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Mal comienzo.

La joven de cabello oscuro estaba sentada en su pupitre, el ambiente del aula cargado de murmullos y miradas nerviosas. El examen había sido un desafío inesperado, y ahora sus manos temblaban mientras esperaba el veredicto. Levantó la vista cuando el sonido de pasos firmes rompió el bullicio.

Ahí estaba él.

Cillian Murphy, su profesor de Ética, caminaba entre las filas con una serenidad irritante, como si disfrutara del nerviosismo de sus estudiantes. Su sonrisa ladeada era casi una burla mientras entregaba los exámenes. Una tras otra, las expresiones de los alumnos se torcían en muecas de descontento, pero a él no parecía importarle. ¿Acaso le alegraba que a su clase le fuera mal?

Engreído.

El pensamiento cruzó la mente de Sofía, mientras el resentimiento hacía que sus labios se fruncieran. No podía disimular el desdén que sentía hacia él, especialmente en este momento.

—Señorita Sofía, no parece tan alegre —dijo una voz inconfundible, baja y modulada, justo a su lado.

Sofía giró el rostro, y ahí estaba él, sosteniendo su examen con una expresión que rozaba la burla. La sonrisa del profesor era descarada, como si disfrutara viendo cómo ella luchaba por mantener la compostura.

—Aquí tiene su examen. Suerte para la próxima —añadió, dejando caer el papel sobre su escritorio con un movimiento deliberado.

Sofía clavó la mirada en el nombre escrito con tinta negra en la esquina superior de la hoja, evitando mirarlo directamente. El enojo era evidente en sus mejillas encendidas, pero se obligó a morderse la lengua. No le daría la satisfacción de una reacción.

El profesor se quedó un momento más, observándola con un aire divertido, antes de seguir su recorrido entre las filas.

Detrás de su espalda, Sofía apretó el examen con fuerza, mientras sus pensamientos se desbordaban con una mezcla de humillación y rabia.

Sofía pasó el resto de la clase sin escuchar una sola palabra de lo que decía el profesor. Cada frase que salía de su boca sonaba como un eco lejano, ahogado por el latido furioso de su corazón. Sus ojos volvían una y otra vez al examen frente a ella, al número rojo que parecía gritarle en silencio: Fracasaste.

Había estudiado. Mucho. Más de lo que jamás había hecho para cualquier otra materia. ¿Cómo era posible que le hubiera ido tan mal?

El timbre finalmente rompió el incómodo silencio de su cabeza. Los estudiantes comenzaron a salir, arrastrando sus mochilas y suspiros de resignación. Sofía se quedó en su lugar, fingiendo revisar algo en su libreta mientras los demás abandonaban el aula.

Cuando el último estudiante cruzó la puerta, Cillian se levantó de su escritorio y comenzó a recoger sus cosas con la misma calma de siempre. Era insoportablemente metódico.

Sofía respiró hondo y se levantó, el examen arrugado en su mano.

—Profesor Murphy.

Él levantó la vista con una ceja arqueada, como si no estuviera sorprendido de que ella se quedara.

—Señorita Sofía —respondió, con esa voz suave y calculada que parecía burlarse de todo. Cerró un libro con un movimiento tranquilo y lo dejó sobre la mesa—. ¿En qué puedo ayudarla?

Ella dio un paso adelante, sintiendo el calor de la ira subirle por el cuello.

—Quiero saber por qué me fue tan mal en el examen. Estudié mucho. No entiendo cómo esto —alzó el papel arrugado— puede ser justo.

Murphy inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos claros estudiándola con detenimiento.

—¿De verdad? —dijo con una mueca que apenas era una sonrisa—. ¿Y qué parte no le parece justa, señorita Sofía? ¿El contenido del examen o el hecho de que esperaba que su esfuerzo fuera suficiente?

Las palabras la golpearon como una bofetada. Sofía apretó los dientes, sintiendo que su frustración se mezclaba con algo más. No era solo el desdén en su tono lo que la hacía arder, era la forma en que la miraba, como si supiera exactamente cómo hacerla perder el control.

—No estoy diciendo que esperara que fuera fácil —replicó ella, obligándose a mantener la calma—. Solo quiero entender en qué fallé.

Murphy dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos. Era intimidante, pero Sofía se negó a retroceder.

—Falló en lo mismo que fallan muchos de mis estudiantes —dijo finalmente, su tono bajo y casi confidencial—. Creen que memorizar es suficiente. Pero Ética no se trata de respuestas correctas. Se trata de cuestionar, de razonar. Y eso, señorita Sofía, es algo que no puedo enseñarle en una noche de estudio.

Sofía lo miró, sintiendo una mezcla de humillación y desafío. Él se giró y volvió a su escritorio, recogiendo sus cosas como si la conversación hubiera terminado.

—Si realmente quiere entender en qué falló —añadió, sin mirarla—, venga a verme durante mi horario de tutorías. Hasta entonces, le sugiero que reflexione sobre lo que significa pensar en lugar de solo estudiar.

Con eso, salió del aula, dejando a Sofía sola con su enojo y el examen arrugado en la mano.





NOTA AUTORA.

Hace mucho que no escribía en esta plataforma, pero últimamente he estado disfrutando mucho las obras con este actor, y pensé: ¿por qué no hacer la mía?

Eso sí, prepárense para sufrir, porque tengo muchísimos temas que quiero abordar en esta novela. Mi intención es que todo sea lo más realista posible, y para que la relación entre estos dos personajes sea realmente especial, primero tendrán que pasar por muchos momentos complicados. No se preocupen, no hablo de malentendidos tontos, sino de conflictos reales, con peso emocional.

Otra cosa: amo crear momentos de tensión, así que prepárense, porque habrá varios ñañaña.

Si quieren que continúe la novela, no duden en dejarme un comentario, por favor. ¡Me encantaría saber qué opinan!

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