Este era mi fin, Erick seguía mirándome fijamente como si esperase un milagro o cualquier comentario mío que lo sacara de dudas. «Estoy tan confundido que si le digo el verdadero motivo de lo que pasó después de la conversación de anoche. O se burla de mí o se descojona en mi cara. Dos alternativas muy aterradoras, si». No tenía escapatoria ni ninguna salida para evitar ese momento tan incomodo.

—¿Me lo cuentas ya o qué? —interrumpió nuestro momento de silencio. «Muy oportuno él».

—Acompáñame —me dirigí a una esquina con una vista a la espectacular escalera del hotel. Esta conducía a la primera planta en la que se encontraban las primeras habitaciones. Él me siguió para así tener un poco más de privacidad.

—¿Y? —puso el rostro con aire interrogativo.

—No he dormido nada esta noche —le confesé.

Noté como ahora su cara era de póquer. Vaya, que el tío no entendía nada, juraría que hasta estaba un poco preocupado por mi. «Todo un detallazo de su parte».

—¿Y eso? ¿Pasó algo? —me preguntó.

—No —negué con la cabeza.

—No entiendo nada... ¿te encontrabas mal? —esbozó una sonrisa nerviosa acompañada con otra pregunta con el fin de enterarse bien de cuál era el motivo.

—Tranquilo tío, no es nada de eso —tragué saliva—, es que.. —dejé la frase a medias mientras apartaba un pelín la vista por vergüenza.

—A ver.. cuéntame —espetó de nuevo.

—Me he pasado toda la noche pensando —hice una mueca—. Se me fue el sueño con la información que me diste y... —de nuevo dejé la frase en el aire.

Erick soltó un bufido y se despeinó un poco con la mano derecha. En este momento seguro que lo estaba sacando de sus casillas con tanto misterio. Antes de que dijese ninguna palabra, cogí la iniciativa y decidí contárselo todo.

—Y bueno... estuve investigando por San Google —solté sin dar más detalles.

—¿Sólo era eso? —me miró con cara de incredulidad—. Vaya tontería quedarte sin dormir por estar investigando —continuó como si hubiese asesinado a alguien. De repente, se quedó mirándome perplejo, estaba seguro de que algo se le había ocurrido. De eso estaba completamente en lo cierto. Me sorprendió que no preguntara en que era lo que pensaba. Ciertamente, no lo culpaba porque ya lo tenía aburrido con mis historias «De siempre»—. Espera, ¿no me querrás decir que estuviste investigando sobre Nazlí? —sonrió divertido. Estaba a punto de echarse a reír—. ¿No decías que te daba igual? ¿Qué no te importaba en absoluto y que pasabas? —se burló de mí. «Ten amigos para esto».

—No investigué nada sobre ella —medio mentí pero intenté admitir otra cosa—. Bueno, quizás un poco pero como todo estaba protegido por derechos de autor y por estar restringido para otros países que no sean Turquía pues no pude ver gran cosa. «Vaya, una mierda como una catedral». Como bien me comentaste, todo estaba en turco y como no entendía ni un carajo busqué cursos exprés online.

—¿Qué clase de cursos? —me cuestionó moviendo las cejas de forma divertida.

—Un curso online para aprender turco a la velocidad de un rayo —solté nervioso y con una carrerilla que ni un propio maratón conseguiría tanta velocidad como yo. «Impresionante».