ONE
FIRST DAY
Si había algo que Caspian detestaba era a su tío, el rey actual, y eso era lo peor, ¿cómo podía gobernar un reino alguien que no conoce nada más que el olor al vino?, incluso eso se le dificultaba a veces. Si fuera por él, nunca hubiese puesto un pie en ese palacio, pero para su mala suerte era un claro obstáculo para la sucesión de la corona y esa era la razón por la que se encontraba en aquella extravagante y lujosa habitación.
Suspiro con odio, tirando lo único que había traído consigo hacia algún lado de la habitación y en un ataque de ira todos aquellos adornos costosos que la decoraban.
Llevaba 10 años evitando tener cualquier relación con el palacio, tal como su padre le había pedido, pero fue en vano era un adolescente y después de años de fuga, terminó volviendo al lugar del cual había escapado.
—Príncipe.
El joven pudo escuchar unos leves golpes, que le hicieron salir de su burbuja.
No se preocupó por levantar nada y abrió aquella puerta antes de pronunciar las siguientes palabras— ¿Que quieren?
—Lo siento príncipe—exclamo un joven mientras hacía una leve reverencia—le traje esto—estiro sus brazos acercando aquel par de ropas, pero nunca lo miro a los ojos.
El asintió dejando un poco su actitud defensiva—gracias.
Por unos largos segundos no hubo palabras, ambos parecían bajar en sus propios pensamientos o así era hasta que el otro joven salió de su burbuja.
—Me retiro—informo volviendo a dar una reverencia, para luego alejarse en los oscuros pasillos.
Caspian cerró la puerta cuando dejo de ver a aquel joven, y una duda rondaba por su cabeza.
Aquel chico nunca alzo la mirada e incluso pudo notar que parecía llevar una cinta en los ojos, como si fuera un pecado verlos.
Dejo que aquellos pensamientos desaparecieran y fueran reemplazados por aquellas dudas crecientes sobre su situación.
¿Dónde estaba su maestro?, ¿Qué harían con él?, ¿podrían escapar?
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SECOND DAY

El joven no tuvo tiempo de reaccionar cuando fue levantado de forma bruta y arrastrado hacia el comedor.
Frunció el ceño, ordenando su ropa al ser soltado y dejado en frente de una puerta. Un sirviente la abrió por él, dando anuncio a su llegada.
—Por fin estas aquí sobrino—exclamo con aquella sonrisa falsa—siéntate como en casa.
El volvió a fruncir el ceño e instintivamente quiso saltar a golpearlo, pero obviamente se contuvo, no podía. Tomo asiento y observo todo su alrededor cuando su mirada cayó en aquel mismo chico que había llevado su vestimenta ayer.
Por fin había podido verlo bien, estaba seguro de que era más bajo que el, tenía el pelo castaño y una cinta blanca rodeando sus ojos.
— ¿Te gusta? —Inquirió con una sonrisa perversa al notar la mirada de su sobrino en el joven a su lado—es un premio de guerra—exclamo con orgullo y apretó las mejillas del joven con tanta fuerza que un quejido había salido de sus labios.
—La venda…
—viene de un pequeño reino, era el segundo príncipe—comento con un orgullo, que solo hacia repudiar a quien lo escuchara—asesinamos a todos, pero los otros tres niños lograron huir—su enojo se notaba por como apretaba mucho más las mejillas del joven que solo soltaba pequeñas quejas— ¡Cállate! —grito cansado de los quejidos, proporcionandole una cachetada.
— ¡Qué haces! —exclamo sorprendido y rápidamente tomo lugar al lado del joven e intentó ayudarlo.
—¡Levántate!
El chico se estremeció y acato la orden rápidamente, intentando que el joven a su lado no lo ayudase, recibir la ayuda de los demás, solo hacía que después desquitara su ira en él.
—Dile que todo está bien—demando con una sonrisa acariciando la mejilla golpeada del chico.
—Es-toy bie-n.
Caspian frunció el ceño y apretó los dientes volviendo a su asiento.
Había entendido que si seguía insistiendo no vería solo una cachetada en el rostro del joven.
—Bueno como decía, las dos princesas y el primer príncipe, lograron escapar, por suerte conseguí el trofeo más codiciado, el joven príncipe Edmund Pevensie, el niño estratega y además el heredero de los ojos de la verdad.
Caspian dudo si debía o podía preguntar qué significaba aquello.
—es un buen tesoro, tristemente sus hermanos están libres, ellos también me serian útiles.
“Que puto asco, como alguien podía pensar en utilizar niños que seguro no tenían ni su edad”
Pensó pero se lo guardo, debía cuidar sus palabras incluso si quería sacar una daga y asesinarlo en ese momento.
"𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘵𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘶𝘯 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘥ó𝘯𝘥𝘦 𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘮í𝘰𝘴”
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