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Capítulo trece

La observé cómo llenaba una bolsa de chuches y pagaba la cuenta. Estuve a punto de pagárselo pero...  nuevamente me eché para atrás «Cobarde que eres un cobarde». Acto seguido se acercó a mí con una sonrisa, se metió un osito rosa a la boca y cuando me dispuse a decirle algo, depositó otro en la mía —aunque el mío alcancé a ver que era azul—. Me lo comí y ella también lo hizo con una sonrisa en la boca.

—¿Podemos comer en la zona de restauración de aquí? —me puso ojitos—. Ya que estamos aquí, podemos aprovechar —puso morritos y me mató—. Por favor.

—Claro prin... —<¿Qué haces? ¿Ibas a llamarla princesa, enserio? Venga, ya«—, ahora te llevaré a la zona principal —salí del paso con la absurdez más grande que se me ocurrió. <Bravo por mí«.

—Y tu comes conmigo, no acepto un no —ya sacó la vena marimandona.

—Tus deseos son órdenes para mi —<¿What? Modo on en cagada monumental« —, cojamos el ascensor.

Noté como sus mejillas se sonrojaron un poquito y por casi ese colorcillo se apoderaba de mí. Por suerte, lo evité. Sin esperarlo, se colgó de mi brazo y con ella fui a la zona de restauración. Nada más llegar me miró y yo también lo hice.

—¿Qué te apetece comer o dónde quieres ir? —le pregunté para que eligiese el lugar.

—Me apetece una buena hamburguesa, ¿qué tal están en el Papo's? ¿son mejores que las del McDonals, Burguer o Vips?

La miré perplejo. ¿De verdad había de todo eso en Turquía? ¿O es que había venido más veces?

—Están muy buenas y son caseras —admití—. No sabía que habías ido a esos sitios, ¿has estado en España en más ocasiones?

—Estuve hace años en Madrid —me miró concentrada—, vine con mi padre una semana para unas reuniones de su trabajo. Y bueno, de vez en cuando nos escapábamos a comer a esos sitios. Cuando estábamos solos, claro. Sino sus socios se escandalizarían —se rió.

—Wow, ¿eran muy estirados? —me reí. Ahora si que todos sus conocimientos por esos sitios, se respaldaban por una información contundente.

—No lo sabes tu bien... si se hubiesen enterado de que íbamos a esos sitios, les habría dado un buen ataque al corazón —esbozó una sonrisa—. Pero oye, qué más les dará como nos alimentemos.

—También es verdad, cada uno con su alimentación hace lo que quiere y una vez al año no hace daño —a medida que iba conociéndola, me iba fascinando más.

—Eso es, bueno —se quedó pensativa—. ¿A dónde me puedo comer una buena hamburguesa?

—Como se te ve que quieres ir a comer a algún sitio nuevo, al Papo's —le guiñé un ojo pícaro—. No te vas a arrepentir, además no es solo de hamburguesas. Hay más variedad de comida.

—Allá vamos —guardó la bolsa de chuches en el bolso y recorrimos parte del centro comercial hasta llegar al Papo's,

Una vez allí, cogimos mesa y miramos la carta detenidamente —antes dejé a mi lado las bolsas de la chiquita—.

—¿Tienes claro lo que te vas a pedir? —me preguntó.

—Si, ¿y tu? —apoyé mi barbilla en la mano derecha.

—Hamburguesa de carne, huevo frito, salchicha, beicon, patatas fritas, lechuga y tomate.

—Oye que si quieres vamos a un restaurante turco, ¿eh? aquí también hay —le sugerí para conocer su divertida contestación. <Que buen zaque tiene la niña, seguro que lo quema en el gym o algo«.

—¿Crees que voy a cambiar una buena hamburguesa por un Durum? —negó con la cabeza—. Por supuesto que no, si quieres tu ve. Yo de aquí no me muevo —dejó la carta a un lado y me quitó la mía también para dejarla a un lado junto a la suya.

—Me ha quedado claro, señorita —me enseñó su dentadura tan perfecta, como lo era todo ella.

—Muy bien —llamó al camarero y este se nos acercó.

—¿Lo tienen ya claro? —nos preguntó el camarero.

—El número tres —le señaló la hamburguesa que me comentó en una foto de la carta—. ¿Quieres que piquemos algo mientras, así para compartir?

—Como no, pide lo que quieras —me estiré en la silla y vi como ojeaba la carta—. Ve pidiendo lo tuyo.

—Pizza papos —le pedí al camarero.

Él lo anotó todo y le enseñó los entrantes disponibles de la semana —este establecimiento no solía tener opciones, pero últimamente contaba con alguno semanal— mientras a la muchacha.

—¿Eso que lleva? —alzó la mirada de la carta para mirarme.

—Carne, bacon y salsa barbacoa —le mencioné los ingredientes.

—Qué buena, bueno pues... —miró al camarero—. Sírvenos el combinado de croquetas, calamares y palitos de queso.

—Enseguida, ¿y de beber? —nos preguntó apuntando el resto del pedido.

—Cerveza —le ordenó al camarero y casi me atraganto con la misma saliva. «joder, cerveza y todo. Es una auténtica caja de sorpresas».

—Cerveza sin, yo conduzco —le saqué la lengua y ella, para mi sorpresa también hizo lo mismo. Además de bonita, tenía que ser divertida.

El camarero cogió las cartas y fue a su puesto de trabajo. En cambio, nosotros nos quedamos mirandonos como un par de gilipollas.

—Bueno, ¿y después de comer, qué vamos a hacer? —me interesé.

—Ir a algún sitio y de noche tengo que ir a la cena de negocios —suspiró como si fuese un coñazo—. Vaya aburrimiento —y parece que me leyó la mente—. ¿Me recogerás al salir?

—Claro, te esperaré fuera o si se alarga me iré a casa y luego volveré a por ti —me incorporé un poco—. Si quieres, claro sino mando a algún compañero a por ti —espeté sabiendo que nadie más iba a venir a por ella, el encargado de su bienestar era solo yo y nadie más que yo. Tampoco iba a permitir que alguien más viniese a por ella. No me importaba estar más horas sin dormir, por ella iba a sacar las fuerzas de donde fuesen.

—Eh, con eso no juegues —me miró con ojos dulces—. Eres la única persona con la que he congeniado, así que hasta que me vaya. Te quiero a mi lado.

—Si es que yo lo permito —me susurré a mi mismo para mis adentros—, pero de nuevo me escuchó.

—¿Qué fue lo que dijiste?

Carraspeé y intenté disimular.

—No nada, solo bromeaba —mentira cochina. Lo había soltado bien enserio.

—Ah, ¿entonces si me recogerás?

—Faltaría más, es mi trabajo —mierda, en realidad lo hacía por estar junto a ella no por un simple trabajo.

—Y yo que pensé que lo hacías más para estar cerca de mí —bromeó—. Pero bueno, no todo tiene que ir sobre ruedas.

¿Acababa de escuchar bien? ¿Sospechaba mis verdaderas intenciones? Maldigo ser un libro abierto, y más en este momento.

—¿Te gustaría que fuese por eso? —me atreví a preguntarle con curiosidad.

—Quizás... —me dejó dubitativo y haciéndose la coqueta.

«¿Wait? ¿Me está coqueteando? ¿Estamos filtreando? ¿Ella conmigo? Seguro son alucinaciones mías, ¿cómo va a estar ligando conmigo?». El maldito camarero apareció para servirnos las bebidas y el entrante, después de hacer su trabajo —y de decirnos que en la mayor brevedad posible vendría con nuestra comida— se dirigió a otra mesa para servir más platos. Nazlí me tenía sin palabras.

—Qué aproveche —me dio un tenedor y se acercó su bebida.

—Y yo que te hacía comiendo ensaladita y cosa sana —me acerqué mi cerveza—. Que aproveche.

—¿Yo? Qué va, me cuido y eso pero como lo que quiero —cogió un palito de queso y le dio un mordisco.

—¿Entonces eres de las que se machacan al gym no? —cogí lo mismo que ella y repetí su misma operación.

—Tampoco, solo hago pilates y yoga —se bebió un trago de su cerveza—. ¿Y tu? ¿Vas al gym?

Sorprendente me parecía, con el cuerpo tan bonito que tenía.

—No, solo bicicleta estática —cogí una servilleta y me limpie las manos—. Tuve una cinta de andar pero se me rompió y hace unos años me compré la bici. También tengo de las otras y de vez en cuando, la cojo para darme unas vueltas.

—Yo nunca hice bici, y menos salir a la calle con ella —cogió un calamar y lo untó en una salsa de queso que venía de acompañamiento—. De casualidad, ¿tienes dos?

—Si, tengo dos —cogí una croqueta y me la comí .

—¿Podríamos hacer un tour mañana? Me encantaría recorrerme algunos lugares en bici.

—Claro, mañana me las traigo y vamos donde tu quieras.

—Me encanta el plan —me contestó mientras comía. Y a mí mucho más, es una nueva oportunidad para estar contigo.

—¿Te quedas hasta mañana? —me rasqué la barbilla nervioso, lo último que quería que pensase era que lo que quería era que se fuese nada más llegar. Ni pensarlo.

Negó con la cabeza Nazli y con eso casi que me aclaró la duda.

—Pasado mañana, esta noche tengo la cena y mañana se supone que tengo más eventos con los mismos —cogió con delicadeza una servilleta y se limpió la comisura. Me quedé tan embobado que me costó un poquito en reaccionar.

—Pero... si hoy es nochebuena y mañana navidad. ¿A quién se le ocurre hacer reuniones «Y cualquier mierda de esas» en día tan señalados?.

—A ellos —asintió.

—Deben de estar mal de la cabeza, estas semanas son días para pasarlo en familia y celebrarlo como se debe —bebí de mi cerveza—. Bueno aunque, yo no sea el mejor ejemplo. Este año no la paso con ellos por decisión propia —lo dije sin pensar—. Ahora por eso, tienes que celebrar aquí estos días, si es que lo celebras. «Wait, wait. ¿Y porqué no lo celebramos juntos? ¿Será muy atrevido perdírselo?».

—Los negocios son negocios, ¿y tu porqué lo celebras solo? —Bam, su pregunta me dejó noqueado.

«Por tonto, mi niña. Por tonto». Le respondí con sinceridad y le conté el motivo real.

—Te entiendo, a veces es necesario estar solo para pensar y bueno para hacer lo que a uno le apetezca.

Nos terminamos los entrantes y el camarero nos sirvió nuestros dos platos suculentos.

—Si, aparte tengo la casa sola para mi porque mi compañero se fue con su novia así que guay —me quedé pensativo y no quería que malinterpretara mi comentario. Enseguida me limité a corregirme—. A ver, no quiero decir que no quiero que esté y que quiero que se vaya, sino que me vino bien tener la casa para mi sola unos días.

—¿No será para llevar a muchas chicas? —preguntó divertida, Ninguno de los dos le hicimos caso a nuestros platos ya que estábamos sumamente adentrados en la conversación.

—¿Qué? —puse los ojos en blanco—. Te puedo asegurar que no llevo a ninguna chica allí, él sí ha llevado pero yo no y no es por hacerme el santo —suspiré con tristeza «Ya me gustaría a mi, al menos llevarte a ti».

—Pero alguna habrás llevado, no sé alguna novia que hayas tenido o no sé no tiene porque ser pareja tuya —me comentó sorprendida—. Sino amiga de toda la vida o algo Es normal en los chicos, no sé... lleven a alguien especial.

—Ahí está el kit de la cuestión, yo nunca tuve a nadie especial —«¿Pero qué haces subnormal? ¿Es que quieres darle pena? Vaya impresión le tienes que estar dando...»—. Es lo que pasa tener un amigo ligón, aparte es muy atractivo según el sexo femenino y es muy bien tío. «Aunque me saque de quicio en numerosas ocasiones».

—Bueno, todo el mundo tiene que tener su encanto y su público —se retorció en la silla y pude ver cómo cruzaba una pierna por encima de la otra.

—Pero... «yo no» —antes de decir la estupidez que iba a decir. Lo pensé y ahora el que se estiró un poco incomodo fui yo. Casi meto de nuevo la pata y eso no era lo que más me preocupaba sino la imagen tan penosa que le estaba dando—. Ay, vamos a comer —miré nuestra comida—. Estamos tan bien charlando que se nos olvidó que nos habían traído la comida —«Bien Jake, una excusa tan grande como para ir a los Oscars. Bravo. En estos momentos necesito mucho a mis dos amigos para que me echen un cable. No sirvo para estar con una chica a solas«.

—Cierto, es cuando se está en buena compañía —se acercó una servilleta y la puso al lado del plato— y uno se olvida de todo.

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