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CINCUENTA Y CINCO

Keira miró el reloj de su móvil, ¡eran las 2:36 AM! Los gatos de Darragh dormían detrás de ella y podía escuchar un ligero ronroneo. Tessa había decidido pasar la noche con ella y dormía en la habitación contigua. La chica se levantó despacio para no despertar a los gatitos y salió de su habitación para dirigirse a la cocina y beber un vaso de jugo. ¡No podía dormir! Si cerraba los ojos tenía presente la imagen de Greco burlándose de todos y la imagen del momento en el que Darragh se lanzaba sobre ella y recibía el impacto de la bala.

La joven lanzó un fuerte sollozo y se dejó caer sobre una silla para echarse a llorar. ¡Todo parecía tan perfecto! Ella y Darragh habían logrado superar sus problemas y tenían en mente un futuro como esposos. Pero todo se había venido abajo con la aparición de Greco y sus deseos de venganza.

-¡Esa bala era para mí! – murmuró Keira – Yo debí recibir ese disparo, no mi Darrie.

Ella continuó llorando y sintiéndose culpable por lo que había sucedido. No se percató de que su madre había entrado en la cocina y se acercaba hasta ella para rodear sus hombros con sus brazos.

-Nada ganas con lamentarte, hija – dijo Tessa besando su cabello – Tú no tuviste la culpa de nada, Greco está enfermo de odio y eso lo cegó, llevándolo a cometer esa locura. Desgraciadamente, Darragh tuvo que pagar de nuevo los platos rotos, pero se pondrá bien. – exclamó su madre – Le he enviado un par de textos a Greta y me dijo que el médico lo visitó a la medianoche, les ha dicho que Darragh está estable, pero las horas críticas aún no terminan y sólo es cuestión de esperar un poco más.

-¡Pero yo no puedo esperar tanto! – gimió Keira – Debí quedarme a su lado, estar con él. Ahora es cuando más me necesita.

-Mañana temprano iremos a verlo, te quedarás con él si así lo deseas. – exclamó su madre – Así que por favor ve a la cama, de lo contrario tendré que prohibirte que lo visites. ¿Me has entendido!

-¡Ay mamá! – se quejó la chica – Ya no soy una niña para que me pongas castigos, ¡soy una mujer casada!

-En ocasiones te comportas como una niña- respondió Tessa - ¿Quieres un poco de jugo? – preguntó la mujer abriendo la puerta del frigorífico para sacar una botella de jugo de naranja.

-Gracias, mami – exclamó Keira tomando el vaso que su madre le ofrecía y bebiendo de un solo sorbo todo el contenido – Me iré a la cama, no tengo deseos de ser castigada.

La chica se levantó de la silla y caminó detrás de su madre para subir las escaleras y entrar en la habitación que compartía con Darragh.

-Este lugar se siente vacío, ¡hasta sus gatos están tristes! – dijo Keira señalando a los cachorros que dormían a pierna suelta sobre la cama.

-Sí, se nota que extrañan a su padre – respondió Tessa con una sonrisa pues los gatos dormían plácidamente sobre la blanca colcha – A la cama mi niña, mañana será un día muy agotador. – dijo la madre de Keira mientras la arropaba y besaba su frente – Buenas noches, mi amor. – exclamó la mujer y abandonó la habitación.

Keira se acurrucó sobre la cama y abrazó la almohada de Darragh, ¡olía a él! Aspiró su aroma y cerró los ojos tratando de pensar únicamente en que su esposo se pondría bien y que juntos lograrían llevar a cabo todos sus planes. Debía dejar a un lado su pesimismo y llenarse sólo de buenos pensamientos, por el bien de Darragh.

::::::

Greco se quejó abiertamente cuando el médico de la prisión terminó de suturar sus heridas. El galeno les hizo una señal a los guardias, ¡había terminado con ese hombre! Los hombres se acercaron para llevarse a Greco a su celda. De momento se encontraría aislado hasta que sus heridas hubiesen sanado.

-No fue nada grave, señor Alessio – Murmuró el médico – Mañana al mediodía volveré a checarlo y le administraré su medicamento. Sólo descanse y no haga movimientos bruscos.

Greco frunció el ceño y no respondió, uno de los guardias lo esposó y lo condujeron hasta su celda. Había hablado con su abogado, pero el hombre no le dio muchas esperanzas, le dijo que sería posible que lo extraditaran a Francia y en ese país cumpliría con su condena. Al hombre no le hizo nada de gracia conocer esa noticia, ¡no quería ir a Francia! ¡No le gustaba estar en prisión! Prefería mil veces la muerte, ¡pero no! Ese maldito gorila tenía que haber entrado a la oficina, impidiéndole que se arrojara por la ventana.

No podía escapar, no podía hacer nada y no esperaba buenas cosas estando encerrado. Suspiró y se sentó en el horrible camastro de esa celda oscura y fría, rezando para que Darragh en verdad estuviera muerto, de lo contrario, su condena y lo que le esperaba en ese lugar habrían sido en vano.

¿Por qué todo lo malo le pasaba a él? Se preguntó Greco, reflexionando los últimos acontecimientos. Él no era una mala persona, el malo había sido Darragh con sus aires de superioridad, fingiendo ser un buen hombre... ¡sólo fue un hipócrita! Porque en cuanto tuvo la oportunidad, le dio la espalda... primero, le había quitado a Carmina, ¡su Carmina! La mujer de la que él estaba enamorado, con la que él había pensado vivir y tener un matrimonio feliz. Pero cuando ella conoció a Darragh Collingwood, de inmediato lo hizo a un lado para coquetear con Darragh, quién no se hizo del rogar y terminaron siendo amantes, sabiendo que él, Greco Alessio amaba a Carmina Brülh.

No conforme con quitarle al amor de su vida, Darragh también le quitó sus privilegios, dejándolo en la calle, obligándolo a vivir y a trabajar como un empleado más. Después de ser el albacea y la mano derecha de Collingwood, terminó ocupando la gerencia de publicidad, puesto que detestaba.

Además, Darragh le había jurado que nunca se casaría, pero en cuanto tuvo la oportunidad, aceptó contraer nupcias con esa chiquilla rubia de la cual terminó locamente enamorado. ¡Collingwood era un tonto! Había mandado a la mierda su amistad, todo por obtener mayor beneficio para él. Casándose con Keira, se convertía en el dueño absoluto de Ackermann Airlines y así su fortuna se había duplicado.

Y para colmo de los males, la estúpida de Carmina había terminado enamorada de Darragh. Y él, se había convertido en un asesino. ¡No cabía duda que la mala suerte siempre lo había perseguido! Tenía razón su madre al decir que algunos nacían con estrella y otros estrellados. Y Greco era lo segundo, un pobre diablo.

Greco gritó lleno de rabia, ¡todo le había salido mal! Por eso le suplicaba a Dios o al Diablo que Darragh muriera, porque si se enteraba de que Darragh había sobrevivido a su disparo, él mismo se quitaría la vida.

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Al día siguiente por la mañana, Keira se levantó y volvió a mirar su reloj. No era muy tarde, pero deseaba estar temprano en el hospital para poder ver a Darragh. Esperaba que el médico le permitiera verlo, aunque fuera de lejos. El día de ayer, el doctor les había prohibido la entrada a la habitación de su marido, deseaba con el corazón que Darragh hubiera tenido alguna mejoría y que pronto abandonara el área de terapia intensiva.

Aunque estaba consciente de que Darragh no podía verla, aún así decidió ponerse guapa, eligió un suerte de punto en color negro, unos jeans deslavados, zapatillas deportivas y un abrigo verde oliva. Había amanecido lloviendo y hacía un poco de frío.

Keira tenía la esperanza de que su esposo despertara de su letargo y pudiera recuperarse con mayor rapidez. No le gustaba la idea de que estuviera postrado en una cama, pero sabía que al tener un pulmón perforado, la recuperación sería muy lenta.

Después de vestirse bajó a la cocina y limpió las cajas de arena. Su madre preparaba el desayuno, mientras Keira aseaba a los gatos y les daba de comer.

-¿Te levantaste ya? – preguntó Tessa – Debiste dormir un rato más.

-Ya no podía dormir, además tengo que atender a estos niños. – respondió Keira levantando los platos de comida que estaban vacíos - ¿Qué clase de madre sería yo si no me preocupo por mis hijos? – dijo la rubia mientras tomaba a Pandora entre sus brazos - ¿Cuidarás de ellos mientras yo cuido de Darragh en el hospital?

-No necesitas preguntarlo Keira, sabes que lo haré. – exclamó su madre – Ahora ven a desayunar, te he preparado unas gachas de arroz con leche, un sándwich de aguacate y algo de fruta con yogur.

-Gracias mami, huele delicioso. – dijo Keira tomando una gacha de arroz con leche y comiéndola de dos bocados.

Después del desayuno, Keira colocó a los gatos en una jaula transportadora y se cercioró de que tanto puertas y ventanas estuvieran cerradas. Apagó las luces y salió junto a su madre de la casa.

-Me encargaré de tus niños – exclamó Tessa subiendo la jaula al asiento trasero de su camioneta – Me reuniré contigo más tarde y no olvides llamarme en cuanto llegues.

-Gracias mamá – respondió Keira y abrazó con fuerza a su madre.

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Tessa subió a su vehículo y se alejó lentamente. Keira buscó las llaves de su auto y entró en este para rápidamente ponerse en marcha. Decidió poner un poco de música para hacer el viaje menos pesado y más ameno. Comenzó a tararear una melodía de Ayreon, banda recomendada por Darragh y que se había convertido en una de sus favoritas. Estuvo escuchando varias veces la misma canción hasta que llegó al hospital. Salió de su auto y corrió hasta adentrarse en el lugar. Para su mala suerte, el elevador estaba en mantenimiento, así que tuvo que subir tres pisos, pero eso no importaba, lo que a Keirla le importaba era tener la oportunidad de ver a Darragh.

-¡Buenos días! – saludó la chica a sus suegros que se encontraban tomando un café en la sala de espera - ¿Cómo está Darragh? ¿Han podido verlo?

-¡Hola Kei! – saludó Greta – Hasta el momento se encuentra estable – dijo la mujer.

-Buenos días, Keira. – saludó Garrett – Desgraciadamente no nos han permitido entrar a verlo, se encuentra aislado por ahora. Pero el doctor nos ha dicho que quizá esta tarde podremos estar un momento con él.

-¡Qué bueno! – Sonrió la joven – Lo que más deseo es poder verlo, aunque sea por un momento.

-¡Todos queremos eso! – Suspiró Greta – Aún estoy angustiada por mi pequeño.

-¿Y tú cómo estás, Keira? – Preguntó el padre de Darragh – Ayer ya no pude preguntártelo.

-No estoy bien – Suspiró la joven sentándose junto a Greta – Pero he tratado de mantenerme tranquila, por mi madre y por mí misma. Anoche sólo dormí un par de horas, pero mi sueño fue bastante intranquilo – Murmuró – Por cierto, ¿han hablado con Alfred? Ayer ya no pude llamarlo para preguntarle cómo está.

-Ayer por la noche vino un rato y estuvimos hablando – Dijo Garrett – No podía dormir y no quería estar solo en casa. Se fue hace rato para ducharse e ir a la oficina.

-¡No debió ir! – Bufó Keira – Él también tenía que descansar.

-Dijo que se sentiría más tranquilo trabajando – Suspiró Greta – Aunque yo le recomendé reposo. También dijo que la policía desea hablar contigo, Keira. Tienes que dar tu declaración, hija.

-¿Es muy necesario? – Preguntó Keira recostándose en el hombro de Greta - ¡Alfie ya habló! Dijo todo lo que sucedió y ¡yo no quiero recordarlo!

-Tienes que hablar, Keira – Exclamó Garrett – comprendo que es algo muy difícil para ti... ha sido difícil para todos. Pero es importante que, como testigo, rindas tu declaración.

-¡Lo haré! – Suspiró la joven – Sólo para que ese desgraciado de Greco Alessio se pudra en la cárcel.

Keira siguió conversando con los padres de Darragh por un rato más, hasta que los señores Collingwood se despidieron de la chica prometiendo volver en unas horas. La joven sacó un libro que llevaba dentro de su bolso y comenzó a leer. Darragh le había recomendado leer el Necronomicón, a ella en un principio le había dado un poco de miedo, pero Darrie le había explicado la historia del libro, así que su interés en leerlo había crecido. Le serviría para mantener su mente ocupada y olvidarse por unos instantes de la presión en la que se encontraba. Apenas había comenzado a leer las primeras líneas, cuando un hombre se paró justo frente a ella y la saludó con amabilidad. Keira pudo reconocer al detective Thompson, jefe de la policía de Londres.

-¡Buenos días, señora Collingwood! – Saludó el hombre - ¿Cómo se encuentra? – Suspiró – disculpe que venga a interrumpirla, hablé con el joven señor Collingwood y él me dijo que podría encontrarla aquí.

-Acabo de llegar – Sonrió Keira – No se preocupe, por ahora me siento un poco mejor, aunque estoy muy preocupada por mi esposo.

-La comprendo, señora – Murmuró Thompson – Sin embargo, necesito hacerle unas preguntas.

-Adelante – Exclamó la chica – Estoy dispuesta a cooperar, ¡lo que quiero es que se haga justicia! Quiero que Greco pague por el daño causado en mi esposo, y en todos los que lo rodeamos.

-¡Así será, señora! – Dijo el Detective – Alessio pagará, se lo aseguro.

-Gracias – Suspiró la joven, dispuesta a comenzar a responder el interrogatorio.

El Detective Thompson comenzó una serie de preguntas y Keira trataba de responder lo mejor que podía, en algunas ocasiones cerraba los ojos para recordar cada detalle de ese horrible momento que prefería olvidar. Estuvo hablando con Thompson por casi una hora hasta que el hombre detuvo la conversación.

-¡Con eso es suficiente, señora Collingwood! – dijo el detective – La he estado atormentando bastante con todas estas preguntas, pero su declaración coincide perfectamente con la del señor Alfred Collingwood. – exclamó el hombre y se puso de pie – De cualquier manera, si necesitamos de su colaboración, nos acercaremos a usted. Le agradezco mucho su tiempo y espero que el señor Collingwood se mejore pronto, los médicos nos han dado muchas esperanzas.

-Gracias Detective Thompson – respondió Keira estrechando la mano del hombre – Si recuerdo algo más, se lo haré saber.

-¡Hasta luego, señora Collingwood! – exclamó el detective mientras se alejaba.

Keira volvió a tomar su libro para volver a leer, había sido un interrogatorio muy difícil, pero ella había sido franca en todo momento, había aguantado las lágrimas y se había mantenido serena durante la charla con el detective, aunque en esos momentos hubiera deseado que alguno de sus padres o amigos estuvieran cerca para consolarla. Tenía unas ganas enormes de llorar y deseaba que los fuertes y reconfortantes brazos de Darragh la envolvieran.

La chica suspiró para alejar el llanto y se concentró en su lectura, sin embargo, constantemente levantaba su vista para recorrer el enorme pasillo de ese piso, esperando la aparición de alguno de los médicos, de momento, nadie apareció en el lugar, sólo una enfermera entró en la habitación de Darragh y salió momentos después.

-¿Mi esposo se encuentra bien? – Preguntó Keira acercándose a la enfermera.

-Continua estable, señora – Respondió la mujer – Sólo entré a administrarle algunos medicamentos y a revisar su presión. Todo está normal y en orden. En unas horas más vendrá el médico para su chequeo general.

-¿Cree que pueda pasar a verlo? – preguntó la chica con un aire de esperanza - ¡Sólo unos momentos! Por favor, ¡se lo suplico! – pidió Keira casi a punto de llorar.

-Si la dejo pasar puedo meterme en problemas, señora. – exclamó la enfermera - ¡Pero sólo unos instantes! No me gustaría perder mi trabajo.

-¡Gracias, gracias! – dijo la rubia y la enfermera abrió la puerta de la habitación.

Keira entró con rapidez en el cuarto en el que Darragh se encontraba. Su esposo estaba sobre la cama y conectado a montones de aparatos. Bip, bip, bip, era el sonido que emitía uno de ellos. La chica se quedó contemplándolo durante unos momentos. Darragh estaba profundamente dormido debido al efecto de los sedantes y su respiración era pausada. Ella se acercó lentamente y se detuvo a su lado izquierdo. Se puso de rodillas y tomó una de sus manos la cual cubrió de besos.

-¡Estarás bien, cielo! – gimió Keira - ¡Te extraño mucho! – dijo y un par de lágrimas brotaron de sus ojos – No me gusta verte así, ¡te necesito más que el aire que respiro! – murmuró y volvió a besar su mano.

Keira giró el rostro y vio que la enfermera le hacía una seña. La chica se levantó a toda prisa y le lanzó un beso a Darragh antes de abandonar la habitación. Cerró la puerta lentamente y se acercó a la enfermera para darle nuevamente las gracias.

-No hay por qué – dijo la mujer – Quizá mañana pueda permanecer junto a su esposo, pero eso debe comunicárselo el médico. – exclamó la enfermera y se alejó.

Keira regresó a su asiento, tenía un gran nudo en la garganta, aunque se sintió más tranquila al ver a Darragh, aunque fuera por un par de minutos. Volvió a sacar su libro, esperaba poder pasar de la primera página. Estaba a punto de dar vuelta a la hoja, cuando la voz de su mejor amiga Blake, la sacó de toda concentración.

-¡Kei, Kei! – dijo su amiga - ¿Cómo te encuentras? – preguntó la chica sentándose junto a Keira.

La rubia no respondió sólo abrió los brazos para que su amiga la abrazara. Keira comenzó a llorar y Blake no dijo una sola la palabra. Su amiga debía llorar todo el tiempo que fuera necesario si eso la hacía sentir mejor. La castaña acarició el cabello de su mejor amiga y espero hasta que ella dejó de llorar.

-Siento mucho la situación y disculpa si no estuve contigo el día de ayer. – exclamó Blake sin dejar de abrazar a Keira – Mi madre me pidió que la acompañara al spa y ahí pasamos todo el día. Me enteré de lo sucedido a través de las noticias e inmediatamente llamé a Alfred, pero no respondió. Te marqué a ti, y nada. ¡Estaba desesperada! – gimió la chica- Me levanté temprano y fui a las oficinas de Sterki donde hablé un buen rato con Alfred y él me dijo donde te encontrabas. Ten fe amiga, Darragh se va a recuperar.

-Es que no es justo, Blake. – suspiró Keira - ¿Por qué todo lo malo le debe pasar a él? ¿Por qué? Darragh es un hombre maravilloso y no merece que la vida lo trate de esta forma. ¿Sabes? Esa bala era para mí, pero él se interpuso y recibió el impacto.

-¡Eso es un acto de amor, Keira! – respondió su amiga – Darragh te ama tanto que es capaz de entregar su propia vida a cambio de que tú seas feliz.

-¡Pues debí de ser yo la que recibiera ese balazo! – exclamó la rubia limpiándose las lágrimas - ¡Me siento tan mal!

-Pero no es culpa tuya, sino de ese loco de Greco Alessio. – dijo Blake – Ahora ya está tras las rejas y en cuando Darragh se recupere, será juzgado. Me lo dijo Alfred.

-Ojalá se quede encerrado para toda la vida. – murmuró Keira - ¿Sabes? Una enfermera me permitió ver a Darragh durante un par de minutos.

-¿En serio? – Preguntó la castaña - ¿Y cómo está? ¿Qué sentiste? ¿Él pudo verte?

-Está bajo los efectos del sedante – Comentó Keira – Pero mi pobrecito está todo entubado y conectado a esos aparatos, ¡sentí horrible! – suspiró – Pero a la vez me tranquilizó poder verlo y saber que está con vida.

-Al menos ya pudiste verlo y sabes que está bien – Dijo Blake – Pero, ¿por qué no vamos a comer algo? – Preguntó y Keira negó con la cabeza - ¡Anda, vamos! Te hará bien despejarte, aquí en el hospital hay una cafetería, podemos almorzar y seguimos charlando, ¿qué dices?

Keira suspiró y se levantó del asiento para tomar la mano de Blake. Su amiga tenía razón, debía despejarse un poco y hablar con Blake la haría sentir mejor. Durante el almuerzo hablaron un poco más sobre lo sucedido, la castaña estaba un poco triste porque Alfred había cancelado el viaje de graduación. Ella viajaría sola esta vez, aunque estaría acompañada de sus demás compañeros de la facultad, sabían que las cosas no serían lo mismo sin su novio y su mejor amiga.

-Quizá podamos hacer un viaje los cuatro – sonrió Blake – Cuando todo esto se aclare y Darragh esté completamente restablecido.

-Podría ser después de que regrese de mi viaje de luna de miel – Dijo Keira guiñándole un ojo.

-¿Cómo? – Preguntó Blake cubriendo su boca con ambas manos - ¿Por fin tendrás tu viaje de Luna de miel?

-¡Mejor aún! – Sonrió Keira Con todo esto que nos pasó, olvidé comentarte que ¡Darragh y yo queremos que nos ayudes a planear nuestra boda! – Gritó llena de felicidad – Queremos tener nuestra boda de ensueño y tú debes ayudarme a buscar un tema...

-Eso suena un poco raro porque ustedes dos ya están casados – Sonrió Blake - ¡Pero cuenta conmigo para lo que necesites!

-Muchas gracias, amiga – Dijo Keira – Él quiere hacer las cosas bien, como debieron hacerse desde el comienzo, quiere que planeemos nuestra boda, la ceremonia, el banquete, ¡nuestro viaje de luna de miel! – Suspiró la rubia.

-O sea que quiere hacer las cosas como Dios manda – Murmuró Blake - ¡Eso me parece perfecto! – Exclamó abrazando a Keira - Después de todo, ambos se lo merecen.

-¡Gracias Blake! – Sonrió Keira – Quiero que seas mi dama de honor.

-¡Encantada! – Respondió su amiga – Yo lo haré con todo gusto – Exclamó – Ahora sólo tenemos que esperar a que Darragh se ponga bien y ¡no muera!

-¡Qué maldita! – Gritó Keira golpeándola en el brazo – Eres una desgraciada, ¿cómo puedes decir eso?

Blake comenzó a reírse, había sido una broma de mal gusto y Keira no paraba de golpearla. Pero ambas reían.

-Se pondrá bien – Exclamó Blake poniéndose seria - ¡Ya lo verás! Porque ya hasta me imaginé a un montón de Darries y un montón de Keis corriendo por toda su casa y ustedes dos como zombies, persiguiéndolos para castigarlos por sus travesuras.

Keira volvió a lanzar una fuerte carcajada. Convertirse en madre no estaba entre sus planes inmediatos, pero la idea de tener entre sus brazos a un pequeño ser, fruto de su amor con Darragh la llenaba de emoción y ahora ya no le parecía tan mala idea.

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Este capítulo fue más sobre Keira y lo que estuvo viviendo en esos duros momentos. Por ahora está más tranquila, vio a su querido Darragh y quizá en el próximo capítulo tengamos algo más concreto respecto a él.
¿Qué les pareció el capítulo? Espero sus comentarios y ¡gracias por sus lecturas y votos!
Maria Decapitated

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