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04.

Un mes después...

-¡Shiba!- llamó Tzuyu al verla concentrada.

La mayor iba trotando hasta donde estaba ella con una sonrisa de oreja a oreja, se veía totalmente feliz.

-¡Unnie!- le contestó feliz a la otra.

Hacía unos días, Sana se había dado de tour para poder sacar fotos a, básicamente, lo primero que se le cruzara en frente y le pareciera lindo.

Esta había amanecido muy, muy feliz, pues una de las fotografías que había tomado, había sido reconocida por un muy importante fotógrafo.

Era la primera vez que una persona le reconocía la manera en la que su cámara captaba un hermoso paisaje.

-Shiba, ¿cómo estás?-sonó agitada debido a la carrera que se había dado buscando a la rubia. -Tengo que contarte algo.

-Wow, tranquila, no voy a irme- rió-. Estoy bien, unnie, ¿tú estás bien?

Una de las cualidades que resaltaban a la rubia, era que se preocupaba por los demás, estar para ellos siempre.

Además de dotada con su potencial para las fotos, y la edición de las mismas, básicamente que sus tardes se basaban en editar sus propias fotos y subir sus favoritas a sus redes sociales.

-Yo también tengo que contarte algo, pero primero tú- la sonrisa no se borraba de su rostro.

Tzuyu estaba físicamente feliz, una vibra energética le recorría cada parte de su cuerpo, pero su sonrisa le delataba aquello que sentía, y no era el todo felicidad.

Sana por su lado irradiaba felicidad pura, podía sentirse algún tipo de imán que en vez de atraer, devolvía felicidad con aquel que se acercara, la noticia de sus fotos le puso muy feliz.

No había nada que le bajase aquello.

-Bueno...- Tzuyu jugaba con sus manos algo nerviosa por la reacción de su mejor amiga-. Taehyung ahora es mi novio.

Su mirada cayó y su sonrisa se borró. Ni siquiera supo qué decirle a la chica.

Sólo seis palabras hicieron que toda aquella felicidad que estaba irradiando Sana, cayeran como una gota que cae del cielo, directamente.

Al igual que sus emociones y todo lo que tenía, todo se le vino al suelo, pero debía mostrarse feliz, aunque sea por Tzuyu.

Su pequeño corazoncito se quebró. La persona que le gustaba tenía novio, y eso fue aún más doloroso.

-¿Sana?- le llamó por cuarta vez, la otra le observó-. ¿Qué tenías que decirme?

No quería hablar, quería estar sola, llorar mientras escuchaba canciones que le hicieran sentirse aún peor.

Así que dejó el tema y buscó su escapatoria directa hasta su casa.

-Realmente, no es nada... importante- Tzuyu pudo sentir su tristeza, y definitivamente se dió cuenta de que hizo mal en decirle, aunque ¿también habría hecho mal no haberlo hecho?-. Ya me voy a casa.

Ni siquiera le dió tiempo de despedirse a Tzuyu, pues ya se había alejado a pasos rápidos.

Puso sus audífonos y reprodujo la selección que tenía de nombre: En caso de y Heather de Conan Gray comenzó a vibrar en aquellos audífonos que llevaba a todo volumen.

Entendía la letra, y sentía que más bien se habían inspirado en ella para crear aquella hermosa canción.

Comenzó a darse cuenta de que ella quería ser él para recibir todo aquel amor que probablemente ya no recibiría de su mejor amiga.

-No debo llorar- dijo limpiando una lágrima que caía de su ojo, seguida de otra.

Pero no quería, no podía llorar en la calle, aún le faltaba una cuadra para llegar a su dicha casa, donde podía estar sola y tranquila, y podría llorar ahí, aunque no quisiera.

Pero en la calle mantendría su imagen, o bueno, lo que quedaba de ella.

Llegó a su casa ya con un nudo en la garganta que la estaba casi que dejando sin aire.

No pudo si quiera ver dónde ponía las llaves porque una nublada vista por las lágrimas le acompaño, seguida de las nuevas apariciones de llanto.

A duras penas abrió, cerró la puerta y corrió hasta su cuatro, donde un llanto incontrolable la invadió.

No dejaba de llorar de ninguna forma, estaba totalmente rota de saber que la persona que amaba podría compartir su vida con alguien que no era ella, y no eran celos.

Era tristeza, de poder llegar a perder aquella única cosa que realmente le importaba, a ella.

No quería perder a Tzuyu, era su todo básicamente, no podía soltarla, no quería hacerlo, sentía que una parte de ella se desprendía, y no volvería.

Y quizá eso pasaría.

De no haber sido tan cobarde para decirle cuánto la ama, pero ahora que lo pensaba, Tzuyu no merecía a alguien cobarde como ella, a alguien que le tuviera miedo a decir lo que siente.

Tzuyu no la merecía, definitivamente no, merecía más, y lamentablemente, ella no podría ser eso.

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