Capítulo tres.
Jake resopló fuerte.
—Pues no tengo ni idea.. —me paré en seco sin terminar la frase—. La verdad.. estoy un poco rayado desde anoche.
—A ver en serio Jake, tienes que bajar de esa nube —señaló el cielo a propósito—, no puedes estar siempre así —me miró frente a frente—. De tres mujeronas que te he presentado, ninguna ha cuajado contigo. ¿El porqué? Eres muy exigente con las tías. Tu esperas una princesa que baje por unas escaleras y que se suba a un corcel pero la verdad no es esa. Estás dejando la vida pasar por un sueño que no te va a llevar a ninguna parte. Tío enserio, despierta y no te cierres a conocer. Tu conoce chicas y si alguna te apaña pues lo intentas en serio y sino, ya llegará.
—Tampoco eso espero y no considero que sea muy exigente. Simplemente tengo claro lo que quiero en la vida —hize una pausa—. Pero es que ese estilo de chavalas no son para mí, son más liberales como tu. Por ese mismo motivo jamás voy a encajar con una de las que tu me presentes.
—En eso estoy de acuerdo, pero tampoco te quedes sentado —hizo memoria con lo hablado anteriormente—. Sino, entra en alguna app de ligar o no sé, busca otra forma. Porque lo que yo tengo claro es que por más que yo te presentes niñas tu no vas a dar tu brazo a torcer. Así que lo único que te queda es esperar.
Jake asintió afligido pero no le respondió a las últimas palabras.
—Bueno, y.. ¿qué es eso que te raya? —intentó cambiar de tema para no agobiarlo.
—Anoche tuve un sueño muy bonito —miré a mi amigo fijamente.
—¿Y qué pasó? ¿Qué soñaste?
—Soñé con una chica pero no le vi la cara. En el sueño compartimos cosas, ratos juntos y no sé lo típico —tosí de repente—. Era tan maravilloso todo que parecía real, fui capaz de sentirla cerca mía.
—No tienes remedio, de verdad —se acercó y me abrazó—. Enserio, no te rayes. Todo llega en esta vida. Ojalá la encuentres cuando menos te lo esperes. Mira sé que a veces me paso mucho contigo y soy duro pero es porque no quiero que sufras por eso. La vida está llena de obstáculos y mierdas, si nosotros lo complicamos más entonces es cuando todo se va al garete.
—Sabes que lo intento y gracias por no abandonar a este loco soñador —le agradecí con la mirada y le devolvió el abrazo.
—Tranquilo —me respondió con tranquilidad—. Lo que si debes es irte ya, venga.
Me levanté y mi amigo también.
—Si, tu también deberías irte —observé como se levantaba Erick también.
—También me iré, ¿te veo mañana aquí?
—Claro —contesté.
—Buenas noches hermano —se despidió Erick.
Erick y yo empezamos a alejarnos uno del otro cuando a Erick se le iluminó la bombilla y me miró a lo lejos.
—¡Espera! Tengo que decirte algo —me alertó.
—¿Qué pasa? —le presté atención mientras se acercaba a mí.
—Te acompaño al coche así te voy contando por el camino.
Los dos se dirigieron al coche a cámara lenta pero, en el más absoluto silencio.
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