Capítulo veintidós [Final].
Se rio de mi comentario y me lo agradeció también.
—Adoro las vírgenes, ¿se llaman así? —me abrazó como pudo y me hizo ponerle el collar de Nosa señora do corpiño y guardó el de Fátima de Vigo. Además vi como alucinaba con la túnica típica de las Islas—. Me encanta todo, mil gracias cariño.
—La primera fue donde te llevé de tour y la segunda también, pero esta era la capilla más grande.
—Me acuerdo, la que les encendimos unas velitas —asentí—. ¿Mañana será posible volver? Antes de ir al aeropuerto, porfa.
—Como mi reina diga, esta noche dormiremos aquí y temprano recogemos tus cosas del hotel —le di un piquito cuando terminamos de comernos todo—, ¿te parece?
—Me parece, ahora abre lo tuyo —la obedecí y aluciné al ver las pulseritas más los portafotos—. Ay, esto ya tiene sitio —me levanté y puse en el lugar más llamativo nuestro portafotos. Volví y me acurruqué a ella —otra vez— ahora ya te tengo cerquita hasta que vuelvas. Muchas gracias, corazón
—Mañana la estreno —me informó mientras me ponía la pulserita y yo aproveché el momento para ponérsela a ella también—. A ti, bombón.
Después de estar un ratito hablando y viendo la película Una navidad perfecta. Los ojitos de mi chica empezaron a cerrarse, cuando fui a cogerla para llevarla a la cama ella hizo fuerza y no me dejó.
—Vamos a la cama, Nazlí —se aferró a mi brazo con mucha fuerza.
—Quiero dormir aquí, delante de la chimenea —apartó el resto de cosas y se tumbó encima de un par de cojines que usó de colchón. Tiró de mi i hasta quedar tumbados y abrazaditos.
—Pero en la cama o en el sofá estaremos mejor —le di una nueva idea para ver si se animaba.
Negó con la cabeza hasta quedarse dormida, se me partió el alma al verla tan cansadita después de andar tanto y cedí. Con delicadeza para no despertarla, nos tapé y el sueño hizo que cayera yo también.
Estábamos en la puerta de embarque hacía Turquía, —antes fuimos donde me pidió la noche anterior— ya había entregado las maletas y estaba a punto de entrar.
—Espérame, ¿eh? —me advirtió cogida de mi cintura y yo de la de ella.
—Te esperaba, te espero y te esperaré —le besé la frente.
—En unos días me tienes aquí, solo tengo que pedir el traslado y buscaremos una casita para así no molestar a tu amigo —me dijo.
—Estoy de acuerdo.
El maldito megáfono informó que ya debían de subirse al avión, como buen llorón me emocioné con miedo a perderla, como si me estuviese arrebatando el aparato volador media vida.
—No llores, cariño —me secó las lágrimas—. En nada, estaremos juntos.
—Tengo miedo, no quiero perderte —me desvanecí y ella me dio un beso reconfortante.
—No lo harás, volveré —intentó tranquilizarme.
—¿No lo dirás para que me conforme, no?
—No, tonto —me besó la frente—. Seni seviyorum [1]*.
—Seni seviyorum, avísame cuando llegues y no te olvides de traer las tacitas con el té —le recordé.
Nazlí empezó a alejarse vestida con su túnica y se despidió una última vez con la mano hasta que vi despegar su avión, le lancé un beso y ella hizo amago de cogerlo a través de la ventanilla. Cinco minutos después, —una vez que el avión ya se había ido, me puse rumbo a mi trabajo— miré mi pulsera feliz y puse muy alta la banda sonora de nuestra vida. Te esperaba de Carlos Rivera. Una sonrisa de oreja a oreja apareció, por fin la había encontrado ella y mi deseo de navidad se hizo realidad.
FIN
[1]*: Te quiero en turco.
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