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Capítulo 26: Aprender a vivir con ello.

Decidimos pasar esa noche en aquel edificio, no sin antes haber revisado el primer piso en donde nos quedamos, claro. Afortunadamente, no encontramos a nadie; salvo una que otra bestia que matamos con facilidad.

Esa noche, no dejaba de pensar en el amigo de Eunji: Félix, y cómo este caía al suelo con un impacto de bala en su cuerpo. ¿Pudimos haberlo salvado? ¿Y si regreso al menos por su cadáver para darle una sepultura digna?

Eunji, de un momento a otro, se fue a una de las habitaciones del lugar. Se encontraba llorando a la vez que revisaba cada una de las armas. Intenté dialogar con ella, pero me dijo que quería estar sola y no quería hablar con nadie, ni con sus amigos.

Jisoo se acercó a mí, su rostro reflejando una mezcla de cansancio y tristeza.

—Déjala —dijo en voz baja—. Necesita tiempo para procesar todo esto. Todos lo necesitamos.

Me acerqué a una ventana bloqueada, mirando hacia la oscuridad exterior. El peso de la pérdida y la traición aún pendía sobre nosotros.

Mientras revisábamos las armas y los suministros, hubo un breve intercambio entre los miembros del grupo.

—Estas armas no nos servirán si no sabemos usarlas —comentó Mina, revisando un rifle con ojos cansados.

La noche avanzó lentamente, y cada uno de nosotros intentó encontrar algo de consuelo en medio de la oscuridad. Jisoo, Jackson, Taeyong y Mina se turnaban para vigilar, mientras Jihyo, Seungkwan, Nayeon, Sana y yo tratábamos de dormir, aunque el sueño parecía imposible.

El edificio, aunque parecía en gran parte abandonado, tenía signos de otros ocupantes anteriores. Las paredes estaban llenas de grafitis y mensajes garabateados que, en medio de la oscuridad, parecían contar historias de desesperanza y desolación. La luz de las linternas revelaba muebles rotos y restos de objetos personales que hacían eco del pasado de este lugar.

La noche avanzó lentamente, y mientras esperábamos, intentamos mantener la esperanza.

A la mañana siguiente, el frío y la oscuridad de la noche dieron paso a una débil luz que se filtraba a través de las ventanas rotas del edificio. Nos levantamos con cautela, cada movimiento medido por el temor de ser descubiertos. No había tiempo que perder; sabíamos que debíamos partir lo antes posible.

Después de asegurarnos de que todo estaba en orden, nos reunimos en el vestíbulo del edificio. Las caras de mis compañeros reflejaban el cansancio y la determinación. Aún podíamos ver la tristeza en los ojos de Eunji, pero todos sabíamos que debíamos seguir adelante.

—Es hora de irnos —dijo Jisoo, tomando la delantera—. Debemos llegar al hogar de Taeyong lo antes posible.

El camino de regreso estuvo lleno de silencio, roto solo por los sonidos lejanos de las bestias y el ocasional susurro del viento. Cada uno de nosotros estaba sumido en sus pensamientos, reflexionando sobre los eventos de la noche anterior y lo que significaban para nuestro futuro.

Finalmente, llegamos al hogar de Taeyong, una estructura que, aunque humilde, ofrecía un refugio seguro y reconfortante.

Nos acomodamos en el interior, tratando de recuperar nuestras fuerzas. El ambiente estaba cargado de una tensión silenciosa, pero también de un sentido renovado de esperanza. Sabíamos que debíamos planear nuestros próximos pasos con cuidado.

Mientras descansábamos, Jihyo se puso de pie y se dirigió al grupo con una expresión seria.

—Tengo algo importante que decirles —anunció, captando nuestra atención—. Ayer, antes de que todo se desmoronara, robé un mapa de la oficina del Capitán.

Sacó un mapa doblado de su mochila y lo extendió sobre la mesa. Nos acercamos para verlo mejor.

—Este mapa marca un sitio de evacuación en Incheon —continuó Jihyo, señalando un punto en el mapa—. Si logramos llegar allí, podríamos encontrar ayuda o, al menos, un lugar seguro.

Las palabras de mí mejor amiga despertó un murmullo de interés y esperanza entre el grupo. Aunque la idea de viajar hasta Incheon era arriesgada, ofrecía una dirección y un propósito en medio del caos.

—Es una oportunidad que no podemos desperdiciar —dijo Jackson, su voz llena de determinación—. Debemos intentarlo.

—Estoy de acuerdo —añadió Mina—. Pero debemos prepararnos bien antes de partir. No podemos permitirnos otro error como el de ayer.

Eunji, aunque visiblemente afectada, asintió con determinación.

—Félix quería que siguiéramos adelante. No podemos dejar que su sacrificio sea en vano.

Con un nuevo rumbo decidido y una chispa de esperanza en nuestros corazones, comenzamos a planear nuestro viaje a Incheon. Sabíamos que el camino sería difícil y peligroso, pero también sabíamos que era nuestra mejor oportunidad para sobrevivir y encontrar un futuro más seguro.

Taeyong, observando nuestras caras cansadas pero determinadas, se acercó y evaluó los suministros que habíamos reunido. Hizo una pausa, considerando la situación, y luego asintió con aprobación.

—Con lo que han juntado, creo que será suficiente para emprender el viaje —dijo, su tono de voz sereno pero firme—. Haré mi parte también. Tengo un pequeño huerto en la parte trasera; sacaré lo que pueda de allí.

Nos llevó al jardín trasero, donde un pequeño, pero bien cuidado huerto mostraba signos de vida en medio del caos. La visión de verduras frescas y plantas comestibles nos dio una sensación de alivio y esperanza. Taeyong comenzó a recoger lo que estaba listo para cosechar, y algunos de nosotros lo ayudamos.

—Esto nos dará una ventaja —dijo Jisoo mientras recogía unas zanahorias—. Siempre es mejor tener algo fresco para comer.

—Especialmente en un viaje largo —añadió Jackson, colocando una canasta de tomates en el suelo.

Mientras trabajábamos juntos, la atmósfera se tornó más ligera. A pesar de las dificultades, había un sentido de camaradería y propósito compartido. El dolor por la pérdida de Félix seguía ahí, pero estábamos decididos a honrar su memoria continuando con nuestro plan.

Después de un tiempo, habíamos reunido una buena cantidad de vegetales y otras plantas comestibles. Regresamos al interior de la casa para empacar todo cuidadosamente en nuestras mochilas. Taeyong nos proporcionó algunas bolsas adicionales y recipientes para asegurarnos de que la comida se mantuviera en buen estado durante el viaje.

—Esto debería ayudarnos a mantenernos en pie hasta llegar a Incheon —dijo Jihyo, asegurando una de las mochilas—. Pero aún debemos ser muy cuidadosos con nuestras raciones.

Con todo listo, nos reunimos una vez más en el centro de la habitación, listos para partir.

Con todos los suministros que habíamos reunido hasta ahora, parecía que estábamos listos para emprender el viaje hacia Incheon. Sin embargo, la incertidumbre sobre lo que podríamos encontrar en el camino nos llevó a tomar una decisión prudente.

—Antes de irnos de aquí, creo que deberíamos hacer otra ronda de búsqueda en la ciudad —sugirió Jisoo, rompiendo el breve momento de silencio—. Tal vez encontremos algo más que pueda sernos útil en el camino.

—Es una buena idea —asintió Taeyong—. No sabemos qué nos espera en Incheon, así que mejor ir lo más preparados posible.

Asentimos todos, conscientes de que cada recurso adicional podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Decidimos dividirnos en grupos para cubrir más terreno en menos tiempo. El plan era regresar en una hora, sin importar lo que encontráramos.

Jihyo, Jackson, Mina y Seungkwan se dirigieron a una tienda de comestibles abandonada que habíamos visto cerca. Aunque no teníamos grandes esperanzas de encontrar comida fresca, cualquier cosa enlatada o empaquetada podría ser de gran ayuda.

Eunji y yo optamos por explorar una ferretería cercana, con la esperanza de encontrar herramientas o materiales que pudieran servirnos en el camino o para posibles reparaciones.

Mientras tanto, Taeyong, Jisoo, Nayeon y Sana se quedaron en la casa para asegurarse de que todo estuviera empacado correctamente y para revisar por última vez si había algo útil que se nos hubiese pasado por alto.

Las calles estaban desiertas y cubiertas de escombros, un testimonio silencioso de la devastación que había azotado el lugar. Nos movíamos con cautela, atentos a cualquier signo de peligro.

Eunji y yo nos dirigimos a la ferretería que habíamos visto en una de nuestras expediciones anteriores. El edificio estaba algo deteriorado, con las ventanas rotas y la puerta de entrada colgando de sus bisagras. Aun así, parecía prometedor en comparación con otros lugares que ya habíamos saqueado.

El interior estaba lleno de polvo y escombros, con estanterías volcadas y artículos esparcidos por el suelo. Podía imaginar cómo la gente había entrado en pánico cuando la situación comenzó a desmoronarse, arrancando lo que podían antes de huir.

—Vamos a revisar por aquí primero —dijo Eunji, señalando una fila de estanterías al fondo del local.

Nos movimos con cuidado, conscientes de que cualquier ruido fuerte podría atraer la atención no deseada. Mientras explorábamos, las luces que penetraban por las ventanas rotas creaban sombras largas y deformadas, lo que aumentaba la sensación de inquietud.

Eunji fue la primera en encontrar algo útil: varios rollos de cinta adhesiva de alta resistencia que podrían servirnos para reparar equipo o crear barricadas improvisadas.

—No es mucho, pero podría sacarnos de un apuro —comentó, guardando los rollos en su mochila.

Seguimos avanzando por los pasillos, inspeccionando las estanterías en busca de cualquier cosa que pudiera sernos útil. Me detuve frente a una fila de cajas de herramientas, algunas abiertas y otras todavía cerradas. Una palanca sobresalía de una de ellas, lo que me hizo pensar en todas las veces que habíamos necesitado forzar puertas o acceder a lugares cerrados. La tomé, sintiendo su peso en mi mano. Podría ser un arma improvisada o una herramienta esencial.

—Esta podría servir —dije, mostrándosela a Eunji.

Ella asintió, pero su mirada estaba distante, como si estuviera atrapada en sus propios pensamientos. Sabía que aún estaba procesando la muerte de Félix, y cada pequeño recordatorio de la fragilidad de nuestra situación parecía pesarle más.

—Eunji, ¿Estás bien? —le pregunté en un intento de sacarla de su ensimismamiento.

Ella me miró, sus ojos nublados por la tristeza, pero luego sacudió la cabeza como si tratara de apartar esos pensamientos.

—Sí, solo... sigamos buscando —respondió, volviendo a concentrarse en las estanterías frente a ella.

Continuamos en silencio, encontrando algunas cuerdas resistentes y un par de linternas que, aunque sin pilas, podrían ser útiles si lográbamos encontrar alguna fuente de energía. Mientras recogíamos estos artículos, una sensación de deja vu me invadió. Habíamos pasado por situaciones similares muchas veces, pero cada vez sentía que el costo emocional era mayor.

Finalmente, decidimos que habíamos encontrado todo lo que podíamos y nos dirigimos hacia la salida. Justo cuando estábamos por llegar a la puerta, escuchamos un ruido proveniente de la parte trasera de la tienda, un sonido metálico como si algo hubiera caído.

Nos detuvimos en seco, intercambiando miradas. Mi primer instinto fue sacar la palanca que acababa de encontrar, preparándome para lo peor. Eunji hizo lo mismo con un cuchillo que llevaba consigo. Avanzamos lentamente, con los oídos atentos a cualquier movimiento.

El ruido no se repitió, y después de unos segundos de tensión, nos relajamos un poco. Probablemente solo había sido un objeto inestable cayendo, nada más.

—Mejor salgamos de aquí antes de que algo más decida aparecer —dije, tratando de inyectar algo de humor en la situación.

Eunji asintió sin decir una palabra, y juntos nos deslizamos hacia la salida, dejando atrás la ferretería y sus sombras inquietantes. Al salir a la luz del día, ambos suspiramos aliviados. Habíamos logrado encontrar algunas cosas útiles, pero el peso emocional de lo que estábamos enfrentando seguía presente, tangible, como una nube oscura sobre nuestras cabezas.

Mientras nos alejábamos de la ferretería, el silencio entre Eunji y yo se hizo más pesado, cargado con una mezcla de tensión no dicha y el inevitable desgaste emocional de todo lo que habíamos pasado. La atmósfera se sentía espesa, y podía notar que algo estaba rondando en la mente de Eunji, algo que necesitaba decir, pero que no encontraba las palabras correctas para expresar.

Finalmente, cuando estábamos lo suficientemente lejos y el entorno comenzó a volverse más seguro, Eunji rompió el silencio.

—Jae, hay algo que necesito decir... algo que no he podido sacar de mi cabeza desde que... —su voz se quebró por un instante, y supe de inmediato a quién se refería.

Me detuve y me giré hacia ella, dándole mi total atención. Sus ojos estaban vidriosos, llenos de una mezcla de arrepentimiento y tristeza que me golpeó con fuerza.

—Es sobre Félix —continuó, su voz apenas un susurro—. Él... él siempre estuvo ahí para mí, incluso desde la secundaria. Siempre fue tan... persistente, tan seguro de lo que sentía por mí. Yo sabía que él me amaba, pero nunca... nunca fui capaz de corresponderle como él quería.

Hizo una pausa, mirando al suelo como si las palabras fueran difíciles de encontrar. Luego, respiró hondo y continuó.

—Creo que tenía miedo, miedo de que, si le daba una oportunidad, todo cambiaría. Que, si algo salía mal, perdería no solo a alguien que me importaba, sino también la amistad que teníamos. Así que... lo rechacé. Varias veces, de hecho. Cada vez que él se acercaba, yo ponía una barrera, y ahora... ahora ya no está, y nunca podré... —su voz se quebró completamente esta vez, y unas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Me quedé en silencio por un momento, dándole espacio para que procesara sus emociones. Sabía que no había palabras que pudieran aliviar el dolor de esa pérdida, de ese arrepentimiento que la estaba consumiendo.

—Eunji... —empecé, intentando encontrar algo reconfortante que decir, pero ella me interrumpió.

—Lo que más me duele es que nunca le di una verdadera oportunidad. Siempre pensé que habría tiempo, que algún día podría enfrentar mis miedos y... pero ahora ya es tarde. Se ha ido, y todo lo que me queda es este vacío horrible, esta sensación de que nunca sabré lo que podría haber sido.

—Se cubrió la cara con las manos, tratando de contener el llanto, pero era evidente que estaba perdiendo la batalla.

Me acerqué y le puse una mano en el hombro, tratando de ofrecerle algún tipo de consuelo, aunque sabía que no sería suficiente.

—Félix te quería, Eunji. Estoy seguro de que, aunque no le diste la respuesta que él quería, él siempre apreció tu amistad. Y estoy seguro de que donde sea que esté ahora, no querría verte así, sumida en la culpa y el arrepentimiento —dije, aunque sentía que mis palabras eran insuficientes.

Eunji asintió ligeramente, pero no dijo nada más. Nos quedamos ahí, en silencio, durante lo que pareció una eternidad, compartiendo el peso de la pérdida y el dolor. Finalmente, ella se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y volvió a mirar hacia adelante.

—Gracias, Jae. Por escucharme. Supongo que... es algo que necesitaba sacar de mí. No puedo cambiar lo que pasó, pero tal vez... puedo aprender a vivir con ello —dijo, con un tono de voz más firme, aunque todavía teñido de tristeza.

Asentí, respetando su decisión de seguir adelante.

—Cuando volvamos con los demás, asegúrate de hablar con ellos también. No tienes que cargar con esto sola —le sugerí.

Eunji asintió otra vez, y después de un momento, ambos seguimos caminando hacia el punto de encuentro con los demás, dejando atrás la ferretería y el peso de las palabras que finalmente había pronunciado. Aunque sabíamos que el dolor no desaparecería de inmediato, el simple hecho de haberlo compartido hizo que la carga se sintiera un poco más ligera.

Después de esa conversación, la ex oficial de policía y yo seguimos en silencio el resto del camino, ambos sumidos en nuestros propios pensamientos. Al regresar a la casa de Taeyong, nos encontramos con un ambiente ligeramente más animado; tal vez la sensación de volver a un lugar conocido, aunque temporal, le daba un pequeño respiro al grupo.

Entramos y comenzamos a desempacar lo que habíamos encontrado en nuestra incursión. Coloqué las herramientas sobre la mesa, junto con algunas piezas de repuesto que podrían ser útiles más adelante.

—No encontramos demasiado —dije mientras organizaba nuestras cosas—. Pero estas herramientas podrían ser útiles si necesitamos reparar algo en el camino. También encontramos algo de comida enlatada, aunque no es mucho.

Eunji se mantuvo en silencio mientras colocaba las latas junto a las demás provisiones. Sus pensamientos aún parecían estar lejos, pero hizo un esfuerzo por enfocarse en la tarea en cuestión.

No mucho después, escuchamos la puerta abrirse y los pasos de los otros miembros del grupo entrando. Jisoo y Jackson fueron los primeros en acercarse a nosotros, seguidos de Jihyo, quien llevaba una gran mochila.

—¿Cómo les fue? —pregunté, observando las expresiones en sus rostros.

—No fue fácil, pero encontramos algo útil —respondió Mina mientras depositaba una pequeña bolsa de plástico en la mesa. Al abrirla, vimos que contenía algunos medicamentos y vendajes.

—Esto debería ayudarnos a tratar cualquier herida menor que ocurra en el camino. Tuvimos que correr un poco para conseguirlo, pero al final valió la pena —agregó Seungkwan.

—Nos topamos con una tienda medio saqueada, pero aún quedaba algo de comida —añadió Jackson, mostrando unas cuantas cajas de cereales y paquetes de galletas—. No es mucho, pero algo es algo.

Jihyo, quien se había quedado en silencio hasta ese momento, sacó una pequeña lámpara de emergencia y un paquete de pilas.

—Con esto podremos tener algo de luz durante las noches si es necesario. No quiero que nos agarre desprevenidos la oscuridad otra vez —dijo, dejando los objetos sobre la mesa.

Taeyong observó lo que habíamos reunido y asintió con aprobación.

—Creo que con esto podemos emprender el viaje. No es mucho, pero con lo que cultivé en el huerto, deberíamos tener suficiente para llegar a Incheon. Solo debemos ser cuidadosos y no malgastar lo que tenemos —dijo, su voz llena de determinación.

Hizo una pausa, mirando hacia la ventana que daba al pequeño huerto que había cuidado con tanto esmero durante meses.

—Es hora de despedirme de este lugar —murmuró, como si hablara consigo mismo. Luego se dirigió hacia el huerto, y lo seguimos en silencio.

Taeyong se arrodilló junto a las plantas, acariciando suavemente las hojas con una expresión de tristeza y nostalgia. Parecía que estaba despidiéndose de un viejo amigo.

—Prometo que volveré —dijo en voz baja, sus palabras llenas de melancolía—. Un día, cuando todo esto termine, regresaré y volveré a cuidarlas.

Nos quedamos en silencio, respetando su momento. Luego, Taeyong se levantó, con una mirada de determinación en sus ojos. Estaba listo para lo que venía, y nosotros también debíamos estarlo.

Sin más que decir, recogimos nuestras mochilas y nos preparamos para salir, sabiendo que lo que nos esperaba en Incheon no sería fácil, pero al menos estábamos juntos y decididos a seguir adelante.

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