FIVE WEEKS AND ONE DAY

—¿Vas a empezar a hablar?—inquirió Peter viendo a su hermano menor.

Edmund asintió con una media sonrisa—no hay mucho que contar, solo sobrevivimos y escapamos con estilo—comentó y soltó una pequeña risa al recordar—prendiendo fuego partes del castillo.

Peter sonrió con egocentrismo—suena genial—argumentó—pero sabes que no me refería a eso.

El joven suspiró—pregunten, creo que así podré saber qué quieren que les cuente en especial.

—¿Por qué no escapaste antes?, ya sabes tus ojos…—preguntó Lucy.

—Llevaba una venda en los ojos.

—Pudiste haberte la quitado.

—No era recomendable, lo intente y no trajo nada bueno—comentó frunciendo un poco el ceño.

Peter copió su acción—¿Qué mierda te hicieron?

Edmund miró fijamente a su hermano y apretó la mandíbula—Nada extremó.

—específica.

—Solo algunos golpes…

Peter frunció el ceño sin despejar la mirada del menor y asintió en una forma de decir:“por ahora lo creeré, después hablamos” y Edmund no pudo hacer otra cosa que aceptarlo.

—Aun así tardaste en volver, ¿trajiste algo contigo?—inquirió Susan, conociendo a su hermano.

Ella sabía que Edmund no volvería con las manos vacías, ellos no eran así, ellos no podían centrarse como Peter o Lucy en solo sobrevivir, su mente iba más allá, siempre buscando algo que los pudiera beneficiar.

—Si, traje lo suficiente para destruir a Miraz, con esto podemos justificar una guerra.

—¿Piensas empezar una guerra?

Edmund miró a Lucy por unos segundos, comprendiendo la resistencia contraria a un derramamiento de sangre, pero él no podía conformarse con vivir así, él no era tan bueno como Lucy.

—Lo haré, incluso si alguno se niega, no voy a vivir escondido aquí, no pienso olvidar quien soy y espero que ustedes no lo hagan.

Los cuatro se miraron atentamente.

Edmund podía lograr eso en ellos…

El decía ser un simple estratega, pero era el único que podía unirlos, alentarlos y guiarlos, entre ellos cuatro Edmund siempre había sido el gran rey, Peter podía serlo para el resto del mundo, pero para ellos Edmund era la cabeza y corazón…

—Soy tu hermano mayor, debo acompañarte siempre, incluso si es una locura.

—Bueno, no es como si yo no haya pensado también en hacerlo—comentó Susan dando una media sonrisa.

Los tres desviaron su mirada a su hermana menor, la cual solo suspiro y asintió en una forma de decir que estaba de acuerdo.

“𝓛𝓪 𝓼𝓪𝓷𝓰𝓻𝓮 𝓮𝓼 𝓮𝓵 𝓹𝓻𝓮𝓬𝓲𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓿𝓲𝓬𝓽𝓸𝓻𝓲𝓪”