Tentación
El aula estaba vacía, los alumnos ya se habían ido, pero Sofía no se movió de su asiento. Sus amigos la esperaban afuera, pero algo la mantenía allí, como si el tiempo hubiera dejado de existir en ese pequeño espacio. Cillian seguía al frente, recogiendo algunas hojas y ajustando su mochila. Sofía, un tanto incómoda, lo observaba de reojo mientras jugaba con su lápiz.
Finalmente, decidió acercarse. No puede ser tan difícil, pensó. Después de todo, solo estaba preguntando por la próxima tutoría, algo profesional. Algo que no involucrara sus pensamientos dispersos y el nudo en su estómago.
— Profesor, ¿cuándo sería la próxima tutoría? —preguntó, de forma casi casual, aunque sentía que algo le pesaba en el pecho.
Cillian miró hacia ella, como si fuera la primera vez que realmente la observaba después de toda la clase. Hubo un leve silencio, una pausa en su mirada. Sofía no sabía si era su mente jugando trucos o si realmente había un cambio en la atmósfera.
— Podemos hacerlo ahora si lo necesitas. —respondió él, con su tono profesional, pero algo en su voz sonaba diferente, más suave, casi... cercano.
Sofía asintió, casi sin pensarlo. El salón de clases estaba ahora vacío, la quietud llenaba el aire. Al principio, todo parecía normal, pero en cuanto ella se acercó al escritorio de Cillian, un sentimiento extraño comenzó a apoderarse de ella. La familiaridad del salón, las pupitres alineados, las paredes cubiertas de carteles de ética y filosofía... Todo eso le recordaba su posición: ella era una alumna, él su profesor. Y eso debía ser suficiente. Debía serlo.
Mientras Cillian comenzaba a explicarle el tema de la tutoría, Sofía no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido entre ellos, en la fiesta, en el encuentro en la plaza, en sus conversaciones... y, sobre todo, en la duda que le carcomía por dentro. Ella no debía sentirse atraída por él. Es solo un profesor, se repetía una y otra vez. Sin embargo, había algo en sus ojos azules, algo en su voz que desbordaba esa barrera.
De repente, Cillian notó el cambio en su rostro. Algo en su actitud había cambiado. Sofía estaba distraída, su mirada distante, como si algo la estuviera preocupando, algo mucho más allá de la clase. El gesto en su rostro, esa expresión de incomodidad y confusión, le pareció extraña, pero también reveladora.
Se acercó lentamente, quedándose a una distancia muy pequeña de su rostro. Sofía notó su cercanía y su respiración se volvió más acelerada. Cillian, con un gesto casi instintivo, chasqueó los dedos frente a sus ojos, como si intentara romper la burbuja en la que ella estaba atrapada.
— ¿Sofía? —dijo, con una suavidad que no podía pasar desapercibida.
Sofía sintió que sus ojos se encontraban con los de él, esa intensidad azul que la descolocaba. Un suspiro se le escapó, y no pudo evitarlo. Estaba demasiado cerca. La distancia entre ellos parecía desvanecerse con cada segundo que pasaba. Ella intentó recomponerse, pero algo en su pecho la detenía, un sentimiento que no podía identificar. No debía sentir eso. No debía.
Cillian se apartó ligeramente, dándole el espacio que ella claramente necesitaba. Sin embargo, la preocupación era evidente en sus ojos.
— ¿Por qué estás tan distraída? —preguntó, su voz firme, pero algo más suave, como si le importara.
Sofía miró hacia abajo, jugando con los dedos, y luego levantó la vista nuevamente, como si estuviera intentando encontrar las palabras correctas.
— Profesor... —comenzó, luchando por mantener la calma—. ¿Qué se hace cuando uno... experimenta cosas que no son moralmente correctas, pero que, de alguna forma, se sienten... correctas para la persona?
La pregunta flotó en el aire, cargada de una profundidad inesperada. Cillian frunció el ceño, curioso, y un tanto sorprendido por la seriedad de la pregunta. No era algo que se preguntara a la ligera. Era una cuestión ética, pero mucho más personal, algo que había tocado el núcleo de lo que él mismo había estado evitando. El malestar que había sentido en sus interacciones con Sofía, ese deseo reprimido que parecía siempre acecharlo en las sombras, estaba claramente implícito en la pregunta.
Se acercó un poco más, tomando un respiro, y respondió con calma, pero con una franqueza que solo un profesor de ética podría ofrecer:
— La moralidad no es un concepto absoluto, Sofía. Lo que se considera "correcto" para una persona puede no serlo para otra. Pero eso no significa que nuestras acciones no tengan consecuencias. Cuando algo nos parece "correcto" pero sabemos que va en contra de las normas, estamos jugando con un límite peligroso. El dilema moral está en reconocer esa contradicción y elegir lo que es mejor para uno mismo, sin perjudicar a los demás ni a nosotros mismos. La clave está en la responsabilidad.
Sofía asintió lentamente, aunque sus pensamientos estaban lejos de esas palabras. Responsabilidad. ¿Podía ser responsable de sus propios sentimientos? ¿O era mejor seguir ignorándolos, como siempre había hecho?
Cillian la miraba en silencio, dándose cuenta de que la conversación había tomado un giro que no esperaba. Había algo en la forma en que Sofía le había planteado la pregunta que lo inquietaba, como si fuera más una reflexión personal que una simple duda académica. Su rostro seguía reflejando una mezcla de confusión y lucha interna.
Por un momento, Cillian se quedó en silencio, mirando a Sofía, consciente de la tensión en el aire. A pesar de sus esfuerzos por mantener la distancia, algo en él seguía siendo atraído por ella, una atracción que sabía que debía rechazar. Pero, por primera vez, se dio cuenta de que no todo en la vida es tan sencillo como las reglas que enseñaba.
La pregunta de Sofía había quedado suspendida en el aire, flotando entre ellos como una carga invisible. Cillian, consciente de que había algo más detrás de sus palabras, no pudo evitar sentir una pequeña presión en su pecho. La forma en que ella lo había mirado, la vulnerabilidad que parecía estar escondida bajo su actitud distraída, lo había desconcertado. Había algo en ella que lo atraía, algo más allá de su apariencia.
Cillian trató de recomponerse, pero la cercanía de Sofía lo desconcertaba. Ella estaba allí, frente a él, una alumna suya, y sin embargo, en ese instante, parecía mucho más. Quizás era el ambiente del aula, o tal vez la forma en que su presencia llenaba el espacio, pero por un segundo, la distancia entre ellos no existió. La habitación se había reducido a solo ellos dos, y eso lo hacía sentir... vulnerable.
— Entonces, ¿crees que es posible encontrar el "correcto" cuando sabes que lo que sientes está en conflicto con las normas? —Cillian preguntó, su tono de voz más suave ahora, como si estuviera deslizándose hacia un terreno peligroso, pero sin poder evitarlo. Se había dejado llevar por el momento, la conexión que sentía, sin pensar demasiado en las consecuencias.
Sofía lo miró con una mezcla de sorpresa y algo más. Esa respuesta, esa suave invitación a continuar, la hizo sentirse aún más atrapada. No, no es posible, pensó. Este es un límite que no debería cruzar. Pero la forma en que él la observaba, cómo sus ojos azules se fijaban en ella con una intensidad inquietante, hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Intentó mantener la compostura, pero algo en su pecho le decía que estaba cayendo en un juego peligroso.
Cillian se acercó un paso más, y por un segundo, se permitió disfrutar de su cercanía. La distancia entre ellos se redujo aún más. Sofía pudo sentir la calidez de su presencia, el leve perfume que lo rodeaba, y esa voz profunda que de alguna manera la envolvía.
— ¿Y si en lugar de hacer una elección lógica... —Cillian murmuró, con una ligera sonrisa, como si estuviera jugando con la idea— ¿te dejaras llevar por lo que realmente sientes? ¿Por el deseo que sabes que está ahí, aunque no quieras admitirlo?
Sofía tragó saliva, sorprendida por lo directo que había sido, pero aún más por la forma en que la miraba. Había algo juguetón en su actitud, algo que parecía desafiar las normas, y eso la confundía aún más. ¿Qué está haciendo? Pensó. ¿Está jugando conmigo?
De repente, Cillian se dio cuenta de lo cerca que estaba de ella, lo demasiado cerca que se había dejado llevar. Era consciente de la línea que había cruzado, pero no podía evitarlo. La tentación de sentir esa cercanía, esa conexión, le era demasiado poderosa. Y en ese momento, algo en su mente se rompió, aunque solo fuera por un instante.
Se apartó ligeramente, pero no podía evitar sonreír con suavidad, como si estuviera disfrutando de un juego peligroso.
— No estoy sugiriendo que sigas tus impulsos sin pensarlo, Sofía... —dijo, con un tono de voz que parecía mezcla de seriedad y diversión—. Pero hay momentos en la vida en los que las reglas se sienten... restrictivas, ¿no? A veces, la moralidad puede volverse un poco... confusa.
Sofía lo miró, con los labios ligeramente entreabiertos, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para responder, pero no encontraba ninguna que pudiera hacer justicia a lo que sentía. La intensidad en los ojos de Cillian la desbordaba, la hacía perderse en la conversación. Esto no está bien, pensó. Soy su alumna, y él es mi profesor. No debería estar aquí, en este lugar... en esta situación.
Sin embargo, lo que no podía negar era la manera en que su cuerpo respondía a él, la forma en que cada palabra que salía de sus labios la hacía sentirse más conectada con él. Pero la culpa la perseguía, el recordatorio constante de que esto era inapropiado, de que todo lo que estaba sintiendo no tenía sentido.
Finalmente, Cillian dio un paso atrás, notando la tensión en el aire. Era consciente de que no debía dejar que las cosas fueran demasiado lejos, pero la conexión que sentía con Sofía lo mantenía atrapado en este juego mental.
— Quizás es mejor que sigas con la tutoría, ¿no? —dijo, de repente, como si tratara de cortar el momento con una excusa lógica. Pero en su mente, sabía que algo había cambiado. Algo entre ellos había evolucionado, y no estaba seguro de si eso era algo bueno.
Sofía asintió, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. Estaba agradecida de que Cillian hubiera dado un paso atrás, pero al mismo tiempo, sentía que había algo en su interior que no podía apagar. Algo que, aunque intentara ignorarlo, seguía ardiendo en su pecho.
A medida que la clase avanzaba y la tutoría continuaba, ambos se sentían atrapados en una red invisible, un tira y afloja emocional que los mantenía cerca, pero que también los alejaba.
El límite entre lo correcto y lo deseado seguía difuso, y cada vez que se miraban, parecía más difícil de distinguir.
La tutoría finalmente llegaba a su fin, y aunque Cillian se había esforzado por mantener la distancia, el ambiente cargado que había creado entre ambos se había vuelto palpable. Sofía, distraída y confundida por los sentimientos que no podía controlar, sentía una mezcla de alivio y frustración al ver que la clase estaba por terminar. Había algo en el aire, algo que los mantenía atados, pero ella sabía que debía salir de allí, debía irse antes de que la tentación fuera demasiado fuerte.
— Bien, Sofía, si necesitas más ayuda, sabes dónde encontrarme —dijo Cillian, su voz grave y algo distante, como si estuviera tratando de poner fin a la conversación de manera profesional.
Sofía asintió, algo vacía. En su interior, sentía un calor creciente, una ansiedad que no podía controlar, como si el aire en la habitación estuviera cargado de electricidad estática. Cuando Cillian se acercó a abrir la puerta, el leve roce de su cuerpo contra el suyo fue suficiente para hacerla temblar. Por un momento, los dos se miraron fijamente, sus rostros tan cerca que Sofía pudo sentir la calidez de su aliento. El mundo exterior pareció desvanecerse.
Ambos se quedaron allí, en ese espacio suspendido en el tiempo, con el corazón latiendo desbocado. La línea entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo profesional y lo personal, parecía desdibujarse. Fue solo un instante, pero lo suficiente como para que los dos se sintieran irresistiblemente atraídos el uno al otro. El calor en la habitación aumentó, sus cuerpos más cerca, y un pensamiento fugaz cruzó por sus mentes al unísono: "Que se joda la ética."
Cillian cerró los ojos por un segundo, sintiendo su pulso acelerarse. Estaba tan cerca de ella, sus labios tan cerca que podía oler su perfume, podía sentir el cosquilleo de la electricidad que se generaba entre ambos. Pero en el momento justo en que sus rostros se inclinaron, a punto de rozarse, el sonido de pasos apresurados fuera del aula los interrumpió.
El hechizo se rompió.
Sofía, sobresaltada, dio un paso atrás, su rostro pálido de la sorpresa, y en un acto casi automático, se giró y salió corriendo, sin mirar atrás. Cillian se quedó allí, inmóvil por un momento, el eco de sus propios pensamientos resonando en su mente. ¿Qué diablos hice? pensó, su cuerpo aún ardiendo por la cercanía que acababa de experimentar.
Con un suspiro, se dirigió rápidamente hacia la puerta y la cerró, asegurándola con un click, como si la puerta pudiera sellar el caos que acababa de suceder. Se apoyó contra la madera, su mente llena de pensamientos conflictivos, de confusión. No era este el hombre que pensaba ser. No era este el profesor que debía ser. Esto no iba a pasar, se repitió a sí mismo, pero la imagen de Sofía, corriendo por el pasillo, con su rostro ruborizado y el alma turbada, lo perseguiría durante mucho tiempo.
Se dejó caer en la silla, cubriéndose el rostro con las manos, sintiendo la vergüenza subir por su cuello. No, no puedo hacer esto. No debería haber permitido que llegáramos tan lejos. Pensó que era solo una atracción pasajera, que podría controlarlo, pero ahora sabía que no era así. La imagen de ella cerca, tan cerca... no lo dejaría en paz.
Cillian cerró los ojos y se permitió un momento de desesperación. No quería ser este hombre, no quería estar atrapado en una situación como esta. Había cruzado una línea, y aunque la razón le decía que debía mantenerse firme, no podía ignorar lo que había sentido.
¿Y Sofía? ¿Qué pensaba ella? ¿Acaso ella también sentía lo mismo? ¿O había sido solo una confusión de sentimientos, un momento de debilidad?
El sonido de las voces en el pasillo lo sacó de su trance. Se levantó rápidamente, tratando de recomponer su compostura, pero una sensación de derrota lo invadió. Sabía que esto no se quedaría ahí. El deseo y la culpa, los límites y las tentaciones, seguirían acechándolos, y ahora era cuestión de cómo enfrentar lo que había sucedido.
Nota autora.
oooo wao, al fin estos dos tienen una interaccion media romantica, escribí esto con los pies agitandose de la emocion, amo el slowburn y espero esta historia tambien les esté gustando a ustedes y no se les haga aburrida. :<
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