➢ Capítulo Único ❆
La verdad es que el hielo en definitiva no era para ella.
Le molestaba demasiado que las piernas se le congelaran y la nariz se le enfriara hasta ponérsela roja; tal cual como si fuera la nariz de Rodolfo el reno. La ropa abrigada no le sienta bien, y tampoco basta con decir lo complicado que es moverse con treinta centímetros de nieve acechando tus pies.
A Yukino le entraban unas inmensas ganas de regresar a su casa y subir hasta entrar en su habitación encerrándose, recostarse en su cama y terminar de estudiar. Todo eso, menos salir de casa. Sin embargo, no puede hacer mas nada que seguir aquel sendero que le quedaba por atravesar.
Por lo menos los vecinos se habían dignado siquiera un poco a limpiar las aceras, pero aun tenia que tener cuidado ya que sabia que estas podían ser peligrosas. Lamentablemente, el hielo no era el mejor de sus amigos. No, claro que no, eso no era ni de fiar.
—Yukino, ve a buscar a tu hermano, no seas una llorona. —la chica hace una mala imitación de su madre mientras ve el vapor escapar de sus labios.
Yuuki, ¿por qué patinaje sobre el hielo y no basquetbol? La castaña se pregunta, y mientras piensa tratando de entender el por qué, lo único que consigue con ello es quejarse aún más. ¿Por qué justamente en invierno y no en verano?
Suspira, y cuando menos se lo espera, las caricias frías del cielo comienzan a caer de nuevo haciendo que frotara sus manos en sus Jeans. Delgadas pelusas de hielo empiezan a adornar su cabello así que apresura su andar para llegar rápido, o hacer el intento.
A Yukino le avanzan las ganas de volver a su hogar y hacerse rollito entre las colchas de su cama, sin embargo, tiene que cruzar un par de calles más para llegar a su destino. La afamada pista de hielo.
La castaña siente como un escalofrío recorre toda su espalda y para cuando se anima a entrar, una corriente de aire helado la hace suspirar.
“Llegué, solo debo recoger al mocoso y regresar a casa”
Eso no era nada del otro mundo, se hará más corto si carga al niño y se hecha a trotar.
Al avanzar, la recepcionista la saluda con una sonrisa, el ambiente se siente cálido en ese momento y mientras tanto la chica le informa que viene en busca de su hermano menor exactamente un alumno del segundo grupo. De pronto una sensación de cosquilleo le aprieta el estómago, como si fuera un aviso de que algo grande fuera a suceder.
La castaña se deshace de su chaqueta y la coloca en su brazo cuando, y con curiosidad, se va acercando por un pasillo que conduce a un lugar desconocido para ella.
Típico fuera si se perdía, nunca había ido a buscar a su hermano a ese lugar, siempre acordaba ir su madre.
Cuando ya está lo suficientemente cerca, ve las luces blancas que reflejan el firme hielo cercado. Hay una galería de asientos extensa a un par de metros por sobre la pista, y en una esquina estratégica; un puesto de café y chocolate caliente que invita a acurrucarse al menos por un momento, se le hizo tentativo por un momento el ir allí y pedir algo, lastima que no cargaba con dinero encima. Yukino gira hacia donde están los tres grupos de niños con la finalidad de ver a su hermano pero ninguno en la pista se ve exactamente igual que aquel revoltoso niño.
¿Dónde está Yuuki?
De pronto, una melodía tranquila empieza a sonar llenando cada espacio del lugar, era una piano de cola dando la señal para que todos los chiquillos se pongan de pie y comiencen a caminar.
Y no van exactamente a la pista de hielo, algo han de mirar con zuma atención.
La melodía empieza a subir haciéndose más fuerte, y ya no es sólo el piano sonando, sino que ahora es acompañado de un coro suave y un violín marcando en 'Do' menor. Y allí es donde Yukino, desde la esquina opuesta, ve llegar a alguien.
Era un chico delgado, con una silueta definida bajo la ropa oscura que ocupa. Sin miedo avanza hasta ingresar a la pista de hielo, y tan rápido como puede comienza su andar. Es un saludo a quienes lo miran, una sonrisa suave y un claro indicio que, sea lo que sea, ya va a comenzar.
El chico en la pista hace algo con sus manos, unas señas en el centro de su pecho y a la altura perfecta de su estómago tienen a Yukino pensando que ese albino es bastante peculiar.
El chico se inclina un poco y dando nuevamente una señal, una nueva melodía comienza sonar.
¿Qué es esto?
Yukino siente que va a llorar.
En la pista de hielo puedes fijarte que aquel chico se desliza con gracia y pulcritud, yendo tan rápido de un lado a otro solo para, en el último segundo, realizar un salto que le hace girar y girar en su lugar después de aterrizar correctamente y sin ninguna dificultad aparente. Su brazos se abren como alas dispuestas a volar, girando y jugando, una sonrisa que no deja de brillar. Sus piernas se mueven con gracia y libertad, como un maldito Ángel tomando un último impulso para al fin poder volar. Otro salto y una pirueta, el Ángel parece no poder despegar. El cabello de un blanco platinado desordenado le cae sobre los ojos apegándose a su frente, otra pirueta más y la chica cree estar en un sueño del cual no quisiera despertar; el joven patinador le ha mirado a los ojos un par de segundos antes de darse la media vuelta y saltar, elevándose sobre el hielo en un remolino blanco que se deshace después de aterrizar y clavar.
Se escucha como el piano hace el ritmo más irregular solo para dar el paso a que el joven sobre la pista luzca su figura en una sucesión de baile que juega a conquistar con la exposición de brillos, galantería y demás.
Hay una última pirueta antes de que de nuevo, todo el silencio vuelva a reinar en el lugar, unos minutos donde la multitud se toma la gracia de respirar para después deshacerse en ovaciones que elevan el nombre del artista por sobre todo los demás.
Fubuki Shirou.
Yukino se siente absorta y el corazón en su pecho corre sin parar, como si estuviera calvangando en un caballo desbocado sin mirar atrás.
¿Qué es esto? ¿Acaba de alucinar?
De repente, siente como toman su mano y al bajar su vista es Yuuki, quien reclama su atención con una sonrisa que lleva un vacío, uno de incisivos de leche hace algunas noches decidió expirar y caer.
—¡Yukino! ¿Le has visto?
Y la mayor aún en medio de su estupor, sonríe a su hermano menor y asiente desordenándo su cabello en el proceso. Ese solo gesto hace que Yuuki se explaye en cómo quiere patinar como el albino cuando sea grande, en cómo quiere parecerse a su profesor y dar clases a los niños para que así sean felices.
Yuuki se deshace en halagos para su joven instructor, a quien le dice adiós con la mano cuando pasa a unos metros de él y le sonríe, ahí es cuando la chica nota una adorable sonrisa en sus labios, una tez pálida que brilla bajo una tenue capa de sudor.
Es como amor a primera vista, un flechazo directo al corazón.
Yukino suspira, y lejos de acabar de escuchar a su hermano menor comienza su andar. De todas formas hay que volver a casa, otro día quizá la castaña se ponga a reflexionar si acaso lo que sucedió fue un hechizo de amor o solo un calor pasajero en el centro de su pecho, justo encima de su corazón.
Así es como los días pasan y la chica cada vez se queja menos de tener que recoger a su hermano menor en la pista de hielo, esto también había hecho que su madre la mirara como si tuviera monos en la cabeza, aunque tampoco se quejaba.
Con la escena repitiéndose una y otra vez pero nunca es exactamente igual que la anterior, la serie de saltos que realiza el albino es diferente y el tiempo de pasos parece extenderse tanto al igual como lo hace una nota blanca en todo su esplendor.
Yukino cayendo en el amor que describió Platón.
—Profesor Shirou, mi hermana nunca tarda demás, ¿Cree que algo le pasó? —Yuuki muerde sus labios con preocupación. Sin embargo, Shirou no deja que el niño se agobie mucho cuando lo invita a la pista de hielo y le otorga la sensación de volar al cargarlo en sus brazos y empezar a deslizarse con una elegante velocidad. Algo le dice que la castaña ya está por llegar, que quizá todo sea una treta, y es que Shirou no es tonto, se había dado cuenta como aquella chica lo miraba cada vez que él patinaba.
Es media hora después cuando Yukino se digna a aparecer.
Para ese entonces, el albino le está enseñando a Yuuki como rotar después de dar un salto sin que piense en el temor de que va a llegar a fallar.
—¡Hermana! —El niño sonríe cuando ve a su hermana mayor llegar, la chica trae las mejillas rosadas y a un Yuuki le causa curiosidad. ¿Para quién son esas flores? La castaña saluda a su hermano, le dice algo al oído y pronto el niño se está retirando con una sonrisa diciendo que irá a casa con su mamá, que Yukino tenga ánimo y que confíe en sus capacidades.
—Hola. —Shirou es el primero en saludar, lleva una de sus adorables sonrisas en sus labios, tan bonita que hace que las piernas de la chica empiecen a temblar—. Hoy has tardado más.
Yukino sonríe orgullosa de haber marcado presencia anteriormente. La verdad no lo esperaba, pero se ha hecho notar.
—Quería invitarte a cenar. — acto seguido, Yukino entiende su brazo para entregar el ramo de flores al albino aún de pie en la pista de hielo. Cosa que lo dejó un poco sorprendido, pero no dejo de mirar a la chica con atención— Se que no es muy normal que una chica invite al chico a salir y regale flores cuando debería ser al contrario, y es que también se me hace un poco extraño y raro pedirlo.. ¡y tampoco quiero pienses que estoy loca o soy una psicópata, solo es que me dijeron que..!
—Yukino están hermosas.. —la castaña corta el rollo nada más escuchar su voz y prefiere dejarse conquistar. Hasta este punto, él también ha hecho sus averiguaciones. Rozū Yukino, 18 años, y estaba soltera. Punto aparte, le gusta mucho, mucho de verdad. —¿A dónde iremos a cenar?
—¿Comida Italiana?
—Nunca la he probado, así que me encantaría~
—¿Después de bailar?
Shirou se ríe un poco mordiendo su labio inferior y desviando su mirada.
—Quizá.
La chica sonríe y se dispone a ayudar a Shirou a caminar hasta donde están sus zapatos para que no tropiece. Aunque aquello es solamente una estrategia de Shirou para tomar su mano y sujetarla de la cintura cuando en un movimiento en falso el filo de los patines le juega una mala pasada y le hace errar en una paso. Gracias a Dios no cayó pero sus rostros si quedaron a escasos centímetros hasta el punto de casi besarse, pero solo rieron y siguieron el camino.
Yukino siempre detesto el invierno, la nieve y el frío. Pero de eso ya no más.
Porque hoy y ahora mismo, siente que el invierno es cálido, agradable junto a Shirou. Mucho más desde que han cumplido etapas juntos, desde hace ya un tiempo de haber formalizado su relación.
Se siente y es como estar en el país de las Maravillas, allá desde donde no quiere regresar por el simple hecho de que está feliz, disfrutando del invierno y el hielo, de su patinador profesional y de su presencia celestial.
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Gracias por su atención y espero que hayan disfrutado de la lectura.
INAZUMA-ELEVEN©
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