieran descubierto me carcomía.

Robert tampoco había vuelto y Paul no parecía interesado en verme, pero si seguía perdiendo el tiempo en mi habitación, pasaría un mes acá sin respuesta alguna, por lo que, decidida, y sin la compañía de Robert, salí de mi habitación.

Recordaba el camino que habíamos tomado antes, un largo pasillo, unas escaleras gigantescas y un corredor que llevaban hasta el ventanal. Ahí estaba el jardín posterior.

De nuevo había muchas personas a mi alrededor, pero nadie parecía importarles mi situación. Cuando miré las escaleras que Jules había señalado anteriormente, escuché unas risas en la siguiente habitación. Parecía ser la voz de Paul, o al menos una muy similar.

Dudé al dar el siguiente paso, pero cuando pensé en retirarme antes de ser vista, aparecieron aquellos dos frente a mí.

—¡Oh! ¡Justo pensaba ir a buscarte! —exclamó Paul —Hermanito, ella es Bianca; la chica del momento —sonrió.

Miré al sujeto que lo acompañaba y lo reconocí de inmediato. Era el mismo que había estado en la oficina de Kyle hace unos días.

—Charlie —se presentó él, sin respuesta de mi parte.

—Perdónala, todavía no aprende algunos modales —le habló, como si no los escuchara —¿Dónde está Robert? —me preguntó esta vez.

—No lo sé —respondí.

Paul me miró, irritado por mi desobediencia.

—Tenía...hambre —me excusé.

—¿No te llevaron comida? —preguntó.

—No —mentí, él lo sabía.

—Le diré a Jules que se encargue de ti —siguió su paso junto con su compañero, sin preocupación alguna de dejarme en el salón. ¿Entonces Jules estaba bien?

Volví a mirar las escaleras. Si en realidad significaban algo, ¿por qué Paul había actuado tan tranquilo al encontrarme aquí?

Una vez sola, di un paso hacia ellas, pero fui interrumpida por la llegada de Jules.

—Bianca —me llamó antes de que siguiera avanzando —Me han dicho que tienes hambre.

Yo la miré, sin saber muy bien cómo preguntarle lo que había ocurrido.

—Si, hace días que no vienes a dejar la comida —dije, pero ella me miró.

—Estuve ocupada, pero alguien más ocupó mi lugar, ¿no es así? —preguntó, entrelazando mi brazo para guiarme fuera de la sala, sin embargo, yo me frené.

Era incapaz de seguir callada por mucho tiempo más, necesitaba respuestas.

—Ten paciencia —dijo, entendiendo mis señas hacia las escaleras —Te buscaré algo de comer.

¿No debía acercarme a las escaleras? ¿Por eso me pedía paciencia? ¿Acaso Kyle estaba allí abajo? De ser así, no podía quedarme tranquila, de ninguna manera. Necesitaba sacarlo de aquí cuanto antes.

Jules adelantó su paso y yo volví a mirarlas. La entrada a ellas me llamaba, pero sentía que estaba siendo vigilada y nada bueno resultaría de lo que mi mente estaba planeando. No me quedó otra opción que caminar tras ella, en busca de un insignificante plato de comida.

—¿Dónde están las demás chicas? —pregunté, rogando porque Jules entendiera mi lenguaje oculto.

—Están en el jardín posterior, comiendo, probablemente —respondió.

¿Kyle estaba en alguna parte del jardín posterior? ¿Cómo llegaba a él? ¿Acaso me estaba imaginando todo esto?

—Estamos preparando una cena, todas juntas. Será dentro de dos días —contó, mirándome atenta —Le preguntaré al señor Moren si puedes asistir, pero no veo por qué habría algún problema.

¿En dos días? ¿Esto era algún plan, o realmente estaba siendo invitada a una cena de chicas?

—¿Debo esperar por tu confirmación? —pregunté, pero Jules me miró como si mi vocabulario hubiera sido extremadamente obvio.

—Si, en cuanto el señor Moren me confirme que puedes asistir, te lo haré saber —respondió y mis ojos se llenaron de lágrimas involuntarias.

¿El señor Moren era Kyle? ¿Jules podía hablar con él?

—Bien, ya tenemos tu comida. Volvamos a tu habitación antes de que Robert te encuentre por acá —se apresuró en hablar. No quería que empezara a llorar.

Yo asentí y mis lagrimas amenazaron con desbordarse. Debía esperar dos días, pero no tenía idea para qué.

¿Acaso Kyle tenía un plan? ¿O me estaba imaginando todo esto por mi desesperación?

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