Capítulo dieciocho
Se rio, me pellizcó y me volvió a mirar a los ojos
—Si, eres real —increíblemente ni me quejé. Esa caricia fue como si una nube me rozara.
—Oye... —me miró con miedo.
—¿Si?
—No quiero que pienses que me acuesto el primer día con todo el que se me cruza —se empezó a despegar de mí con lentitud con vergüenza.
—Yo tampoco, además aunque te rías de mii —me acerqué a ella para estrecharla entre mis brazos y depositar en su cabeza un beso—. Hace más de diez años que, nada de nada. Solo... Tuve una pareja.
—Yo hace cinco años que no me había acostado con nadie —se pegó a mi y centró su vista en la mía—. Fue mi última pareja.
—Entonces, tuvistes más —«Niño, contrólate. No actúes como un psicópata celoso y menos sin ser tu novia».
—Dos —espetó.
—Entonces, tres —«Joder, tío. Qué bien se te dan las matemáticas».
Movió la cabeza negándolo.
—Dos, ese y con diecisiete el primero —me aclaró.
—¿Puedo saber la duración? —Ahí estaba el Jake maruja. ¡Viva Sálvame rosa! Ups, ¿era limón? ¿o era Deluxe como las patatas Deluxe del McDonald's? ¡No, cojones! El pesado de Kiko Matamoros —lastima de moros, monos o lo que fuesen. Que le habían hecho al calvo ese— y la Terelu Campos no podían estar, muchos menos —la nieta de María Teresa Campos, madre de Terelu y de la otra cosa fea. Carmen Borrego, menudo insulto para los pobres borreguitos. ¡Con los tiernos que son ellos!— Alejandra Rubio, la nueva enchufada de telecirco y la misma que se cree una diosa para ganar exclusivas con tanto hablar del Tassio ese, que manda cojones sus padres ya podrían haberle puesto Cassio como la calculadora que llevaba al instituto o, incluso Tassimo. Hasta era mas bonito el nombre de la cafetera Tassimo, que ese nombre de cateto. —¡qué baje dios y lo vea!
—Con el primero, casi un año y con el segundo tres —me dijo—. ¿Y tu?
—No está mal, ¿volverías con alguno? —¡Lo siento! Tenía que asegurarme mi futuro—. No llegamos a los dos años.
—Absolutamente, no —me acarició la espalda—. ¿Vos?
—Tampoco —me picaba la curiosidad de saber los motivos pero, decidí no indagar en el pasado. Quizás, ¿en un futuro? Pues, ¡no lo sé!—. Una turca que sabe argentino, maravilla —me cachondee.
—¿Puedo preguntarte porque no tuviste más? —me dio un golpecito en el pecho—. Tonto.
—Porque te esperaba —le saqué la lengua.
—Enserio, ¿nadie más? —Sus ojos se volvieron chiribitas. Radiaban una emoción indescriptible —. ¿Esperarme, a mi?
Asentí.
—¿Me estás llamando viejo? —le besé la naricita tan bonita que tenía—. Si, solo te esperaba a ti.
—No, si ni siquiera sé tu edad —me dio un besito en la comisura—. No entiendo, ¿porqué a mi? Si no nos conocíamos.
—¿La quieres saber? La tuya si que quiero saberla, todo de ti lo quiero saber —más alto y claro, imposible. Capturé sus labios con los míos y sonreí muy cerquita de ella—. No quiero sonar cursi, pero aunque no sea típico de un chico. Siempre soñé con encontrar a la chica de mis sueños. Vi a mi entorno casarse, tener hijos y yo a un lado estancado. Erick, el dueño del hotel y un gran amigo, me comparaba con Sanem de la telenovela turca Erkenci Kus porque decía que soy como ella en chico.
—¿También escribes como ella? —me acarició el mentón—. A mi también, me interesa saber todo de ti.
—Si, en mis tiempos libres. Principalmente me desenvuelvo mejor escribiendo historias de amor —la besé y la apretujé mas a mi—, también he creído en el amor verdadero y todo eso. Bueno, corrijo creo más bien. Y mucho más desde que te plantaste delante mía —nos tapé un poco con la manta—. ¿Viste la serie? ¿Qué edad tienes? ¿Crees en el amor? —hice una mueca de disculpa—. Perdona por tanta pregunta, estoy entre nervioso y ansioso por saber lo que sientes.
—Me encantaría leer algo de lo que hayas escrito, o quién sabe. Nuestra propia historia. —<¿He escuchado bien? ¿Nuestra? Eso... Quiere decir que tengo posibilidades con ella?>—. Me sorprende, no lo puedo negar pero me causas mucha curiosidad. Eres diferente al resto y eso me gusta. Y, si. Creo en el amor y lo que me pasó contigo. No me sucedió con nadie —me comunicó.
—¿De verdad? —la interrumpí impaciente—. Para mi tu también lo eres, en ti vi a la mujer con la que quiero compartir toda mi vida.
—Si —asintió—. Un poco precipitado, ¿no?
—Puede ser, pero ahora que te encontré soy capaz de irme a Turquía si es necesario —la achuché—. No quiero que te asustes pero lo que vi en ti, no lo vi en nadie y mira que me presentaron chicas, pero todas me eran indiferente.
—Quiero conocerte poco a poco —miró nuestra desnudez—, aunque la evidencia diga lo contrario. Respondiendo a tus preguntas, si amo a Sanem y Can. Es una de mis series favoritas.
—Yo también —me sentía en una burbuja y como un niño con su primer juguete. Solo quería saltar, chillar, reír y celebrar—. Y la mía.
—Tengo veintiocho años, ¿y tu? ¿A qué te dedicas?
—Treinta y cinco, ¿te importa la diferencia? —me preocupé un poco por si le preocupaba. Eso iba a ser un gran problema, pero no para mi—. Soy chófer de la limusina —medio mentí y me supo mal.
—Para el amor no hay edad, aunque me saques siete años no me importa —esbozó una sonrisa—. Soy diseñadora de zapatos y vestidos, trabajo en la empresa familiar,
—Acabo de respirar tranquilo porque a mi no me importa que seas mas chiquitina —le saqué la lengua juguetón—. Una chica muy trabajadora, si señor.
—Ni a mi que tu seas un viejito, mi viejito bonito.
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