XIII: Monstruos y cazadores
Dos presas, y diez cazadores.
No era justo.
Valentine dijo que estábamos en desventaja, y lo estaríamos por un largo tiempo. Si no la sacaban a "ella", ni porque el diez se multiplicara a cien, o mil, conseguiríamos algo.
Primero estaba Prada, la tercera llave, y la cabeza racional del equipo, con un rol bien presentado de madre y contenedora de Shinoby. Viajó del Vaticano, su misión era purgar al mundo de los demonios.
— Tendrás que empezar con Shinoby. — se burló Valentine.
Esa tarde rompieron tres ventanas y una sala entera.
La segunda por excelencia era Vis, una chica de cabello corto y lila, sonrisa agradable, y un brillo que buscaba competir indirectamente con el de las estrellas. Odiaba a los suyos, a los Ivern, pero me resultó imposible mostrarme grosera delante de ella.
— Señorita Smirnova deje de jugar con los accesorios de la señorita Ivern, y use el uniforme correctamente. — Prada riñó a la tercera.
Dakyo Smirnova, enviada y favorita del gobierno Ruso. Valentine me la presentó como la cuarta llave.
Me agradó, hablando sinceramente. No alcanzaba una altura mayor al metro sesenta, su cabello blanco se adornaba con patrones negros de rayos y líneas, mechones dorados, verdes marinos, con pedrerías y joyas de alta gama. Se mostraba como si fuera a matarte, y, aunque no dudaba de eso, su actitud dejaba al descubierto a una niña que exploraba el mundo, lo cual hacía imposible tenerle miedo.
— ¿Cuándo partiremos? — Dakyo recogió el traje de cuerpo completo, tirándolo al sofá más cercano con apuro, como si tenerlo cerca le quemara.
— Mañana. — respondió Prada sin perder la paciencia.
—Entonces mañana lo usaré. — dijo, refiriéndose al traje de combate, que Imoan diseñó con ayuda de la señorita Ivern. — Antes déjame vivir un poco mujer. ¿Has escuchado el dicho que dice "haz el amor antes de entrar a la guerra"?
Prada la fulminó, bajando su pantalla. Del otro lado de la habitación, Shinoby se rio con ganas, sin molestarse en esconder la burla y diversión que llenaron sus ojos.
— No lo ha escuchado. — respondió Shinoby por Prada, cuyas mejillas se llenaron de un fuerte tinte rojizo. — Considérala un alma pura. ¿Acaso no lo notas? Es la tercera vez en el maldito día que está leyendo la biblia como si le pagaran por ello.
— Leo los archivos de los miembros faltantes, no digas cosas imprudentes Shinoby. Incluso si así fuera, no tendría absolutamente nada de malo.
— Ya veo. — Dakyo se levantó, arrastrando con ella el traje negro por la manga. — Ustedes me recuerdan a un viejo y amargado matrimonio. — miró a Shinoby, intercalando la burla y la ironía. — Si ella no sabe del dicho. ¿Por qué no se lo muestras con práctica?
Fue el turno de Valentine de morirse de risa, recibiendo serias y preocupadas atenciones de Imoan y Vis al comenzar a toser por la falta de aire y el exceso de carcajadas.
Dakyo le guiñó el ojo al pasar junto a ella, y salió sin preocuparse por los misiles que salían de Shinoby y Prada, para estrellarse contra su espalda.
— Vuelve ahora. — Shoniby se levantó, caminando detrás de ella para tomar venganza por sus palabras. Prada la sostuvo por el saco y no la dejó continuar. — ¡Dakyo! — rugió Shinoby, luchando contra el agarre y la fuerza de su compañera.
— ¿Y dicen que esta es la élite que se encargará de la caza?
Las puertas de entrada se abrieron, revelando dos presencias hermanas de gris oscuro, chapados a la antigua, en peinados y vestimenta.
Quien habló fue la joven, alta y robusta, con un cuerpo uniforme y dotado. Sonrió al ver que tenía nuestra atención, entró jugando con la esmeralda que colgaba de un listón en su pecho; se tomó su tiempo en juzgarnos, una a una, todas pasamos por la lupa roja que eran sus ojos.
— Señorita Linna Clowothorn, señorito Loid Clowothorn. — Prada reaccionó sin demora, soltando a Shinoby, no sin antes amenazarla de reojo con una de sus miradas que expresaban mucho más que mil palabras. — Nos...
— Ahórrate tus discursos vacíos de cortesía hipócrita. —Loid avanzó detrás de su hermana, ignorando a todos menos a Valentine. Le sonrió, le sonrió de la forma en la que uno sonríe cuando sabe un secreto vital que está en juego por ser liberado, Valentine le mostró los dientes, gruñendo. — Así que son ciertos los rumores. Dos comodines, uno más débil que el otro. — olfateó el aire, y una llama se encendió dentro de sus ojos, consumiendo el rojo carmín en uno matizado con el dorado de la luz y el calor. — Una humana. Interesante.
— Los estábamos esperando. — Reanudó Prada. — Creo que...
— Escuché que partimos mañana. — Linna combatió en un juego de miradas con Imoan, perdiendo al dejarla de lado por Valentine. — No planeamos estar cerca de ustedes hasta entonces, solo vinimos a perder el tiempo, ya lo hemos hecho, nos retiramos ahora.
— Alto por favor. —Vis no esperó a que le obedecieran, interponiéndose de lleno en su retirada. Extendió las manos, dejando a su alcance los últimos dos trajes seleccionados para ellos.— Tengo que pedirles que usen esto, los diseñamos es...
— ¿Quieres que usemos basura? — Linna le arrebató las prendas, lanzándolas al panel de reciclaje más cercano. — No digas estupideces niña.
— Quítate del camino. — Loid recargó una mano en el hombro de su hermana, divertido por la expresión trastornada de Vis. — Estorbas, los Ivern y los Slovich siempre lo hacen, siempre estorban.
— Necesito que entreguen la sexta llave. — Prada estiró su mano, abriendo la palma para recibir el objeto. — De ese modo comprobaré que...
Linna alzó un objeto triangular, lleno de una sustancia en gel con agua roja. Sonrió.
— Nosotros llevaremos la llave, el gobierno no mencionó nada sobre cederla, si lo hacemos. ¿Quién sabe que harás con ella?
— Bien. — Prada se aferró a la pantalla que llevaba en brazos. — Les pido que la cuiden, es vital tener las seis para liberarla.
— Lo sabemos. — Loid desapareció, su voz llegó distante, retumbando a través de la loza metálica en el pasillo. — Los tontos son los que deberían de estar al pendiente.
— Voy a matarlos.
— No, no lo harás.— Esta vez Shinoby no escuchó a Prada, volviéndose un toro furioso que corría detrás de la bandera roja teñida por la sangre. — ¡Shinoby!
Prada intentó detenerla, lo logró cuando Shonoby ya había conseguido asestar el primer puñetazo al aire.
***
— La quinta llave va a reunirse con nosotros en el aeropuerto de la base fronteriza, abordará ahí, partiremos al lugar de contención entonces. — Prada apagó el holograma, un conjunto ordenado de planos, imágenes y mapas de los puntos que se tenía planeado abordar.
— Sacarla será inútil. — Shinoby recargó el filo de su mentón contra el plano enfundado en seda negra de su palma. —Varlerine no obedecerá a nadie.
— Más que a Imoan. — Prada miró en su dirección, encontrándose con un rostro sereno que no había tenido ni un cambio en toda la tarde, más allá de reflejar preocupación por el estado taciturno de Valentine, sentada lejos, perdida en las alturas nebulosas de la ciudad. — Aprovecharemos eso al máximo. Nuestras prioridades, antes de liberarla, son, primero, no permitir que las llaves sufran daños, y la más importante, mantener a Imoan con vida. Si logramos sacar a Varlerine, pero Imoan no está a nuestro lado, será igual a liberar un zorro dentro del más grande gallinero, quizá tarde, más, al final terminará cazándonos a todos.
— ¿Por qué siempre tienen que involucrar a mi hermana en todo? — Shinoby se cruzó de brazos, enterrando en sus antebrazos la presión dolorosa de sus dedos. Fruncía el ceño, alcanzando límites que jamás creí posibles. — Imoan esto, Imoan lo otro. ¡Me harta!
Prada le sonrió, dedicándole unos segundos de silencio, secundados por unas palabras, que se encargaron de dejar a Shinoby con un gesto peor.
— ¿Nos culpas ahora de tus errores? Eso debiste de haberlo pensado antes de ponerla bajo su cargo.
Shinoby refunfuñó. Ahí terminó todo.
***
Al salir, vi a Valentine retirarse sin esperar a Imoan, quien se detuvo en el pasillo, observando la figura oscura alejarse en una burbuja de soledad y dudas.
— Varlerine se pondrá peor. — dijo, apretando las manos en puños tan cerrados que resultaba doloroso verlos. — Ten abiertos los ojos Nessa. A los mejores cazadores se les van las liebres. Aquí no todo es lo que parece, y en ocasiones, la verdad pasa de largo bajo las lupas más austeras, y los ojos más expertos, incluso aunque se trate de la élite.
— ¿Por qué me dices esto ahora? ¿De quién desconfías?
— De todos Nessa. La única vez que no lo hice, me quitaron mi corazón. Está en la naturaleza de los monstruos y humanos la traición. Ten cuidado, no sabes quién o qué tiene el cuchillo listo para apuñalarte por la espalda.
No volvió la mirada al ir detrás de su compañera, yo sí lo hice. Fue un error.
Dos pares de ojos sangrientos se burlaron de mí en el fondo opuesto, Loid sonrió, y no dudé en que ambos escucharon la conversación todo el tiempo.
Esa tarde y parte de la mañana siguiente, mi voz salió únicamente en susurros. No temía hablar con las palabras incorrectas, pero sí temía que alguien, ajeno a mi deseo, escuchara.
***
—Conann.
Mi amigo dejó de revisar los paneles y sistemas, reflejados en las pantallas de la cabina del piloto. Quitó las gafas oscuras que bloqueaban el color suave de sus ojos, deshaciéndose a la par, de los guantes de cuero que usó toda la mañana, empeñado en dejar sin fallos a las naves que jugarían el papel de alegres monturas de acero.
— Sh...
— ¿Está todo listo niño? — incapaz de dejarme terminar, Shinoby ingresó al pequeño cubículo. Llevaba el cabello recogido en una coleta con intercaladas de listones cada pocos centímetros. Valentine la llamo princesa Jazmín al verla salir, Prada tuvo que sostenerla con mayor fuerza de lo usual para que no rompiera de un golpe la mesa y los platos del desayuno.
Conann se levantó, metiendo su instrumental en la mochila que cargaba más utilidad que yo.
— Sí, he terminado. Ya puedes manejarla.
— Mientras estés ahí parado, interponiéndote en mi camino, lo dudo mucho.
Disculpándose decenas de veces, Conann salió corriendo a la parte dispuesta para los demás. Yo lo seguí, dejando a Shinoby sola junto a un montón de murmullos y palabras en su legua materna.
Cuatro compartimientos estaba ocupados, Valentine e Imoan ocupaban uno, susurrándose entre ellas, Prada y un montón de equipo iban juntos en otro, a su derecha, los hermanos, tal vez mellizos, no escondían su interés retorcido a Valentine, llenándola de miradas que no transmitían únicamente curiosidad. Conann encontró lugar en la mesa de Vis y Dakyo, quienes peleaban infantilmente por un juego de pulseras nada baratas, suspiré al verlas tirar con fuerza de las joyas, y estaba por ceder a sentarme a su lado, cuando Imoan me llamó.
— Nessa. Ven.
— Hazle caso. — Conann golpeó mi estómago, propinándome un codazo no muy suave. — Vamos a entrar, dentro de poco, a territorio desconocido, quédate dónde puedan verte.
— Soy mayor que tú. — intenté refutarle.
— Y no por eso sabes cuidarte mejor. ¿Tienes idea de dónde dejaste los anteojos? —dijo, alzando un par de gafas redondas, empañadas por una capa de polvo y manchas. Me las entregó con una advertencia silenciosa, tras recibirla fui dónde Imoan, sentándome de golpe por el acelero brusco de Shinoby.
— No te quitan los ojos de encima. —le susurré a Valentine, rozando por accidente las profundidades carmesíes de los hermanos.
— A Varlerine tampoco van a darle un suspiro.
— Por lo que sé, les sacaría los ojos antes de que parpadearan.
— En el pasado, —comenzó, jugueteando sin parar con el listón rojo atado en la muñeca de Imoan. — fueron ellos quienes le sacaron un ojo a Varlerine.
No dije nada más en todo el viaje.
¿Por qué de repente sentía tanto miedo?
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