Capítulo 18: En busca de provisiones.
Como lo dije anteriormente: Traté de salir de la habitación, pero Jihyo, mi mejor amiga, me estaba abrazando, apretándome en cierto modo. Transcurridos algunos intentos fallidos por separarme de ella, terminé cediendo.
—Oye, Jae... —me llamó en un cálido susurro.
—¿Eh? —lentamente la volteé a ver.
—Tengo miedo... mucho miedo... —comentó, escapándosele varias lágrimas de sus ojerosas cuencas. No haber dormido varios días a causa de estar estudiando para los exámenes que se llevaron a cabo la semana pasada, trajo como consecuencia las dichosas ojeras.
—No te preocupes. Tranquila. Todo estará bien —dije, acariciando su cabello a manera de consuelo. Trataba de ser lo más optimista posible, aunque en el fondo me sentía mal por mentirle.
—No, no es así —negó con la cabeza, sollozando más—. Todas las películas de zombis que hemos visto han empezado así —sostuvo.
—Pero esta no es una película de zombis, es la realidad —declaré, sin alzar mi noto de voz. Estaba demasiado cansado como para discutir o alguna otra cosa más, quería dormir—. Lo único que tenemos que hacer es esperar —ni yo me creí lo que había dicho.
—¿Te refieres a resguardarnos aquí? —me miró, indignada—. ¿Qué pasará cuando la comida se acabe? Claramente tendremos que ir a comprar más —refutó mis palabras.
—Entonces, ¿Qué sugieres que hagamos? —pregunté, posando mi mirada fijamente en la suya.
—Yo... no lo sé —suspiró, derrotada.
—En unas horas amanecerá, lo mejor será descansar —recomendé, cerrando mis parpados—. Te recomendaría que hicieras lo mismo.
Justo cuando el sueño me estaba ganando, Jihyo me volvió a hablar, diciéndome una frase que jamás olvidare, aun años después de lo ocurrido.
—¿Prometes quedarte conmigo hasta el final? —se separó de mí, aliviándome de cierto modo.
—¿Por qué dices eso, Jihyo? —cuestioné mientras me acomodaba mejor en la cama.
—Promételo —repitió.
—Está bien, lo prometo —confirmé, tratando de conciliar el sueño.
—Promételo por el meñique —vociferó, levantándose ligeramente de la cama, posicionándose frente a mí con su mano, haciendo ese gesto de promesa que para muchos es algo cursi.
—Está bien, como sea... —suspiré, entrelazando mi meñique con el suyo. Ella sonrió, risueña—. ¿Ahora ya puedo dormir? —cuestioné, entrecerrando los ojos.
—Ya —accedió—. Descansa... Te quiero —fue lo último que me dijo Jihyo antes de irse al mundo de los sueños.
—Tú también, descansa —murmuré, cerrando con totalidad mis agotados parpados.
—Jae.
—¡Jae!
—¡¡¡Jae!!!
Una estruendosa voz me sacó de mi lindo y relajante sueño. Había sido Jihyo; se notaba alterada y asustada.
—¿Qué pasó? —indagué, todavía adormilado.
—¡¿Qué no escuchas?! —demandó, aterrada—. ¡Hay un caos allá afuera! —cuando pronunció tales palabras, varios gritos, acompañados de disparos, provenientes de las calles, comenzaron a resonar. Asustado, la abracé, poniéndonos debajo de la cama.
En eso, alguien de aspecto femenino abrió la puerta, era Mina.
—¡Ay por favor! ¡No es momento para eso! —nos regañó, teniendo ambas manos tapando sus oídos. Malinterpretó lo acontecido.
Como pude me acomodé para entablar una conversación.
—¿Dónde están los demás? —le pregunté a Mina.
—Nayeon y Sana están en tu habitación. Taeyong y Seungkwan están en la sala de estar —respondió en un resoplido. Agachando su cabeza y a sí misma.
Los disparos continuaron por un breve lapso temporal, muy largo y aterrador he de afirmar, acompañados de esos horrendos gritos de ultratumba. No parecían de personas, parecían ser de monstruos.
Entre mis delgados brazos se hallaba Jihyo, llorando y temblando. Traté de calmarla.
—Jihyo, cálmate, todo está bien —dije en un tono suave y sereno. Recordé esos días cuando yo la encontraba dormida en el sofá, hablándole con el mismo tono para que ella no se sobresaltara o algo así.
—T-tengo, mie... ¡No me sueltes! —rogó entre lágrimas.
—No te soltaré, tonta —lo último lo dije a manera de broma. Ella soltó una ligera risita.
Los disparos no parecían tener intenciones de detenerse, todo lo contrario, aumentaron. Fue cuando una serie de explosiones detonaron, dando a entender que, en realidad, la función apenas estaba comenzando.
Dejé a Jihyo con Mina, gracias a ella pude hacer salir de la habitación. Tenía que ver lo que transcurría en las calles. No fui el único, Taeyong y Seungkwan estaban en el lugar donde yo me disponía a observar el exterior: la ventana de la sala de estar.
—¡Jae! ¡Ven, rápido! —apenas me vieron, Taeyong me habló.
—¿Ya vieron lo que sucede allí afuera? —pregunté al acercarme, notando que ambos jóvenes estaban pegados a la ventana.
—Sí, y no te va a gustar —respondió Seungkwan, dándome espacio para que yo pudiese apreciar el exterior.
—Dios mío... —esbocé al ver el paisaje. El hecho de vivir en uno de los últimos pisos de un gran edificio daba cierta ventaja a la hora de querer apreciar el amanecer o el anochecer. Esa vez fue todo lo contrario.
La ciudad era un caos total, parecía sacada de una película de ciencia ficción. Explosiones apareciendo por todas partes, helicópteros sobrevolando el oscuro cielo, soldados y vehículos fuertemente armados en todas partes. Dios, todavía lo recuerdo.
Una explosión hizo presencia cerca de nuestra ubicación. Por poco y creímos que el edificio se derrumbaría por completo, más solamente fue una sacudida.
Tan solo unos días atrás estábamos disfrutando de nuestros últimos días en la universidad, y ahora, estábamos viendo como la ciudad se caía a pedazos. ¿De verdad habían pasado tan solo unos días? ¿Cómo pasaron tan rápido sin que nos hubiésemos dado cuenta?
Dimos un brinco cuando, de entre las sombras de un callejón, salió una persona. Poseían una palidez extrema; su cuerpo estaba repleto de mordeduras que, para nosotros, nos dio a entender como aquel hombre, con una vida por delante, se habían infectado.
Lo primero que notamos al verlo fue su apariencia sobrenaturalmente pálida. Su piel, casi blanca como la nieve, contrastaba con la oscuridad de la noche, acentuando su naturaleza cadavérica. Pero lo que más nos aterrorizó fueron sus afiladas espinas que brotaron de sus extremidades y cuerpo. Estas espinas eran similares a ramas puntiagudas.
Sus cuencas oculares vacías y oscurecidas daban testimonio de su pérdida de humanidad. En lugar de tener ojos, solo se ven profundas sombras que reflejan la desolación de su existencia. Y como si fueran obra de una macabra y siniestra naturaleza, brotes de hierba y plantas emergían de su cuerpo. Estos extraños brotes, verdes y vibrantes, se manifestaban a través de sus oídos, nariz y ojos, creando una imagen grotesca y surrealista de la naturaleza retomando su control sobre la carne muerta.
Esa cosa era una aberración; lo afirmé cuando hizo una especie de aullido muy bizarro, como si de un lobo se tratase.
Y así, la bestia, como llegó, despareció. Regresando a las sombras de la calle.
—Ehh... chicos... —Seungkwan habló, temeroso. Taeyong no dijo nada, y yo tampoco—. ¿Qué acaba de pasar? —nos quedó viendo, más nosotros nos quedamos estáticos, como una estatua—. Chicos, respondan —volvió a decirnos.
—Esas cosas... son... son... —Taeyong dijo esas palabras antes de que yo lo interrumpiera.
—Monstruos... —me costó decir tal palabra, pero la dije.
Estuvimos observando el tétrico paisaje a través de aquella sucia y empolvada ventana que jamás limpié. Un rato transcurrió cuando nos separamos. Taeyong se quedó en la ventana, Seungkwan fue a recostarse al sofá, y yo regresé con Jihyo, quien seguía llorando a mares.
Y así fue hasta el amanecer...
—Parece que ya todo se calmó —exclamó Taeyong. Él nunca se separó de la ventana.
—¿Eso crees? —preguntó Sana, sospechando de su afirmación. No tenía mucho que se acababa de despertar.
—Sí —afirmó. Ambos apreciaban el horrendo paisaje.
—Al menos agradezco que no nos cayera un misil —dijo Mina.
—Digo lo mismo —agregué, viendo a Nayeon. Ella no dijo nada, seguía aterrada, como Jihyo.
Mientras desayunábamos unas sopas instantáneas, salió una breve platica. De la cual todos fuimos participes.
—Bueno... esas fueron las ultimas sopas que teníamos en la alacena —habló Jihyo, triste, con su mirada agachada. Recordé su pregunta: "¿Qué pasará cuando la comida se acabe?" Al igual que su respuesta: "Claramente tendremos que ir a comprar más".
—¿Qué tal si vamos a buscar más al supermercado? —sugirió Seungkwan.
—¿Estás loco? —se dirigió Sana a él—. Dudo mucho que aun haya cosas allí. Para este punto, posiblemente todos los locales hayan sido saqueados —comentó, robándome las palabras—. Además, no es seguro salir, por ahora.
—Aun así, deberíamos ir a revisar —sugirió Taeyong, no muy seguro.
—Cerca de aquí hay un pequeño supermercado. Jihyo y yo siempre vamos allí para comprar víveres —solté al terminar mi sopa.
—¿Pues qué estamos esperando? Andando —asintió Mina.
—No lo sé, ¿Y si esas cosas aparecen? —Nayeon habló—. Según los informes, esas cosas no son amigables.
—Habrá que ir con precaución —expresó Sana. Ella se levantó de su silla para irse a acostar en uno de los sofás.
—Muy bien. ¿Quién se apunta? —pregunté, alejándome de la mesa, no sin antes haber agradecido por los alimentos.
—Yo —Mina alzó la mano. Cuando entramos a la universidad, Mina estuvo practicando arquería, era muy buena en eso.
—Yo... también —el siguiente en alzar la mano fue Taeyong. Su inseguridad era notable.
—¿Alguien más? —volví a inquirir, ingresando a la cocina, sacando unos cuchillos. No eran tan filosos, pero cumplían su función—. Supongo que no —finalicé, entregándoles dichas armas blancas a los que me acompañarían.
Nos dirigimos a la puerta principal, preparándonos para cualquier cosa. Eso no era como en las películas y series que había visto.
—Jae —Jihyo se acercó a mí, abrazándome—. Vayan con cuidado —nos pidió, enterrando su rostro en mi estómago.
—Tranquila. Cuando salgamos, bloqueas la puerta, ¿De acuerdo? —le pedí, Jihyo asintió; me separé de ella tras eso.
—No tardamos —mención Taeyong, abriendo la puerta principal, no sin antes haber verificado la nula presencia de alguien deambulando por ahí.
Los tres salimos al mismo tiempo, escuchando como la puerta poco a poco se cerraba tras nosotros...
Un miedo intenso recorrió por nuestros cuerpos. Vimos como en todo el corredor yacía un silencio aterrador, no había nadie, nada. Taeyong fue el primero en avanzar, seguido de Mina y yo.
—"Espero que esto salga bien" —dije entre mis pensamientos.
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