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. prólogo

La casa se sentía vacía, desolada, en silencio, y ellos dos evitando mirarse a los ojos. La sala era un cuarto frío, adornado por todo tipo de decoraciones, incluyéndolos a ellos dos, que en este momento formaban parte de los objetos que le daban vida al ya desecho hogar.

Felix guardaba silencio, esperando que su aún esposo hablara, pero Bang Chan, simplemente no tenía el valor de enfrentar las cosas, como siempre había ocurrido, desde hacía ya un completo año cuando decidieron casarse.

El día no bueno para ninguno, menos para Felix, sabía que él tenía algo que decirle, y a pesar de saber exactamente qué era eso que tenía para contar no se sentía preparado para escucharlo.

Suspiró, fijando su vista en él y mirándolo detenidamente, espantándose al encontrarse con su mirada, esa que lo había enamorado y la misma que en ese momento se encontraba triste, pero que poco o nada podía hacer para controlarlo eso, pues, esa mirada triste lo implicaba a él, y a su relación.

- Perdóname - él confesó, bajo un pequeño susurro que Felix escuchó perfectamente, y rodó su cabeza hacia arriba, mirando el techo que lo acogió por todo un año y que hoy le estaba cayendo encima - Nunca ha sido mi intención lastimarte, no quiero hacerlo tampoco, pero estar aquí, fingir que nada pasa sólo lograría empeorar las cosas.

Felix volvió a suspirar, ahora un suspiro triste, y tratando de aguantar las lágrimas que pedían con furor salir de sus ojos, pero que con su fuerza de voluntad lo impedía.

Miró a sus pies, se había dedicado sólo a complacerlo, a amarlo, y por eso nunca se dejó caer, pero el problema nunca fue no dejarse caer realmente, sino, jamás lograr un cariño más fuerte de su parte.

- Gracias por confesarlo - susurró, aún con su mirada gacha y su corazón desecho por las palabras de su esposo.

- He hecho todo lo posible por amarte, Lixie - expresó, ahora acercándose lentamente hacia él, tomándolo de las manos y añadió: - Pero ¿Cómo inventar sentimientos que realmente nunca han nacido en mi corazón?

- Ya basta - pidió Felix, suplicando que se detuviera y acabara de una vez con aquella esperada, pero terrible confesión.

- Perdón, te pido de mil maneras perdón - dijo él, agarrándolo por la cabeza y pegando su frente con la suya -. Me has entregado todo, sin esperar nada a cambio, esta es la única manera de agradecerte, siendo sincero contigo, y conmigo mismo.

Él decidió alejarse, asintiendo levemente con la cabeza, y pasando sus manos suavemente a través de su cabello despeinado.

- No te preocupes, sabré superarlo - confesó, sintiendo esas inmensas ganas de llorar, pero aguantándolas -. Estaré ahí para firmar el divorcio.

Bang Chan, después de mirarlo unos segundos sin decir nada, asintió, bajando su mirada al piso y así subiéndola nuevamente al recorrerlo con sus ojos. Siempre se preguntó por qué nunca pudo amarlo, Felix era hermoso, tanto por dentro como por fuera, y sabía de sobra que más de uno querría entrar a su vida y quedarse por siempre a su lado.

Sin embargo, había un problema, Felix le había dado el paraíso, pero otra lo había enamorado en su infierno.

Decidió marcharse dejándolo sólo en la casa que habían compartido juntos durante un año completo, desde que se casaron y se prometió a sí mismo amarlo y olvidar su pasado, en el que se encontraba Jennie, esa mujer que nunca logró salirse ni de su cabeza, ni de su corazón, y por la que hoy dejaba atrás un matrimonio, el que inició con muchas promesas, y terminó con muchos fracasos.

Las lágrimas de Felix comenzaron a salir en cuanto la puerta de la casa se cerró, indicando así que él finalmente se había ido, y todo había acabado.

Lo amaba, y le dolía saber que todo terminaba, sabiendo que la única razón por la cual su matrimonio no había funcionado se llamaba Kim Jennie, la mujer que él nunca había dejado de amar.


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