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Miradas

La noche siguiente la pelinegra había recibidó una invitación  a una fiesta por parte de sus amigas, aunque en el fondo, sentía una flojera tremenda por ir, al ver a sus amigas tan emocionadas, decidió que no podía perderse la oportunidad de pasar un buen rato. Esa noche había decidido dejar atrás las tensiones de la universidad, la presión de las tutorías, y la extraña sensación que había comenzado a desarrollarse en su pecho cuando pensaba en su profesor, Cillian.

Así que, esa tarde, se arregló con más cuidado de lo usual. Eligió un vestido negro ajustado que resaltaba su figura, un diseño sencillo pero elegante que llevaba con confianza. Alrededor de su cuello, su gargantilla negra con la cruz brillaba suavemente, un accesorio que siempre había sido su favorito. El negro hacía que todo se viera más elegante, más misterioso. Esa noche, Sofía quería dejar atrás sus preocupaciones, sumergirse en la diversión y olvidar por un par de horas la tensión que la había estado persiguiendo.

Salió de su habitación y vio a sus amigas esperándola en el coche. Aún en el aire flotaba una mezcla de emoción y algo de incertidumbre, pero lo ignoró. No quería pensar en nada más.

El viaje en coche fue alegre, lleno de risas y chistes, mientras la ciudad se desvanecía en el retrovisor. Al parar en una gasolinera para recargar combustible, Sofía miró distraídamente por la ventana. Fue en ese momento que algo llamó su atención.

Un auto oscuro estacionado cerca de la bomba de gasolina la hizo fruncir el ceño. El coche le parecía familiar, y al observarlo más de cerca, su corazón dio un vuelco. Ahí estaba. El auto de Cillian. Al principio, pensó que solo estaba imaginándose las cosas, pero al mirar más detenidamente, pudo distinguir a través de la ventana a una figura femenina sentada al lado de él.

Sofía se tensó. Esa mujer… era ella. La ex esposa de Cillian. Estaba sentada en el asiento del pasajero, charlando con él mientras él llenaba el tanque de gasolina.

Sus amigas no se dieron cuenta de lo que había captado Sofía, charlando alegremente entre ellas, pero Sofía no podía apartar la mirada de la escena frente a ella. La incomodidad se apoderó de su pecho. Cillian, su profesor, con la mujer que había visto en las fotos, con quien parecía tener una relación tan cercana. De alguna manera, eso la hizo sentirse extraña, molesta. Algo dentro de ella se revolvió, pero no sabía cómo reaccionar.

Cuando el coche estuvo listo, Sofía subió de nuevo al asiento trasero, tomando su celular de inmediato. Sin saber exactamente por qué, abrió Instagram y buscó el perfil de la esposa de Cillian. Al mirar la última historia publicada, sus dedos se detuvieron. Era una foto en el auto de él, la misma escena que había presenciado pocos minutos antes, y el texto decía: “Cita perfecta”.

La molestia creció dentro de Sofía. Un nudo incómodo se formó en su garganta. ¿Por qué le afectaba tanto eso? No tenía derecho a sentirse así. No tenía derecho a molestarle que Cillian estuviera con su ex esposa, sobre todo porque ella misma no lo soportaba. No podía evitar el pensamiento que le rondaba la cabeza: "¿Por qué me importa tanto?" Sofía apretó los dientes, tratando de ignorar la sensación desagradable que la invadía. Había decidido no darle más poder a sus emociones, sobre todo después de todo lo que había aprendido sobre él en las tutorías. Solo un profesor.

—¡Sofía, deja el teléfono ya!—Exclamó una de sus amigas, interrumpiendo sus pensamientos. ‐¡Vamos, no te pongas rara!"

Sofía soltó un suspiro y guardó el celular rápidamente. Trató de concentrarse en la conversación mientras el coche avanzaba, pero algo seguía latiendo en su pecho, como una presión constante. Alguien en el asiento delantero hizo una broma, y sus amigas se rieron, pero Sofía solo pudo responder con una sonrisa tensa.

Finalmente llegaron a la fiesta, y la atmósfera cambió de inmediato. La música alta, las luces de colores, las risas, el bullicio de la gente… todo eso logró que Sofía se olvidara por un momento de la incomodidad que había sentido en la gasolinera. Mientras sus amigas se apresuraban a entrar, ella dejó escapar una risa nerviosa y se unió a ellas.

El ambiente de la fiesta la envolvió rápidamente. La energía, la música y la diversión la hicieron sentir como si nada más importara. La noche avanzaba, y aunque la molestia por lo que había visto en la gasolinera seguía rondando su mente, Sofía se sumergió en las conversaciones y en las risas. Baila, ríe y disfruta con sus amigas, olvidando, por un rato, la tensión de las últimas semanas.

La fiesta se volvió un torbellino de luces y movimiento, y aunque su mente se desviaba ocasionalmente hacia el profesor y su ex esposa, Sofía no podía evitar sentirse aliviada por poder dejar esos pensamientos atrás, aunque fuera por una noche.

Pero algo le decía que, al día siguiente, esa sensación de incomodidad regresaría. Y no podía evitar preguntarse: ¿Por qué me importa tanto lo que haga Cillian?

Pero esa era una pregunta que no tenía respuesta aún.

Las chicas salieron de la fiesta, buscando un poco de aire fresco después de horas de música y risas. Valeria, como siempre, sacó un cigarro y lo encendió mientras caminaban por la acera, disfrutando del silencio de la noche.

—¿Tienen hambre?—preguntó Valeria mientras exhalaba el humo. —Este lugar solo tiene bebidas. Necesito algo de comida.

Sofía asintió, sintiendo un poco los efectos del alcohol en su cuerpo. Aunque no estaba completamente borracha, la sensación de ligereza y la distracción del ambiente la hacían sentirse más relajada de lo habitual. Sus amigas también parecían disfrutar el momento. Caminaban sin rumbo fijo, hasta que vieron a un señor vendiendo empanadas en un carrito en una plaza cercana.

—¡Justo lo que necesitamos!— Exclamó Sofía, sonriendo mientras se acercaba al carrito.

Después de comprar las empanadas y sentarse en un banco cercano, comieron felices, disfrutando del momento de desconexión. La brisa fresca les acariciaba los rostros, y las risas de las chicas resonaban en la noche tranquila. Sin embargo, mientras Sofía mordía su empanada, su mirada vagó por el entorno, absorbiendo todo a su alrededor.

Fue entonces cuando vio a lo lejos, en un restaurante con mesas al aire libre, a una pareja que le resultó familiar. Cillian. Y su esposa.

El estómago de Sofía se revolvió al instante. ¿Qué estaban haciendo allí? ¿Por qué tenía que encontrarse con ellos ahora, en ese lugar? La mezcla de incomodidad y confusión la invadió, y se sintió incapaz de apartar la vista.

Sus amigas, notando su reacción, rápidamente siguieron su mirada y también reconocieron a Cillian y su esposa. Valeria fue la primera en hablar.

—¿Ese no es Cillian, el profesor de etica?—Peguntó, levantando una ceja mientras las demás chicas también miraban hacia el restaurante. —Qué raro, verlo aquí.

Sofía intentó disimular, pero sus amigas ya lo habían notado. Entonces, Valeria, con una sonrisa traviesa, agregó:
  —¿Deberíamos ir a saludarlo?

Las demás chicas se rieron, y Sofía, aunque aún dudaba, se sintió invadida por una extraña sensación, como si el alcohol le diera la valentía de acercarse. Al final, aceptó, y con una sonrisa tonta, dijó —¿Por qué no?

Las chicas caminaron hacia el restaurante, y Sofía sentía una mezcla de emociones que no podía controlar. Cuando llegaron a la mesa de Cillian, él la vio antes que nadie. Su rostro pasó de la sorpresa a una leve sonrisa, y su mirada se centró en Sofía. Durante un breve momento, sus ojos se encontraron, y ella sintió algo extraño, algo que no podía identificar.

—Vaya, qué coincidencia verlo aquí, profesor. Lo vimos de lejos y queriamos darle un pequeño saludo. —Dijo Valeria, con un tono divertido, aunque la mirada de cillian no podía evitar centrarse en Sofía más que en las demás chicas. Fue entonces cuando Sofía notó que su profesor la estaba observando de una manera que la hizo sentirse incómoda, pero también extrañamente halagada.

Sofía intentó mantener la calma, pero notó cómo sus amigas, al ver la interacción, se quedaron en silencio. La esposa de Cillian, al darse cuenta de la presencia de las chicas, saludó cortante, con una sonrisa forzada.

—Hola.— Dijo la ex esposa de Cillian adelantandosé a que él pudiera decir algo, sin mucho entusiasmo, mirando brevemente a las alumnas.

Pero lo que más llamó la atención de Sofía no fue tanto el saludo de la esposa, sino la forma en que Cillian seguía mirando a Sofía. Esa mirada, que parecía analizarla en silencio, la hizo sentirse diferente. No era la mirada fría de un profesor ni la indiferencia de alguien que solo veía a una alumna más. Había algo más. Algo que Sofía no podía entender.

—Luce como si la estuvieran pasando bien. Espero que puedan tener un buen rendimiento mañana en clases teniendo en cuenta que quizas tengan una pequeña resaca. — Finalmente hablo Cillian, con un tono mas grueso de lo normal, su semblante era curioso, sus ojos se enfocaban en Sofia y era tan obvio.

—No se preocupe, profesor. Todo estará bien. No queremos interrumpir más su cita asi que nos retiraremos ahora, hasta luego.— Dijo Valeria, rompiendo el ambiente tenso que habia, mientras comenzaban a alejarse.

Sofía caminó rápidamente con su grupo de amigas, con el corazón latiendo más rápido de lo habitual. Algo había cambiado en el aire. Algo había quedado flotando entre ellos, algo que ella no sabía cómo procesar. Cillian, su profesor, la había mirado de una manera distinta, pero ella no sabía si había sido solo su imaginación o si había algo más detrás de esa mirada.

Cuando las chicas se alejaron de la mesa de Cillian, Sofía intentó mantener la calma, pero el peso de la mirada de su profesor seguía rondando en su mente. Caminaban con paso rápido, con la risa y el bullicio de la fiesta a lo lejos, pero algo seguía inquietando a Sofía.

De repente, Laura, la más observadora del grupo, se detuvo abruptamente en medio de la calle, haciendo que Valeria y Sofia también se quedaran quietas.

—Espera, Sofía —dijo Laura, con una expresión que hacía tiempo Sofía no veía—. ¿Qué pasó ahí?

Sofía frunció el ceño, no queriendo dar demasiada importancia a la situación.

—Nada, simplemente fue una coincidencia, ¿por qué?

Laura la miró fijamente, sus ojos entrecerrados, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos.

—¿Qué pasó con el profesor? Estaba… mirándote de una forma rara —insistió, bajando la voz para que solo las chicas pudieran escuchar.

Sofía sintió un nudo en el estómago. La tensión en el aire parecía haberse duplicado en solo unos segundos. No podía creer lo que Laura estaba insinuando.

—¿De qué estás hablando? —dijo, tratando de sonar tranquila—. Era solo un saludo.

Pero Laura no se dejó engañar.

—No, no lo era. Te miró diferente, Sofía. ¿Qué está pasando entre ustedes dos? —preguntó, con una mirada curiosa, como si estuviera a punto de descubrir algo importante.

Valeria, al notar el tono de la conversación, también se detuvo y se asomó, mirando a Sofía con una ceja levantada.

—Sí, Sofía. ¿Por qué se comporta así el profesor Cillian contigo? —preguntó Valeria, ahora con una sonrisa de lado, como si estuviera bromeando.

Sofía, sintiendo que la situación se salía de control, intentó restarle importancia a la pregunta de sus amigas.

—¡No pasa nada! —exclamó finalmente, intentando sonar más segura de lo que se sentía—. Simplemente fue raro, ¿vale? Cillian es mi profesor, y punto. No hay nada más.

Laura no parecía convencida.

—No estoy tan segura, Sofía —dijo, mirando con sospecha—. Te vi cuando caminábamos hacia el restaurante, te vi nerviosa, y sé que lo miraste diferente. Tú… ¿sientes algo por él? —Laura insistió, bajando la voz de nuevo, como si no quisiera que los demás los escucharan.

Sofía miró a sus amigas y luego desvió la vista hacia el suelo, sin saber qué responder. ¿Cómo podía explicar lo que no entendía? ¿Cómo podía decirles que Cillian la había mirado de una manera que la había hecho sentir algo que no quería admitir, ni siquiera ante ella misma?

—No… no es eso —murmuró finalmente, sintiendo cómo su respiración se volvía un poco más rápida—. Es solo que… me incomoda que esté con su esposa, ¿saben? Él es mi profesor, y eso es todo.

Laura la observó un momento más, como si estuviera analizando cada palabra que salía de su boca. Finalmente, suspiró y dijo:

—Vale, Sofí. Pero ten cuidado. Te vi mirándolo de una forma que no era solo de una alumna hacia su profesor. Y cuando te mira… es como si él también notara algo.

Sofía sintió una mezcla de frustración y confusión. No quería aceptar lo que Laura estaba sugiriendo, no quería creer que había algo más entre ella y Cillian. Pero había algo en la forma en que Laura lo había dicho que la dejó inquieta. ¿Realmente Cillian había notado algo en ella?

—Solo olvídalo —dijo Sofía, girándose rápidamente para retomar el paso hacia la fiesta—. Vamos, ya basta. Solo fue una coincidencia, y ya.

Pero Laura no la dejó ir tan fácilmente.

—Está bien, Sofí, lo que sea —respondió en voz baja, aunque claramente no estaba convencida—. Pero recuerda lo que te digo. No dejes que esto te juegue una mala pasada.

Sofía se quedó en silencio mientras continuaban caminando, la sensación de incomodidad aún pesando sobre ella. Mientras sus amigas reían y hablaban de la fiesta, ella no podía dejar de pensar en Cillian, en su mirada, en todo lo que acababa de suceder. ¿Qué era lo que realmente sentía?

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