CINCUENTA Y OCHO
Darragh miró el calendario que colgaba de la pared de la oficina. Había marcado con un gran círculo rojo el día en el que se llevaría a cabo el juicio de Greco. Lanzó un hondo suspiró, parecía que había sido ayer cuando el detective Fayole lo llamó para darle a conocer la fecha en la que viajaría a Francia y daría su testimonio. Estaba muy nervioso, no deseaba ver a Greco. Sabía que al mirarlo de nuevo a la cara, resultaría incómodo y quizá no pudiera hablar por el enorme nudo que se atravesaría en su garganta.
Sentía mucha pena por Greco, le dolía hasta en lo más profundo de su alma saber que se encontraba en esa situación tan complicada. Se imaginaba que la madre de Greco desconocía la situación por la que atravesaba su hijo. Pero era mejor que no lo supiera, la señora no tenía porqué sufrir más por ese hijo tan ingrato.
Hacía varios años que el padre de Greco había muerto y Darragh se había hecho cargo de la mujer. La señora Alessio vivía en una casa se retiro en Roma, Italia y su hija mayor se mantenía pendiente de ella, al igual que Darragh. Greco jamás había querido visitarla, se había olvidado de sus padres y los negaba siempre que podía. Por eso era mejor no causarle más penas a la mujer.
Se sentó en su silla y descolgó el teléfono para responder a la llamada de su secretaria.
-¿Qué sucede? - Preguntó Collingwood.
-Su padre acaba de llegar, señor. - Exclamó la mujer.
-Hágalo pasar y por favor, que nadie nos moleste.
-Como usted ordene, Señor Collingwood.
La puerta de su oficina se abrió lentamente y Garrett entró en la estancia. Darragh le dedicó una sonrisa y le hizo una seña para que tomara asiento mientras le servía un vaso de whisky. El señor Collingwood observo a su hijo con detenimiento. Darragh parecía preocupado y nervioso a la vez, la expresión en su rostro lo delataba. El chico suspiró y se sentó junto a su padre, ofreciéndole el vaso con el líquido ambarino.
-¿Estás bien, hijo? - Preguntó su padre, imaginándose el motivo – Debes estar tranquilo. – exclamó el hombre – Sé que no va a ser una grata experiencia para ti, pero ese hombre tiene que pagar por todo el daño que te ha hecho.
-¡Es que me duele! – respondió Dar con tristeza – Él era mi mejor amigo y...
-¡Pero Greco jamás supo valorar tu amistad! – exclamó Garrett – Ese hombre solo tiene lo que ha querido.
-¡Lo sé! – dijo Darragh llevándose las manos a la cabeza – Pero aún así, no deja de ser doloroso.
-¿Crees poder estar bien para mañana? – preguntó su padre bebiendo un sorbo de su vaso – Podemos llamar a Fayole y decirle que no te encuentras bien y que pospongan el juicio para otra fecha.
-¡Estoy bien! – exclamó el chico – Esta tarde viajaré a Francia, Keira me acompañará y mañana me presentaré en los tribunales para dar mi testimonio.
-De acuerdo – dijo Garrett Collingwood - ¿Te gustaría que te acompañara? – preguntó con una gran sonrisa.
-¡Me encantaría! – respondió Darragh – Me sentiría más seguro teniéndote a ti y a Keira a mi lado.
-Sabes muy bien que no voy a dejarte solo – exclamó el señor Collingwood – Voy a terminar con todos mis pendientes, para que esta tarde podamos viajar a Francia.
-Gracias, papá. – dijo Darragh poniéndose de pie al igual que su padre.
Garrett Collingwood se acercó a su hijo y lo abrazó fuertemente. Sabía que Darragh iba a llegar tranquilo al juicio y que hablaría sin ningún problema. Tenía que ser fuerte y dejar a un lado todo el aprecio que aún sentía por Greco, ¡ese hombre no valía la pena!
::::::
Greco caminó como poseído en el pequeño espacio que constituía su celda. ¡Estaba perdido! Por más que había luchado, apelado y alegado demencia para evitar su extradición a Francia, esta había sido inminente. El juez a cargo de su caso en Londres era un hombre inflexible que rechazó todos los movimientos y alegatos del abogado de Alessio para que el hombre cumpliera su condena en Inglaterra. ¡Todo había sido en vano!
Ahora Greco estaba en Francia, esperando la hora de su juicio, acusado del asesinato de Carmina Brülh y por intentar asesinar Darragh Collingwood. El hombre se llevó las manos a la cabeza y comenzó a gritar con desesperación. ¡Estaba muy furioso! y tenía unas enormes ganas de salir de ese lugar e ir en busca de Darragh para poder matarlo, de esa manera, su alma encontraría la paz que tanto le hacía falta.
Un guardia se asomó a la celda y lo hizo callar de una buena vez. Amenazó con golpearlo si Greco no se controlaba y guardaba silencio. Alessio se burló del hombre y continuó gritando como poseído, lo que provocó un gran alboroto con el resto de los reclusos, quienes también se pusieron a gritar. El guardia, desesperado, golpeó la espalda de Greco con su cachiporra. El hombre cayó de rodillas en el piso y se quejó.
-¡Te dije que te callaras! – Gritó el guardia – Así aprenderás a guardar silencio y más te vale que te vayas acostumbrando a esto, porque estoy seguro que estarás encerrado por una temporada muy larga.
Greco se retorció de dolor sobre el piso de su celda y poco a poco, el bullicio de los demás reclusos se fue apagando. ¡Eso era a lo que más le temía! Y ahora su pesadilla se había convertido en una terrible realidad. De ahora en adelante tendría que andar con mucho cuidado, por el momento se encontraba aislado, en una zona aparte, pero una vez que se le dictara sentencia y tuviera que estar con el resto de los prisioneros, comenzaría la verdadera prueba.
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Darragh despertó en la madrugada, había tenido una horrible pesadilla, estaba sudando demasiado y le dolía la cabeza. Se encontraba bastante nervioso y un tanto presionado por el juicio que se llevaría a cabo ese mismo día por la mañana. Deseaba a toda costa que eso terminara de una buena vez, que Greco recibiera su castigo y que él pudiera tener una vida tranquila, disfrutando de su matrimonio. Keira también se despertó, incorporándose un poco sobre la cama y comenzó a deslizar su mano por la espalda de su marido.
-¿Te encuentras bien, Darrie? – Preguntó la joven besándole el hombro.
-¡Sí, no te preocupes! – Exclamó el hombre y ella lo miró con el ceño fruncido – De acuerdo... tuve una pesadilla – Suspiró - Esta situación me está cansando – Murmuró y se dejó caer sobre las almohadas.
-¡Trata de relajarte, cariño! – Suspiró Keira, inclinándose para besarlo en los labios - ¿Quieres un masaje? Así te sentirás un poco mejor y podrás dormir un rato más.
Darragh asintió mientras que Keira se sentaba a horcajadas sobre su abdomen y comenzaba a frotarle el pecho y sus hombros. Darragh cerró los ojos, intentando relajarse al sentir el delicado tacto de las manos de su esposa sobre su piel que se erizaba cada vez que ella lo tocaba. La chica sonrió y se inclinó más para poder besar su torso desnudo, recorriendo con su lengua los pezones masculinos mientras arrancaba un par de gemidos de la garganta de Dar. Las manos del hombre comenzaron a masajear las piernas de Keira, ascendiendo hasta su trasero para apretarlo tiernamente.
-¿Te gusta, bebé? – Preguntó Kei al tiempo que sus dientes mordían el cuello del hombre.
-¡Mmmmm! – Gimió él - No hay nada mejor que el hacer el amor para liberar tensión – Exclamó Darragh - ¡Oh, sí! Me encanta, nena.
En un santiamén, Darragh se deshizo del delgado camisón que cubría el cuerpo de Keira. La prenda salió volando y cayó en un rincón de la habitación. Las manos de Darragh se apoderaron de los senos de la chica para estrujarlos y deleitarse con sus pezones erguidos. Ella gimió y sus caderas comenzaron a menearse sobre él, friccionándose contra la erección de Darragh que comenzaba a crecer cada vez más. Él la rodeó con firmeza y la atrajo hacia sí, besándola con ardor y pasión. Sus lenguas chocaban una con la otra, moviéndose y jugueteando hasta que sintieron que el aire les hacía falta. Se separaron un poco y Darragh dibujó la silueta femenina con sus manos. Keira le sonrió complacida, con el rostro arrebolado y el cabello revuelto cayéndole sobre la cara. Darragh hizo a un lado los mechones y acarició el rostro de su adorada esposa, ella se inclinó y lo besó de nuevo, aprovechando para quitarle la ropa interior. Él hizo otro tanto con la de ella y finalmente terminaron desnudos, en medio de caricias que aumentaban cada vez más la temperatura de sus cuerpos.
Keira arqueó la espalda y levantó las caderas para hundir el miembro erecto de Darragh dentro de ella, apoyando con firmeza las manos y rodillas sobre el colchón, ambos gimieron y suspiraron al lograr esa esperada unión. Las manos de Dar se apoderaron de los senos de la chica que se bamboleaban mientras que ella comenzó a balancear las caderas con un ritmo frenético y urgente. Lentamente, el hombre la sujetó de la cintura, entrando y saliendo de su interior, lamiendo sus rosadas areolas, las caderas de Keira bajaron el ritmo y sus movimientos se tornaron más lentos y eróticos, dedicándose a prolongar el momento hasta sus últimas consecuencias. De sus bocas surgían sonoros gemidos y pequeños jadeos que inundaban la alcoba, uniéndose al golpeteo de la cabecera de la cama sobre la pared.
El hombre volvió a lamer los senos de la chica, quién dejó escapar un suave grito al sentir como los dientes del hombre presionaban con más fuerza, provocándole deliciosas sensaciones, lo que provocó que ella aumentara de apoco el movimiento de sus caderas, dejándolas caer sobre el miembro viril de Darragh. Él le acarició las nalgas y le propinó un par de nalgadas.
Kei gimió y gritó de nuevo, para continuar con su balanceo que comenzó a ser aún más agresivo y violento. Ambos se movían con ferocidad, necesitaban llegar juntos hasta el clímax de su pasión. La chica se inclinó para besarlo e introducir su lengua dentro de su boca para saborearlo, mientras sentía cómo se deshacía por dentro y sin dejar de besarse, ambos se entregaron al fuego de su amor.
::::::
Darragh, Keira y Garrett se encontraban sentados en la sala de juicio, esperando a que el juez entrara para comenzar con el juicio a Greco Alessio. Greco estaba sentado frente al estrado del juez, junto a su abogado. Del otro lado, estaba la fiscalía, conformada por un par de abogados. Greco se notaba muy nervioso, gesticulaba demasiado y su mano izquierda tenía un ligero temblor.
El juez entró en la sala y los presentes se pusieron de pie. Después de que el juez se presentara, comenzaron con los alegatos de apertura. Fue el turno del abogado de Greco, quién también parecía nervioso y un tanto indeciso. Habló de las carencias de Greco en su niñez y de que su padre, aunque tullido, lo maltrataba y que su pobre madre apenas podía trabajar para darle lo necesario para vivir. En pocas palabras, hacía ver a Greco como un pobre hombre maltratado, falto de cariño y comprensión desde su niñez.
Darragh miró a Keira y a su padre. ¡El abogado mentía! A pesar de las carencias económicas de los padres de Greco, ellos siempre trataron bien a su hijo, lo llenaron de amor y de cuidados, haciendo hasta lo imposible por darle todo lo que les pedía. ¡Greco no era una víctima! Si no todo lo contrario, era un maldito que maltrataba a sus padres y los despreciaba por no ser ricos.
Keira apretó la mano de su esposo para darle ánimos cuando fue llamado al estrado como testigo. Debía hablar de lo sucedido ese día en Les Sablettes y de cómo habían ocurrido los hechos. El hombre le sonrió a la chica y suspiró. Estaba más tranquilo y sereno, no debía porque temer, sólo tenía que sentarse ahí, hablar con la verdad para que así se hiciera justicia.
Darragh caminó altivo hasta el estrado. Era su momento, hablaría para quitarse ese enorme peso de encima y así dar paso al descanso que él deseaba.
Greco lo miró. Darragh caminaba con su acostumbrada arrogancia; mirando a todos por encima del hombro, cómo si todo el resto de las personas fueran inferiores a él. La rabia fluyó en su interior, sus manos se crisparon y apretó los puños, rechinando los dientes. Después de todo ¡ese bastardo estaba vivo! ¡Terriblemente vivo! Era más de lo que podía soportar. Greco se levantó de un salto, ante la mirada atónita de su abogado y el resto de la gente.
-¡Maldito desgraciado! – Gritó Greco – Eres un hijo de puta con suerte... ¡debí haberte matado en Les Sabblettes!
-¡Señor Alessio! – Lo reprendieron – Guarde silencio.
Los ojos de Darragh se encontraron con los del Greco. Dentro de Darragh, la rabia fluyó, pero él trató de controlarla, mirándolo impasible. A pesar del cariño que le tenía, también existía resentimiento y dolor. Era un cúmulo de sentimientos encontrados que se agolparon en su corazón, haciéndolo latir a prisa. Collingwood continuó su camino, ignorando las palabras de Greco.
-Me callo una mierda – Murmuró el moreno – Ese bastardo tiene más vidas que un maldito gato – Se rió el hombre - ¡He intentado matarlo dos veces! Y en ninguna se ha muerto. Por eso... - Gritó lleno de furia - ¡Hoy si lo voy a matar!
-¡No haga esto más complicado! – Dijo su abogado defensor, intentando detenerlo.
Darragh se quedó de pie, esperando a Greco. No iba a huir de él, iba a enfrentarlo, iba a defenderse de ser necesario. Pero los guardias lo detuvieron con violencia, esposándolo y llevándolo a su sitio. Greco gruñó y bufó con rabia. Pero no dejó de gritar.
-¡Cuando salga de aquí voy a matarte! – Exclamó – Lo juro por mi vida, te voy a cazar como a un animal, siempre y sin descanso, hasta verte muerto. ¡Te odio, Darragh Collingwood! Conocerte ha sido lo peor que me ha pasado.
Todos en la sala estaban sorprendidos por la actitud de Greco. Keira estaba asustada, con los ojos bien abiertos y pegada al brazo de su suegro. Greco estaba desquiciado, no le importaba confesar abiertamente sus crímenes, estaba perdiendo el control de sí mismo. Maldecía a Darragh y a Carmina por su traición. Seguía hablando de lo sucedido en Les Sablettes, hacía más de dos años. Se lamentaba el hecho de no haberle dado el tiro de gracia y que a raíz de todo eso había llegado su mala suerte, perdiendo todo cuanto poseía.
-¡Saquen a este hombre de aquí! – Gritó el juez – No tiene caso continuar con este teatro. Lo está confesando todo. Tomaremos un breve receso y regresaremos para dictar sentencia.
Darragh regresó a su sitio. Todo lo que estaba sucediendo era muy extraño. No comprendía porque Greco había tomado esa postura de hombre desesperado y de una precaria salud mental.
-¡Lo hace a propósito para que lo declaren loco! – Murmuró Garrett ofreciéndolo un café a su nuera y su hijo – Porque no quiere estar en la cárcel. Para él sería mejor estar en un manicomio.
-¿Creen que el juez decida continuar con el juicio o simplemente decida declarar a Greco como un loco, un enfermo mental? – Preguntó Keira recostando su cabeza en el hombro de Darragh.
-Tiene que continuar con el juicio – Comentó Darragh – De acuerdo a lo que se hable ahí tiene que dictar sentencia, según las pruebas, los testimonios y el veredicto del jurado – Dijo y se frotó la frente- ¡Todo esto es tan estresante!
-¡Yo estoy desesperada! – Murmuró la chica – Ese juicio debió haber terminado desde hace un rato – Se quejó - ¡Pero a Greco se le ocurrió montar su numerito!
-Paciencia, hija – Comentó Garrett – Yo estoy seguro de que se hará justicia.
Darragh no dijo nada, permaneció en silencio durante un rato más, analizando lo sucedido. Él como Keira, también estaba desesperado. Deseaba que terminara cuanto antes y así regresar a Londres y alejarse para siempre de Greco.
El juicio se reanudó, esta vez sin ninguna interrupción. Greco permaneció sentado en su lugar y no se movió a menos que se le ordenara. Keira lo contemplaba y sintió un poco de tristeza por él, pensando que si quizá el hubiera apreciado a su familia y la amistad que tenía con Darragh, las cosas hubieran sido diferentes. ¡Pero ya no había marcha atrás!
Darragh subió al estrado y habló, sin omitir ningún detalle y respondiendo a las preguntas de las abogados. No parecía nervioso, ni alterado por lo sucedido, sino todo lo contrario. Dar proyectaba la imagen de un hombre sereno y seguro de sí mismo.
Hubo otro receso y ¡por fin se dictó sentencia! Las pruebas que el abogado de Greco había presentado para alegar demencia en su cliente fueron invalidadas de inmediato por el juez. ¡Ya no había más que hacer! Greco era culpable de asesinato y de intento de asesinato, sentenciándolo a una condena de 50 años de prisión.
Al escuchar su sentencia, Greco se puso pálido. ¡Cincuenta años eran mucho tiempo! Pero no iba a rendirse, apelaría para que le redujeran la condena. ¡No se quedaría de brazos cruzados! Aún no estaba del todo perdido, podría portarse bien y salir de prisión antes de lo previsto, por buena conducta.
Greco fue conducido al penal donde permanecería encerrado por cincuenta años. El hombre estaba muy nervioso y asustado de entrar en ese sitio. No era la misma prisión a la que había llegado, se trataba de otro sitio y el aspecto de ese lugar le daba muy mala espina. Su compañero de celda era un tipo tosco, bajo de estatura, su rostro mal encarado estaba lleno de cicatrices de viruela y marcas de acné. El hombre le sonrió con sorna y una vez que los guardias se alejaron del lugar, el tipo se pavoneó alrededor de Greco, observándolo atentamente.
-¿Qué me ves, simio? – Preguntó Greco con la garganta seca - ¿Qué nunca habías visto a un hombre como yo?
-¡LLEGÓ UNO NUEVO! – Gritó el compañero de Greco por única respuesta.
De manera casi inmediata, tres hombres grandes y muy corpulentos, dos rubios y un moreno aparecieron en el lugar. Los tipos estaban llenos de tatuajes con diversos símbolos y figuras, parecía que los tres pertenecían al mismo grupo líder en esa cárcel.
-Llevemos al nuevo abajo para que el jefe lo vea y le dé la bienvenida, ¡se va a poner muy feliz! – Comentó un hombre rubio de ojos grises.
-¡Yo no voy a ir con ustedes! – Gruñó Greco – Déjenme en paz y quítenme sus sucias manos de encima.
Los tres hombres lo ignoraron y lo sacaron casi a arrastras de la celda, para conducirlo al patio de recreo, en donde varios hombres charlaban, pero al ver que esos tres llevaban a un hombre a rastras, de inmediato se hicieron a un lado para que un hombrecillo flaco, pelos hirsutos y lleno de tatuajes y cicatrices apareciera en el lugar.
-¿Es el nuevo? – Preguntó a los hombretones.
-¡Sí señor! – Sonrieron sus secuaces – ¿Le dará la bienvenida?
-Por supuesto – Se rió el tipo dejando al descubierto unos dientes amarillos e irregulares – Y también voy a marcarlo.
-¿Qué? – Preguntó Greco - ¿Qué está diciendo? ¿Cómo que marcarme? ¡Déjenme en paz - Gritó con histeria - ¡Guardias, guardias! ¡Seguridad!
Todos se rieron, y formaron un círculo alrededor de Greco, sabían lo que significaba, pues el "jefe", ese hombrecillo flaco y feo era un terrible psicópata y aún disfrutaba de torturar a otros. Formó una banda, rodeándose de hombres más grandes y fuertes que él, pero que le temían y así seguir causando terror.
El hombre se acercó a Greco y lo golpeó varias veces en el rostro y el estómago mientras reía a carcajadas. Cuando se cansó, hizo una seña para que sus seguidores lo sostuvieran con firmeza, impidiéndole que se moviera. Greco gritaba con fuerza, temiendo lo peor al ver que ese sujeto sacaba una navaja y la ponía muy cerca de su rostro.
-¡Basta de gritar como niña asustada! - Murmuró el hombre – Voy a dejarte mi marca – Dijo sonriendo maliciosamente.
El fulano abrió de golpe la camisa de Greco, dejando al descubierto su pecho y comenzó a trazas las letras en la carne de Alessio, quién no paraba de gritar lleno de dolor y desesperación. De su pecho brotaba la sangre que corría manchando el resto de sus ropas y el piso del patio. El hombrecillo terminó de trazar la palabra "PORC" (puerco en francés) y se echó a reír a carcajadas.
-¡Ahora eres mi puerco! – Le gritó a Greco en el oído – Y harás todo lo que yo te diga. Si quiero follar, te follo – Y rió – Si quiero que me lamas los pies, ¡lo harás! Y si te niegas, vas a atenerte a las consecuencias – Sonrió – No voy a matarte, voy a torturarte tan dolorosamente que vas a suplicar por tu muerte inmediata – Volvió a gritar – Porque aquí yo soy el amo y ¡todos me obedecen! – exclamó y lo miró con lujuria – Esta noche te haré una visita especial. – susurró el hombre en su oído – Espérame guapo, porque voy a darte la bienvenida que te mereces. – río el sujeto mientras apretaba la entrepierna de Alessio.
Greco fue lanzado al piso. El hombre temblaba y babeaba de dolor, mientras que lloraba a lágrima viva. Sin embargo, nadie en ese lugar se acercó a auxiliarlo y mucho menos a dirigirle la palabra. A partir de ahora había comenzado su tortura.
::::::
Keira entró en la oficina de Darragh, el hombre no había abierto las persianas y el lugar seguía en penumbras, aunque afuera el sol brillase con todo su esplendor. Después del juicio de Greco, los ánimos de Darragh decayeron, su semblante era sombrío y en ocasiones actuaba de mal humor. Hacía ya una semana que Greco había sido sentenciado y Darragh continuaba triste, sin poder superarlo. Keira estaba consciente que eso había afectado mucho a su esposo, pero ella trataba de animarlo y casi siempre lo lograba, pues con sus palabras de aliento o sus chistes bobos, lograba dibujar una sonrisa en los labios de su marido.
-¿Se puede? - preguntó Keira acercándose al escritorio de Darragh.
Collingwood estaba sentado con la mirada hacia el enorme ventanal que mostraba una preciosa vista de Londres. Aunque escuchó entrar a Keira, no se movió de su sitio y continuó observando el panorama.
-Este lugar está demasiado oscuro - se quejó su mujer y corrió las persianas para que la luz del sol pudiera iluminar la oficina - Abriré las ventanas para dejar entrar un poco de aire fresco. No entiendo porque estás tan deprimido, Darragh. Greco recibió lo que merecía y pagará todo el daño que te hizo encerrado en esa prisión. - murmuró la rubia mientras servía dos vasos de limonada y entregaba uno a su esposo.
-No es cualquier prisión, Keira. - dijo el hombre y la tomó de la cintura para sentarla sobre su regazo - Es un penal de máxima seguridad, ahí tienen encerrados a los peores criminales. Temo por la seguridad de Greco. Va a sufrir mucho en ese lugar y eso me duele.
-¡Ay, bebé! - exclamó Keira - Eres tan bueno. - gimió - Pero Greco está donde debe estar. Él jamás sintió un poco de aprecio por ti y es obvio que jamás veló por tu seguridad, fue todo lo contrario, Darrie. - murmuró la chica - Greco intentó matarte dos veces, no se tentó el corazón y prefirió que sufrieras. Si le hubieras importado, te hubiera buscado cuando estuviste desaparecido dos años. No tiene caso que sigas lamentándote por lo que le sucedió. ¡Que se joda!
-Tienes razón, mi amor. - exclamó Darragh - Greco es un caso perdido y yo ya no puedo hacer nada por él. Pero de alguna manera estaré pendiente de él y le haré una visita cuando pueda.
-Te has ganado el cielo, mi amor. - Dijo la chica y lo besó apasionadamente - ¿Estás listo para irnos? - preguntó Keira y se mordió el labio inferior - Recuerda que mi sesión de fotos para la campaña es en una hora y debemos darnos prisa.
-Lo había olvidado - respondió Darragh - Pero no tengo ningún pendiente, así que es mejor que nos demos prisa. - dijo y volvió a besarla.
La pareja se puso de pie, Darragh la tomó de la mano y juntos abandonaron el edificio de Sterki Motors para dirigirse al estudio donde se llevaría a cabo la sesión de fotos de la campaña publicitaria de Dangerous.
-¡Bienvenidos! - Saludó la fotógrafa - Los estábamos esperando - Dijo la mujer y se dirigió a Keira mientras señalaba - Por allá está el vestidor, ahí están los cambios de ropa, en el orden que los usarás. Dentro te espera el equipo de maquillistas, una vez que estés lista, comenzaremos.
Keira sonrío y caminó rápidamente rumbo al vestidor. Darragh se quedó con la fotógrafa que le explicaba los conceptos de las imágenes. Él la escuchaba y también daba sus puntos de vista, quería que todo quedara perfecto.
Keira salió un rato después, la chica caminó sensualmente hasta donde se encontraban charlando su marido y la fotógrafa. A Darragh se le secó la boca al verla mientras la punzada del deseo se hacía presente. Keira se veía despampanante, enfundada en esos pantalones de cuero negro, muy pegados a sus curvas. Ese top de licra ajustado que realzaba maravillosamente sus pechos redondos, y para rematar, esas botas de tacón de aguja que estilizaban sus torneadas piernas.
-¿Cómo me veo? - Preguntó la chica mientras jugaba con el cabello.
-¡Te ves preciosa, mi vida! - Exclamó Darragh acercándose a ella y besando su mano - Luces despampanante.
Keira sonrío y se ruborizó al sentir la intensa mirada de Darragh sobre ella. Sus ojos voraces recorrían su cuerpo y en ellos estaba presente el brillo de la lujuria.
-¡Señor Collingwood! - Murmuró la fotógrafa - Usted también debería alistarse. Tendremos una sesión en pareja.
-¿En serio? -Preguntó Darragh sin soltar a Keira - De acuerdo, no me tardo.
Darragh se alejó, guiñándole el ojo a su esposa, quién le sonrió de forma coqueta. La sesión de Keira comenzó inmediatamente y después de varios disparos con la cámara, Darragh apareció en escena y se unió a Keira. Fue un momento muy divertido para la pareja, ambos se compaginaban bastante bien y la fotógrafa quedó muy satisfecha con los resultados de las fotos. Y además de la sesión, grabaron un par de spots para la televisión.
-La próxima semana veremos los resultados de esta sesión, así como los pósters – Comentó la fotógrafa – Serán las versiones piloto, ya que si hay alguna modificación serán de nuevo editados. – exclamó la chica entusiasmada – Para mí, las fotos son maravillosas y los comerciales increíbles, quizá no tengamos que hacer muchos cambios. –dijo llena de emoción - ¡Ustedes son una pareja increíble! Trabajar con los dos ha sido una grata experiencia para mí y espero que esto se repita. Tienen una química increíble.
-¡Quizá! – sonrió Darragh – Estamos por planear nuestra boda y necesitaremos un fotógrafo para nuestra sesión de fotos matrimoniales. – dijo el hombre y guiñó un ojo.
La pareja se despidió de la fotógrafa y de su equipo de trabajo, prometiendo que los llamarían para acordar la fecha de la nueva sesión. Keira y Darragh subieron al coche del último y ella recorrió el asiento hacia atrás para poner sus pies sobre la guantera.
-¡Me arden las plantas de los pies! – exclamó la chica – Esos tacones son mortales, ¡pero se me veía increíbles! Me encantó todo lo que usé.
-Es parte de nuestra línea de ropa, que también será lanzada. – respondió Darragh con felicidad – Queremos echar la casa por la ventana y así que vamos a matar dos pájaros de un tiro. Presentaremos nuestros nuevos vehículos y la línea de ropa.
-¡Eso es perfecto! – dijo Keira - ¿Nos detenemos a comer una hamburguesa? ¡Muero de hambre!
-Cómo usted ordene, princesa. – exclamó Darragh conduciendo por las calles de Londres hasta detenerse frente a un Burger King, él también moría de hambre.
Keira abrió los ojos al ver la enorme hamburguesa que tenía delante de ella. La tomó con ambas manos y comenzó a darle enormes bocados. Darragh también tomó la suya y comió con ganas, bastante divertido al ver las caras graciosas de Keira con los labios y la barbilla cubiertos de salsa cátsup.
-¡Pareces un payaso! – le dijo Darragh a su mujer y comenzó a reír.
Keira no se limpió los labios, sujetó a Darragh por el cuello de la camisa y tiró de él mientras lo besaba de manera apasionada, embadurnándolo también de salda cátsup.
-¡Ahora tú también eres un payaso! – exclamó la chica tomando una servilleta para limpiarse la boca - ¡Mi payaso favorito! – dijo y volvió a besarlo con pasión.
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¡Pobre de Greco! Le esperan cosas muy feas dentro de ese lugar, pero es lo poco que podía recibir. No quise darle una muerte, sería como redimirlo y era mejor mandarlo a prisión a sufrir. Estamos a un par de capítulos del final, ¿qué les pareció este capítulo? No olviden dejar sus comentarios y muchas gracias por leer. ¡Se les quiere!
Los dos últimos capítulos serán bastante largos, lo equivalente a dos capítulos normales. Espero no les parezcan aburridos. ¡Gracias de corazón.
Maria Decapitated
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