Capítulo O2
"¡Arriba, rojito tenemos deseos que cumplir!" Yoongi frunció el ceño al escuchar un grito en su oído derecho. Gimió en respuesta, como si aún siguiera durmiendo, y cubrió sus orejas con ambas manos inconscientemente.
Jimin lo miró con el ceño fruncido y las manos en su cintura. Toda la noche había estado deambulando por el piso de su nuevo portador para ver qué podría hacer para divertirse y no morir de aburrimiento hasta el día siguiente. No había encontrado nada fuera de lo común, todo allí era gris y viejo.
Yoongi no daba señales de querer despertar y el genio se encontró a sí mismo tarareando una canción de cuna mientras escuchaba los leves ronquidos del chico que dormía plácidamente sobre su cama.
Dio un par de vueltas sobre sí hasta que se percató de la enorme biblioteca que estaba puesta frente a la cama. Había libros, muchos de ellos con tapas gastadas y hojas descuidadas. Él no podía tocar nada, pero como el fisgón chico que era intentó descifrar cada uno de los títulos visibles para él.
Eso era algo que había intentado aprender en su tiempo libre -el cual era mucho cuando no tenía a quien complacer-. Pese a no poseer gran variedad de libros en su lámpara, le gustaba leer; aunque no fuera el mejor haciéndolo.
Alcanzó a entender un "Moby" y otra que decía "Peter" justo antes de ser interrumpido por un irritante sonido.
"¡AAAAAAH!" gritó apenas lo escuchó, cubriéndose los oídos.
El sistema de alerta de Yoongi empezó a trabajar y despertó al instante, solo para encontrarse con el mismo chico transparente cerca de su librero y en posición fetal sobre el suelo.
"¡Apaga eso!"
Yoongi frunció el ceño y con mucha pereza tomó su teléfono para coger la llamada, no sin antes ver el nombre del responsable de su incómodo despertar.
"¿Si?" respondió luego de un rato, viendo como Jimin se relajaba en su sitio. Yoongi estaba tratando de comprender por qué seguía en su apartamento cuando le había dicho que no quería nada de él.
"¡Tú, mierdita pretenciosa!" Yoongi brincó de la cama al escucharlo. "¿Puedo saber por qué no te veo parado a mi lado refunfuñando por tener que vender flores tan temprano?"
"Oh, lo siento. Me quedé dormido, Jin." respondió calmado. "Ayer tuve doble turno." Pudo escuchar un sonido de comprensión en la otra línea.
"Si sabes que puedes vivir conmigo y mi hermano, ¿verdad? Así te ahorrarías el estar..."
"Estoy bien, hyung. Además, Jungkook me odia." Apenas pronunció el nombre del castañito adulador, los ojos de Jimin se iluminaron, flotando hasta quedar cerca de su cama para escuchar mejor la conversación telefónica.
"Él solo está celoso porque su hermano mayor consiente más a su mejor amigo que a él." se burló el mayor y Yoongi chasqueó la lengua. "Fuera de bromas, sabes que mi propuesta sigue en pie. No me gusta verte tan cansado, Yoongi ¡eres muy joven aún!"
El pelirrojo iba a responder algo sarcástico cuando Jimin moduló con sus labios un simple: "¿Quién es Jungkook?" que Yoongi no iba a responder.
"Tengo la vida que debo tener." respondió, vagamente perdido en las muecas extrañas que hacía el rubio mientras lo escuchaba hablar. "Iré a cambiarme, hyung. Nos vemos allí." se despidió y cortó la llamada luego de escuchar la respuesta del mayor.
"¿Jin y Jungkook son tus amigos?" fue lo primero que salió de los afelpados labios del rubio.
"Es de mala educación oír conversaciones ajenas ¿sabías?"
"¿Iremos con Jin y Jungkook?" Jimin evadió su pregunta haciendo al mayor bufar mientras se ponía de pie.
"Iremos me suena a muchas personas."
"Técnicamente, rojito, yo soy un genio. Tú eres el humano aquí." Jimin sonrió con profesionalismo al ver al más alto mirar en su dirección con aburrimiento.
"Bien. Voy a cambiarme." Jimin asintió sin darle mucha importancia. Yoongi carraspeó incómodo. "Eh... ¿Jimin? Dije que iba a cambiarme."
"¿Quieres que te escoja la ropa que vas a usar o algo?" preguntó aún sin entender.
Yoongi suspiró. "Eres imposible."
Jimin estuvo a punto de responderle cuando el pelirrojo fue directo hacia uno de los cajones de su cómoda de madera y sacaba un polo holgado, dejándolo sobre el mismo cajón y alzando el polo que traía puesto para quitárselo.
El pequeño rubio nunca creyó que podría sonrojarse, no hasta ese día.
La piel de Yoongi era tan blanca como lo podía imaginar. No había abdominales marcados ni músculos exagerados. Pero tampoco había algún exceso de grasa, ni siquiera un lunar a la vista que pudiera contrastar con su nívea tez.
Jimin sentía que estaba quemando, probablemente se incendiara de un momento a otro y nadie más que Yoongi tendría la culpa.
Tenía brazos delgados y su mediana estatura era ideal para su peso. Jimin nunca había visto algo como eso, así que cuando el pelirrojo hizo el amago de quitarse el pantalón fue él mismo quien salió huyendo del cuarto tan rápido que se mareó cuando estuvo libre de chicos semidesnudos con piel perfecta.
Pudo escuchar la risa del mayor desde su habitación y se obligó a mantener la calma.
Miró a su pecho y le habló molesto.
"¿Por qué lates tan rápido, bobo? Es solo Yoongi."
Quizá su corazón no creía lo mismo.
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La floristería de Jin era casi tan conocida como lo era el restaurante de su familia. Seokjin había obtenido este pequeño, pero acogedor, puesto a base de su esfuerzo y horas de trabajo siendo ayudante en cualquier lugar donde necesitaran a alguien con empeño y decisión. Fue repartidor de periódicos, de comida rápida y volantes que la mayoría de personas tiraban al suelo sin leer.
Él era un chico casi tan mojigato como lo era el menor. Ambos se habían conocido en la escuela y Yoongi aún recuerda su primer encuentro con cierta diversión.
Jin estaba llorando desconsoladamente en una esquina del enorme patio porque se había raspado la rodilla al estar huyendo de los niños de su salón con los que jugaba a las escondidas. Yoongi odiaba sudar y nunca jugaba en el receso, sino que prefería leer bajo la sombra de un árbol solitario.
Ese día iba a terminar de leer el último libro que su hermano le había traído de la biblioteca y estaba más que emocionado.
Su felicidad instantánea terminó a escuchar los lloriqueos del niño de hombros anchos y risa extraña, sentado en el suelo y moqueando.
Yoongi se había puesto de pie y le había preguntado si estaba bien, como lo hubiera hecho su mamá de estar en su lugar.
"Te ves feo llorando." fue lo que dijo para llamar su atención. El niño de ojos llorosos lo miró y limpió sus lágrimas antes de responder.
"¿E-en serio?"
"No, pero haces ruidos extraños y no me dejas leer." el pelinegro sonrió ante la respuesta.
"Lo sabía, me veo lindo incluso llorando." Yoongi había bufado y lo había ayudado a ponerse de pie para ir al tópico y que pudieran curarlo.
Después de ese día, Seokjin se unía a él en el árbol y su antes club de lectura personal se convirtió en uno público. Jin dejó de jugar con los demás niños para quedarse con él y escuchar atento lo que Yoongi leía, como un narrador de cuentos profesional. Muchas niñas que estaban encantadas con Seokjin se acercaron a su árbol con la intención de escucharlo también. Yoongi se negó efusivamente al principio, coloreado de pies a cabeza; pero bastaron los ojitos de cachorro de Seokjin y las galletas de su madre para convencerlo.
Así había surgido su amistad, se fue consolidando con el paso de los años hasta volverse casi inseparables. Yoongi apreciaba a Jin como persona y no se imaginaba un mundo sin tener que estar soportando su gran ego. Era un bastardo encantador, como decía Hoseok.
Volviendo al presente, Seokjin había estado charlando con él en sus tiempos libres y en una oportunidad lo invitó a comer con él esa noche. Yoongi rechazó la invitación diciendo que tenía turno hasta tarde y no podría aparecerse por su casa a esas horas.
"¿Mañana entonces?" intentó el pelinegro. "Hoseok nunca rechaza una comida mía."
"Mi hermano ama comer." dijo mientras limpiaba el sudor de su frente.
"Ajá, pero incluso él toma un poco de su tiempo de su apretada vida para venir a verme."
Y ahí iba de nuevo. Yoongi suspiró y desvió la vista a los lirios que tenía frente suyo. Se veían radiantes y llenos de vida, alzándose orgullosamente en su maceta. Instantáneamente le recordó a su hermano. Erguido y varonil, con un ligero toque de diversión escrita en su rostro. Hoseok sería un hermoso lirio.
"Mañana es perfecto." respondió, arrojando el tren de pensamientos que empezaba a formarse en su cabeza.
Seokjin lo miró abatido, pero terminó asintiendo.
El sonido de varias macetas rompiéndose los asustó.
Yoongi miró a todos lados, buscando a Jimin para cerciorarse de que no había sido una broma suya. Descartó esa idea al recordar que el chico no podría matar a una mosca, aunque quisiera, pero lo encontró flotando cerca de la sección donde estaban las rosas. Él también parecía sorprendido por el repentino ruido.
"¡Demonios, soy tan torpe!" tanto el dueño de la tienda como el trabajador dirigieron miradas de asombro al castaño que se encontraba en cuclillas recogiendo la tierra esparcida sobre el suelo con sus manos mientras que veía con horror las piezas rotas de las macetas.
Jimin se rio cubriendo su boca con sus manos desde donde estaba y Yoongi juró ver un atisbo de diversión en sus ojos cuando lo miró.
"¡Lo siento, no estaba viendo por dónde caminaba!" volvió a repetir el chico aturdido, luciendo desesperado por poner la mayor cantidad de tierra en sus manos.
Jin rodó los ojos y se agachó a la altura del chico sin cara -hasta el momento- y recogió los pedazos de macetas.
El castaño detuvo su intento de salvar la tierra al ver unas manos pálidas, dedos largos y venas marcadas recogiendo su desastre.
"Oh oh." Habló tan pronto el rostro del desconocido entró en su campo de visión. "Hola, guapetón."
Seokjin quedó de piedra, abrió desmesuradamente sus ojos negros y su mandíbula cayó.
El castaño que tenía en frente tenía ojos marrones y una sonrisa especial. Unos lindos hoyuelos saltaron a la vista cuando torció la sonrisa de un lado. Era manía suya observar los labios de las personas, así que eso fue lo que hizo. El extraño tenía labios gruesos que contrastaban con su rostro bronceado y relajado. A Jin le recordó un pollito, pero rápidamente desechó el pensamiento. Sería un pollito muy grande.
"Uh... me llamo Namjoon, pero puedes llamarme el amor de tu vida."
Adiós al pollito encantador, hola al pollito seductor.
"¿Y tu nombre es...?"
"M-mis flores." Seokjin ignoró con agilidad la confusión del moreno y observó con tristeza el tulipán sobre el suelo.
Jimin hizo un puchero al notar el sentimiento de culpabilidad que empezaba a emanar del chico torpe y la tristeza del vendedor por observar su flor tirada.
"Yo..." Namjoon se vio en la necesidad de decir algo para reemplazar la expresión triste del contrario. "Lo siento mucho, soy muy torpe y no me di cuenta." Habló, atropellando sus palabras. "¿Puedo hacer algo para remediarlo?"
Yoongi suspiró en su lugar. Claramente el chico no podría devolver la flor a su estado original. Elevó su mirada un poco para encontrarse a Jimin mirando la escena con ojos tristes y su labio inferior sobresaliendo tiernamente.
Quizá Namjoon no podía hacer nada, pero él sí.
"Hey, niño volador." Llamó susurrando, esperando ser escuchado. Jimin giró en su dirección confundido. "Devuelve las macetas a su lugar. Que todo esté como antes."
"¿Es en serio?" Yoongi asintió y Jimin casi se lanza con las macetas por su absurdo deseo. "Tus deseos son órdenes, rojito."
Y en un segundo, que Yoongi ni siquiera notó, Seokjin ya no estaba arrodillado en el suelo sino que estaba a su lado; mirándolo con las cejas unidas y una expresión confusa.
"¿Entonces? ¿Qué dices?"
Yoongi miró al suelo, buscando desesperadamente algún pedazo de maceta que pudiera servirle de prueba para desenmascarar al dichoso genio.
"¿Yoongi?" Seokjin volvió a preguntar. "¿Vendrás mañana a comer?"
"¿D-dónde está tu....? Pero... ¿Y Namjoon?"
El más alto ladeó la cabeza y elevó sus manos al aire, sin comprender.
"¿Quién es Namjoon?"
Algo dentro de la cabeza del pelirrojo hizo click y miró hacia la sección donde había estado Jimin. Lo encontró mirando en su dirección, guiñándole un ojo cuando sus miradas cruzaron.
Yoongi boqueó un par de veces antes de leer los labios del genio.
"Te lo dije." susurró fanfarrón. "Deseos irreversibles, Yoongi. Acabas de cambiar el destino."
Con esa simple frase se esfumó, haciendo que Yoongi enloqueciera aún más. Sus ojos viajaron hacia Seokjin, quien ahora atendía a una pelinegra sonriente y hablaban tranquilamente.
Luego observó más allá, en la acera del frente, en el momento exacto en el que un chico moreno chocaba con el poste de luz y empujaba casualmente a un vendedor y tiraba su mercancía a suelo. Lo vio ponerse de pie abochornado y pidiendo disculpas sin parar al dueño del negocio.
Un sentimiento pesado llegó a su corazón. ¿Qué había hecho?
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