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Capítulo 11: Una vida mejor

—No entiendo cómo mi hermano se atreve a tanto —dijo Paul. Me observaba desde la distancia, con un cigarro encendido en la mano —Se lo dije, se lo advertí. Intenté evitar que esto sucediera, ¿sabes?, pero la idiotez es más grande que él —continuó.

La música opacada retumbaba a través de los muros y la tela que tenía en mi boca me impedía gritar en busca de ayuda. Entonces se levantó y caminó a mi alrededor. El humo que exhalaba llegaba a mí, con un olor insoportable.

—¿A dónde pensaban ir? No hay lugar alguno en dónde no los vaya a encontrar, eso debería saberlo. Me parece que has afectado gravemente su cordura —me miró fijamente, a pocos metros de mí —Ya te lo dije, me da curiosidad.

Intenté responder, pero la tela interceptaba cualquier palabra que quisiera salir de mi boca.

—¿Si te mantengo aquí conmigo, una semana, tendrías el mismo efecto en mí? —preguntó, pero parecía estar hablando consigo mismo.

Se acercó y yo me removí en la silla. No quería que me hiciera daño, no quería que le hiciera daño a Kyle.

—Lo he decidido dulzura; te quedarás conmigo —susurró frente a mí —Creo que...te doy un mes, para demostrarme tus habilidades.

¿Mis habilidades? ¿Qué me creía, una bruja?

—Lo discutiría con mi hermano, pero me temo que no está en condiciones en este momento —concluyó con una sonrisa en su rostro. Estaba disfrutando de todo esto.

Abrió la puerta, dejándome atada de manos y pies. Entonces la música apareció de repente y aturdió mis oídos. Las paredes debían tener aislamiento para el sonido, pues una vez que cerró la puerta, todo desapareció. Estaba solo yo, inmovilizada en una silla sin poder hacer absolutamente nada por nuestro plan, como siempre.

Pensé que no pasaría mucho tiempo para que Paul volviera para torturarme, sin embargo, la puerta volvió a abrirse horas después. La música había desaparecido y Robert se acercó a mí decidido.

Por un momento, sentí alivio. Pensé que Robert había sido enviado por Kyle, pero en cuanto noté aquel desprecio de su mirada lo entendí todo. Estaba con Paul.

Intenté modular las palabras, pero la tela seguía entre mis labios.

¿Dónde estaba Kyle? ¿Qué había pasado con él?

—Camina —dijo él, más agresivo que de costumbre.

El lugar era de techos increíblemente altos. Paredes blancas y doradas, muebles costosos y decoraciones excéntricas. Las manillas de las habitaciones brillaban y las puertas eran tan gruesas que pesaban de solo abrirlas.

Había muchas personas a mi alrededor, limpiando, ordenando, cada uno sumergido en su actividad sin percatarse de que había una joven atada y amordazada a su lado.

Era de día. El evento había terminado y recién ahora descubría que había pasado toda la noche en aquella habitación. Robert abrió una de las tantas puertas y me empujó hacia adentro. Había una chica uniformada en el centro, expectante.

—Paul la necesita en su oficina en una hora, que esté lista para él —le dijo Robert antes de retirarse.

La chica permaneció cabizbaja. Se acercó a mí, pero no se atrevió a mirarme a los ojos.

Sin decir nada, tomó mis manos y desató el nudo de la soga. Mis muñecas estaban enrojecidas por la fricción y mis dedos entumecidos. La vi dudar, pero estiró su mano y quitó la tela de mi boca.

—Ti...tienes que ayudarme. ¿Dónde estoy? —me apresuré. Creía saberlo, pero necesitaba confirmarlo.

—Estás en la casa patronal, estás bien —respondió ella, rodeándome.

—No, yo... ¿Conoces a Kyle? Kyle Moren, el hermano de...

—No puedo ayudarte, solo estoy aquí para prepararte —se limitó.

—No, no, por favor —supliqué —Necesito salir de aquí.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero la chica caminó hasta el baño y me abandonó en medio de la habitación. Pensé en correr a la puerta, pero ¿qué ganaba? Iban a atraparme de todos modos.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté.

—Tienes que entrar a la ducha —ordenó, pero estaba siendo delicada. Ella conocía la situación en la que me encontraba.

—¿Por qué me quiere en su oficina? —insistí.

—Eso no lo sé, sólo debo prepararte y me retiro —respondió, acercándose a mí.

Tomó mi antebrazo con delicadeza y me guio hasta la tina del baño —Por favor obedece. Tienes una toalla acá y la ropa estará en la cama cuando salgas —explicó.

—Hay...hay alguien que corre peligro, por favor tienes que ayudarme —la detuve, pero ella se soltó de mi agarre y salió del baño a toda prisa.

No iba a ayudarme. Ya nadie iba a ayudarme.

Después de la ducha, me miré en el espejo del baño y comprobé mi estado. Mi pelo tiziano estaba enredado, no lo había cepillado desde que había llegado a esta isla, y las ojeras me hacían lucir cansada. Lo estaba.

El vestido gris que me habían entregado me llegaba apenas hasta los muslos.

—El pelo —dijo la chica desde la puerta.

El cepillo estaba sobre el mesón, pero yo no quería estar lista. Sentía que me estaba preparando para una pesadilla.

—Se va a hacer tarde. No puedo permitir que llegues tarde —insistió, intentando ser amable. Entonces tomé el cepillo y comencé con la tortura. ¿Por qué estaba ella aquí?

Robert volvió a los pocos minutos y tomó mi brazo para arrastrarme hasta la puerta.

—Compórtate princesita, Paul no es como Kyle —susurró, disfrutando de su advertencia.

Si Robert estaba aquí ahora, es porque siempre estuvo trabajando para Paul, de eso no tenía ninguna duda.

Nadie me miraba. Todos agachaban la cabeza como si cruzar miradas conmigo los fuera a convertir en piedra, era sumamente extraño. Una vez que llegamos a la gran puerta de madera, Robert tocó la puerta para luego empujarme hasta los asientos frente a su escritorio. Ahí estaba Paul, luciendo tan cínico y depravado como siempre.

—Aquí tenemos a helena de troya —sonrió. Su tono de voz te hacía pensar que era la persona más agradable del planeta, pero yo sabía muy bien la clase de monstruo que era. Él era el responsable de la desaparición de Ivanka y Alysa, así como también de miles de mujeres en el país.

Paul se levantó de su silla y caminó hasta mi lado.

—¿Cómo estuvo la ducha? ¿Te sientes mejor? —preguntó, haciéndole una seña a Robert para que se retirara. Mi corazón se iba a desbordar, pero debía mantener la calma. —¿Se siente bien tener ropa decente, no es así? —insistió en hacerme hablar, pero cuando no obtuvo respuesta, se separó de mi lado para rodearme —Las condiciones en las que te tenían, dulzura... ¿Cómo es posible? Si mi hermano dice amarte tanto, debería haberte dado una mejor atención. Aquí no te faltará nada, debes estar segura de eso. ¿Conociste a Jules, cierto?

Lo miré, ¿Jules era la chica que me había preparado?

—Creo que si —respondí, necesitaba información. Él sonrió, sintiéndose victorioso.

—Ella estará contigo siempre, cualquier cosa que necesites, debes pedírsela —volvió a acercarse, con un poco más de confianza.

—¿Por qué me tienes aquí? —pregunté, pero él se extrañó.

—¿No es obvio? —respondió —Tu...hiciste algo con mi hermano que nunca creí posible. Me parece una estupidez de su parte la verdad, pero lo lograste, y no sé cómo. Me gustaría descubrirlo, si me lo permites —explicó. En su cabeza, aquel plan de verdad tenía sentido.

—¿Puedo salir de mi habitación? ¿O también estaré encerrada? —pregunté. Él rio.

—Puedes salir, recuerda que eres mi invitada aquí, no eres mi prisionera —susurró, pero ambos sabíamos que aquello no era del todo cierto —Verás, Bianca...yo sí quiero conocerte mejor. No quiero que me tengas miedo, no te haré daño siempre y cuando obedezcas, debes saber que no me gusta cuando me desafían.

Mi piel se erizó.

—Bien —respondí.

—Me alegra que podamos entendernos. Me gustaría que conocieras el lugar, le diré a Robert que te lleve de paseo. Es una casa muy interesante —se levantó.

—¿Sería...mucha la molestia si Jules viene conmigo? —pregunté. Paul me miró.

—¿Qué hay de malo con Robert?

—Nada, es solo que...me sentiría más cómoda con una mujer —respondí, rogando porque creyera mi excusa.

—Bien, pero Robert las escoltará. No quiero que les pase nada —dijo, sorprendiéndome con su capacidad de creer en sus propias palabras.

Debía ser inteligente. Paul quería dos cosas: torturar a su hermano y experimentar lo mismo que él había sentido; amor.

Al igual que Kyle, él también había sido creado para nada más que el futuro del negocio familiar. Él tampoco había recibido amor de sus padres, de nadie, probablemente, y el hecho de que su hermano pudiera abandonarlo todo por amor, le parecía extraordinario. Tanto, que quería adueñarse de ese sentimiento, tenerlo solo para él.

—Tu nombre es Jules, ¿cierto? —le pregunté a la chica en voz baja, no quería que Robert me escuchara.

Ella me miró, no estaba muy feliz de estar ahí.

—Si —respondió, antes de volver su mirada al camino.

—¿Hace cuánto tiempo trabajas aquí? —pregunté, intentando establecer una conversación.

—Escucha, sé que no tienes malas intenciones, pero no quiero ganarme problemas, solo quiero cumplir con mi trabajo, ¿está bien? —dijo, sin mirarme. Tampoco quería que Robert nos escuchara.

—Lo sé, no quiero buscarte problemas, solo... —me callé. No sabía cómo ganarme su confianza, y no tenía tiempo para idear un gran plan, cada segundo que pasaba aquí era un segundo en donde Kyle corría peligro.

—Te acostumbrarás a estar aquí, no es tan terrible. Es hermoso —señaló los jardines, pero aquello era lo menos que me preocupaba.

—¿Hay más chicas? Como yo... —ella me miró, preguntándome con la mirada si no había entendido nada.

—Algunas. Son buenas personas, tal vez más adelante podamos salir a comer en el jardín posterior, es mucho más grande y bonito —dijo, pero algo en su voz sonaba extraño, como si no dijera la verdad.

—¿Terminaron? —preguntó Robert, fastidiado.

—Me parece que solo queda el jardín posterior —respondió Jules con dulzura.

—No iremos al jardín posterior, otro día lo conocerás —Robert tomó mi brazo —Prepárale la cena Jules, estará en su habitación.

—Paul dijo que no era prisionera, ¿por qué debo volver a mi habitación? —quité mi brazo.

—Porque tengo cosas que hacer y no pienso estar vigilándote todo el día —respondió de malas maneras.

Esperé ansiosa a la cena, no por la comida sino porque debía hablar con Jules en un espacio donde no fuéramos vigiladas, sin embargo, ella no estaba dispuesta a entregar ningún tipo de información.

—No está Robert acá, ¿hay algo en el jardín posterior? ¿es eso? —insistí, pero ella lucía desesperada por hacerme callar.

—Disfruta la comida —dijo, apresurada por salir de la habitación.

—Jules, por favor... —rogué, pero ella cruzó la puerta sin siquiera mirarme.

¿Cómo iba a hacer para salir de acá? No tenía ninguna pista y aunque estaba autorizada a salir de mi habitación, no tenía permiso de hacerlo sin tener a Robert a mis espaldas.

Pensé en que, si Kyle estuviera en mi lugar, y fuera yo quien corriera peligro mientras él permanecía en un palacio, hubiese destruido el mundo entero con el objetivo de encontrarme. Sentía que le fallaba, una y otra vez. Lo había delatado con la policía, había dudado de sus sentimientos, había dudado de sus intenciones, e incluso cuando estuvo a punto de abandonarlo todo por segunda vez, había sido extremadamente fría con él.

Yo venía de un mundo donde la vida era sencilla, los problemas no eran de vida o muerte y las peleas entre hermanos eran tan simples como la posesión del control remoto. Nunca iba a poder entender sus acciones, pero si entendía sus sentimientos, y sabía que todo esto lo estaba haciendo por una vida mejor. Una vida mejor para ambos, no solo para él.

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