23 de diciembre

Eran las diez de la noche del veintitrés de diciembre del dos mil diecinueve, estaba a tan solo unos días de nochebuena y la navidad. Mi turno en el hotel había terminado, avisé a mi familia que no iría a casa a cenar. La verdad entre el cansancio que tenía y las ganas de coger el coche eran nulas. Así que antes de ir a mi piso, decidí irme a mi lugar favorito: Al jardín del hotel Estrella Marina situado en la costa de Vigo, mi puesto de trabajo. Tras llegar a mi paraíso, me tumbé en el fresco y cálido césped. Era una tradición para mi acariciar la hierba, me daba adrenalina y a la vez paz. Cuando estaba ya acomodado, me dispuse a mirar el cielo para contemplar las estrellas. Era todo tan bonito y con una armonía increíble. Si fuese por mi, me quedaría a vivir aquí pero por mi desgracia cada día tengo que ir a mi dulce morada.

Eran las diez de la noche, estaba tan agusto que de repente la musa llamó a mi puerta. Metí en el bolsillo de mi pantalón mi mano y saqué una libreta pequeñita dónde guardaba todos mis pensamientos, versos y novelas de amor que se me iban ocurriendo. Lo sé, no es muy típico en un chico pero, ya me acostumbré a que me dijeran que era demasiado raro o incluso me llamaron homosexual. ¿La verdad? Me daba igual lo que pensara la gente y sus malditos prejuicios de mierda.

Te pedí,con mi fuerza al universo.

Te escribí en un par de versos

que mandé volando al cielo.

Te pedí.

Arranqué la hoja de la libreta con el verso, inflé un globo que vi en mi bolsillo del pantalón y le até una cuerda con la nota que acababa de escribir. Lo miré fijamente y deposité un beso en el globo, lo solté y lo vi desaparecer entre las nubes, el cielo y las estrellas que me iluminaban el rostro.