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¿Accidente?

Cillian abrió los ojos esa mañana con un extraño peso en el pecho. Después de la tarde anterior, no había podido dormir del todo bien. Los recuerdos de Sofía cayendo sobre él, del breve contacto de sus cuerpos y de la chispa eléctrica que lo recorrió, lo atormentaban. Sabía que debía mantener las cosas profesionales, pero ¿cómo hacerlo cuando cada interacción con ella lo desafiaba?

Cillian tomó su celular, como solía hacer cada mañana, y comenzó a revisarlo de manera distraída. Sin darse cuenta, su dedo abrió Instagram, una aplicación que raramente usaba. Una pequeña parte de él estaba ansiosa por saber cómo estaría Sofía después del rechazo que le había planteado. Aunque no quería admitirlo, había buscado señales de tristeza o vulnerabilidad. Quizá esperaba verla tan confundida y afectada como él se sentía.

Al abrir la aplicación, una notificación captó su atención: una nueva publicación de Sofía. Su corazón se aceleró sin razón aparente. Hizo clic en la publicación y, al instante, quedó atónito.

En las fotos, Sofía aparecía espectacular, con una falda que acentuaba sus curvas, una mirada desbordante de confianza y un aura desafiante. La iluminación le daba un toque casi etéreo, destacando su cabello oscuro y su piel pálida. Había algo en su postura y en su expresión que lo dejaba sin palabras: no solo parecía segura de sí misma, sino completamente inalcanzable.

Cillian sintió una punzada de algo extraño… ¿celos? ¿Frustración? No sabía decirlo, pero su atención se detuvo en su falda, casi sin darse cuenta. Movió los dedos para hacer zoom, tratando de enfocar mejor, y en ese fatídico momento, su dedo resbaló y tocó accidentalmente el botón de "Me gusta".

El corazón de Cillian se detuvo.

—Mierda, mierda, mierda. ¿Qué hice? —murmuró, con la voz entrecortada.

Su respiración se volvió errática mientras intentaba desesperadamente deshacer el "like". Pero sabía que ya era demasiado tarde. La notificación habría llegado.

—No puede ser. Soy un maldito idiota.

Se pasó las manos por el rostro, sintiendo cómo el pánico lo invadía. ¿Qué pensaría Sofía? ¿Qué diría? ¿Qué clase de profesor hace algo así?

El teléfono vibró, y su estómago se hundió al ver la notificación: un mensaje directo de Sofía. Lo abrió con dedos temblorosos.

"¿Acosar a tus alumnas es tu pasatiempo?"

Cillian sintió un escalofrío recorrerle la columna. Su mente se quedó en blanco por unos segundos. El tono del mensaje era claro: Sofía estaba molesta, quizá incluso divertida, pero sobre todo, lo había atrapado en el acto.

Con las manos temblando, comenzó a escribir una respuesta:

—Lo siento mucho, Sofía. No estaba acosándote, te lo aseguro. Tu perfil me apareció en sugeridos. No suelo usar redes sociales. Fue un error. —Envió el mensaje antes de borrar y reescribirlo veinte veces más.

El silencio que siguió fue insoportable. Finalmente, Sofía respondió:

"¿Un error? Vaya, qué conveniente. De todas las personas en Instagram, justo terminas dándole like a mi foto. Parece que el destino está jugando contigo, ¿no crees?"

Cillian cerró los ojos con frustración. Sentía que estaba perdiendo el control de la situación. Lo peor era que, en el fondo, Sofía tenía razón: había buscado su perfil a propósito. Había querido verla, entender cómo se sentía, incluso si eso significaba traicionar los límites que él mismo se había impuesto.

Tecleó rápidamente, sintiéndose cada vez más patético:

—Fue realmente un accidente, Sofía. Por favor, no malinterpretes esto. No debería haber revisado tu perfil. Lo lamento.

La respuesta de Sofía tardó más en llegar esta vez. Cuando apareció en su pantalla, Cillian sintió que la presión en su pecho aumentaba.

"¿Y por qué revisaste mi perfil? ¿Esperabas encontrar algo interesante?"

Cillian se quedó paralizado. No había una respuesta sencilla. Quería asegurarse de que estaba bien, pero, al mismo tiempo, sabía que no era su lugar. Había cruzado una línea, incluso si intentaba justificarse.

Finalmente, escribió, tratando de sonar lo más honesto posible:

—No lo sé. Supongo que quería asegurarme de que estuvieras bien.

El silencio que siguió fue aplastante. Cillian dejó el celular a un lado y se pasó las manos por el cabello, maldiciéndose a sí mismo. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que una relación profesional se desmoronara de esta manera?

Sofía no respondió, y eso lo atormentaba más que cualquier reproche. Había esperado enojo, burla, cualquier cosa… pero el silencio era como un eco que amplificaba su culpa y confusión.

—Soy un maldito idiota —se dijo, mientras se recostaba en el sofá y miraba al techo. La imagen de Sofía en las fotos seguía persiguiéndolo. No sabía si era el resultado de su atracción por ella o de la imposibilidad de controlar sus propios impulsos, pero algo estaba claro: Sofía había tomado un lugar en su mente del que no podía liberarse.

El lunes por la mañana, Cillian se encontraba en su escritorio, revisando algunos apuntes para su clase de ética. La luz que entraba por las ventanas de la sala de clases iluminaba suavemente el lugar, pero su mente estaba nublada por pensamientos que no podía apartar. A pesar de que había intentado calmarse durante el fin de semana, las tensiones de la situación con Sofía no desaparecían. Cada vez que pensaba en ella, recordaba sus fotos, su actitud desafiante, la mirada que lo había penetrado como un rayo en la noche. Y ahora, era lunes, el primer día de clase después de todo lo que había pasado.

La puerta del aula se abrió, y Sofía entró, como una presencia que desbordaba todo en su camino. Llevaba una falda negra increíblemente corta, que destacaba sus piernas largas y torneadas. El escote de su blusa no pasaba desapercibido, haciendo que los ojos de todos los estudiantes presentes se dirigieran rápidamente hacia ella. Sofía no parecía preocupada por esto, más bien, su paso era seguro, como si la atención ajena fuera lo menos importante en ese momento.

Cillian tragó saliva con dificultad. Su estómago se revolvió. El corte de la falda, la forma en que se ajustaba a sus caderas, la confianza que emanaba de su porte, todo lo que hacía que no pudiera dejar de mirarla. Mientras ella caminaba hasta su asiento, Cillian intentaba con todas sus fuerzas concentrarse en el pizarrón, forzándose a ignorar la creciente incomodidad que sentía. Pero sabía que no podía. Estaba tan cerca, y todo en ella parecía tener el poder de descontrolarlo.

Fue entonces cuando notó a uno de sus compañeros, un chico de ojos curiosos, que la observaba con atención. Como si estuviera completamente cautivado por su presencia. Intentó disimular su mirada, pero la conversación que comenzó entre ellos solo incrementó la incomodidad de Cillian.

Sofía, con una sonrisa suave, parecía corresponder la atención de su compañero. Su tono de voz era amigable, pero había algo en su forma de hablar que dejaba entrever que disfrutaba de la atención. Cillian sintió una punzada de celos, una frustración que no podía controlar.

Apretó los puños sobre su escritorio, sintiendo el calor de la rabia subiendo por su cuello. La sala de clases comenzó a sentirse demasiado pequeña, el aire demasiado denso. No podía dejar que eso sucediera. No podía permitir que alguien más tomara el control de la situación.

— La pareja del fondo por favor guardar silencio —dijo, con un tono sarcastico, interrumpiendo la conversación entre Sofía y su compañero. Su mirada se dirigió a ambos, con una dureza que no solía mostrar.— Esto es una clase de ética, no un espacio para coquetar, ¿Podrían centrarse en lo que estamos tratando de aprender aquí?

El compañero de Sofía rápidamente desvió la mirada, avergonzado, y Sofía levantó una ceja, como si su reacción le pareciera exagerada. Ella no dijo nada, pero la incomodidad de Cillian se hacía palpable en el aire.

El resto de la clase continuó en silencio, pero Cillian no podía concentrarse en nada más. Los ojos de Sofía seguían fijos en él, y aunque su expresión era neutra, él podía ver en su mirada que había algo que desafiaba cada palabra que él pronunciaba. Y por más que intentaba apartar esos pensamientos, no podía dejar de sentirse como si todo el control se le estuviera escapando.

Al terminar la clase, la menor a diferencia de las clases anteriores esta vez no pretendía quedarse hasta el final donde no hubiera nadie, si no que se apresuró en guardar sus cosas en su mochila para retirarse.

Cuando estaba acomodando su mochila, y ya estaba a centimetros de la puerta sintio a Cillian acercandose a ella y entregandole un papel con seriedad, la menor lo aceptó guardandolo en el bolsillo de su chaqueta  y se fue sin demostrar alguna expresión.

Una vez llegó a su casa se dispusó a ver el papel.

"Mañana te corresponde Tutoría, agradeceria que fueras teniendo en cuenta que el examen es en una semana"

La menor dejó salir una risa, se notaba que era una excusa por verla. Su corazón empezó a acelerarse ante la posibilidad de Cillian queriendo llamar su atención.

Con una emocion enorme la pelinegra se dispusó a dormir, intrigante por saber que le esperaria mañana.

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