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05.

—¡Abres tú o abro yo, y créeme que no quieres que yo la abra!

Nayeon estaba que le botaba la puerta a su prima.

Llevaba encerrada ahí casi cinco horas, y sabía que algo andaba mal, pues era ya costumbre de que cuando llegaba a casa, Sana siempre estaba para recibirla, o en su cuarto, pero no con la puerta cerrada y con llave, por lo que supuso que algo terrible tuvo que haberle sucedido, ya que dentro no se escuchaba nada.

Guardaba una copia de la llave del cuarto de la menor, pero para su suerte, no la encontraba y había olvidado dónde la ponía.

Muy mal, Nayeon, tu prima de seguro está muerta y tú no te has dado cuenta. Pensó.

Sana por su lado, estuvo soltando todo aquello que había estado acumulando desde aquella primera interacción con el novio de su mejor amiga.

Se repetía una y mil veces que desearía ser él para poder tener lo que amaba.

Tzuyu, claramente, ella era su todo y sentía que estaba perdiéndola poco a poco.

Aunque podía llegar a ser exagerada, pues Tzuyu seguía estando para ella, sólo que un poco más distante ya que, bueno, él.

Se había tumbado junto a su cama mientras sus brazos abrazaban sus piernas.

La canción había dejado de sonar desde que entró a su casa, por lo que sólo podía escuchar sus sollozos.

Y lloraba, lloraba como si no hubiese un mañana.

Se sentía tan dolida, tan mal, pero también se sentía mal consigo misma por estar llorando porque su mejor amiga tuviera pareja, y a pesar que le dolía —porque la quería un mundo y pensaba que la perdería—, tenía que apoyarla.

Y eso era justamente lo que no estaba haciendo.

—¡Por fin abrí la maldita puerta!— Nayeon entró básicamente luego de que encontrase la llave y corriera a ver si Sana estaba viva—. ¡Tanto te costab—! Oh, mierda, Sha, no.

La rabia que le consumía porque Sana estuviera adentro sin dar señales de vida, se le bajó y se suavizó.

Todo con ver su primita alzar la cabeza con los ojos y la nariz roja, con lágrimas aún brotando por sus mejillas, pareciendo no querer parar.

—Qui—Quiero estar sola—. pidió Sana, entre hipidos.

Deseaba estar encerrada en su burbuja sola y triste mientras continuaba ahogándose en sus penas.

—D—Déjame sola, unnie, p—por favor.

—No voy a preguntar qué pasó— Nayeon se acercó a paso lento hasta la menor.

Acunó el rostro de la chica entre sus manos, viéndole sus ojos brillosos por las lágrimas, sintiendo su corazón estrujarse.

Le limpió una lágrima que rebeldemente caía por su mejilla, caliente, y apenas le sonrió, tratando de confortarla.

Sana hipó una vez más, mordiendo su labio tratando de no llorar, pero terminó por hacer un puchero, mientras le temblaba el labio.

—Me voy a quedar contigo, Sanita.

Y volvió a romper en el llanto que según ella ya había apenas controlado.

Lo hizo porque esas palabras también fueron dichas por Tzuyu, y las marcó en su corazón, siempre.

Nayeon se sentó junto a ella y la abrazó. A veces podía ser una malhumorada, odiosa y con bajo temperamento, pero cuando se trataba de su prima, era todo lo contrario, pues se había criado con ella y básicamente la quería como a una hermana.

La había visto en sus mejores y también sus peores momentos, y claramente, había estado para ella y ser su hombro en el que llorar.

Justo como ahora.

Sana lloraba desconsoladamente en su hombro, mientras Nayeon la apoyaba más contra sí misma.

Le acariciaba la espalda, esperando a que pudiera calmarse un poco.

Cerca de la una de la mañana, Sana estuvo ya un poco más tranquila.

Tenía su carita hinchada, los labios rojos, sus ojos apenas podían verse, y su nariz tenía la punta de color rojo.

Nayeon tuvo que llevarla cargada hasta la cocina, dejándola frente a ella y alcanzarle un vaso de agua.

—¿Ya me vas a decir qué pasó?— preguntó sentándose a su lado.

Sana suspiró, quiso controlar lo que sentía.

—Tzu—Tzuyu tiene n—novio— le tembló el labio al hablar.

Nayeon cerró los ojos, sabía del crush de Sana en su mejor amiga, había estado también en todo ese proceso.

Desde que peleó con sigo misma, hasta ahora, ella había sido testigo de mucho de lo que Sana se guardó con respecto a eso y no fue capaz de decirle a Tzuyu.

—Sana—

—N—No digas nada, u—unnie — bajó su vista—. Vamos a dormir.

Nayeon asintió, llevándola hasta su cuarto.

Caminó con la cabeza gacha todo el trayecto, y callada.

Se dirigió hasta el cuarto de Nayeon, no tenía ánimos si quiera para acomodar su cuarto, por lo que se acomodó en la cama de su prima.

Nayeon rió un poco, sabía que debía sentirse realmente mal como para querer dormir con ella, ya que a Sana no le gustaba dormir con nadie.

Se acostó en la cama, y Nayeon la arropó y justo cuando se iba a dar la vuelta para apagar la luz, Sana tomó su mano.

—No me dejes sola, unnie, por favor.

Nayeon la vio con una ligera sonrisa—. Sólo voy a apagar la luz.

Y aunque no quisiera, la soltó, pero regresó en un abrir y cerrar de ojos.

Se acomodó al lado de la rubia, y esta la abrazó, atrayéndola, buscando su calor, cosa que no fue negada por la castaña.

—Descansa, Sana— revolvió su cabello.

—Gracias unnie, por estar para mí— sollozo, mas no lloró—. Descansa.

—Siempre, Sana, siempre.

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